Diciembre de Apariencias
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Capítulo 2 2

30 de noviembre

Chicago, Illinois

Killiam Draven

Han pasado cinco días desde que Mackenzie me entregó los documentos del divorcio. Cada uno de ellos peor que el anterior. Pero el primero no lo voy a olvidar nunca.

El despertar solo en la cama después de pasar gran parte de la noche llorando por su partida y enloqueciéndome, rompiéndome la cabeza, preguntándome tantas cosas.

Porque he hecho las cosas bien, he tratado de que ella no se diera cuenta de las nimiedades de nuestros días, llevando la carga yo solo. Las culpas, las responsabilidades, para que ella viva como la reina que es.

No entiendo de dónde ha sacado esa maldita cosa de que ella no sirve para el papel de esposa, si es perfecta. A mis ojos no hay nadie mejor.

Nunca lo habrá.

Sé que algo está malditamente mal, pero no logro entender el qué.

Los siguientes días, decidí dejar de lamentarme y empecé a tratar de buscarla, pero la floristería estuvo cerrada. Llamé a su mejor amiga, pero por supuesto, ella no iba a decirme dónde estaba, y después, me fui a ver a mis abogados.

Tal y cómo ella dijo... Me está dejando todo, a pesar de que nos casamos por bienes mancomunados sin ningún problema, aunque yo llevara las de perder.

Ella solo me ha pedido su regalo de bodas, cosa que me dice que aún me sigue amando, porque de no ser así, ni siquiera querría estar allí.

Mis abogados me recomendaron firmar, pero cómo no, ellos solo hablan a través de la conveniencia, sin importarles una mierda los sentimientos y todo lo que hemos vivido juntos.

Pero yo comencé a poner mi plan en marcha, especificando en los documentos que voy a cumplir a cabalidad lo que ella me ha pedido, aunque para mí no sea fingir, mientras que ella acepte las pequeñas cláusulas que he añadido.

Pasé cinco días de mierda, pero hoy... Hoy pongo en marcha mi plan, porque ha sido ella la que se ha comunicado conmigo para saber si tengo una respuesta.

Mi teléfono vuelve a sonar con otro mensaje de ella.

»Necesito una respuesta, Killiam. Estoy en la floristería, puedes pasar si quieres.

Mi primer instinto es responderle rápido, porque si quiero arreglar las cosas el tenerla de malas no es un buen primer paso, pero sonrío y la dejo esperando, creando un poco de expectativa en su loca cabecita.

Igual y ya sé dónde está.

Recojo los documentos que ya tengo preparados y me dirijo al auto, tomando la última galleta que queda de en la cocina. Esto ha sido lo único que he comido estos días.

Sí, una jodida tortura, pero he sobrevivido a base de café y galletas que me recuerdan a ella.

Conduzco por las calles que conozco bien y veo que todo sigue igual a los días anteriores que estuve por aquí, para los demás nada ha cambiado, pero para mí es diferente.

Durante los otros días, todo parecía gris y desolado, pero hoy, esa floristería que tengo a pocos metros, que queda en una esquina, rebosa de colores brillantes y lo embellece todo.

Porque eso es lo que ella hace; lo que hizo conmigo. Llegó a mi vida gris, vacía y aburrida, la embelleció y la hizo más brillante con su presencia.

Estaciono enfrente y desde aquí puedo verla sonreír en el mostrador, mientras atiende a un cliente. El hombre se inclina, apoya su codo en la vitrina y se le queda mirando de una forma que me hace apretar el volante, porque nadie debería verla de esa forma.

Normalmente no me molesta que vengan aquí hombres, porque la mayoría vienen dispuestos a llevar flores a la persona que aman, pero hay otros que se pasan de listos y quieren cruzar la línea de lo decente.

Tomo la carpeta, abro la puerta y entro a la floristería que está llena de nochebuenas y muérdago en la entrada.

Mack ha hecho arreglos maravillosos.

Un pino natural está decorado apenas entras al lugar y el olor que irradia, más el de las flores, me da tranquilidad.

Sus ojos se cruzan con los míos por un segundo y se queda paralizada, pero reacciona con rapidez cuando el hombre vuelve a hablarle.

-Entonces, ¿puedo pedir un ramo de hortensias y regalárselo a la dueña de la floristería para que me acepte una cita?

Ladeo la cabeza mientras lo miro y sopeso la gravedad de estamparle la cara en la vitrina para que se calle.

Mack ni siquiera está nerviosa, sé que una mujer hermosa como ella lidia con tipos como este todo el tiempo, muy a mi pesar, pero no voy a dejar que cruce la línea, no en mi presencia.

-¿Qué dices? -sigue insistiendo y llego hasta el mostrador para colocarme a su lado.

-Ella dice que no. -Le doy una sonrisa falsa y lo veo fruncir el ceño.

-¿Y tú eres? -Enarca una ceja-. Creo que ella tiene una boquita muy bonita para responder.

«¡Menudo bastardo!».

Resoplo mientras me enderezo y él hace lo mismo, pero yo soy mucho más alto y tiene que levantar la cabeza para mirarme a la cara.

-Killiam, por favor -susurra Mackenzie y el rostro del hombre cambia.

-Yo soy el que va a romperte tu fea boca como no te largues y dejes a mi esposa en paz -hablo con los dientes apretados, y el hombre retrocede.

-Yo... no sabía... -comienza a titubear.

-A la próxima, fíjate en el anillo que lleva en su mano -le digo antes de verlo marcharse.

De reojo veo cómo Mackenzie mira su mano, esa donde aún lleva nuestra alianza matrimonial y el anillo de compromiso que le regalé.

Lo mira como si a ella le sorprendiera aún llevarlo puesto.

-No tenías que hacer eso -habla con dureza-. Era un cliente.

«Ahora ella quiere defender al bastardo». Giro los ojos y después la miro.

-No era un cliente, solo era un idiota que quería molestarte.

-Yo puedo controlar la situación -me porfía.

-Para algo soy tu esposo, Mack. No voy a dejar que un cretino como ese se te acerque.

-Ya no más... -susurra y sé a qué se refiere.

-Sigo siendo tu esposo y lo sabes -le recuerdo.

-Eres mi futuro exesposo y viendo los documentos que traes en la mano, supongo que tu cabeza se ha aclarado y después de nuestra última conversación, decidiste firmarlos.

«Bien, si quiere ir por ese camino».

-Seguiré siendo tu esposo hasta que todo sea definitivo.

-¿Firmaste?

-Si te refieres a si firmé nuestro nuevo acuerdo de disolución del matrimonio, sí, lo firmé.

«Aunque se me haya ido otro pedazo de mi alma mientras lo hacía».

-¿Nuevo? ¿No te satisfizo el anterior? ¿Qué más quieres de mí? -Aprieta los puños molesta.

-¿En serio me preguntas eso, Mack? -No hay más que dolor en mi voz.

-Solo quiero que esto acabe. -Desvía la mirada y comienza a humedecer unos girasoles que están en buen estado; sé que es su forma de lidiar con esta conversación.

Oír esas cinco palabras de su boca me duelen, porque habla como si se refiriera a cualquier tontería.

-Esto, como lo llamas, es nuestro matrimonio, Mack. No es cualquier cosa -murmuro dolido, tragando en seco e intentando ser fuerte.

-No vayas por ahí, Killiam. Solo dime qué cambiaste.

-Te di lo único que pediste y un poco más. Una manutención es lo mínimo que puedo darte, y nuestra casa en esta ciudad.

-No la quiero -niega con firmeza-. No quiero nada que me siga recordando a ti.

Sus palabras instantáneas se sienten como un puñetazo inesperado.

-¿Quieres olvidarme? -Mi ceño se frunce, mientras que todo dentro de mí comienza a temblar.

-Supongo que, con el tiempo, eso es lo que pasará con nosotros.

-Eso es imposible -niego con fiereza. Mis manos se cierran en puños para evitar romperme más de lo que ya estoy.

-Los documentos, Killiam. ¿Qué más cambiaste?

Respiro hondo para calmarme, tengo que hacer esto a mi manera.

-Agregué el favor que me pediste para que no pueda retractarme hasta que esté hecho, ni tú tampoco.

-¿Por qué hiciste eso? -Frunce el ceño y me quita los documentos de la mano.

Yo la ayudo a buscar específicamente el lugar donde está redactado.

-No lo hice por ti ni por mí, sino por tu familia. No sabemos qué pueda suceder y ellos merecen pasar las fiestas a gusto. Ni tú ni yo tenemos derecho a arruinárselas.

Parece sorprendida por lo que digo, pero no hay más que verdad en mis palabras. Su familia hace de la navidad un evento grande y más, porque la abuela más querida de la familia y la matriarca, cumple años durante las festividades.

-Está bien -asiente, mientras toma un bolígrafo que tiene en el mostrador y firma donde indica su nombre, sin pensarlo dos veces-. Listo, ahora solo eres mi esposo por apariencias, te agradezco de verdad por este favor, a pesar de cómo se ha dado todo -habla sin siquiera mirarme.

-¡Oh, oh! -exclamo y finjo inocencia. Ella levanta la vista, con los ojos estrechos, mirándome fijamente-. ¿No leíste lo que había en la siguiente página?

Mackenzie palidece cuando me escucha hablar.

-¿Qué carajos hiciste, Killiam? -pregunta mientras revisa una vez más los documentos.

Yo estoy atento solo para que lea lo adecuado, por si le da por romperlos.

-En la guerra y el amor todo se vale. Y yo te amo, Mackenzie. ¿Crees que voy a rendirme tan fácil?

-Esto no es justo, Killiam. ¿Vas a obligarme a estar contigo?

-Solo hago nuestro acuerdo más firme, Mack. Si tengo que fingir ante tu familia que nada pasa, no lo haré siendo tu exesposo. El divorcio solo tendrá validez el día de año nuevo. Si algo cambia antes de medianoche, todo seguirá igual que antes para nosotros.

-Nada cambiará, es una decisión tomada -anuncia firme y yo le quito los documentos.

-Créeme, que voy a disfrutar este viaje -le digo acercándome a ella y tomando uno de sus rizos rojos-. Voy a encargarme de averiguar qué carajos pasa y por qué de la noche a la mañana decidiste divorciarte de mí. Voy a ser una puta molestia, porque si tengo que volver a enamorarte de nuevo, voy a usar cada recurso que tenga para hacerlo y eso... Eso incluye a tu familia.

-No metas a mi familia en esto, Killiam -me quita el mechón de cabello de entre los dedos con rabia.

-Fuiste tú quien los metió, amor -me encojo de hombros-. Te espero mañana en el aeropuerto, nos espera un largo y cómodo viaje a Colorado.

-No tenemos que ir en el mismo vuelo -me responde a regañadientes-. Después de que me engañaste con esto, me jugaste sucio, no quiero tener que permanecer tres horas sentada a tu lado.

-Estamos en temporada alta, buena suerte consiguiendo un vuelo, esposita -respondo, ya yéndome del lugar, para no aumentar la tensión.

-¡Que no soy tu esposa! -me refuta y yo sonrío esta vez, con diversión. Sonrío por primera vez en cinco días.

-Lo eres, hasta el 31 de diciembre a las 11:59 p.m.. Te guste o no, Mack, ya firmaste.

-Te estás comportando como un idiota -grita.

-Mmm... sí, tienes razón.

-¿Solo eso dirás? -Su rostro está rojo, pero yo no puedo evitar reírme.

-Mmm... Sí. -Abro la puerta y me devuelvo, para molestarla un poco más-. Feliz navidad, Mackenzie.

            
            

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