El celular vibró. Era un mensaje de Mateo: '¿Dónde estás? ¿En el café de la facultad?'.
Le respondí: 'Acabo de salir de clase. Voy a verme con Valeria en el Centro Estudiantil'. Mis dedos flotaron sobre el botón de enviar. Todavía sentía un nudo en el estómago por lo de la mañana.
Un momento después, apareció. No en el café, sino cruzando la explanada, sus ojos escaneando la multitud. Cuando me vio, una leve sonrisa asomó en sus labios y me saludó con la mano. Se acercó, ignoró mi mano extendida y me tomó de la muñeca, con un agarre firme.
-Pensé que podríamos ir a esa pequeña galería de arte en el centro -sugirió, su voz sorprendentemente suave-. Siempre dijiste que querías ver la nueva exposición.
Parpadeé. ¿Una galería de arte? ¿Mateo? Él solía considerar "frívolo" cualquier cosa fuera de su investigación. *Está tratando de compensarte, Sofía. ¿Ves qué dulce es?*. Las Voces ya estaban aplaudiendo.
Pero una pequeña y desafiante parte de mí recordó la última vez que sugerí ir a la galería. Había estado demasiado ocupado, demasiado absorto en su trabajo, dejándome vagar sola por las calles desconocidas, sintiéndome perdida y fuera de lugar.
Intenté soltar mi mano, un pequeño gesto de resistencia.
-Ay, no sé, Mateo. De verdad le dije a Valeria que la vería.
Su sonrisa vaciló, un destello de irritación en sus ojos. Apretó su agarre, su pulgar presionando mi pulso.
-No pasa nada, solo mándale un mensaje. Esto es importante.
Empezó a guiarme, a paso rápido.
La luz del sol era cálida sobre mi piel, pero su mano se sentía como una pinza helada. Odiaba esta sensación, esta sensación de ser arrastrada. El calor de su piel contra la mía, que usualmente era un consuelo, ahora se sentía como una jaula.
-Lo siento, Sofía -dijo, deteniéndose de repente. Su voz era seria, sus ojos fijos en los míos-. Por lo de esta mañana. Y por estar tan ocupado últimamente. Es solo que... el doctorado es exigente, ¿sabes? Pero te prometo que haré más tiempo para nosotros. Incluso mantendré mi distancia de Ximena si eso es lo que necesitas. Ella es solo una colega. Tú eres mi novia.
Sus palabras sonaban tan sinceras, tan convincentes. *¡Esta vez lo dice en serio! ¡Realmente le importas!*. Las Voces gritaron de alegría. Pero un susurro escalofriante de una parte más profunda de mí recordó todas las otras veces que había hecho estas promesas, cada una rompiéndose un poco más que la anterior. Siempre decía que "haría más tiempo", solo para que yo lo encontrara almorzando con Ximena, o trabajando hasta tarde en el laboratorio con ella, ignorando mis llamadas.
Mis ojos buscaron a mi alrededor. Allí, junto a la fuente, estaba Valeria, agitando su bufanda de colores brillantes. Le hice un pequeño y urgente gesto con la cabeza.
-No puedo, Mateo -dije, tratando de mantener la voz firme-. Realmente le prometí a Valeria. Tenemos planes. Ya sabes cómo se pone.
Pareció sorprendido de nuevo, luego su agarre en mi mano se intensificó, sus nudillos blancos.
-Sofía, no seas ridícula. Solo dile que surgió algo.
-¡No! -arranqué mi mano, frotándome la muñeca-. Voy a ir con Valeria.
Me di la vuelta y prácticamente corrí hacia mi amiga, dejándolo allí plantado, solo, en medio de la explanada.
Mientras corría hacia Valeria, pensé en esa galería de arte. Había ido sola ese día, tal como él lo había planeado. Terminé llorando en el baño, mirando mi reflejo en el espejo barato. El arte se había vuelto borroso a través de mis lágrimas, un revoltijo de colores y formas. Había sido una de las tardes más solitarias de mi vida, un crudo recordatorio de que incluso cuando hacía cosas que disfrutaba, el vacío de su ausencia todavía me seguía. El recuerdo era una piedra fría y dura en mi pecho.