Miré la pared frente a mí. Gris. Unas puertas color café oscuro, y en la esquina una puerta del mismo color que las otras. Las primeras eran un armario, la otra en el otro extremo era la puerta de aquella habitación. Fruncí el ceño confundida y me miré. Quité la cobija blanca que tenía encima y casi chillo cuando me doy cuenta de que no llevo alguna prenda en la parte inferior de mi cuerpo. Estaba en bragas, y llevaba puesta una camisa negra.
Como pude me levanté rápido de la cama y me quejé cuando estuve sobre mis dos pies sintiendo un leve dolor en uno de mis tobillos. Tenía una venda alrededor del tobillo izquierdo. Me quedé mirándola por unos segundos tratando de hacer memoria de lo que había pasado. Justo cuando lo hice unas nauseas vinieron a mí, haciéndome correr sin importar el dolor en el tobillo. Salí de aquella habitación buscando algún baño. Necesitaba vomitar. Al salir vi cosas que me resultaron familiares, pero cuando vi una puerta en diagonal hacia donde yo estaba fui a abrirla, al ver que era un baño no dudé en entrar y arrodillarme frente al inodoro comenzando a vomitar. Todo lo que había tenido en mi estomago durante esa noche ya no se encontraba más. Maldije en mi mente por haber tomado tanto, sólo en una ocasión me había puesto de esa manera y había jurado nunca más hacerlo debido a la terrible resaca que había sufrido aquella vez.
Después de un rato me quedé ahí sosteniéndome del inodoro mientras cerraba los ojos tratando de desaparecer las nauseas y el dolor punzante en mi cabeza. Jadee como si aquello fuese a ayudar a desaparecer ambas cosas. Pasaron minutos creo, me levanté tirando de la cadena del baño. Me levanté y me lavé la boca en el lavamanos después mirándome en el espejo.
Estaba demacrada. No llevaba maquillaje, mi cabello estaba suelto y caía sobre mis hombros. Me miré de nuevo. No llevaba mi ropa, llevaba sólo una camisa negra que me llegaba a los muslos. De pronto como si hubiera sido un flash de cámara poco a poco recuerdos de la noche anterior vinieron a mi cabeza.
Nathaniel.
Oh Dios, no no no. Estaba en su apartamento. Comencé a ponerme nerviosa mirando todo el baño, claro para ver si había una ventana y podía tirarme desde ahí. Abrí la puerta de nuevo, esta vez lentamente asomando la cabeza para ver si había rastro de él. No era que tuviera un excelente ángulo desde ahí para ver si se encontraba en la estancia. Frente a la puerta del baño se encontraba otra puerta que estaba a la par de la habitación donde había dormido, supuse que era alguna otra habitación, no lo sé. Apenas podía ver la estancia desde ahí. Al no oír ruido tomé la oportunidad para salir del baño caminando en dirección a la habitación donde estaba minutos antes, caminé con un leve cojeo debido al tobillo vendado.
-Buenos días, preciosa -escuché justo cuando mi mano se encontraba sobre la perilla de la puerta y grité del susto sobresaltándome un poco.
Me giré para mirarlo, estaba apoyado sobre del otro lado de la pared que constituía la cocina. Llevaba unos pantalones tipo joggers y una camisa gris. En su mano sostenía una taza color negro y mientras me miraba daba un sorbo a esta. Supuse que era café porque de pronto me percaté del olor de este que invadía el apartamento. Me miró serio por unos segundos y después apretó los labios.
-Todavía te duele el tobillo -su mirada fue directo a mi pie y después volvió a mi rostro-. Tendré que ponerte más Flogoprofen -dio otro sorbo sin despegar su mirada de mis ojos.
Nunca pensé que así sería la manera en que volveríamos a vernos. Ni siquiera estaba segura de si íbamos a hacerlo, es decir, después de la última ocasión iba a ser bastante complicado, después de lo que yo había leído, de lo que yo había descubierto de él. Aunque bueno, aún seguía sin saber con exactitud lo que él hacía, sólo había descubierto que estaba metido en algo que no era del todo bueno.
No me había dado cuenta de que mis manos estaban aferradas a la camisa que llevaba puesta tratando de tapar un poco más, aunque ya me quedaba lo suficientemente larga para llegarme por debajo de la mitad de los muslos. Su camisa, era su camisa. En ese momento casi respiro profundo para poder aspirar su aroma, pero mordí el interior de mi mejilla para no hacerlo.
-¿Dónde está mi ropa? -dije bajo con cierta vergüenza de que me siguiera mirando.
-Se está lavando -dijo apartándose de la pared dejando la taza en la mesa del comedor después tomó un vaso de agua y algo más que no pude divisar. Se acercó hasta mí y al tenerlo frente a mí tuve que alzar un poco la mirada-. Toma esto, te ayudará con el dolor de cabeza -me extendió el vaso de cristal y en la otra mano una pastilla blanca.
Miré la pastilla por unos segundos preguntándome como pudo saber sobre el dolor de cabeza. ¿Tan evidente era en mi rostro? No. Él ya había tenido preparado aquello. ¿Había tomado tanto? Claro, era de pensarse después de todo lo que había hecho y dicho ayer. Sentí mis mejillas arder al pensarlo, apreté mis labios y tomé el vaso y la pastilla llevando esta a mi boca después dando un sorbo al agua para poder tragarla. Tenía mucha sed así que tomé todo el contenido del vaso. Nathaniel me miró apenas con una sonrisa de lado sin dejar de apretar sus labios.
-Gracias -susurré evadiendo su mirada con cierta pena. Sentí su mano quitarme el vaso-. ¿Qué hora es?
-Doce -dijo y abrí los ojos como plato.
-Dormí mucho -dije mirando un punto fijo detrás de él-. Mi celular, ¿dónde está? -pregunté al recordar a Thiago mientras le pasaba por un lado e iba hasta la estancia.
-Tu amigo estuvo llamando por la madrugada, no contesté, pero sí le dejé un mensaje desde tu celular diciéndole que estabas bien -comentó Nate detrás de mí cuando tomé mi bolso el cual estaba en el sofá. Saqué mi celular y lo desbloqueé.
-¿Cómo supiste mi contraseña? -le miré extrañada.
-Deberías de cambiarle, es bastante sencilla -dijo metiéndose a la cocina sin antes no dedicarme una sonrisa-. Uno, dos, tres, cuatro. Bastante predecible.
Me ruboricé y volví a mirar mi celular. Más de veinte llamadas de Thiago. Entré a los mensajes y efectivamente Nathaniel le había escrito un mensaje donde se hacía pasar por mí diciéndole que estaba bien. Dios, este chico había cuidado de mí como una niña pequeña la noche anterior. Cerré los ojos deseando que fuera un sueño.
-¿Te gustan los wafles? -preguntó de nuevo recargado en la pared esta vez con los brazos cruzados.
Lo miré con mi celular en la mano y el bolso en la otra. Apreté los labios, dejé salir un suspiro cerrando los ojos por unos segundos y después los abrí encontrándome con su mirada.
-Escucha, sé que esto es raro considerando lo que pasó la última vez que nos vimos. Te agradezco lo que hiciste ayer por mí y lo siento por... -fui interrumpida.
-¿Te gusta el kiwi? -preguntó y fruncí el ceño sin comprender a qué venía su pregunta, mucho menos que me hubiese interrumpido por ello.
-Sí.
-Bien, si gustas puedes ir a la cama en lo que hago el desayuno. Te aviso cuando esté listo -se apartó de la pared para entrar a la cocina después salió con un termo que tenía un popote y se acercó a mí-. Mientras toma agua, debes tomar mucha para esa resaca que tienes -me miró con una ceja alzada y una sonrisa llena de diversión en sus labios.
¿No le importaba? ¿No le importaba lo que le había dicho la última vez? Era entendible por qué no le importaría, anoche me comporté como si nada de eso hubiese sido valido. Aún así después de eso, estaba siendo bastante atento y lindo.
Deja de serlo, maldita sea.
Tomé el termo que me extendía después dando un sorbo desde el popote. Era agua. Me sonrió y se alejó volviendo a la cocina, pero antes de entrar se detuvo se giro hacia mí haciendo un ademán con la mano a que había recordado algo, me miró con los ojos entrecerrados y sonrió.
-Por cierto, hay algo de ropa para ti en el armario de la habitación. Ropa cómoda, por si gustas darte una ducha, veo que tienes frío -me comentó después desviando su mirada a la camisa que llevaba puesta. Me sonrió de lado mostrando ese hoyuelo que tanto me moría por tocar, alzó una de sus cejas y después se apartó volviendo a la cocina.
Fruncí el ceño extrañada por aquello último. Miré la camisa que llevaba puesta y entendí a lo que se refería con lo que tenía frío. Tomé la camisa mirando por dentro de esta y confirmé lo que pensé en el momento en que vi que mis pezones estaban erectos y se hacían notar por ligeramente por la tela. No tenía sostén. Sentí ruborizarme y corrí lejos de ahí volviendo de nuevo a la habitación.
Valet, Valet, Valet, solo te podía pasar esto a ti.
En el armario encontré todo lo que podía necesitar para bañarme. Incluso encontré un cepillo de dientes junto a ropa que era de mi talla. Agradecí aquello primero pues quería lavar mi boca después de haber vomitado, no soportaba estar sin hacerlo. Lo segundo me pareció extraño pues si mis recuerdos de anoche no me fallaban, él me había dado su camisa con la que había dormido y unos pantalones de deporte que no me quise poner. ¿Ahora resultaba que si tenía ropa para mí? Me duché y me cambié en el baño, no pensaba salir envuelta en toalla para cruzar hasta la habitación. Me coloqué la camisa blanca y los joggers grises que había puesto ahí para mí. Incluso unas bragas. Me quería morir cuando me di cuenta de que incluso había puesto para mí unas bragas. Dios, que vergüenza. Eran negras, no iba a mentir, eran lindas y con ciertas partes con encaje, tal como me gustaba usar en ocasiones.
¿Acaso había ido a comprar esto? ¿O pertenecían a alguien más? Pensar lo segundo me hizo de cierta forma sentirme mal y a la vez celosa de la chica que podría haber estado antes aquí en mi lugar. ¿Alguna exnovia? ¿Alguna amiga con derechos? Pero era nuevo. Todo era nuevo, lo confirmé cuando vi la etiqueta en cada una de las prendas. Había ido a comprar eso para mí. Aunque estaba agradecido por que fuera eso y no la segunda opción que se me había cruzado por la cabeza, me sentí igual de avergonzada en que tuviera que hacerlo ir a comprar esto para mí.
Antes de salir de la habitación también me puse una especie de sandalias que eran pantuflas, cuando salí de esta y me acerqué a la estancia lo vi sentado en la mesa mientras checaba algo en su celular. Al parecer sintió mi presencia pues giró para mirarme. Me miró de pies a cabeza y casi se me corta la respiración por ese simple gesto. Sonrió y se levantó de la mesa dejando el celular lejos.
-Veo que te quedó bien todo -relamió sus labios y casi corro hacia él para poder tocarlos.
-Sí, gracias -dije después aclarando mi garganta cruzándome de brazos tratando de cubrir mis pechos.
Se me quedó mirando por unos segundos antes de ir a la cocina y regresar con un plato colocándolo en la mesa junto a un vaso con lo que al parecer era jugo. Me miró y me hizo una seña como significado a que me acercara a sentarme. Lo hice. Me senté justo donde había puesto el plato y este se sentó a la par mía, sobre la silla que quedaba a diagonal a mí.
-Espero te guste -me dijo mientras tomaba una taza y daba un sorbo a esta. No me había dado cuenta de que la había tomado.
Miré el plato. Era todo un desayuno completo. Wafles, pedazos de fruta entre ellos el kiwi –supuse que por eso había preguntado si me gustaba–, tiras de tocino y pan tostado acompañado de mantequilla. Todo se veía delicioso y no me percaté del hambre que tenía hasta ver toda aquella comida frente a mí. Lo miré mientras tomaba un cubierto.
-¿Tú no desayunarás? -le pregunté pues no veía rastro de algún otro plato, ni las intenciones de que fuera a pararse para traer su desayuno.
-Yo ya lo hice, preciosa -me sonrió dando otro sorbo al café-. Me gusta madrugar.
-¿En fin de semana también? -pregunté mirándolo como si estuviera loco.
Él rió.
-No siempre, en ocasiones si me doy un descanso, pero la mayoría de las veces me es imposible no despertar temprano -repuso haciendo su espalda hacia atrás pegándola al respaldo.
Partí un pedazo de wafle para llevarlo a mi boca y comer de este. Todo estaba delicioso, pasamos la mayor parte del desayuno en silencio pues él no dejaba de mirarme en ocasiones cuando no estaba mirando su celular. En mi cabeza no dejaba de pensar en qué pasaría ahora, ¿me iría simplemente a mi apartamento y eso iba a ser todo? Yo no podía quedarme ahí después de lo poco o mucho que sabía de su trabajo.
-¿Cómo supiste qué estaba en LAVO anoche? -pregunté dejando los cubiertos en el plato sin haber terminado del todo la comida.
-Tú me lo dijiste. Cuando dijiste que estabas pensando en la vez que te salvé de tu exnovio ahí -me dijo naturalmente y traté de hacer memoria a aquello.
Claro, que tonta.
Me quedé mirándole por unos segundos, asentí mientras desviaba mi mirada esta vez hasta un punto fijo en la mesa y después al plato con aún pequeños pedazos del pan tostado. Me había devorado los wafles y la fruta que era una combinación que amaba y le agradecía en mi mente por haber acertado con aquel gusto. El jugo era de naranja y también estaba delicioso, era natural, lo supe por los pequeños pedazos de gajo que sentía en mi lengua con cada sorbo.
-Escucha, Nate -comencé a decir pero me interrumpió.
-Te lo diré -dijo mirándome a los ojos mientras se inclinaba hacia adelante juntando sus manos colocándolas sobre la mesa-. Te diré en algún punto o al menos te explicaré maso menos lo que hago de trabajo si sales conmigo esta noche -soltó antes de que le preguntara a qué se refería.
Me estaba ofreciendo el contarme sobre su trabajo si yo aceptaba salir con él esa noche. Pero, dijo que me lo diría en algún punto, significaba que no lo haría hoy, ¿me estaba dando a entender que quería seguir viéndome entonces? Me replantee aquella oferta en mi cabeza más veces de las que debería haber hecho. ¿Era buena idea? Probablemente. Me había dicho que no tenía relación con las drogas, ni con la de un asesinato. Podría estar mintiendo, pero sabía que no lo estaba haciendo.
Apreté mis labios mirando sus manos y automáticamente recordé la vez en que sus manos habían rozado mi piel desnuda en la zona de mi cintura cuando nos besamos. Aquí. Quise voltear a ver el piano donde había sido, pero sabía que él me estaba mirando y no quería que se imaginara las imágenes que estaban pasando por mi mente en ese momento.
Como deseaba que volviera a repetirse. En cuestión de segundos había querido tirar aquel papel de rehusarme a estar con él sin saber la verdad de su vida, había querido solamente abalanzarme a él y besarlo de nuevo. Quería que me besara y que me tocara por debajo de la ropa.
-Entonces, ¿aceptas? -su voz me sacó de mis pensamientos haciendo que las imágenes de nuestro beso y de sus manos tocándome se esfumaran en el aire.
-Depende -dije y este sonrió de lado, soltó un suspiro pesado y me miró con una ceja alzada.
-¿De qué? -me preguntó relamiendo sus labios y en ese instante yo hizo lo mismo con los míos como si hubiese sido un espejo.
-Dijiste que me lo dirás en un punto, ¿en cuál? Eso significa que no me lo dirás esta noche, ¿entonces cuando? -le pregunté dando otro sorbo al jugo sin dejar de mirarle a los ojos.
Mientras me miraba con los ojos entrecerrados escuchando mis palabras, su sonrisa se ensanchó mostrando ambos de sus hoyuelos. Se inclinó un poco más hacia adelante mirando esta vez la pared frente a él y se quedó pensando unos segundos mientras apretaba los labios.
-Escucha, Val -comenzó y soltó un suspiro borrando la sonrisa para después mirarme suavizando las facciones de su rostro-, cuando te dije que este tema no se trataba de confiar hablaba en serio, confío en ti. Es un tema delicado del cual no podré decirte al transparente todo porque es un conflicto en el cual no quiero meterte.
-Conflicto, ¿entonces es algo malo? ¿Debes algo? -pregunté aprovechando aquella palabra.
-No debo nada. No se trata de deudas, se trata de un contrato que debo de respetar, no es específicamente de confidencialidad sino sobre lo que hay implicado dentro de ese mundo -empezó a decirme mirando fijamente a los ojos-. No es que me pidan que no diga nada, yo estoy decidiendo no decirte nada porque es algo que no necesariamente debes de saber.
-Mundo, ¿qué mundo? -pregunté y este tensó la mandíbula-. Pero yo quiero saber.
-No necesitas hacerlo -ignoró mi primera pregunta y volvió a apretar la boca-. Hay una gran diferencia entre necesitar y querer -me dijo mirándome serio.
-Cuando yo quiero algo, se vuelve una necesidad para mí porque entonces no puedo quedarme quieta -comenté al instante. Este sonrió, incluso una pequeña y corta risa se escuchó en el silencio.
-Me he dado cuenta, pero esta vez me temo que no se te podrá cumplir el capricho de querer saberlo todo -me guiñó un ojo levantándose de la mesa y tomando el plato frente a mí llevándoselo a la cocina.
Quise protestar. Quise tomar quitarme una de las pantuflas y tirársela porque sin que yo lo hubiera autorizado había terminado con aquella conversación.
-No es ningún capricho -le dije enojada mientras me levantaba y caminaba hasta él para poder golpearlo, pero cuando lo hice solté un quejido debido al leve dolor que sentí en el tobillo.
Nate me miró desde la cocina dejó el plato en el lavaplatos y se recargó en este cruzándose de brazos mientras alzaba ambas cejas. Sonrió un poco de lado y después miró en dirección a mi tobillo ladeando un poco la cabeza.
-Tengo que ponerte de nuevo Flogoprofen en ese tobillo y verificar si no fue un esguince, aunque de serlo seguro ni podrías apoyarte del todo en ese pie -relamió los labios y se acercó a mí-. Después iré a verificar si tu ropa ya esta lista en la secadora y puedo llevarte a tu apartamento, así te doy tiempo para que te arregles, aunque no me importaría si decidieras ir con esto -dijo ya a centímetros de mí mientras miraba la ropa que llevaba puesta.
Lo fulminé con la mirada y lo empuje, por supuesto él empezó a reír mientras yo me alejaba y caminaba hasta la habitación donde había pasado la noche gracias a Nathaniel quien había sido mi salvador por segunda vez.