(NOTA DEL AUTOR. EL NOMBRE DE DENJAN SERÁ REEMPLAZADO POR JOHAK)
Madame Leyxa era una mujer madura de aproximadamente 37 años y con una belleza cautivadora. Su cabello era blanco y muy lacio, cortado a la altura de su cuello delgado. Ella era de estatura media y casi siempre usaba vestidos negros y muy entallados, los cuales resaltaban su figura de infarto. Sus labios rosados perfectamente delineados hacían un interesante contraste con sus ojos grisáceos, rasgo que era muy raro entre las personas, y más tratándose de un lugar con tan pocos habitantes como Belguiz. Madame Leyxa era una experta en el arte de la seducción, y tanto hombres como mujeres obedecían sus ordenes con un simple chasquido de dedos. De hecho, se decía que ella entrenó a todos los anfitriones que actualmente trabajaban en el Budel Esprit Lubrique, y que fue ella quien concibió la idea de cobrar cantidades millonarias a los turistas que pretendían superar la prueba del amante. Aunque en Belguiz no existía una organización política, podría decirse que la mujer era quien ostentaba la posición de mayor poder. Toda decisión debía someterse a su aprobación. Generosa con los que no cuestionaban sus mandatos e implacable con los ciudadanos insurgentes. El rostro de Madame Leyxa era el último que veían los pobladores o turistas que eran expulsados hacia la zona salvaje. Ella era la única que tenía la facultad de salir al extranjero sin solicitar un permiso especial. Existía el rumor de que un hombre muy guapo la visitaba una vez al año y se perdían juntos durante una semana completa, pero no había evidencia que respaldara dichas acusaciones. Actualmente, la única realidad de Madame Leyxa eran los constantes dolores de cabeza que le causaba Greta. Esta chica llegó hace dos años a la ciudad, pero cada vez era más difícil controlarla y los pretextos que le hacían creer que pertenecía a este lugar se tornaron escasos...
-Leyxa, ¿qué quieres? ¿Ya ni siquiera puedo estar en paz en mi propia casa?- Greta de inmediato cuestionó a la mujer que tenía enfrente.
-Deberías ser más respetuosa. Aquí todos me llaman Madame Leyxa. Los clientes ya llegaron y no quiero hacerlos esperar. Un solo día de hospedaje pagaría 10 veces lo que vale esta casa. Anda, es hora de irnos- la mujer se dio la vuelta y comenzó a caminar por la vereda que llevaba hacia la parte principal de la ciudad.
Una de las pocas peticiones que le cumplieron a Greta fue construir su hogar lejos de la ciudad. Aunque no era una distancia considerable, uno tardaba aproximadamente 15 minutos si recorría el trayecto a pie. Como se trataba de una zona boscosa, muchos árboles y maleza invadían el camino, por lo que se instalo un pasamanos de madera para no desorientarse. De igual manera, la vereda parecía ir de manera paralela a un río que abastecía de agua a sus habitantes.
Sintiéndose ignorada, Greta hizo un puchero y siguió de mala gana a Leyxa.
-Leyxa, parece que soy una carga para tus bolsillos. ¿Qué te parece si comienzo a trabajar en el burdel? Solo necesito entrenamiento, pero Johak seguramente me ayudará sin dudarlo- aunque sabía cuál sería la respuesta, Greta quizo poner a prueba la paciencia de Leyxa. Con una vida llena de restricciones, esto se había convertido en una especie de pasatiempo para ella.
-No. Tengo el suficiente dinero para mantener a otras 10 chicas como tú- la mujer madura fue tajante con su respuesta.
-¡Pues tráelas! Es muy aburrido convivir con las mismas personas todos los días. No son tan mayores que yo, pero sería agradable pasar el rato con chicas de mi edad. Oye, ¿por qué no hay chicas ni chicos como yo? ¿Por qué soy la única que tiene que vivir encerrada en este lugar?
-Uno de los Medijay te encontró en la zona salvaje cuando eras una bebé. Decidimos adoptarte y criarte aquí. Como el ambiente de este territorio es muy particular, corres el riesgo de morir por la contaminación que hay fuera de Belguiz. Por eso eres única en tu tipo- Leyxa dio esta respuesta de manera automática, como si se tratara de un guión.
-Oh, ya veo. ¿Y por eso ninguno de ustedes envejece?- Greta seguía lanzando preguntas con la intención de encontrar alguna abertura que revelara detalles sobre su origen o el exterior. Sin embargo, Madame Leyxa siguió caminando y se mantuvo imperturbable a la hora de contestar.
-Así es. Este lugar posee una especie de magia que ningún científico ha logrado explicar. Por eso las pocas personas que vivimos aquí no deseamos ir al exterior. Si nos vamos nos arriesgamos a marchitarnos y caer reducidos a polvo por la contaminación que hay alrededor del mundo. Pertenecer a este país es una bendición que ninguno de nosotros está dispuesto a apostar. Además, las actividades del burdel nos tienen tan entretenidos y satisfechos que es fácil perder por completo la noción del tiempo.
-Pero Johak una vez me dijo que fue al extranjero y que conoció lugares maravillosos- Greta mintió. Sí había escuchado sobre ese rumor, pero esas especulaciones no salieron de la boca del hombre.
-Es un chisme de los ciudadanos holgazanes. Inventar historias es señal de improductividad. Y si Johak te lo dijo, seguramente solo estaba bromeando. Ya sabes cómo es él.
Leyxa portaba una expresión solemne, pero por dentro su corazón agonizaba por la incertidumbre. ¿Por qué la curiosidad de Greta se acrecentaba con el paso de los días? La chica no le había contado nada sobre sus sueños, pero Leyxa ya estaba enterada gracias a uno de sus informantes. La mujer tenía la costumbre de contratar a extranjeros para que se hicieran pasar por clientes del burdel y le dieran detalles sobre cómo los entrevistaba Greta. Uno de ellos le comentó que la chica pausó la entrevista para preguntarle si sabía algo sobre el significado de los sueños, describiéndole los lugares que vio y las cosas que se reproducían mientras dormía. Esta era una señal de alarma, pero Leyxa debía recopilar más datos antes de acudir con su jefe directo, el hombre que el encomendó la misión de cuidar a Greta.
-Vaya, que decepcionante. Oye, ¿y por qué tú sí tienes libros en tu casa? Una de las mujeres que ayudan con la limpieza de tu casa me lo contó. Los únicos que yo tengo son los que me dan mis maestros, pero solo tratan sobre cálculo y ciencias naturales. ¿Existen libros que hablen sobre otros lugares, sobre el pasado de cada poblado o familia?- la chica volvió a mentir. Hace dos semanas, ella aprovechó la ausencia de Leyxa y la distracción de los guardias para ingresar a su casa. Una vez allí, no halló nada interesante ni revelador. Lo único que atrajo su atención fue una repisa que contenía aproximadamente 20 libros. Para su mala suerte, cada uno se encontraba dentro de unos estuches sumamente particulares, como cajas de cristal que solo permitían observar la cubierta. Los libros no tenían títulos ni ilustraciones en sus portadas, pero varios eran muy robustos.
-Tus maestros te están enseñando lo necesario. En cuanto a los libros, solo albergan anotaciones sobre la administración de nuestra ciudad. ¿Realmente una mujer te lo dijo o ingresaste a mi casa sin que nadie se diera cuenta? Si alguien resulta ser culpable, te aseguro que esa persona hoy mismo será expulsada hacia la zona salvaje- Leyxa asumió una postura mucho más seria cuando lanzó esa amenaza.
Ahora las dos ya se encontraban recorriendo una de las pocas calles que había en la pintoresca zona residencial de Belguiz. La calle era empedrada y las casas parecían esquivar la abundante fauna, como si dicho asentamiento estuviera en deuda con la naturaleza. Como ya era de día, las farolas rústicas se encontraban apagadas mientras sus habitantes se preparaban para iniciar las operaciones del burdel.
-¡No! Nadie me lo contó. Yo...- Greta estaba acorralada. No quería que alguien más sufriera por culpa de su imprudencia.
-Si prometes no volver a escabullirte en casa ajenas, te prometo que te regalaré uno de mis libros- Madame Leyxa hizo una propuesta conciliadora e irresistible.
Los ojos de la chica dejaron de estar nublados por el remordimiento y un poderoso brillo apuntó hacia la espalda de la mujer que caminaba al frente.
-¿Lo dices en serio? ¡Guau! Está bien, prometo no volver a hacerlo. Dime, ¿qué clase de libro me vas a dar?- Greta moría de ansias por descubrir la clase de regalo que recibiría a cambio de su obediencia.
-No comas ansias. Te lo daré el lunes por la mañana. Este fin de semana recibiremos a clientes muy importantes, los cuales nos mantendrán muy ocupados. Anda, prepara tus materiales para la entrevista. El primer cliente ya te está esperando- la mujer se paró frente a unas cabañas que se encontraba justo entre la zona residencial y las murallas del Burdel Esprit Lubrique.
Aquí era donde se hospedaban los turistas; gracias a su ubicación tan conveniente, podían relajarse en la ciudad por el día y por las noches dar solo unos cuantos pasos para perderse en las amenidades del burdel. Las cabañas estaban distribuidas en un círculo, y al centro se encontraba una casa de cristal, una arquitectura bastante moderna considerando el lugar. La construcción era de dos pisos. El inferior estaba completamente vacío y sus cristales eran transparentes. Los clientes debían ingresar desnudos y caminar alrededor por 30 minutos. En ese interludio, los pobladores y demás turistas tenían permitido observar desde afuera. Al acabar el tiempo, uno de los anfitriones más cotizados, o la propia Madame Leyxa, ingresaban desnudos para escoltar al cliente hacia un elevador. Aquí estaba prohibido intimar. Esta regla se anunciaba con antelación y quienes se atrevían a romperla obviamente eran castigados severamente.
El segundo piso estaba lleno de objetos y sus cristales eran polarizados. Esculturas, obras de arte colgando de paredes falsas, juguetes, globos, muebles exóticos, mesas, inundaban esa parte de la edificación. Ahí era donde aguardaba Greta. Ella ignoraba por completo todo lo que sucedía en el piso inferior. Los clientes debían tomar unas de las batas que se encontraban en el ascensor. La desnudez estaba prohibida en el segundo piso. Después de sortear el laberinto, ellos se encontraban con Greta, quien descansaba cómodamente en un escritorio. Ella los saludaba con la mirada, y después de hacerles un gesto para que tomaran asiento en un sofá, comenzaba a entrevistarlos.
-¿Cómo te llamas?
-Alphonse Castulo.
-¿Cuántos años tienes?
-31 años.
-¿A qué te dedicas?
-Soy accionista de varias compañías de productos tecnológicos y asesor financiero del gobierno.
-¿Qué buscas en este lugar?
-El mejor sexo que pueda tener en mi vida. Uno de mis socios vino el año pasado. Gastó mucho pero me dijo que vale cada centavo invertido.
-¿Vienes por el reto especial o solo buscas un acompañante normal?
-Acompañante normal. No tengo los recursos para costear las cuotas del reto especial.
-¿Qué es lo que más te gusta hacer?
-Emm... ¿en la cama o en mi día a día?
-Puedes responder lo que gustes, no tengo problema con ello.
-Bueno, pues...
Los clientes recibían con antelación un documento que señalaba la clase de preguntas que recibirían durante su entrevista con Greta. Varias veces se mencionaba que la conversación no debía desviarse hacia otros temas que no estuvieran relacionados con las actividades de un lugar como el Burdel Esprit Lubrique. Si la chica intentaba interrogarlos sobre su país, historia, costumbres, etc, ellos debían callar y reportar de inmediato mediante un sistema de alarma instalado en los bolsillos de las batas.
Mientras los clientes emitían sus respuestas, Greta dibujaba en el papel que se posaba sobre el escritorio. Sus trazos consistían en manchas y rayones sin sentido, pero muy valiosos para Madame Leyxa, quien los tomaba y resguardaba al termino de cada entrevista. Greta siempre cerraba los ojos y dejaba que su mano se moviera acorde al ritmo de las palabras de cada individuo, con la mente completamente en blanco; era como la interprete de un sueño invisible y ajeno.
Sin embargo, ese día fue diferente. Al finalizar, en lugar de figuras sin sentido, en la hoja se distinguía la silueta de un hombre poseyendo a una mujer mientras un varón fornido los abrazaba a ambos. Los tres se encontraban en una especie de playa roja y el cielo parecía arder en llamas. Encima de ellos, se posaba una luna con un rostro siniestro que miraba fijamente a la autora de la obra.
Greta sintió un inmenso pavor, no por la fuerte connotación de la escena, sino por la luna, ya que parecía que amenazaba con salir del papel para devorarla. Sin saber qué hacer, ella empujó el escritorio con todas sus fuerzas y emitió un grito ensordecedor. El cliente la miró con sorpresa y se levantó a toda prisa. Cuando vio el dibujo que ahora estaba sobre el suelo, su corazón se encogió y sus ojos se nublaron.
Antes de que él pudiera pronunciar palabra alguna, Leyxa y otro anfitrión llegaron rápidamente para evacuar la habitación. El anfitrión se marchó junto con el cliente y Greta. Leyxa recogió el dibujo, y después de echarle un vistazo, supo que esa noche debía comunicarse con su jefe para darle un informe urgente.