Con la excusa de que estaba muy casada por el viaje, luego de una charla estresante con Fiorella, donde Chiara se negaba y ella insistía, esta perdió la pelea, se retiró a la habitación que le habían dado.
Como Fiorella vio que Chiara estaba vacilando, incluso sopesando retroceder ante todas sus decisiones, le tuvo que dejar muy claro que un divorcio no sería una guerra limpia, porque Davide tampoco lo aceptaría y que todas sus ventajas solo vendrían si seguía casada con Davide.
Un divorcio, tan solo porque debían tener un hijo, no era la manera más conveniente de hacer las cosas.
Miraba el techo, los diseños que había en este y sus ojos se perdían en cada tramo de aquel techo.
¿Cómo iba hacer para tener un hijo?
Había pasado casi tres semanas desde su boda con Davide y, no es que ella quisiera verlo, todo lo contrario, deseaba no volver a ver su rostro jamás, pero se seguía preguntando cómo harían para tener un hijo.
¿Él estaba de acuerdo con eso?
La idea de que eso fuera una posibilidad estremecía a Chiara.
Las cosas salían contrarias a como ella las pensaba.
Ahora las ventajas que creyó tener de ese matrimonio se desvanecían delante de sus ojos si pensaba en tener un hijo con ese hombre tan cruel.
-¿Y es que nada puede salirme bien? Ya sabía yo que no podía ser tan sencillo.
Era imposible que fuera algo tan fácil, sobre todo cuando las cosas se ajustaban perfectamente bien a ella: No tener que ver a su esposo, vivir su vida libre de su compañía, librarse de su padre y su dinero.
Ahora revelaban la parte complicada.
Procrear con él.
Sus manos tocaron su vientre y sus ojos se llenaron de lágrimas.
¿Había pensado en ser madre? ¡Desde luego! Desde que pensó en ese matrimonio y lo real que creía que podría ser, pensó, quizás no el primer año, ni el segundo, pero sí pensó en ser madre. Pero, cuando vio la realidad de su "relación", esfumó muy deprisa ese pensamiento, como si ya no sirviera para la situación actual.
-¿Cómo voy a tener el hijo de un hombre que no me ama? -una tristeza se asomó en su pecho, al pensar en ella, toda su vida, la manera en la que había crecido o las veces que deseó siempre un abrazo cuando peor era su situación, deseando el cariño de un padre, de una madre, extrañando con todo su corazón a su padre y teniéndolo tan distante.
¿Era lo que quería para su hijo? ¿Un padre ausente? Tal como lo tuvo ella.
No deseaba eso, no quería traer una criatura al mundo que uno de su progenitor rechazaría, las palabras de Davide resonaban en su mente. Y si ella era insignificante en su vida, también lo sería su hijo.
Él estaba enamorado de esa otra mujer, tendrían un hijo.
Todo lo que viniera de Chiara él lo iba a rechazar.
Ella no podía dejar que una criatura traída al mundo por ella tuviera un padre como Davide Queen, obteniendo tan solo su rechazo.
Se puso de pie y se dirigió al baño, echó un poco de agua sobre su cara para ver si así aliviaba las penas y alejaba esos pensamientos tan tristes.
Alguien tocó a su puerta.
Muy deprisa secó sus lágrimas, tomó una toalla para llevarte el agua que quedaba en su rostro.
Al dirigirse a la puerta, tocaron otra vez.
-Dante-estaba de pie frente a ella. Chiara sonrió, alegrándose de verlo otra vez. Como él dijo que no vivía en casa de sus padres, ella creyó que ya se había marchado. Hace un par de horas desde que llegaron, no esperó que él siguiera por allí-. Creí que ya no estabas aquí.
-Me iba hace una media hora.
-¿Pasaste a despedirte?
-No, mis padres se han marchado, tienen una cena fuera, mamá no quería que te quedaras sola, tampoco podía cancelarlo. Me ha pedido que me quede contigo.
-Ah, no te preocupes, no me importa quedarme sola. Si lo deseas, puedes irte.
-Quiero quedarme. -Chiara desvió la mirada de Dante cuando escuchó esas palabras. Le agradaba mucho su cuñado.
Su cuñado.
"Es mi cuñado." Pensó, una parte en su mente recordándoselo, para que lo tuviera muy presente.
-¿Tienes algún plan?
-Vi que antes te gustó la casa, ¿quieres que te la muestre?
-Sí, claro. -Ella salió, cerrando la puerta de la habitación tras ella.
-¿Mamá te ha dicho algo malo? -comenzaron a caminar por el largo e iluminado pasillo.
-¿Por qué piensas eso?
-Parece que tus ojos se enrojecen bastante cuando lloras.
Chiara se sintió avergonzada, sin atreverse a mirarlo.
-No ha sido nada.
-¿Segura?
-Muy segura.
-Entonces no pregunto más. -Con eso se cerró el tema.
Dante le mostró casi toda la casa, a excepción de las habitaciones. Salieron de allí para ver uno de los más grandes jardines de toda la zona.
-¿Cómo puede ser tan grande?
-Esa pregunta tendrás que hacérsela a mamá. No le veo sentido. De niño nos perdíamos aquí, aunque solía ser bastante divertido. Nico era muy escurridizo, jugar al escondite con mis tres hermanos era el mayor placer de mi niñez.
¿Tres?
-¿Puedo preguntar cómo se llamaba tu hermano mayor?
-Daniele. Los gemelos eran Davide y Daniele. -Chiara no se atrevía a preguntar qué fue lo que pasó exactamente sobre su muerte. Era un tema muy delicado y personal de la familia-. ¿Quieres saber qué pasó?
Ella tragó, mirando hacia su derecha una hermosa rosa roja, quiso tocar su pétalo, pero su mano se fue más abajo y una espina rozó su piel hasta penetrarla. No le dolió, solo era la manera más eficaz que tenía la flor de defenderse de aquellos que querían herir su frágil belleza.
Una pequeña gota de sangre salió de la herida.
Ella metió el dedo en su boca y luego escupió a un lado.
-No, creo que no. No quiero hacerte hablar sobre eso.
Siguieron su paseo por el enorme jardín, hasta llegar al final.
Justo allí, había cuatro asientos rodeando una enorme fuente.
Ella se acercó, viendo que cada uno de ellos tenía un nombre.
Los cuatro hermanos.
Dante tomó asiento en el suyo y Chiara se paseó por el resto, sus manos tocando el grabado.
Le pareció un poco triste, saber que el dueño de aquel asiento jamás se sentaría allí, no otra vez. Recordó que Daniele había ido para su nacimiento.
Ella fue con Dante y se sentó a su lado.
Miraron la fuente por un largo rato, dejándose llevar por el sonido del agua y la tranquilidad del lugar, solo siendo interrumpido por el mover de los árboles y algunas aves que ya viajaban a sus nidos para esperar la noche.
El atardecer se iba con rapidez, aquellas nubes rosáceas se fueron convirtiendo en más oscura, hasta que cayó la noche en la tranquilidad del jardín.
Múltiples farolas comenzaron a mostrar su brillo, dejando un poco de luz a su paso, mostrando el camino de regreso, aunque no entraban por el jardín, solo lo rodeaban, haciendo que la luz allí fuera poco intensa, tenue.
-Tenemos que regresar-dijo él, poniéndose de pie primero.
Chiara comprobaba que de verdad Dante hablaba poco, pero era un silencio agradable, pasaron casi unas dos horas desde que salieron de casa y recorrieron el jardín, todo ese tiempo sentados frente a la fuente no se dijeron nada, pero tampoco hizo falta.
Él iba delante de ella, mostrándole el camino que se sabía incluso con los ojos cerrados.
Chiara miraba su espalda, sus manos en los bolsillos y aquel cabello corto que atrapaba la luz. Sintió unas alteraciones en su pecho, como si su corazón saltara.
"Dante es mi cuñado." Tuvo la necesidad de recordarse a sí misma esas palabras. "El hermano de mi esposo."
Nerviosa, siendo más consciente de que estaban a solas, no solo en el jardín, también en casa, ella decidió adelantarse, porque sentía una tensión de un momento a otro y la hacía sentir confundida.
-¡A que no me encuentras! -gritó mientras corría muy deprisa, esquivando los arbustos y tomando el primer camino que se abría frente a ella, intentando evadir los caminos rectos para que Dante no pudiera encontrarla.
Él, sin poderse creer que ella hiciera eso, sonrió, intentando ver qué camino ella tomaba, no había mucha luz, pero sus rápidas pisadas resonaban en cada paso, pero se alejaban.
Caminar no bastaba, decidió correr tras ella, en él creciendo una enorme emoción, persiguiéndola, su mirada agudizándose para poder dar con ella.
Pero, entonces, dejó de escuchar las pisadas.
Había completa calma.
Ya no se escuchaba nada, solo los fuertes latidos en su pecho que resonaban en todo su cuerpo.
Giró sobre sus talones, en busca de alguna señal de ella.
Comenzó de nuevo a caminar, pero muy despacio, había hojas secas en el suelo que podían delatar su posición.
Escuchó algo a lo lejos, más adelante y salió disparado hacia allí.
Era un área rodeada de rosas, estaba más o menos en el centro del jardín. La luz llegaba menos allí justo por eso, por estar en el centro.
Respiró profundo, recorriendo con su mirada cada rincón, cada detalle. En el extremo derecho vio una sombra negra, parecía la chaqueta que antes llevaba Chiara. Se acercó casi de puntillas, quería sorprenderla, sus pasos eran muy lentos, intentando por todos los medios no ser escuchado, pero mientras más se acercaba, parecía que solo había la chaqueta, no Chiara.
¡Era una trampa!
¡Pero era muy tarde para retroceder!
-¡He ganado! -gritó Chiara desde atrás, corriendo hacia él al salir de su escondite, Dante se giró rápidamente, pero no contaba con que Chiara fuera a correr de manera tan directa en su dirección, estaba a punto de embestirlo, ella quiso parar, pero era muy tarde para eso.
Chocó con Dante en medio de un grito cuando él cayó hacia atrás, cerrando sus brazos alrededor de ella para que no se hiciera daño.
Jadeante, se dio cuenta de que estaban en el suelo y ella sobre él, aprisionada con sus brazos, contra su pecho para que no se hiciera daño.
Había estado antes recostada a él un buen rato, el día de su boda, pero a modo de consuelo, en un momento de mucho dolor y humillación, pero este no era el caso.
Había caído sobre Dante, sus brazos rodeándola para que no se hiciera daño y ambos en el suelo, luego de la adrenalina de aquel juego, a oscuras.
A solas.
No podía casi ver sus ojos, pero sentía su respiración golpearla y sus manos titubeantes sobre su espalda.
Chiara sintió una sensación extrañamente agradable posándose en su pecho y sintió la necesidad de huir de él.
"Mi cuñado."
Pero no se movió, él tampoco lo hizo.
La mezcla de sus miradas parecía un suave vaivén y el tiempo carecía de importancia, sobre todo si pasaba de manera tan lenta.
-¿Te has hecho daño, Chiara?
-No...-ambos habían hablado en un susurro-. ¿Qué hay de ti? ¿Estás bien?
-Un poco humillado porque me ganaste en mi propio territorio.
-Te creíste con ventajas, por eso perdiste.
-Perdí...-Chiara estaba completamente segura de que él no se refería al juego, no por la intensidad de sus palabras, el tono sueve y la forma en la que su aliento la acariciaba o sus manos parecían más cálidas pegadas a su cuerpo.
Él pareció acercar su rostro al de Chiara, como si pretendiera besarla. Ella cerró los ojos, esa sensación volviéndose más extraña en su pecho.
"¡Es mi cuñado! ¡Es mi cuñado!"
La voz en su cabeza se esfumó desde que Dante tocó sus labios.
Solo quedaron ellos dos.
Y ese beso.