La ecuaciion del Perdon
img img La ecuaciion del Perdon img Capítulo 2 La Exposición del Fénix
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Capítulo 6 Aceptamos sus términos img
Capítulo 7 La Cena y el Precio de la Memoria img
Capítulo 8 El Costo del Acero img
Capítulo 9 El Arma del Arrepentimiento img
Capítulo 10 La Negociación de la Dignidad img
Capítulo 11 El Látigo del Subordinado img
Capítulo 12 El Daño Colateral Inocente img
Capítulo 13 La Monotonía de la Humillación img
Capítulo 14 La Frontera del Crisol img
Capítulo 15 La Frecuencia Inestable img
Capítulo 16 El Territorio del Fénix img
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Capítulo 2 La Exposición del Fénix

Amara tardó un minuto en recuperar el control de su respiración, el suficiente tiempo para que la furia tomara el lugar de la incredulidad. No lloró. La decepción era tan monumental que congeló cualquier lágrima. Solo había un camino: la confrontación.

Dobló los documentos con manos sorprendentemente firmes y los deslizó de nuevo en la carpeta. Luego, se miró en el espejo, alisando el fino vestido de seda que llevaba. Su rostro estaba pálido, pero sus ojos, normalmente de un marrón dulce y abierto, ardían con una luz nueva y peligrosa. Ya no era la ingenua Amara Valdés que había entrado en esa sala de costura.

Tomó la carpeta de cuero y salió de la habitación. El murmullo festivo del salón de baile la golpeó con la fuerza de una bofetada. Las luces eran demasiado brillantes, las sonrisas demasiado falsas. Localizó rápidamente a la familia De la Vega: Doña Eloísa, vestida de un rojo imponente, presidía una mesa central con la autoridad de una reina; a su lado, Gabriel conversaba con un grupo de empresarios, su perfil elegante y confiado.

Amara caminó hacia ellos, sintiendo que todos los ojos del salón la seguían. Su paso era lento, deliberado, cada zancada quemando los puentes de su antigua vida.

Gabriel la vio primero. Su rostro se iluminó con esa sonrisa encantadora y fácil que ella tanto había amado. Hizo un gesto a sus invitados para disculparse y se acercó a ella.

-Mi amor, pensé que ya no vendrías. Estás preciosa. -Intentó tomarle la mano, pero Amara la retiró con un movimiento casi imperceptible, manteniendo la carpeta apretada contra su pecho.

La sonrisa de Gabriel vaciló. -¿Qué sucede? Pareces... tensa. ¿El estrés preboda?

-No, Gabriel -su voz era baja, rasposa, el sonido de grava-. Esto no es estrés preboda. Esto es la verdad preboda.

Su tono llamó la atención de Doña Eloísa, quien observaba la escena con una expresión de cínica curiosidad.

-Gabriel, déjala. Está sensible. Amara, querida, ¿por qué no te sientas y tomas un poco de champán? Hay unos empresarios del sector bancario que quieren conocer a la futura señora De la Vega.

Amara ignoró a Doña Eloísa y se centró únicamente en Gabriel.

-¿Puedes decirme qué es esto, Gabriel? -dijo, abriendo la carpeta y exponiendo el título del documento: "Adquisición Estratégica: Patentes Valdés-Sierra (Proyecto Fénix)".

El cambio en el rostro de Gabriel fue inmediato y brutal. Su color se drenó, reemplazado por una palidez cenicienta. Sus ojos se desviaron hacia su madre, una mirada de pánico y recriminación.

Doña Eloísa, sin embargo, reaccionó con una rapidez aterradora, su sonrisa volviéndose de acero. Se acercó a ellos, tomando a Amara suavemente del brazo, aunque la presión de sus dedos era posesiva.

-Amara, cariño, eso es solo... papeleo legal sin importancia. Detalles que Gabriel estaba revisando. ¿Por qué te preocupas por cosas aburridas?

-No me preocupo por cosas aburridas, Doña Eloísa -Amara se liberó de su agarre con un tirón firme-. Me preocupo por las cosas que arruinan vidas. ¿El "Proyecto Fénix" es mi vida, verdad? ¿Mi padre, mi herencia, mi nombre? ¿Todo reducido a una Adquisición Estratégica cuyo objetivo es la transferencia de propiedad "mediante la unión matrimonial De la Vega-Valdés"?

El salón enmudeció. La alta sociedad, siempre hambrienta de drama, había dejado de fingir cortesía y ahora observaba abiertamente.

Gabriel dio un paso adelante, la desesperación marcando su voz. -Amara, por favor, vamos a hablar en privado. Esto no es lo que parece.

-¡Oh, estoy segura de que es exactamente lo que parece! -El volumen de Amara subió, y por primera vez, todos la oyeron claramente. Se dirigió al grupo de empresarios que antes le querían hablar-. ¡Ustedes, caballeros! Mañana iban a ser testigos de un matrimonio. ¡Pero lo que realmente iban a presenciar era una fusión hostil disfrazada de cuento de hadas!

Doña Eloísa intervino, su voz retumbando con autoridad implacable. -¡Basta ya de esta histeria, Amara! ¡Estás avergonzando a esta familia! ¡Y a ti misma!

-¿Avergonzándome? ¿Por exponer a una ladrona? -Amara se giró hacia su prometido-. Gabriel, ¿sabías esto? ¿Estabas al tanto de que tu madre falsificó un acuerdo prenupcial para despojarme de mi única herencia? ¿O acaso el silencio era la parte que te tocaba en el plan?

Gabriel bajó la mirada, incapaz de sostener la suya. Balbuceó: -Yo... yo no quería, Amara. Mi madre me forzó. Dijo que era la única manera de salvar los negocios. Yo iba a decírtelo.

La cobardía de su confesión fue peor que la propia traición. Amara se rió, un sonido seco y amargo que no tenía nada de alegría.

Doña Eloísa, viendo que el control se le escapaba, optó por la ofensiva más cruel. Se colocó frente a Amara con la barbilla en alto.

-¡Basta de teatro, niña! ¿Crees que eres la primera mujer que intenta subir de estatus con un anillo? Seamos francos. ¡Tu empresa no vale nada! ¡Tú no vales nada! La única forma de que tú y tus patentes insignificantes tuvieran alguna relevancia era uniéndote a la familia De la Vega. Te ofrecimos un apellido, riqueza, un estatus que nunca podrías soñar... y tú, ingrata, ¿vienes a hacer esta escena?

Miró a los invitados, sonriendo con desdén. -¡Ella es una cazafortunas! Una mujer sin linaje que ahora, por despecho, intenta manchar nuestro nombre. ¡Llévensela!

Fue entonces cuando Gabriel cometió su error final. Presionado por la mirada de su madre y el juicio de la élite, no defendió a Amara. En lugar de eso, dio un paso hacia ella, no para consolarla, sino para calmarla.

-Amara, por favor, vete. Has hecho el ridículo. Yo... yo me encargaré de que te compensen por el malentendido. Pero ahora, detente.

La palabra "compensar" selló el destino de su relación. Amara sintió que su corazón se hacía trizas, pero la herida ya no dolía; simplemente dejó un vacío frío.

Levantó la carpeta, la dejó caer sobre la mesa de aperitivos y miró a Gabriel por última vez.

-No necesito tu compensación, Gabriel. Ni tu apellido. Lo que necesito es que sepas esto: has elegido la cobardía y el dinero. Pero yo no soy un activo que se pueda adquirir o despojar. -Su voz resonó con una promesa silenciosa-. Puedes quedarte con tu farsa, Doña Eloísa. Mañana, mi vida empieza de nuevo. Y cuando termine, lamentarán no haberme dejado en paz.

Sin decir una palabra más, sin mirar atrás a los rostros escandalizados ni a la figura humillada de Gabriel, Amara Valdés se dio la vuelta. Cruzó el salón, salió por las puertas de roble y, dejando atrás el lujo y la mentira, se dirigió hacia la oscuridad de la noche, lista para convertirse en la mujer que juró que jamás sería: A. V. Steele.

            
            

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