Matilde POV:
Eduardo creía que yo era una mujer impulsiva, emocional, que se quejaba pero que, al final, siempre volvía. Estaba convencido de que mi "drama" era solo un llamado de atención, una rabieta de niña mimada. Pensó que un simple gesto, una disculpa a medias, un regalo costoso, sería suficiente para traer de vuelta a la Matilde sumisa que él conocía. Ignoraba por completo que esa Matilde ya no existía.
Me había visto como alguien fácil de complacer, una mujer sin voluntad propia, demasiado enamorada para marcharse de verdad. Y esa percepción era mi mayor ventaja.
Cuando accedí a reunirme con él, el asombro fue palpable en la pequeña audiencia que aún quedaba en la hacienda. Eduardo, por supuesto, se pavoneó, su sonrisa de suficiencia se extendía por su rostro.
"Perfecto, querida Matilde" , dijo, con un tono que pretendía ser conciliador, pero que solo lograba ser condescendiente. "Prepara un encuentro digno de nuestra reconciliación. Algo grandioso" .
No respondí. Solo me di la vuelta y salí, dejando su sonrisa y su arrogancia atrás. La verdad era que no necesitaba reconciliación. Necesitaba un cierre. Un cierre final.
Mientras me alejaba, escuché sus risas, su voz cargada de desprecio. "Es un drama de mujeres, ¿no? Siempre tan emocionales. Pero siempre vuelven" . Sus amigos rieron con él, validando su misoginia, su ceguera. Esas palabras, esos ecos, no me hirieron. Solo alimentaron el fuego frío de mi determinación.
Ya había hecho los arreglos necesarios. Secretos. Irreversibles. Esta reunión no sería una reconciliación. Sería mi despedida. Mi renacimiento.
Llegué al punto de encuentro, una terraza privada en uno de los hoteles de su familia. Me vestí con sencillez, sin joyas, sin maquillaje. No necesitaba adornos. Mi presencia sería suficiente.
Eduardo ya estaba allí, impecablemente vestido con un traje de seda. Se levantó al verme, una expresión de falsa alegría en su rostro. "Matilde, ¡qué alegría verte! Temía que no vinieras. ¿Ves? No soy tan malo como piensas" .
Se acercó, intentando tomar mi mano. Lo evité suavemente. "Eduardo" .
"Sé que he cometido errores" , comenzó, su voz un murmullo de falsa contrición. "Y te pido disculpas, de verdad. Fui un tonto. Pero esta vez, lo prometo... Nuestra boda será la más espectacular. He pensado en un viaje a Hawái, solo para nosotros, después de la ceremonia. Un nuevo comienzo" .
Su discurso fue interrumpido por una voz familiar que se acercaba. "¡Eduardo, mi amor! ¡Aquí estás!"
Bella. Siempre Bella.
Apareció con un vestido de diseñador que parecía gritar "mírame" , su cabello perfectamente peinado, su tobillo, milagrosamente curado, no mostraba rastro de la lesión del día anterior. Se abalanzó sobre Eduardo, ignorándome por completo, y luego, con una sonrisa triunfal, se sentó en la silla principal de la mesa, un asiento claramente destinado a mí.
Eduardo no hizo nada. Solo le sonrió, un poco incómodo, pero complacido por la atención.
"Solo vine a despedirme" , dijo Bella, con un tono meloso, pero sus ojos brillaban con malicia. "Me voy de la ciudad por un tiempo, para que Matilde y tú puedan tener su... momento. Soy tan considerada, ¿verdad?" .
El camarero llegó con la comida. Eduardo había pedido una mesa llena de delicias. Marisco crudo, quesos fuertes, vinos añejos. Todo lo que Bella amaba. Y todo a lo que yo era alérgica o que no soportaba.
"Mira, Matilde" , dijo Eduardo, señalando un plato de ostras. "Sé que no te gustaban antes, pero Bella dice que son deliciosas. Pruébalas. Siempre hay que probar cosas nuevas, ¿verdad?" .
Miré las ostras, luego a Eduardo. Me había olvidado por completo de mi alergia a los mariscos. Se había olvidado de mí. "No, gracias, Eduardo" , respondí con cortesía helada. "No tengo apetito" .
Durante toda la comida, Eduardo apenas me miró. Su atención estaba completamente absorbida por Bella, que contaba anécdotas insípidas sobre sus seguidores en redes sociales. Él reía con ella, sus ojos brillando con una fascinación que nunca me dedicó. Yo era invisible. Un fantasma en mi propia despedida.
Un largo rato después, como si se acordara de mi presencia, Eduardo se volvió hacia mí. "Entonces, Matilde, ¿hablamos de la boda?" .