Coloco ambas manos en su cintura y la pego más a mí. Su boca es deliciosa, sus labios son suaves, aterciopelados, como una caricia firme pero dulce, distingo a lo lejos el sabor seco del Martini. Ella es una demonia que se apodera de lo más profundo de mi ser. Ella chupa mi labio inferior y lo muerde con delicadeza. Sus manos están alrededor de mi nuca y siento goteando la copa de Martini en mi espalda.
El olor inunda mis fosas nasales y es un inconfundible aroma a fresa y canela. Las ansias van en aumento y el beso ya no es suficiente. Quiero más de ella misma, mis manos toman vida propia, como si mi cerebros les diera una orden silenciosa de la cual yo no estoy enterado; van bajando por sus caderas hasta tocar sus nalgas, las aprieto con fuerza y las pego más a mi cuerpo, hasta que mi erección roza su vientre.
Maldición.
De no haber estado en un jodido club me hubiese montado aquí mismo.
¿Pero no es liberación lo que ellos ofrecen? ¿No se trata de olvidar los prejuicios?
Pero mis cavilaciones donde recuesto en la barra del bar a la desconocida, son detenidas y mutiladas.
-¿Suficiente? -Dice ella, alejándose de mí. Su pintalabios se ha corrido un poco, pero al parecer es de esos a prueba de agua que las mujeres suelen utilizar cuando van a discotecas.
De esos que no dejan rastro.
-¿Suficiente para quién? -inquiero y escucho una canción que hace que mis manos busquen más su tacto. -Para ti a lo mejor, porque para mí apenas comienza.
Se que mis amigos me habían llevado a que el club, con el propósito de olvidar que voy a contraer matrimonio al día siguiente. Esta es la mejor alternativa para pasar la desventura.
La tomo de la mano y comienzo a caminar con ella hacia la salida, pero ella me detiene y señala la copa que está a medio tomar. Se la toma de un trago y la entrega al seguridad de la puerta que no refuta y solo asiente con la cabeza.
Es obvio que la conoce.
-Regreso en un momento. - dice ella con voz segura.
-Que no cuenten los minutos. -Murmuro, mientras camino con ella agarrado de la mano.
-¿A dónde pretendes llevarme? -Pregunta ella muerta de la risa detrás de mí. A lo mejor está borracha o quizás está siendo más desinhibida de la cuenta.
A estas alturas ya no lo sé, ni tampoco me interesa.
Lo único que quiero es matar estas ganas tan terribles que me han subido de repente al tenerla cerca.
Su cabello es oscuro, muy oscuro, le llega hasta la cintura, lo lleva en una cola y algunos flaquillo se han escapado de su coleta.
Su sonrisa es adictiva y sus ojos son de un intenso color miel que parecen ojos de gato en la oscuridad de la noche.
-¿Qué tan dispuesto estás a acostarte conmigo? -Le pregunto frenándome y su cuerpo choca con mi pecho. Coloco mi mano en su cuello y con al colgar en curso eso vuelve, ya sea arriba para que me mire a los ojos. -Esto es lo que va a suceder, no quiero ni me interesa tener ningún tipo de relación, esta noche se trata de tú y yo, de darnos placer, de que me hagas el amor con la boca y que me hagas olvidar toda la mierda que cargo en la espalda.
-Y a cambio, ¿qué me vas a dar hombre misterioso? -Pregunta ella haciendo un puchero y subiendo uno de sus dedos hasta mi cuello, acariciando mi mandíbula. -No me interesa ningún tipo de pago, no soy una puta, ni tampoco una callejera. Soy psicóloga y veo que solo quieres un revolcón. Por mi, esta bien. Esta noche seré tuya.
-Entonces, ¿qué diablos quieres? -Le pregunto sin comprender a qué viene todo esto.
¡Ella es psicóloga!
¿Qué diablos una mujer así esta haciendo en un lugar como este?
Tengo un deseo tremendo de preguntarle, pero me detengo.
No ataduras, no saber su nombre, no quiero saber absolutamente nada sobre ella.
-Me gustaría que me complacieras en lo que voy a pedirte.
Por un momento, me asusto. ¿Qué diablos puede esta mujer pedirme que tenga que solicitármelo antes dé?
-¿Se puede saber ahora qué?
-¿Le tienes miedo a lo desconocido? -Me pregunta ella en cambio, sin responder a mi pregunta.
-Todo depende. Eres una desconocida en un bar que me ha tirado su copa de Martini en la camisa que he comprado justamente hoy.
-¿Compraste una camisa para venir al Club Focus?
-Ni siquiera le sabía el nombre. Gracias por decírmelo. -Sonrío sarcástico, pues es la verdad, no tenía idea de cómo se llamaba.
-¿Con quién has venido entonces? Si no sabes el nombre del club, es porque no sueles andar mucho por aquí.
-He venido con unos amigos.
-Que no les molesta que te estés yendo conmigo. -Ella se cruza de brazos y se recuesta de uno de los vehículos que está estacionado en la acera. Es un Mercedes de color negro.
-Te aseguro que mis amigos estarían más que felices si supieran que me estoy yendo a la cama con una mujer tan hermosa como tú.
-¿Te ha funcionado antes esa línea tan barata? -Me pregunta ella y luego suelta una carcajada.
Se nota que está tomada. Aunque no la conozco, sé que no tanto como para estar borracha.
-Me dirás tu nombre...
-Ni lo sueñes, bonito. -Me dice ella acercándose y acariciando mi mejilla. -Ahora te diré yo como van a hacer las cosas. ¿ves ese callejón que está allá atrás? Quiero que me empotres contra la pared, que no me veas a los ojos, que simplemente me tires del cabello y te hundas en mi interior hasta que te vengas y me hagas llegar al orgasmo.
-Diablos...-Susurro entre dientes, pues mi pene no puede estar más duro de lo que ya está. -No me digas esas cosas así, en plena calle porque me dan deseos de cogerte encima del capó de este vehículo.
-Está siendo bastante lento, yo que tú me hubiese colgado en tu hombro y ya estuviera camino el callejón.
No puedo creérmelo, que esta mujer me está ofreciendo un ligue en la oscuridad de un callejón de Michigan.
¿En verdad me está diciendo que quiere ser follada en un callejón?
¿En la calle? ¿Dónde todos pueden verla? ¿Al lado de un club que por lo visto es bastante concurrido?
La miro a los ojos intentando ver alguna duda, una risa, algo que me indique que no está hablando en serio, pero la mujer no es tímida. Tampoco se ve dubitativa, por lo que entiendo está siendo honesta.
-¿Entonces, que? ¿Vienes conmigo? -Me pregunta ella. -El tiempo va corriendo, si no eres tú, será otro, así que considera bien si quieres follarte a la pelinegra del club que hará que te vengas como un maldito poseído o si prefieres volver allí y tirarte a una de las putas que llevan bebidas.
La alternativa no es muy buena, no la conozco a ella, tampoco creo que sea de las que van a intentar conseguir mi dirección. Al parecer, esta mujer es más segura de su intimidad y sexualidad que yo mismo.
Aunque no tengo ninguna actividad sexual, tampoco soy quién para juzgar lo que ella quiera.
-Si veo que vale la pena lo que me das, es probable que considere que subamos al club.
-¿Al club? -Hablo sin sentido. El tequila y la brisa fresca de la noche me está haciendo que la cabeza me retumbe con fuerza. -¿Qué hay en el club? ¿Por qué volveríamos al club?
Joder, quiero sonar seguro, pero mis malditas neuronas pensantes, ni con el tequila que le he proporcionado dejan de trabajar.
¡Por una vez en mi vida quiero solo vivir el jodido momento!
-¿No lo sabes? -Ella se ríe y comienza a desabrochar mi camisa, su mano, pasa por mi pecho y aguanto la respiración sin entender la razón.
Esa mujer es como una diabla personificada. Una de cabello negro y ojos color miel.
-Si sigues tocándome así, no voy a poder llegar al callejón.
-Estás muy lento para llegar al callejón. -Ella baja una de sus manos hasta mi entrepierna y comienza a masajear mi pene. -Quiero pensar que no estás dudando de esto. Quiero creer que vas a lanzarte a la tentación.
¿Quién demonios es ella?
¿La habrán mandado Kenny?
No tengo ni la más remota idea y mi cabeza no está pensando nada bien, siendo franco, estas alturas, con su mano en mi pene, tocándolo y haciéndome respirar entre entrecortado, buscando aire por la boca como un maldito pez fuera del agua, no me interesa quién diablos la mandó.
Pudo haberla mandado el mismísimo diablo para tentarme y saber si soy merecedor del cielo o del infierno, y voy a sucumbir ante la tentación. Que el infierno me arrastre y las llamas del inframundo se apoderen de mi cuerpo, pero a esta mujer me la follo hoy.
Agarro su mano y de un rápido movimiento, la cuelgo en mi hombro y camino con ella directo al callejón oscuro. Las luces se van atenuando mientras me adentro del callejón con sus nalgas colocadas hacia adelante y su cabeza en mi espalda, como si de cavernícolas se tratase.
El lugar está solitario. Veo un contenedor de basura y pienso en detenerme allí para cubrirla, para que nadie la vea, pero ella me dice que no, adivinando mis pensamientos y me lleva justo a una pared donde poco se ve, pero desde donde podemos ver a la gran mayoría de las personas que pasen por la acera.
-Tienes unas fantasías sexuales un poco exóticas. -Le digo yo mientras veo cómo se sube el vestido y una tanga de color rojo destaca en su culo redondo como durazno. Ella es delgada, sus caderas son anchas y su cintura tan estrecha que siento que puedo romperla con un apretón.
-¿Por qué no dejas de hablar un poco y comienzas a trabajar?