La ecuaciion del Perdon
img img La ecuaciion del Perdon img Capítulo 4 El Regreso y la Primera Estocada
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Capítulo 6 Aceptamos sus términos img
Capítulo 7 La Cena y el Precio de la Memoria img
Capítulo 8 El Costo del Acero img
Capítulo 9 El Arma del Arrepentimiento img
Capítulo 10 La Negociación de la Dignidad img
Capítulo 11 El Látigo del Subordinado img
Capítulo 12 El Daño Colateral Inocente img
Capítulo 13 La Monotonía de la Humillación img
Capítulo 14 La Frontera del Crisol img
Capítulo 15 La Frecuencia Inestable img
Capítulo 16 El Territorio del Fénix img
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Capítulo 4 El Regreso y la Primera Estocada

El avión privado aterrizó con una suavidad imperceptible en la pista del aeropuerto internacional, a diez kilómetros de la ciudad que Amara había jurado no pisar de nuevo sin ser invencible. El aire, denso y familiarmente cálido, se coló en la cabina. Para A. V. Steele, este aire ya no olía a hogar, sino a un campo de batalla olvidado que por fin iba a ser reclamado.

Diez años.

Diez años desde que cruzó ese umbral, humillada y vacía. Ahora, la mujer que descendió la escalerilla vestía un traje de tweed gris oscuro, impecablemente cortado para realzar una autoridad austera. Su cabello estaba recogido en una coleta baja, tensa y pulida. No llevaba joyas, excepto un reloj de platino funcional, y sus ojos eran dos puntos fríos y analíticos.

En la pista la esperaba una comitiva discreta: un coche negro blindado y su asistente personal, Elías, un hombre joven y eficiente cuya lealtad era tan incondicional como su capacidad para el silencio.

-Bienvenida a casa, señora Steele -dijo Elías, su voz un murmullo respetuoso.

Amara (A. V. Steele) no pestañeó. -No es mi casa, Elías. Es solo un lugar donde se llevará a cabo una transacción de negocios. ¿Los papeles de la adquisición de Banco Ágora?

-Están en el coche, señora. Todos los análisis de riesgo y los planes de venta de activos no esenciales están listos. Se estima que las acciones de De la Vega & Asociados caerán un veinticinco por ciento en las primeras cuarenta y ocho horas tras el anuncio de la compra.

Amara asintió. Banco Ágora era el principal acreedor y socio estratégico de la compañía constructora De la Vega & Asociados, el pilar de la fortuna familiar. Comprar el banco no era el objetivo final; era simplemente estrangular el suministro de oxígeno financiero a sus enemigos.

Subió al coche. La capital parecía no haber cambiado mucho. Las mismas avenidas ostentosas, las mismas vallas publicitarias deslumbrantes. Pero al pasar cerca de los vecindarios donde había crecido, Amara notó la diferencia. Ya no veía la ciudad a través de los ojos de una residente esperanzada, sino a través de la lente de un inversor que evaluaba activos y pasivos.

Su alojamiento no era un hotel, sino un ático de propiedad de Phoenix Global Capital en el distrito financiero, lejos de cualquier zona que frecuentaran los De la Vega. La distancia era una herramienta.

Su primera orden de negocios fue una reunión ultrasecreta con el comité ejecutivo de Banco Ágora, programada para esa misma noche. Era crucial que su identidad, A. V. Steele, se mantuviera separada de Amara Valdés. Para la ciudad, ella era la misteriosa inversora extranjera.

La reunión se llevó a cabo en la sala de juntas de su nuevo headquarters. La mesa de caoba reflejaba el brillo de las luces LED; el ambiente era tenso, respetuoso y lleno de una pizca de miedo. Los ejecutivos de Ágora sabían que estaban a punto de ser comprados por alguien sin piedad.

Amara se sentó en la cabecera. No inició la conversación con cordialidades, sino con una declaración de intenciones fríamente profesional.

-Señores. El valor de Banco Ágora está sobrevalorado en un veinte por ciento, y su cartera de préstamos es peligrosamente dependiente de una sola entidad: De la Vega & Asociados. -Su voz era un monocorde bajo, con un ligero acento que era imposible de rastrear-. Phoenix Global no compra carteras de riesgo, solo valor. Nuestro primer movimiento será revisar inmediatamente esa dependencia. Necesito un informe completo sobre las líneas de crédito abiertas con De la Vega, y quiero que se preparen para un ajuste inmediato de riesgo.

Un ejecutivo, visiblemente nervioso, se atrevió a hablar. -Señora Steele, De la Vega es una institución en este país. Reducir su crédito de esa manera podría... desestabilizarlos. Son un cliente histórico.

Una sonrisa breve, cortante como el cristal, apareció en los labios de Amara. Era la primera sonrisa que mostraba en su ciudad natal, y no había alegría en ella.

-Precisamente, señor. La historia no paga dividendos. El negocio es el negocio. Si De la Vega & Asociados no puede soportar una revisión de su riesgo crediticio, entonces no deberían haber solicitado ese crédito en primer lugar. Mañana, al mediodía, quiero el plan de acción listo.

Con eso, la reunión terminó. La primera estocada había sido dada. Era legal, impecable y absolutamente devastadora en su impacto potencial.

De vuelta en el ático, Amara se acercó al ventanal, observando las luces de la ciudad. Podía ver el perfil de los edificios que los De la Vega habían construido. Cada rascacielos era un monumento a su arrogancia.

Sacó de su maletín un pequeño estuche de terciopelo. Dentro, no había joyas, sino una pequeña rosa de seda, el mismo bordado que estaba incompleto en su velo de novia. Lo había recreado ella misma durante sus primeras noches de soledad en Seúl. Era el símbolo de lo que había muerto: la esperanza, la inocencia.

Abrió su teléfono. Su equipo de investigación le había proporcionado un perfil actualizado y meticuloso de la familia De la Vega. Doña Eloísa estaba envejeciendo, pero su agarre en el negocio seguía siendo fuerte, aunque ahora estaba marcada por un orgullo excesivo y una mala gestión.

Gabriel, sin embargo, era el objetivo principal. El perfil lo describía como el CEO actual, un hombre obsesionado con la imagen pública y la estabilidad, que vivía bajo la sombra de su madre. La traición lo había marcado de una manera diferente. Era menos arrogante, pero más tenso. Estaba casado con una mujer de la alta sociedad, Camila, cuyo linaje era impecable, un matrimonio que sin duda fue organizado por Doña Eloísa para estabilizar la reputación dañada por el escándalo de hacía diez años. No tenían hijos.

Amara leyó la descripción de Gabriel, buscando alguna punzada de dolor, algún eco de la vieja chispa. No encontró nada. Solo vio un activo vulnerable en su hoja de balance.

Se sirvió un vaso de agua mineral, el hielo tintineando contra el cristal.

-Pronto, Gabriel -susurró al reflejo en el cristal, a la mujer de acero-. Verás que lo que pierdes en una noche, yo tardo diez años en devolvértelo. Y el interés ha sido capitalizado.

El teléfono de su escritorio parpadeó: una notificación de Elías.

Sra. Steele. Le acabo de confirmar la recepción de la carta formal de adquisición a De la Vega & Asociados. Es un procedimiento de cortesía antes del cierre inminente de la línea de crédito. Están avisados.

Amara permitió que sus labios se curvaran en la más ligera de las sonrisas. La primera pieza del dominó había caído. Mañana, el pánico comenzaría.

            
            

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