La mujer del pirata
img img La mujer del pirata img Capítulo 4 Piratas
4
img
  /  1
img

Capítulo 4 Piratas

Muchos no tenían deseo de volver a casa. Batallar en el mar se había convertido en un modo de vida. Y muchos otros veían que podía ganarse una fortuna si uno era valiente y temerario y estaba dispuesto a arriesgar la vida.

Nunca antes había estado el Caribe tan lleno de ladrones. Logan maldijo al destino y a los hombres avariciosos y malévolos que lo habían convencido de que actuara en contra de su propio juicio. Malditos fueran, pensó.

No. Maldito fuera él. Un hombre no podía llegar a aquel lugar a no ser que él mismo escogiera su rumbo. Ya podía despedirse del sentido común y de la determinación. Había caído. Y su osadía había condenado a los hombres que lo acompañaban. Allí, en las aguas del Caribe, morirían todos ellos. No podían dejar atrás al barco pirata, y tampoco iban a hundirlo.

Él no era un cobarde, pero tampoco era tonto. La lujuria y la avaricia iban a ser su perdición, y también, lo que era aún peor, la de aquellos buenos hombres.

"¿Capitán?"

dijo Jamie

"¿Qué manda?"

"Habrá que confiar en el honor de ese pirata"

dijo Logan, consciente de que debía sacrificar su orgullo por el bien de sus hombres.

"¿Qué?"

preguntó Jamie.

" Los piratas no tienen honor."

"Sí que lo tienen. Más que muchos supuestos grandes hombres"

contestó Logan.

" Manda izar la bandera. Pide parlamentar. Voy a negociar con su capitán."

"¿Negociar?"

-protestó Jamie-.

"No puede haber negociación..."

"Si no, podemos darnos por muertos. Pon nuestra bandera a media asta. Voy a sacarnos de ésta"

-dijo Logan.

"¿Vais a negociar con un capitán pirata? Os traspasará con su espada."

"No, si quiere conservar el respeto de sus hombres"

-le aseguró Logan-.

"Por amor de Dios, hombre, se nos agota el tiempo. Haz lo que te digo."

A pesar de las protestas de Jamie y de las miradas recelosas de sus hombres, veinte minutos después se hallaban junto al barco pirata y no se había disparado ni un solo cañón. Logan estaba junto a sus hombres, mirando las bellas jarcias del barco pirata, mientras los filibusteros los observaban con una sonrisa, conscientes de que tenían las de ganar. -

"¡Vuestro capitán, amigos!"

-gritó Logan-.

"¿Dónde está vuestro capitán? Exijo ver a vuestro capitán."

"¿Lo exige?"

-bufó un hombre con una pata de palo.

"En efecto. Estoy en mi derecho de exigir negociaciones, no aunque seáis piratas, sino precisamente porque lo sois. Si las rechazáis, quedaréis malditos, y lo sabéis muy bien."

Había contado con la superstición propia de los marineros, y no se había equivocado. Los tripulantes comenzaron a mascullar en voz baja y se miraron la cara.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022