"¡Oh, Dios mío! He tenido mi primer beso con mi cuñado."
Su voz interior intentaba martirizarla con lo que pasaba en ese momento, pero, de nuevo, el toque con Dante borraba todo, el momento, el lugar, esos labios.
Le gustaba su cuñado. Y ella a él.
Durante los breves segundos que duró ese primer beso, Chiara quedó desconcertada, abrumada por las emociones, tan sediente de otro beso que su garganta se sentía seca.
Allí, sobre él, Chiara abrió los ojos cuando sintió que él retiró sus labios.
Sus dedos tantearon sobre el pecho de Dante.
Se miraron en medio de la noche, ambos corazones latiendo de manera frenética.
-Quiero besarte otra vez-dijo Dante.
"No podemos hacer eso." Tan solo las palabras se repitieron en su cabeza, porque lo que sus labios hicieron fue otra cosa.
"Es mi cuñado. Es mi cuñado. ¡Por favor! ¡Soy su cuñada!"
Sus labios se movían sobre los de Dante, sin importar las palabras que su mente gritara, pasaban de largo, no les hacía caso.
Él alejó sus manos de la espalda, tocando las mejillas de ella, acariciando su rostro.
La experiencia a Chiara no hizo falta, fue muy sencillo dejarse llevar por los labios de Dante, su ritmo, la dirección que el marcaba y el segundo beso se fue haciendo, poco a poco, paso a paso, más intenso. Ella se movía de vez en cuando sobre él, sus manos apoyadas en su pecho y sus caderas presionando, aquel hormigueo se situaba en una sola dirección y a medida que el beso se hacía más largo, todo crecía, incluso eso dentro de los pantalones de Dante.
Estaban excitados.
-Chiara...
-Repite mi nombre-pidió, intentando disimular la desesperación cuando él se alejó de sus labios.
-Chiara...-bajó sus manos por sus caderas y capturó sus nalgas, acercándola a él, apretándolas entre sus manos.
Ella jamás había sentido algo así, nunca su cuerpo se había sentido de esa manera, salvo en las escenas subidas de tono que traían ciertas películas, pero ningún hombre había provocado semejantes cosas en su cuerpo o tocado de la manera que Dante lo hacía.
En medio de un beso, él la acomodó entre sus manos para cambiar la postura, quedando Chiara Moretti debajo de él, su cuñado. Las manos de Dante se apoyaron a ambos lados de su cara, sus dedos haciendo sonar las hojas que había allí.
Ella levantó su mano para acariciarle el rostro y él se acercó de nuevo a besarla.
Pero después de una docena de besos en medio del jardín, aquello parecía quedarle corto a los dos, como si fuera necesario pasar a un siguiente nivel.
¿Qué sigue después de los besos?
Por la postura, Dante sobre ella y sus latidos, que no podrían volverse más intensos ni aunque quisieran, la consciencia de Chiara fue tomando fuerza, hasta que, con una mano de Dante sobre su pecho, ella reaccionó sobre la situación.
¡Estaba haciendo todo eso con su cuñado! Cualquiera esperaría tener una primera vez en muchas cosas con su esposo, ¿pero con su cuñado?
-Espera-dijo, rompiendo el ambiente que ya habían creado. Dante retiró sus manos de su cuerpo, haciéndose a un lado para no estar sobre ella.
-Lo siento. Creo que me dejé llevar.
-¿Por qué demonios lo sientes? -Chiara apoyó sus manos en el suelo y le miró, enojada por la disculpa de él.
-Creí que nos detuvimos porque no querías esto.
-¿Parecía que no lo quería?
Dante rio despacio, notando el tono ligeramente enojado de Chiara.
-Está bien, retiro mis disculpas.
-Así está mucho mejor. Es solo que... por un momento sentí que hacíamos algo muy malo.
-Me gustas.
-Tengo miedo de admitir eso-confesó.
-Tienes miedo de cómo pueda sonar. Eso es todo.
Dante se puso de pie, dándole una mano para ayudarla. Chiara no la tomó, se quedó allí en el suelo unos segundos, pensando.
-¿Está mal?
-¿Lo que hicimos? -Dante se agachó a su lado, quitando varias hojas del cabello de ella.
-No, tener miedo. ¿Está mal?
-Depende el camino que quieras tomar, Chiara.
Ella apoyó ambas manos en los hombros de Dante y se puso de pie, comenzando a caminar sin esperarlo.
Él iba detrás, viendo tranquilamente como Chiara tomaba el camino incorrecto, hasta dar con un muro luego de un rato.
-¡Dios! Podías haber dicho algo. -se quejó cuando se encontró sin salida.
-Tuve la impresión de que no querías escuchar mi voz por un buen rato.
-Pero sí para saber el camino, Dante-ella pasó a su lado, él la sujetó por el codo, deteniéndola en seco.
-Quería verte enojada otra vez, porque me resulta muy sexi cuando tu voz toma fuerza o cuando pones esa expresión-Chiara lo fulminó, aún sin ablandarse-. Justo esa.
Pero al final no se resistió y sonrió.
-Lo siento. Es que estoy nerviosa, lo que hicimos no estuvo bien. Porque...
-Porque tienes un matrimonio de papel con mi hermano-dijo Dante. Esfumó la distancia que había entre los dos, tocando su mejilla y elevando el rostro de Chiara hacia él-. ¿Importa mucho? ¿Importa tanto como para no besarme ahora?
Chiara se humedeció los labios, mientras esa voz en su cabeza intentaba llevarla por el camino correcto, porque si volvían a los besos de antes, era tanto el fuego que podrían incendiar todo el enorme jardín de Fiorella.
"¡Importa! ¡Dile que importa! Eres su cuñada. Respétalo, date a respetar."
Pero otra voz, más liberal, también hablaba dentro de ella.
"Davide está con su mujer. ¡Cada uno por su cuenta!"
"Oh, claro. ¡Pero no con su hermano!"
Su cuñado.
-Importa-dijo al fin, luego de una larga pausa.
Él le soltó el brazo y ella comenzó a caminar, Dante le indicaba el camino correcto.
Al fin pudieron salir del jardín.
Chiara se detuvo justo donde habían iniciado. Miró hacia un lado, aquella rosa que antes se había defendido de su toque, y suspiró, preguntándose si ella también tenía espinas o solo era un pétalo frágil que podía desprenderse con facilidad y caer al suelo.
De cualquier modo, no podía descubrirlo aquella noche.
Corrió hasta la puerta de la casa y entró primero que Dante, dirigiéndose directamente hacia su habitación, donde se encerró.
Pocos minutos después Dante tocó a su puerta, pero ella no quiso responder.
Se encontraba sentada en la cama, mirando la noche a través de la ventana, hasta que él se marchó.
(...)
Ella estaba leyendo en la cama, cuando de repente sintió aquel dolor surcar su vientre. Y no paró, hasta hacerla gritar de dolor, llamando a Davide con urgencia, diciéndole cómo se sentía en ese momento, pero él no estaba en casa y estaba lejos de allí, por lo que Rosel tuvo que esperar a que llegara una ambulancia.
Allí Davide llegó unos diez minutos más tardes, muy preocupado por el estado de Rosel y su bebé, la criatura que esperaban.
Davide Queen, con su habitual compostura quebrada por la preocupación, sujetó la mano de Rosel mientras el doctor hacía algunas preguntas.
Ella, con casi siete meses de embarazo, se retorcía de dolor en la camilla, su rostro pálido reflejaba la angustia que sentía por el bienestar de su hijo aún no nacido.
-¿Estás mejor? -preguntó Davide, intentando ocultar su propia ansiedad mientras tomaba la mano de Rosel, buscando ofrecerle algo de consuelo.
-No mucho-susurró ella-algo no está bien, Davide. No debería doler así-Su voz, normalmente firme y segura, ahora temblaba de miedo.
Los pensamientos de Davide se enredaban entre el miedo por la salud de Rosel y su hijo, y la culpa por no haber estado con Rosel en casa cuando empezó su dolor.
-Vamos a realizar algunos exámenes para asegurarnos de que tanto la madre como el bebé estén bien. El dolor puede deberse a varias razones, pero necesitamos ser cautelosos dada la etapa del embarazo.
Davide asintió, apretando la mano de Rosel.
Mientras Rosel era llevada a la sala de exámenes, Davide se encontró a solas en la penumbra de la sala de espera, sumergido en un mar de pensamientos contradictorios. La posibilidad de perder a su hijo no nacido, o incluso a Rosel, lo aterrorizaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
El reloj en la pared marcaba las horas, cada tic tac resonando como un martillo en su ya abrumada conciencia. Recordó el día en que conoció a Rosel, cómo su relación había evolucionado de encuentros casuales a algo mucho más profundo y complicado. La ironía de la situación le pesaba; estaba atado a un matrimonio que no había elegido, y ahora, luego de Rosel haber aceptado toda esa situación, parecía recordarle todos los días que él estaba casado con otra mujer.
Vio la cara del doctor, esos dolores no eran una buena señal, sobre todo si aún no llegaba la hora del parto.
Tenía miedo.
Después de lo que parecieron horas, el médico finalmente regresó con noticias.
-Hemos logrado estabilizar a Rosel y al bebé-dijo, su tono calmado ofreciendo un alivio inmediato a Davide-. Ella experimentó contracciones prematuras, lo que causó el dolor.
-Doctor, ¿ha sido muy malo? Quiero saber la verdad y no me ande con rodeos, no lo soporto.
-Bien, le estoy hablando de manera directa. Fue una situación complicada, pero es una mujer fuerte. Hemos logrado detener el parto prematuro por ahora, pero Rosel deberá permanecer en el hospital para observación. No queremos que más eventos así se repitan.
Davide soltó un suspiro de alivio, sus hombros cayendo como si se liberara de un peso.
-¿Puedo verla? -preguntó, ansioso por estar al lado de Rosel, para asegurarle que todo estaría bien, a pesar de los miedos que lo asediaban.
El médico asintió, indicándole para que pasara.
-Sí, pero ella necesita descansar. No será por mucho tiempo.
Al entrar en la habitación, encontró a Rosel acostada, pálida pero visiblemente más tranquila. Al ver a Davide, una débil sonrisa apareció en sus labios.
-El médico dice que estaremos bien-murmuró, su voz todavía teñida de fatiga.
Davide se acercó, tomando su mano entre las suyas.
-Lo estaremos-afirmó, aunque en su interior, la certeza era menos clara.
(...)
-Buenos días-Chiara se unió a Fiorella y su esposo para desayunar.
-Buenos días, hermosa Chiara. ¿Pasaste una buena noche? Me dijeron que no cenaste. ¿Todo bien? -preguntó Fiorella, señalando la silla junto a ella para que su nuera se sentara.
-Sí, todo bien. Solo estaba muy cansada.
-¿Has logrado descansar?
-Ya me encuentro mejor.
-Pasarás el fin de semana aquí, ¿no?
-Sí, el lunes regreso a San Francisco.
-¿Y luego? ¿Qué pasará después? -preguntó el señor Queen-. ¿Quieres contarnos un poco de tus planes? A lo mejor te interese Milán.
Dante hizo su entrada en ese momento, dejando muda a Chiara, ella no tenía idea de que él se quedó a pasar la noche en casa, creyó que se había ido luego del regreso de sus padres.
-Buenos días-tomó asiento frente a ella, clavándole sus ojos verdes.
-Y-Yo...-Dante sonrió, viendo a una Chiara nerviosa en plena mañana.
-¿Estás bien? -le preguntó, con toda la seriedad que lo caracterizaba, pero muerto de risa por dentro. Mordió su labio inferior y lo humedeció, viendo sus mejillas sonrojadas, cosa que se perdió la noche anterior por la oscuridad que los rodeaba. Chiara se perdió en su boca y se sonrojó más, porque ya conocía el sabor de esos labios.
-Sí, creo que aún sigo dormida-respondió, avergonzada, intentando disimular, pero Dante no se lo ponía fácil. Debajo de la mesa él tocó su pierna, haciendo que Chiara se levantara de pronto.
-¿Qué ha pasado? -preguntó el señor Queen, mirando rápidamente debajo de la mesa.
-M-Me picó un mosquito, eso fue todo.
"¡Sabe que me poner nerviosa! Y lo hace a propósito. Eso me pasa por besar a mi cuñado."
-A mí también me ha picado algo-dijo Dante, disimulando mejor que ella-. ¿Qué ibas a decir? ¿Qué te quedas en Italia? Milán puede ser un lugar para ti, Chiara. -su mirada la atrapó, sin dejarla ver hacia otro lado-. ¿No te gusta Milán?
-Me gusta...-atrapada en el verde de sus ojos aquella mañana, decidió decirlo en voz alta-. Me gusta mucho. -aquella mañana parecía solo para ellos dos, nadie más. Dante sonrió, apreciando que ella decidiera decirlo-. Mmm... Milán. Creo que es un lugar bonito.
-¿Quieres quedarte? -La charla solo parecía entre ellos dos. El resto carecía de importancia y a una velocidad abrumadora, Chiara se sentía que iba cayendo luego de estar flotando alrededor de Dante. ¿Eso era algo bueno?
El primer amor siempre era un torbellino, que no conocía de pausas, excusas o terceros.
-Tengo que resolver muchas cosas en San Francisco. Y... Francia.
-¿Qué pasa con Francia? -el pie de Dante volvió a tocar el de Chiara, pero ella ahora mantuvo la calma.
"¡Tienes tu vida en Francia! El plan era resolver en San Francisco y volver a Francia. Chiara... ¡céntrate! No, de él no. ¡No te enamores de él! Solo fue un beso. ¡Nadie se enamora con un beso! ¡Chiara! Vas a romper récords, no lo hagas."
-Tengo que ir Francia luego de San Francisco. Mi vida está allí. No puedo quedarme en Milán-dijo al fin, haciendo que Dante frunciera el ceño.
-¿Te gusta Francia?
-Llevo toda mi vida allí.
-Entonces la conoces muy bien como para mostrármela-dijo Dante.
Volvió a morder sus labios cuando todo el rostro de Chiara se puso tan rojo como un tomate.
¿Seguían hablando de Francia y Milán?
-S-Sí. Puedo mostrarte Francia, si algún día quieres ir.
-Ahora tendríamos a alguien a quien visitar, ¿no, mamá?
-No me gusta Francia-dijo Fiorella. Su hijo Dante lo sabía, conocía muy bien a su madre-. Tendrás que ir sin mí.
Cuando el desayuno terminó, Dante y Chiara fueron los últimos en levantarse.
-¿De verdad te vas a Francia? -preguntó Dante.
-¿De verdad quieres conocer Francia?
Ambos se sonrieron, pero ninguna respondió a la pregunta del otro.
No hablaban de los lugares.
Dante se puso de pie para retirarse primero. Miró que no hubiera nadie y le robó un beso a Chiara.
-Me alegro de que te guste mucho... Milán. Yo sí quiero conocer Francia.
Se marchó de la cocina, llevándose consigo la sonrisa de Chiara y ese beso que le robó.