Estando ahí arriba, antes de bajar, vi como Nate por unos segundos se detuvo. Me buscó con la mirada, y al encontrarme entre la demás multitud, una sonrisa se dibujó en su rostro. Le sonreí casi queriendo correr hasta donde estaba él para abalanzarme y abrazarlo, pero tuve que esperar.
Aunque no tuve que esperar mucho porque después de decir unos cuantos nombres más cuando la ceremonia finalizó, de inmediato me levanté de mi lugar yendo directo a buscar a Nate. Cuando lo vi a lo lejos corrí entre la gente con cuidado de no empujar a nadie. Me miró sonrió abriendo los brazos para recibirme. Casi chillo abalanzándome hacia él mientras lo abrazaba.
-Felicidades, graduado -dije emocionada abrazándolo mientras él me abrazaba igual.
-Justo en el estrado vi a una chica bastante hermosa con un vestido rojo en la multitud y pensé en ir hacia ella para invitarla a salir -dijo mirándome con una sonrisa después tomándome del mentón-. Pero me ha ahorrado el trabajo de buscarla así que, ¿quieres salir de aquí e ir a comer? -me miró con una ceja alzada.
-Sería un honor -le dije arrebatándole el birrete el cual ya se había quitado y sostenía en su mano.
Sonrió y me atrajo hacia él dejando un rápido beso en mis labios.
-Bien, ya no tengo que usar esta molesta cosa -dijo al separarse quitándose la toga dejando ver el traje que llevaba puesto.
Claro sin saco ni corbata porque no lo había podido convencer de usar esta última. Me tomó de la mano después de colgar de la túnica en su brazo en el mismo que sostenía el título. Caminamos fuera del lugar, había sido al aire libre así que la gente rondaba por todos lados regalando abrazos y felicitaciones.
Justo cuando llegamos al auto y Nathaniel se acercó a la cajuela para abrir esta y meter ahí el birrete y toga, una voz se escuchó detrás de nosotros llamar a Nate.
-Hey, Vaughan -se escuchó y en automático ambos miramos de donde provenía la voz.
Hacia nosotros venía un chico rubio de tez blanca y ojos claros. En su brazo colgaba una toga y en su mano sostenía el birrete. Supuse que también era un graduado.
-Hey, Lucas -dijo Nathaniel y lo vi sonreír mientras cerraba la cajuela sin soltar mi mano.
El chico sonrió acercándose y chocando el puño con Nate, después soltando una risa. Entonces él era Lucas. Si no mal recuerdo era él el dueño de la casa donde la fiesta se llevaría a cabo.
-Por fin se nos hizo graduarnos -dijo el chico sin poder ocultar la emoción y alegría en su tono de voz.
-Al fin -dijo Nate abrazándome por la cintura atrayéndome a él-. Ella es Valet, mi novia.
Los ojos del chico después viajaron hasta a mí y me dedicó una sonrisa algo sorprendido pero al mismo tiempo encantado.
-Disculpa, no me he presentado. Soy Lucas, compañero de este idiota que es tu novio, ¿realmente estás segura de querer estar con él? Es decir, hay mejores opciones -me miró de lado con una sonrisa mientras tomaba mi mano y le daba un beso como todo un caballero.
Carcajeé sin poder evitarlo e incluso vi como Nate sonrió y casi después lo fulminó con la mirada por aquella broma.
-Un gusto, Lucas. Soy Valet -dije dedicándole una sonrisa-. Bueno, por ahora esta es mi opción -le seguí la broma a lo que esta vez fue el quien carcajeó notando como Nate ahora me fulminaba con la mirada pero sin dejar de sonreír.
-Me agrada -dijo Lucas esta vez mirando a Nate-. ¿Irán a la fiesta en la noche?
-Pues... -comenzó a decir Nathaniel pero de inmediato le corté.
-Sí, vamos a ir -dije tomando el brazo de Nate y casi lo escucho gruñir a mi lado.
-Si es necesario que lo arrastres, hazlo, bonita. Este chico se ha perdido de muchas buenas fiestas, no dejes que se pierda de esta -sonrió mirándome.
-Créeme que esta no será una de esas ocasiones, definitivamente estaremos ahí -volví a sonreír apoyando mi cabeza en el brazo de Nate.
-Entonces nos vemos por la noche -dijo el rubio sin borrar la sonrisa de su rostro.
Se dio la vuelta y regresó por donde había venido, viendo como a lo lejos una chica corría hacia él y lo abrazaba casi haciéndolo caer tambaleándose. Sonreí, miré a Nate y este me miró con los ojos entrecerrados después alzando una de sus cejas.
-Con que por ahora soy tu opción, eh -me dijo tratando de parecer ofendido pero la sonrisa divertida lo delataba.
-En la vida hay muchas opciones, ya sabes -dije encogiéndome de hombros fingiendo inocencia.
Me miró negando mientras la sonrisa en su rostro se ensanchaba más, no pudiendo ocultarla. Tomó mi rostro entre sus manos y me atrajo hacia él dejando un beso en mis labios.
-Me alegra ser tu opción, espero llegar a ser la única en algún momento -dijo sobre mi boca sonriendo, volviendo a dejar un beso haciéndome sonreír.
-Tienes que esforzarte entonces -seguí el juego diciendo aquello sobre su boca.
Rió negando, mirándome con una enorme sonrisa. Subimos al auto y partimos al lugar donde comeríamos para celebrar. Ese día solamente celebraríamos el logro de Nate, porque por supuesto que lo ameritaba y yo haría que fuese un día en el que la pasara fenomenal.
-Aún podemos cambiar los planes y quedarnos -dijo Nate colocándose detrás de mí mientras me miraba en el espejo del baño.
-Vamos a ir, Nate -le dije mirándolo rápido y después inclinándome a retocar el brillo en mis labios.
Después de comer volvimos al apartamento, nos quedamos la tarde viendo películas o hablando de lo que haríamos los próximos días. El verano había llegado y con él las vacaciones. Oficialmente éramos libres de las clases y aquello nos emocionaba pues pasaríamos más tiempo juntos.
-Val, por favor -dijo abrazándome por detrás rodeando mi cintura con sus brazos atrayéndome a él.
-Ya hablamos de esto -le dije sonriendo mientras lo miraba por el espejo y este apoyaba su barbilla en mi hombro.
-Lo sé, pero es que tengo la esperanza de que te convenza para quedarnos -me besó el hombro sintiendo ahí su respiración.
-Sólo es una fiesta, podemos ir solamente un rato. Verás que te divertirás -le miré de nuevo por el espejo con una sonrisa mientras este me miraba igual.
Se quedó callado. Yo seguí retocando el tenue brillo en mis labios esta vez con mi dedo medio haciendo pequeños toques en mi labio inferior. Sus labios volvieron a presionarse contra mi piel, dejando un beso en mi hombro y después en la curva de mi cuello. Su brazo alrededor de mi cintura me acercó más a su cuerpo hasta dejar por completo mi espalda presionada sobre su pecho. Su mano se deslizó por mi abdomen y vientre, viendo por el espejo como sus dedos se movían con delicadeza trazando dibujos imaginarios cada vez bajando un poco más. Lo miré por el espejo, aún con su boca sobre mi piel sus ojos también me miraron chocando con los míos en el reflejo del espejo.
-En la fiesta no podré hacer muchas cosas que me hacen divertirme -murmuró con voz ronca sin dejar de mirarme a través del espejo.
Casi siento mis piernas temblar al ver aquella escena. Él, conmigo pegado a su cuerpo, su mano cada vez más acercándose a una zona prohibida, su boca presionada contra la piel de mi cuello, sus ojos marranos casi penetrando los míos a través del espejo.
Deslizó la punta de su lengua esta vez por el lóbulo de mi oreja definitivamente haciéndome estremecer y casi temblar sin poder evitarlo. Sonrió notando la reacción de mi cuerpo y me maldije en mi mente. Era increíble manera tan fácil en que podía hacerme temblar con tan solo un simple roce.
-Allá no podría hacerte lo que te hice ayer -volvió a presionar su boca en mi piel.
Esas palabras me hicieron volver al día anterior, recordando aquella escena que en las últimas horas me había costado no reproducir en mi cabeza. Casi me había negado a un principio cuando vi sus intenciones, pero insistió en que simplemente me relajara. Lo hice. No había duda de que hizo explotar cada poro de mi piel haciéndome llegar al clímax de una manera fantástica, incluso había tardado en recuperarme de lo intenso que había sido. En mi cabeza volvía la imagen de la boca de Nathaniel sumergida ahí, en ese punto que con un simple roce me hacía estremecer.
Pero me una pregunta había surgido en mi cabeza después de que su lengua me había recorrido hasta invadirme de placer. ¿Tenía que hacer yo lo mismo? ¿Tenía que hacérselo yo a él? Podría hacerlo. Pero no sabía cómo. Es decir, sabía cómo, tampoco es que fuera una santa que no sabía como se hacía un oral a un hombre. No era algo que hubiese hecho antes, pero por supuesto que me informaba. Aparte que Cassie en ocasiones me contaba sus aventuras y experiencias con sus amigos con derechos. Pero no estaba segura de hacerlo. Siempre pensé que no lo haría, no era algo que me llamase la atención del todo, pero con Nathaniel me causaba cierta curiosidad y el pensar que podría darle placer de esa forma me impulsaba a querer hacerlo.
Los dedos de Nate me sacaron de mis pensamientos sintiendo como ya comenzaban a deslizarse lentamente por debajo de la tela escarlata del vestido. Me acariciaron con las yemas mientras me seguía besando el cuello haciendo a un lado mi cabello para que este no le fuese más un obstáculo.
-Nate -murmuré, pero en ese momento me giré sobre mis talones para poder mirarle a la cara.
Alcé la mirada para poder mirarlo a los ojos. Sus ojos marrones me miraron serios, mientras apretaba la boca después viendo como la diversión se asomó en estos. Aquella diversión que había aprendido a reconocer en los últimos meses. Aquella diversión que se convertía en fuego y al tocarme me encendía hasta hacerme arder.
Sin siquiera vacilar un poco, llevó su mano a mi nuca detrás de mi cabello, me jaló hacia él haciendo que nuestros labios chocaran presionándose el uno contra el otro y comenzó a besarme. Mi cuerpo reaccionó de inmediato, besándolo de la misma manera en que él me besaba rodeando su cuello con mis manos, con mis dedos jugando sobre su nuca.
Me tomó en sus brazos por los muslos, me sentó sobre el lavabo y me abrió las piernas lo suficiente para acomodarse entre estas jalándome de nuevo hacia él chocando su pelvis con la mía. Casi jadeo sobre su boca de no ser por que nuestros labios se restregaban con cierta ansiedad que sabía que en cualquier momento nuestras prendas terminarían en el suelo.
-Si vamos a esa fiesta, dudó poder contenerme en no arrancarte el vestido -apenas pudo decir entre el beso con la voz ronca.
Mordió de mi labio inferior, tirando después de este hasta soltar y volver a estampar su boca sobre la mía. Mis manos ya estaban sobre su pecho y abdomen tocando por encima de la tela de su camisa justo sobre su torso. Presionó sus caderas contra las mías volviendo a pegar su pelvis contra mi pubis y me fue imposible no jadear.
Su boca me besó la mandíbula, el cuello, lamiendo aquella zona haciendo maravillas con su lengua. Dios, así yo no podía contenerme. Me conocía tan bien que conocía cada uno de mis puntos débiles.
De pronto al pensar eso reaccioné, fruncí el ceño aún con la respiración pesada y jadeante y como pude presioné mis manos en su pecho tratando de empujarlo para alejarlo lo suficiente de mí para que me mirara.
-Sé lo que estás haciendo -le dije con la respiración agitada tratando de recuperar la normal.
Me miró atento y después sonrió divertido volviendo a acercarse tomándome del mentón.
-Yo también sé lo que estoy haciendo. Estoy besándote -dijo con esa sonrisa llena de diversión en sus labios.
Me volvió a besar esta vez más lento, pero aún sentía la electricidad que se había formado por aquel beso desesperado.
-No -dije alejándome con dificultad casi estando a punto de mandar todo al diablo-. Me estás tratando de distraer para que no vayamos a la fiesta.
Se quedó callado. Apretó la mandíbula y después comenzó a reír negando. Me acarició los muslos con las yemas de sus dedos y después se apoyó sobre el lavabo, inclinándose hacia mí con sus manos apoyadas una a cada lado mío.
-Claro que no, preciosa -sonrió y casi lo abofeteo. ¿Por qué tenía que ser tan guapo?-. Solamente quiero besarte, con ese vestido te ves jodidamente sexy y me es imposible no querer hacerte todas las cosas que pasan por mi mente -se acercó y me mordió el labio inferior suavemente después soltándolo.
Me quedé callada mirándole. El cabello ligeramente desacomodado, mis manos habían estado ahí segundos antes desordenándolo inconscientemente. Sus ojos me miraban aún con diversión, su boca ligeramente entreabierta viendo como su lengua estaba a nada de chasquear. ¿Por qué tenía que ser tan jodidamente guapo y sexy? Dios.
Volvió a inclinarse metiendo su rostro en el hueco entre mi rostro y pecho, besándome el cuello haciendo que ladeara ligeramente mi cabeza.
-Podemos quedarnos aquí -murmuró contra mi piel besándola-. Te apuesto que nos entretendríamos más aquí que allá -su mano se deslizó por mi muslo metiéndola por debajo del vestido.
Antes de que pudiese llegar a su destino donde seguro que si lo hacía le diría que nos quedásemos, lo volví a empujar. Se alejó de mí gruñendo y salté del lavabo bajando de este. Lo fulminé con la mirada y le apunté con mi dedo índice.
-Vamos a ir y punto -le miré con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
Volvió a gruñir esta vez siendo una especie de bufido y se recargó en la pared del baño. Su magnífico plan improvisado había fallado.
-Por favor, Val -me pidió mientras me daba la vuelta, tomaba mi botiquín de maquillaje y salía del baño-. No necesitamos ir.
-Iremos -dije caminando fuera de la habitación y después yendo a la estancia.
-Es mi fiesta de graduación -lo escuché decir mientras caminaba detrás de mí.
-Por eso mismo tenemos que ir -coloqué el botiquín en el piano.
-Prácticamente yo soy el que debe de decidir si vamos o no a mi fiesta de graduación.
-Si tú decidieras entonces no iríamos, y la meta de la noche es ir -dije esta vez subiéndome de un pequeño salto al piano, sentándome en este.
-Pero yo... -de pronto se detuvo, no le tomé importancia y tomé el pequeño espejo del botiquín mientras sacaba de nuevo el brillo para labios-. ¿Qué estás haciendo ahí? -preguntó y lo miré antes de comenzar a poner el brillo.
Tenía el ceño fruncido, confundido. Se había detenido en medio de la estancia.
-¿Qué no es obvio? Vine aquí para seguir retocando mi maquillaje, así no puedes venir con tu calentura a distraerme aquí -le dije obvia volviendo a mirarme en el pequeño espejo.
Lo escuché carcajear, no lo miré. Hasta que después de unos segundos miré de reojo como se cruzó de brazos aún en el mismo lugar. Giré mi rostro para mirarlo. Me miraba con una sonrisa burlona y divertida y después se mordió el labio subiendo una de sus manos a su barbilla casi pellizcando ahí.
Se acercó hasta mí a lentos pasos, se colocó frente a mí y se inclinó apoyando sus manos sobre el borde del piano con cada una a cada lado de mi cuerpo.
-Preciosa, si piensas que por estar encima de mi piano voy a detener mis ganas de follarte, estás equivocada. Si pudiera te follaría en cada lugar y esquina del apartamento. Así que el que estés encima del piano no hace ningún cambio a mi intento por provocarte, incluso me parece excitante imaginar la escena de mí follándote sobre el instrumento que uso para poder calmar mis estribos los cuales en ocasiones tú me haces perder también -dijo totalmente recto mientras me miraba con una sonrisa peligrosa.
Me miró a los ojos, después bajó su mirada a mi boca. Su lengua se deslizó humedeciendo su labio superior y después de volver a mirarme a los ojos se separó. Aún con la sonrisa en su rostro se dio la vuelta, se alejó y vi como desapareció por el pasillo volviendo a la habitación.
Solté el aire que había estado comprimiendo en mis pulmones sin siquiera darme cuenta. Miré hacia el ventanal completamente anonada de las palabras de Nathaniel que definitivamente me habían descontrolado por completo. Sentí calor. Las ganas de arrancarme el vestido eran inalcanzables. ¿Cómo podía ponerme de esa manera con tal solo unas cuantas palabras suyas?
Comenzaba ya a anochecer, los edificios comenzarían a encenderse en cualquier momento. Respiré profundo tratando de concentrarme solamente en las luces tratando de olvidar las palabras de Nate antes de que mis impulsos me ganaran y me hicieran bajar del piano e ir directo a la habitación para besarlo y cumplir cada una de sus fantasías.
-Entonces, ¿ya nos vamos? -escuché su voz y me giré para mirarlo.
Me miraba con una sonrisa amable, como si ninguna de las palabras que había dicho en mi cara hubieran salido de su boca. Jugaba con las llaves del auto en su mano dándole vueltas a estas. Aún llevaba el traje, sin corbata y sin saco. No importaba cuantas veces lo viera de esa manera, pues habían sido ya muchas, pero cada vez sentía que se veía más guapo que antes.
Maldita seas, Nathaniel. Detestaba que pudiese provocarme de tal manera con tan sólo unas palabras.