Joder, tenía todo perfectamente proyectado. En mis planes no estaba quedar embarazada, de hecho, siempre me jactaba de ser la tía solterona y con dinero para consentir a sus sobrinos y viajar por el mundo; ahora todos esos objetivos, sueños y metas quedaron el olvido. Pisoteados, arruinados.
Estoy embarazada.
Tendré un bebé.
Seré mamá.
-Carajo - siseo, cubriendo mi rostro con la almohada - Seré madre y apenas tengo dieciséis años.
Ni siquiera decirlo es un voz alta es un consuelo o mágicamente logra que acepte este hecho. No, ni un poco. De hecho, la ansiedad y desesperación me embargan por completo.
¿Cómo se lo diré a mis padres? ¿Cómo se lo diré a Stephen? Y lo más importante: ¿Cuáles serán las reacciones de cada uno? Obviamente no van a saltar de la alegría. Yo tampoco lo estaría ni lo estoy.
Respiro hondo cuando aparto la almohada de mi rostro y mi mirada se queda clavada en el techo de mi habitación. Inevitablemente mis manos acunan mi vientre.
«Hay una nueva vida formándose dentro de mis entrañas»
Diablos, no se supone que mi cuerpo de adolescente deba amoldarse a cambios tan drásticos ni procesos tan dolorosos cuando llegue el momento. Bueno, no se supone tampoco que yo debía quedar embarazada, pero henos aquí intentando buscar soluciones que no sean tan grotescas.
-No puedo tenerte - murmuro, permitiendo que las lágrimas se deslicen por mis mejillas - Yo no podré cuidar de ti. Espero que entiendas lo que voy a hacer y cuando crezcas, me perdones.
Estuve pensando una vez me calmé un poco desde que Cher me dejó en mi casa después de salir del hospital: pensé en sus palabras de apoyo y aliento, en su interés por querer presentarme cualquier alternativa y que yo no saliera más perjudicada.
Lo pensé y analicé lo suficiente por muchas horas.
Abortar no es una opción, mucho menos una solución. Pero quedarme con el bebé y hacerme responsable tampoco lo es. Anhelo más que nada tener una vida, un futuro estable, y tener a un recién nacido conmigo me estancara en el proceso.
Los pies sobre la tierra ¿Qué podría ofrecerlo yo, una adolescente que aún no culmina sus estudios básicos? Añadiendo que solo me tendría a mí a su lado. Trago saliva, incorporándome en la cama al tiempo que limpio cualquier rastro de lágrimas.
La puerta se abre de golpe, sobresaltándome.
Mi hermano, Eric Clark, hace acto de presencia
Me cubro ambas orejas con las manos y gruño molesta escuchando a Eric cantar como si el mundo se fuera a acabar o tuviera la voz más melodiosa del planeta. Matenme ya, por favor.
- ¿Podrías callarte? - farfullo, frunciendo el ceño - Estoy intentando estudiar.
Él ni siquiera se inmuta. Me ignora, o eso creo; porque me da espalda y empieza a sacudir su trasero. Tomo un cojín y se lo lanzo.
Nada. Continúa ignorándome.
- ¡Mamá! - lloriqueo.
-Tu mami no te escucha - se gira, sacándome la lengua - No sé qué más quieres seguir estudiando. Estoy seguro que tu memoria ya captó lo suficiente y tu cerebro pide a gritos un descanso.
-Quiero tener una vida, Eric - puntualizo - Tú deberías enfocarte en lo mismo.
-Y lo hago- asegura, sentándose a mi lado mientras mueve sus hombros al ritmo de la música que se reproduce a través de sus audífonos - Afortunadamente tengo memoria casi fotográfica y buena comprensión por lo que me es sencilla la interpretación y análisis.
Rio en voz baja.
-Presumido.
-Envidiosa - revira, divertido - ¿Por qué llegaste a casa tan temprano? Estuve esperándote un rato bastante largo a la hora de la salida.
Tomo un mechón de mi cabello y lo retuerzo entre mis dedos.
-Me sentí un poco mal del estómago, por eso salí antes que tú.
-Ya - se queda pensativo - Mamá creyó que era algo grave y estaba resuelta a llevarte al hospital.
Una risita nerviosa brota de mí.
Menos mal que no lo hizo. He tenido suficiente de hospitales por un día.
-Mamá es exagerada por naturaleza.
Él se pone pie.
-Se le llama preocupación, Melodía - se inclina y besa mi frente con cariño- Oh, y antes de que lo olvide...
- ¿Qué?
-Stephen estuvo buscándote toda la mañana - completa, alzando la ceja - ¿Algo que quieras compartir con tu hermano mayor?
-No es nada, Eric - ruedo los ojos.
-Sabes que Stephen Connors y yo no somos precisamente los mejores amigos; sé que él te gusta porque en tus ojos se forman corazones cuando lo ves por los pasillos. Pero, lo que aún no tengo muy en claro es si él siente lo mismo por ti, Melody. Odiaría que ese imbécil juegue con tus sentimientos y se aproveche.
-No lo hará, hermano mayor - intento tranquilizarlo empleando un tono de voz conciliador - Stephen a duras penas voltea a verme.
-El problema no está en que te mire, cualquiera puede hacerlo y ambos sabemos que no hay nada de malo. Sino que... Bueno... - titubea, colocando ambas manos en su cintura- Sabes de qué te hablo.
-No- lo detengo - Dime.
Resopla.
Parece dudar durante unos pocos minutos que se me hacen eternos. Pero Eric sigue siendo Eric, y mantener la boca cerrada no es uno de sus atributos más destacados.
Así que al final, responde en un tono particularmente serio:
-Sino con cuáles intenciones te mira y con qué objetivo se acerca a ti; a eso me refiero - hace un mohín - Las hormonas de nosotros los adolescentes en general están muy desatadas a esta edad, y las consecuencias de dejarnos llevar a veces no son las mejores.
Bufo.
Bueno, estoy embarazada: ya estoy sufriendo las consecuencias de mis actos.
Mi teléfono suena anunciando una llamada entrante. Lo miro de reojo, es Stephen. Acto seguido mi corazón late de prisa y los nervios se hacen presentes. Patética.
Escucho a Eric bufar, yo rio ante su reacción.
-Y hablando del monigote- sacude la cabeza, como si yo fuera un caso perdido- Mejor me voy o vomitaré arcoiris a causa de la conversación que se avecina.
-Heredaste de mamá el ser exagerado.
-Y tú el ser una romántica - dice, caminando hacia la puerta - Te veo después.
Asiento.
Tomo el teléfono y contesto sin pensarlo mucho.
- ¿Hola?
-Mi chica favorita - susurra en un tono de voz ronco. Muerdo mi labio inferior - ¿Por qué no te vi hoy?
-Tuve unos asuntos que solucionar aquí en casa y pedí permiso para irme temprano.
- ¿Pero todo bien?
Bueno...
Yo no usaría esas palabras pero aún no estoy lista para aclararle las cosas, mucho menos para perderlo. Quiero disfrutar un poco más de su cercanía y atenciones.
Dioses, estoy tan pérdida por él.
-Todo excelente- respondo, entusiasta.
- ¿Estás ocupada?
Sonrío en automático.
- ¿Por qué?
-Estoy en el patio trasero de tu casa, en el auto ¿Podemos salir un rato por ahí?
-Dame unos minutos.
Cuelgo el teléfono y de inmediato me pongo de pie. Corro hacia mi armario donde me cambio la absurda pijama celeste con nubes blancas, de reojo analizo mi ropa interior. Sí, es decente y bonita. Me visto con un pantalón blanco ajustado y converse del mismo color, blusa roja y abrigo de color negro porque particularmente hoy en Filadelfia está haciendo frío. Desato la cola de caballo y sacudo mi cabello castaño para que se vea desordenado. Resoplo cuando veo mi rostro frente al espejo, debo ser rápida. Bien, un poco de rímel en mis pestañas, polvo compacto, un poco de rubor rosa, brillo labial... ¡Y listo!
Rebusco en el fondo de mi armario la pequeña escalera que me funciona a la perfección para estas ocasiones. Fue mi dinero ahorrado mejor invertido. Arreglo las almohadas en mi cama, simulando que soy yo la que está ahí, aunque es una pérdida de tiempo porque mis padres no entran a mi habitación para cerciorarse que estoy aquí. Creo que ese fue su error: dar por hecho que estaba encerrada todo el tiempo, de hecho, anteriormente prefería quedarme estudiando que salir pero eso cambió desde que comencé a salir con Stephen. Pero definitivamente el mío fue traicionar la confianza que ellos han depositado en mí.
Sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos inoportunos y me dirijo a la ventana que da al patio trasero, la abro y cuelgo la escalera del otro lado. Con cuidado, saco mi pierna y luego la otra, desciendo hasta el final y cuando estoy abajo la enrollo lo mejor que puedo.
Camino a hurtadillas por el jardín, mirando a todos lados. El corazón me late tan de prisa que da la sensación de querer salirse de mi pecho. A mis espaldas, la casa de dos pisos está completamente a oscuras. Todos duermen o están en ese proceso.
Visualizo el auto de Stephen al otro lado de la calle, corro hacia él. Abro la puerta e ingreso para abrocharme el cinturón.
-Hola- susurro con la respiración entrecortada gracias a la prisa que tenía por llevar lo más pronto posible.
Stephen gira la cabeza y enfoca sus ojos verdes en mi rostro. Dioses. Me escucho suspira por lo bajo, las pulsaciones de mi corazón poco a poco se incrementan a causa de las sensaciones que empiezo a experimentar cada vez que estoy en su presencia.
Él toma mi mano, acaricia con sus dedos los míos para luego darme un beso en el dorso de la mano. Una sonrisa amplia se extiende por su rostro.
«Te quiero»
Como siempre, lo pienso pero no lo digo.
Se supone que somos amigos con beneficios, que los sentimientos no tienen cabida aquí pero ya ves, en este tipo de acuerdos una de las partes acaba perdiendo. Y esa soy yo. La incertidumbre me carcome por dentro al saber cuál será su reacción cuando le revele que estoy esperando un hijo de él. Una parte de ambos.
Nada me haría más feliz que nos quisiera.
-Tenía tantas ganas de verte - expresa tomándome por sorpresa.
- ¿Ah si?
-Sí - confirma - ¿Debes llegar temprano?
Observo mi casa.
-No. Todo está bajo control.
Asiente.
En silencio, pone en marcha el auto y nos alejamos a máxima velocidad de mi vecindario.
Las calles de Filadelfia están bastante animadas por los autos en las avenidas principales y las personas entrando a los negocios de comida rápida, centros comerciales o simplemente caminando por ahí.
En todo el trayecto evito hacerle preguntas y él a mí. Para amenizar el ambiente enciende el pequeño equipo de música. Está sonando Judas de Lady Gaga.
Tarareo el estribillo en voz baja mientras muevo la cabeza de un lado a otro.
-Te gusta Lady Gaga- murmura.
-Un poco, sí. Sus canciones son pegadizas.
El camino sigue durante 15 minutos más, aproximadamente. La ruta se me hace familiar y sonrío para mí misma.
El río Delaware nos da la bienvenida con una magnífica vista de la bahía y costa del otro lado con un espectáculo de luces a lo lejos. El parque que frecuentamos en cuestión, está casi vacío. Stephen estaciona el auto en un lugar rodeado por árboles y un banco en el frente.
Este es nuestro lugar.
Escucho como se quita el cinturón de seguridad, seguidamente de sus movimientos en el asiento y finalmente sus ojos centrado en mi perfil. Su mano acaricia mi mejilla con suma suavidad y cierro los ojos disfrutando de su contacto.
Lo extrañé tantísimo.
Lo miro. Esta vez sí lo hago.
Tomo su muñeca entre mis dedos.
Poco a poco se inclina, permanezco quieta en mi lugar.
-Mi chica - musita en medio de una sonrisa - Quiero estar contigo.
Asiento como una auténtica tonta.
Lo siguiente que siento son sus labios en mi boca, dándome un beso que me roba el aliento y haciendo que me olvide del mundo exterior. Le correspondo lo mejor que puedo porque cuando se trata de él, soy torpe e inexperta, más de lo normal.
Con la mano que aún tiene libre, sujeta mi cintura e intenta acercarme más a él. Acaricia mi estómago y vientre, me tenso cuando palpa esa parte de mi anatomía pero también me emociona: él no lo sabe, pero está tocando a nuestro hijo.
¿Será el momento adecuado para decirle o debo esperar un poco más?