-¡Mesa para la reina! -declaró Brenda, abriéndose paso con un brazo por la sala abarrotada. Las cabezas se giraron y algunos clientes se apartaron cortésmente. Me llevó a un lujoso y apartado rincón, ya cargado con una tabla de quesos artesanales y una copa de champaña burbujeante.
-Esta noche, querida -anunció-, eres de la realeza. Lo que quieras, lo que sea, va por cuenta de la casa, y me refiero a lo que sea. -Le guiñó un ojo a un mesero que pasaba-. ¡Lucas! Asegúrate de que Adela tenga todo lo que desee. Y si alguien siquiera la mira mal, ya sabes qué hacer.
Lucas, un hombre guapo y tatuado con una sonrisa amable, asintió con gravedad.
-Entendido, señorita Morales. Considere que está bajo mi protección.
Me reí, sintiendo una ligereza genuina que no había experimentado en años. Brenda siempre sabía cómo hacerme sentir especial. Era tan diferente del mundo de Leo, donde yo siempre era solo ruido de fondo.
-Este lugar es increíble, Brenda -dije, bebiendo mi champaña-. Realmente te has superado.
-Espera a que pruebes el nuevo menú -dijo, prácticamente radiante-. Pero basta de mí. Esta noche es sobre ti. Celebrando tu libertad, tu nuevo comienzo.
La música era una mezcla vibrante de pop indie y R&B conmovedor, lo suficientemente alta para sentirse animada pero lo suficientemente suave para conversar. Me encontré escaneando a la multitud, por primera vez en mucho tiempo, no con ansiedad, sino con un destello de genuina curiosidad. Había un hombre guapo al otro lado de la sala, apoyado casualmente en la barra, su cabello oscuro cayendo sobre unos ojos intensos. Parecía salido de una novela clásica: todo inteligencia melancólica y fuerza tranquila. No se parecía en nada a Leo. Sin ropa llamativa, sin encanto performativo. Solo un magnetismo silencioso.
Vaya, pensé, un sonrojo subiendo por mi cuello. Definitivamente, Oaxaca tiene lo suyo.
Lucas me trajo otra copa de champaña, su sonrisa cálida.
-¿Algo más, Adela?
-Solo disfrutando de la vista -dije, mirando de nuevo al hombre en la barra, que de repente se giró y encontró mi mirada. Se me cortó la respiración. Sus ojos eran de un sorprendente tono avellana y parecían contener un universo de historias.
Brenda, siempre perceptiva, siguió mi mirada.
-Uy, ¿quién te ha llamado la atención, amiga? -bromeó, dándome un codazo.
-Solo... admirando la decoración -murmuré, tratando de sonar casual, pero mi corazón estaba haciendo un pequeño baile frenético.
El hombre, sintiendo quizás que lo observaban, tomó su bebida y comenzó a caminar hacia los baños, que estaban en un pasillo tranquilo a la izquierda de nuestro rincón.
-Necesito un refill -dijo Brenda de repente, levantándose-. Acompáñame, necesito contarte sobre este nuevo cóctel que estoy desarrollando.
Caminamos juntas por el pasillo, Brenda parloteando sobre licores oscuros. La esperé fuera del baño de mujeres, tratando de fingir que no estaba esperando solo otro vistazo del guapo desconocido.
Salió del baño de hombres, justo cuando yo fingía examinar un cuadro enmarcado en la pared. Se detuvo al verme, un destello de sorpresa en sus ojos avellana.
-Disculpa -solté, mi voz un poco demasiado alta, un poco demasiado ansiosa-. ¿Eres... real?
Parpadeó, un parpadeo lento y elegante, y una leve sonrisa tocó sus labios. Su voz, cuando habló, era un retumbo bajo y melódico, como miel tibia.
-Creo que sí. A menos que este sea un sueño muy elaborado.
Mis mejillas se sonrojaron.
-No, no, solo quise decir... eres muy guapo. No he visto a alguien como tú en... bueno, mucho tiempo. -Especialmente no después de vivir con el ego inflado de Leo durante tanto tiempo, agregó una vocecita en mi cabeza.
Se rio suavemente, un sonido profundo y agradable.
-Gracias. Supongo que debería tomarlo como un cumplido.
-Absolutamente deberías -le aseguré, sintiendo una repentina oleada de confianza-. Entonces, ¿cuál es tu historia? ¿Eres un artista misterioso? ¿Un escritor solitario? No me digas que eres actor, porque te juro por Dios que gritaré.
Levantó una ceja, claramente divertido.
-Ninguna de las anteriores. Soy profesor.
Mi mandíbula cayó.
-¿Un profesor? ¿Como, un profesor universitario? ¿En serio? ¿Con esos ojos? ¿Y esa... voz? -Me pateé mentalmente. ¡Adela, contrólate!
-En efecto -dijo, un toque de humor en su tono-. De literatura, específicamente.
-¿Literatura? -repetí, mi mente dando vueltas-. Vaya. ¿Qué tipo de literatura?
-Novelas británicas del siglo XIX -respondió-. Entre otras cosas.
-Novelas británicas del siglo XIX -reflexioné, tratando de sonar sofisticada-. Fascinante. ¿Puedo invitarte una copa, profesor...?
-Damián. Damián Ríos. -Extendió una mano, su tacto cálido y firme.
-Adela Navarro -respondí, mis dedos hormigueando por su contacto-. Y sí, insisto. Ven, Brenda tiene un rincón y prepara los mejores cócteles de Oaxaca. -Antes de que pudiera objetar, tomé su mano y prácticamente lo arrastré hacia nuestro rincón, una chispa de genuina emoción encendiéndose en mi pecho. Qué noche.