Carolina baja la mirada de incredulidad y un poco de miedo, mientras responde – ehh, no es necesario, no es nada -.
Ya se encuentran en el tercer piso, así que ella le entrega su chaqueta y se agacha para recoger el contenido de su bolso, hay un chocolate, un libro, su diario, la bolsa de maquillaje y otra cartuchera abierta con el cargador de celular, el ipod, los audífonos y su tarro del almuerzo. Él intenta agacharse para ayudarla, pero se da cuenta que cualquier movimiento será mal entendido por los cuerpos, así que aprovecha para mirar un poco más a Carolina, ya que desde su perspectiva puede admirar su cola y espalda. Suena el ascensor anunciando la llegada al sótano, justo cuando ella se levanta triunfante con su cartera recogida. Se abre la puerta y como una señal del destino suena el celular de Juan Camilo. Sin ver la pantalla contesta.
- ¿Alo?... Ah hola, acaba de abrirse el ascensor... mmm tendremos que dejar nuestra comida para otro día, sí, prefiero eso... listo así quedamos, chaooo - cuelga casi sin dejar que la otra persona tenga el chance de seguir la conversación y se voltea hacía ella – ¿vamos?
Carolina agradece que el ascensor haya bajado hasta el sótano y así poder huir de la mirada curiosa de los vigilantes. El carro es realmente increíble, es un BMW negro, pero pasa desapercibido por ser un automóvil sobrio.
Carolina se monta ruborizada y Juan Camilo comienza a explicarle sobre el sistema de frenos y el motor del carro, datos que ella complementa con sus pocos conocimientos. Como es tarde logran encontrar un espacio en la autopista para acelerar el carro, Juan Camilo con una sonrisa de niño acelera esperando poner más nerviosa a Carolina, ella se queda sin palabras y solo asiente ante cualquier comentario de él.
Pronto llegan a un semáforo y ella con el estómago en la boca le pregunta si puede poner música, hasta el momento la radio estaba en una emisora con un programa de opinión. Él asiente de acuerdo y le pasa su celular para escuchar spotify. Ella sonríe y le dice:
- Yo tengo mi música y ya que no la quisiste oír en el ascensor te propongo ponerla ahora -.
Juan Camilo frunce el ceño, no está acostumbrado a dejar que otros tomen decisiones en su carro, pero intenta relajarse, quizá me sorprenda, hace tiempo no me sorprendo¸ piensa. Carolina toma un mechón de su pelo y lo envuelve en su dedo mientras con la otra mano busca algo "apropiado" para el momento, pero no puede evitar hacer una broma musical, así que soltando el pelo y sonriendo como una niña haciendo una maldad, pone play y comienza a sonar una carrilera.
Juan Camilo se atora con sus propias babas, y por un momento deja de ver la vía y le da una mirada matadora, ella responde con una carcajada y sacándole la lengua.
- Mala, pensé que era en serio – sonríe él, para rematar después – aunque esa canción me la sé, no me diste tiempo de cantártela – y comienza a tararearla. Ella se ríe a la vez divertida y sorprendida por que nunca pensó que ese serio hombre de negocios conociera canciones que ella conoció en la Radiola TV.
Vuelve a cambiar la música y esta vez coloca una canción de Arcade Fire, llamada Ready to start una canción que le sube mucho el ánimo y siempre saca lo mejor de ella, pero sorprendentemente él sonríe y le pide abrir su listado de música para descubrir que esta canción está entre sus favoritas. Está fascinada, este hombre con el que ha tenido fantasías en medio de aburridas reuniones tiene más sorpresas de las que ella esperaba y vuelve a derretirse mirando su rostro.
- ¿Qué pasó? – pregunta él al sentirse observado.
- Nada – voltea ella la cara un poco ruborizada y le pregunta – ¿Ya sabes a dónde vamos?
- Mmm mientras estabas eligiendo la música se me ocurrió algo... es sorpresa – termina la frase y sonríe.
- Está bien, pero antes de llegar tengo una pregunta, mmm, en realidad son dos – Carolina se aclara la garganta y antes de hablar hace una media sonrisa – mmm la primera es ¿voy a quedar con hambre? – la dice y suelta la risa, es un chiste muy bobo, pero él se ríe igual – mentiras estoy molestando – asegura entre risas, como si no fuera obvio – quería saber de dónde conoces la canción anterior, mmm lo digo porque yo la conocí en un canal de tv bien raro, y creo que la única otra forma en la que se puede conocer es jugando tejo o yendo a una cantina...-
- Ya ves, tienes la respuesta – le dice con una sonrisa – mi familia tiene una finca en Tenjo y solemos ir a jugar tejo... mmm no es por nada, pero tengo talento – y se ríe.
Mmmm talento no lo dudo, me encantaría verlo, me encanta su sonrisa¸ piensa Carolina dejándose llevar nuevamente por ese rostro perfecto. - Quizá algún día podría retarte – responde ella sin medir el significado de sus palabras.
- Claro ¿juegas? – pregunta él divertido
- No tanto, pero tengo este talento para los juegos que involucran trago, creo que es el inhibidor perfecto para cualquier deporte... por eso no soy deportista – y se ríen juntos ante la idea y el comentario.
- Tú música es buena – dice él dejando el tema del deporte atrás, ya han sonado más de tres canciones en el ipod de Carolina, pero ella no lo ha notado y ahora se encuentran en un pequeño trancón, que ella también había ignorado por completo.
- Gracias, creo que no me tenías mucha fe – sonríe ella – ¿vamos muy lejos?
- No, ya estamos por llegar... mira lo paciente que fuiste en el ascensor.
- Jajaja eso fue porque era un ambiente cerrado y sin escapatoria.
- En ese caso debí pensar en otro restaurante, al que vamos también es un ambiente cerrado y sin escapatoria jajaja.
- ¿En serio? – pregunta entre inocente y divertida.
- No, claro que no, si no deseas cenar conmigo solo lo tienes que decir, mmm aunque me ha gustado mucho tu compañía.
Carolina se pone nuevamente roja y mira hacia afuera de la ventana.
- Mira un carro malo – y señala la placa de adelante que dice BAD 346 – Él no puede evitar sonreír y le sigue el juego.
- Si ese es malo, ese debe ser santo – dice mientras señala una placa con las letras GOD 679.
Se ríen ante semejante juego. Él pone la mano encima del freno de mano sin activarlo, pero ella no puede evitar sentir su aproximación y vuelve a haber electricidad en el ambiente. El silencio se llena de significado, pero él retira su mano y la usa para señalar una vía hacia la montaña.
- El restaurante al que vamos es subiendo la calle, tiene una gran vista a pesar de no estar tan arriba de la montaña.
- Entonces sí es cierto que huir de allí no es fácil – le reclama en juego Carolina.
- Mmmm prefieres que vayamos a otro lado – dice Juan Camilo con un poco de consternación y arrepentimiento.
- NOOO, era broma, perdón.
- Yo también estaba molestando – y sonríe.
Al mirar la fachada del restaurante Carolina recuerda que su cuenta está en ceros, hace cálculos en sus tarjetas de crédito y respira tranquila, aún tiene cupo para una comida en un restaurante. Juan Camilo parquea y sale del carro con gracia, mientras Carolina abre la puerta y recoge su cartera del piso, se sorprende cuando voltea a mirar a la puerta y ve la mano de Juan estirada esperando para ayudarla a bajar. Vuelve a ponerse roja, pero toma la mano sin miedo.
- Señorita Guzmán.
- Doctor Mendoza
Luego de bajar del carro Juan no suelta la mano de Carolina, y así entran al restaurante, no cruzan sus dedos, pero la tensión que hay entre las dos manos hace que se corte la respiración. Los recibe un mesero quien pregunta - ¿mesa para dos? – sin hablar Juan asiente, con dulzura acerca a Carolina a la silla que el mesero ha corrido para ella, aún sin decir nada Juan suelta su mano y se sienta en la silla de enfrente. La distancia parece enorme desde que se soltaron la mano, pero no dejan de mirarse.
El mesero rompe la conexión y el silencio, preguntando que desean tomar.
- Mmm habías dicho vino, ¿cierto Caro? – el corazón de Carolina late con fuerza ante la voz de él diciendo su apodo.
- Sí – responde sin pensar, pero luego agrega – ¿y la manejada?
- No te preocupes, como es para acompañar la comida no pasa nada.
- En ese caso me gustaría un vino tinto, si es posible Merlot, pero elígelo tú.
- Jajaja... ¿qué lo elija yo? ¡Si tú ya escogiste! Mmmm pero bueno este chileno estará bien – y señala su elección en la carta – veo que sabes de licores...
- Pues intento mantenerme al tanto – y se muerde los labios, esperando que no sea un problema, que él no la juzgue por ese pequeño detalle. Él ve su consternación y acerca su mano a la de ella que está encima de la mesa.
- No te preocupes, ¿crees que te voy a juzgar por conocer de vinos? – como si leyera su mente la calma mientras consiente su mano. Ella lo mira a los ojos y decide confiar en él. Decide por esta noche olvidar que es uno de sus jefes, que no la conocía hasta hace unas horas y que definitivamente se siente poca mujer para estar a su lado. Decide dejar sus ideas negativas de lado y disfrutar de la compañía de ese hombre que solo con mirar dan ganas de besar, que huele delicioso, que es un caballero en todo el sentido de la palabra y que sin notarlo hace despertar los instintos más bajos de Carolina.
El mesero vuelve a la mesa con la botella de vino y para preguntar si ya saben que pedir. Juan Camilo mira a Carolina y sonríe, permite que el mesero sirva el vino lo cata y dice – ¡Qué buena elección Caro! – ella no evita darle una gran sonrisa, aunque han vuelto a perder el contacto de la mano -. Aún no hemos elegido que comer, lo llamaremos en un rato –. El mesero se retira luego de servir las dos copas. Carolina aprovecha el momento para ir al baño.
Al frente del espejo y a pesar de sentirse anormalmente despelucada y con la ceja un poco inflamada, ve en el reflejo a una mujer hermosa, cree que esta imagen se debe a la mirada de Juan Camilo, si alguien te ve hermosa, te sientes hermosa, es mágico y cierto, piensa. Luego de entrar al baño se lava las manos y sonríe frente al espejo. Estoy bonita, se dice nuevamente. Muerde un poco sus labios y sale del baño un poco más segura de sí misma.
Al acercarse a la mesa siente la mirada de Juan Camilo, quien ha dejado su celular al lado para concentrarse en verla caminar. Menos mal me puse esta falda hoy, favorece mis curvas¸ piensa mientras se acerca en un intento de ser extra sexy.
- ¿Qué quieres comer? – pregunta él con cortesía.
- ¿Tienes alguna recomendación?
- Mmm pues a mí me encanta la carne de acá, pero por la hora y el vino podría ser un plato más ligero... quizá un carpacho de carne y uno de salmón y lo compartimos.
- Me parece perfecto. Aunque te admito que no puedo ir a un restaurante sin pedir un postre al final y ese no lo comparto – se ríe Carolina mientras mira la cara de Juan Camilo divertido con la confesión.
- Primero la comida, hasta de pronto yo quedo con hambre... luego el postre.
Carolina se sonroja al pensar que el postre puede ser ella, aunque mentalmente se regaña por haber tenido tantos malos pensamientos con Juan Camilo durante toda la noche. La vergüenza no le dura mucha, así que luego vuelve a relajarse y se dice a sí misma es solo una noche. Mientras tanto Juan Camilo ha vuelto a llamar al mesero y ha hecho el pedido.
La mira a los ojos y prosigue:
- Entonces señorita Guzmán ¿debo suponer que usted estuvo detrás del daño del ascensor?
- Sí claro – y sacando una tarjeta de presentación con una sonrisa remata – aquí está mi tarjeta, daño ascensores, produzco apagones y de vez en cuando puedo varar carros.
- Interesante, quizá necesite sus servicios, ya que se que maneja altos estándares de calidad...
- Jajaja, claro, para ser asesina a sueldo solo me falta poco – Carolina se ríe con ganas.
Juan Camilo reacciona de la misma manera, el ambiente se ha distensionado completamente y ya se acercan a la tercera copa de vino. En ese momento y mirándola a los ojos Juan Camilo vuelve a buscar la mano de Carolina sobre la mesa, pero esta parece ser un poco más amplía, ya que el calor del vino, las sonrisas y el aire parecen indicar que lo correcto es estar más cerca y no solo tomar la mano sino acercarla a la boca, olerla un poco y quizá rozar los labios.
Llega la comida y el silencio que une la distancia de las bocas y cuerpos vuelve a desaparecer. Juan Camilo sonríe y le pide al mesero volver a servir vino. Carolina siente sus mejillas calientes, pero no se niega a la siguiente copa, ya voy a comer y me sentiré un poco menos achispada, piensa esperanzada. Antes de comenzar Juan Camilo levanta la copa y hace un brindis:
- Por los encuentros de ascensor, por los daños de ascensor, por las niñas malas que dañan los ascensores – dice mientras sonríe y no deja de ver a Carolina a los ojos, quien le sigue el juego y brinda con entusiasmo.
Comienzan a comer con gusto, hablando de música y películas. Carolina admite uno que otro placer culposo, como ver películas hindú en las noches, y Juan Camilo le cuenta que tiene un tejo marcado con su nombre. Pronto los platos están vacíos y ellos se sienten llenos, aunque en sus ojos se refleja el deseo.
- Ahora mi postre – hace pucheros Carolina.
- Mmm debes probar el volcán de chocolate de aquí.
- Está bien, pero con un tinto – sonríe – aunque sea tarde no creo que me quite el sueño después de tanta comida y vino.
- Estoy completamente de acuerdo, pero con una condición, vas a tener que compartir el postre.
- Grr – gruñe por lo bajo Carolina, casi imitando el ronroneo de un gato juguetón – está bien - afirma.
Carolina disfruta cada bocado de chocolate chupando la cuchara, mientras Juan Camilo se divierte mirándola.
- Me arrepiento de haberte pedido la prueba, creo que solo con mirarte hubiera podido sentir el chocolate en mi boca, se nota que lo estas disfrutando.
- Aja – dice Carolina con la boca llena de chocolate que pasa con tinto para bajar el dulce, limpia sus dientes con la legua y vuelve a sonreír – estaba delicioso, casi como para una tusa.
- Nunca lo hubiera pensado así – Juan toma una cucharada más, la saborea y remata diciendo – mmm quizá tienes razón, a veces los hombres deberíamos adoptar algunas actitudes femeninas con efecto instantáneo a nuestro estado de ánimo.
- ¿Qué? – pregunta Carolina desconcertada.
- Sí, me refiero a disfrutar una cucharada de chocolate con tanta pasión como tú lo has hecho. De verdad me ha dado un antojo de... - y frena la frase de forma sexy, dejando la tensión en el aire...
- ¿Pedimos la cuenta? – pregunta Carolina nerviosa.
Juan Camilo paga la cuenta ignorando cualquier amague de Carolina por sacar su billetera. Llegan al parqueadero nuevamente tomados de la mano y la corriente fluye entre ellos. Están parados al frente de la puerta del copiloto y Juan parece indeciso por primera vez en la noche, toma la cara de Carolina, la palma de su mano es amplia y caliente, suavemente sube el mentón de ella mientras sus dedos se enredan en su pelo, ella pone su mano encima y la corre un poco, antes de que él pueda bajar su cara para besarla, ella rechaza la palma de la mano y la retira suavemente de su cara.
Él se queda mirándola a los ojos, irradiando deseo, pero suavemente se suelta de su mano y le abre la puerta. Carolina se monta al carro con la respiración agitada ¿Qué acabo de hacer? ¿por qué no dejé que me besará? BRUTA, ¡es perfecto!, piensa y se regaña mientras Juan Camilo le da la vuelta al carro.
Él se monta en silencio, y arranca el carro. Esta vez ella toma el celular de Juan Camilo y elije una canción al azar. Comienza a sonar un vallenato que raya con el ambiente, él toma el celular de sus manos y elije una lista de música llamada "suave".
- Déjame y te ayudo – dice Carolina un poco herida.
- Deja esa lista – dice como una orden, pero luego de una pausa agrega – porfa.
- No hay problema, estoy de acuerdo en que el vallenato no cuadra con la hora, el día ni el momento.
- Mmm, ¿para dónde vamos? – pregunta Juan Camilo y sus palabras casi esconden una promesa prohibida.
- Yo vivo al frente del Supermercado de Mediterraneo
- Perfecto, me guías cualquier cosa.
- Gracias – ella respira y continúa la frase – Juan, gracias por todo, por mantener la calma en el ascensor, por prestarme tu chaqueta, por llevarme a comer y reírte conmigo.
- No tienes que agradecer nada y sobretodo la experiencia del ascensor, esa fue la menos planeada.
Carolina se queda callada atormentada, este hombre en realidad le gusta, pero no sabe cómo abordarlo, puede aprovechar la noche y dejarse besar y quizá un poco más, tocarlo y que la toquen, sentir su erección y mojarse un poco, quizá jugar con las manos y las bocas, pero mañana no tendrá más que un recuerdo y el anhelo de recuperar ese momento se abrirá en su estómago con un vacío.
Se asoma a la ventana y se da cuenta que acaban de pasar por la cuadra de su casa, ¡mierda! piensa mientras con una inhalación toma fuerza para enfrentarse a Juan Camilo y pedirle que de la vuelta y confesarle que se pasaron.
- Ehh Juan, por favor cruza por la próxima a la derecha y luego a la derecha, debemos volver a la principal, nos pasamos.
- ¿Qué? ¿Cómo nos pasamos?
- Estaba distraída – dice Carolina mientras se muerde los labios con arrepentimiento.
- Está bien, no te preocupes – murmura un poco frustrado.
Llegan a la portería de Carolina y ella se remueve en la silla, quiere decir algo, pero no encuentra las palabras, se desabrocha el cinturón y espera a que él la mire. Está serio, parece preocupado, la tranquilidad de la cena ha desaparecido. Ella se acerca para despedirse suavemente, su intensión es darle un beso en la mejilla y quizá tener la oportunidad de tocar su barba. Él la mira y ella al acercarse cambia de opinión y simplemente lo besa en la boca, quiere darle un pico inocente, pero antes de que pueda alejarse él tiene su cara entre las manos y mete suavemente su lengua por sus labios. El beso que comenzó sin intensión pronto involucra las dos lenguas llenas de deseo. Carolina agradece porque Juan Camilo no se ha soltado el cinturón, lo que le da un poco de ventaja, no cree aguantar la tentación de estar con este hombre, no cree controlar el deseo que emana de su cuerpo, no cree poder dejar de ceder a su calor y tocarlo todo.
Se aleja suavemente terminándolo de besar y mordiendo un poco su labio inferior, aún tiene la respiración un poco agitada, pero ha logrado controlarse. Abre la puerta del carro y en voz baja dice – Adiós doctor Mendoza.