Cuando pasó por mi lado, claro sin ella percatarse de que estaba yo ahí, la tomé del brazo. Esta se exaltó por el susto y rápido abrí la puerta que estaba a mi lado entrando ahí metiendo a Val conmigo. Encendí la luz sabiendo perfectamente donde estábamos. Era el baño principal de la planta alta.
-No sabía que... -empezó a decir.
-¿Que te seguía? No te he perdido de vista en toda la maldita noche -dije mirándola mientras esta daba un paso hacia atrás-. Perdóname -murmuré dando un paso hacia ella.
Esta giró su rostro hacia otro lado.
-La cagué, ¿sí? Sé que no debí decirte eso. Dije las cosas sin siquiera pensar, jamás pensaría mal de ti, lo sabes -tomé su rostro entre mis manos haciendo que me mirara. Lo hizo-. No quiero estar así contigo, perdóname. Sé que nada puede justificar las palabras que te dije.
-Fuiste un idiota -volvió a desviar su mirada.
Sonreí un poco.
-Lo fui -admití.
-Solamente por celos -dijo esta vez mirándome.
Apreté la mandíbula. Me miró con una ceja alzada y suspiré soltando un bufido mientras rodeaba los ojos.
-Me puse celoso, sí -admití esta vez.
Sonrió un poco y subió sus manos a las mías acariciándolas.
-Y me hiciste enojar haciendo que tirara mi preciada Perla Negra -soltó y carcajee-. Incluso hiciste que el poco nivel de embriaguez que tenía se me bajara.
-Te hice enojar e hice que tiraras tu preciada Perla Negra -le seguí y esta sonrió aún más. Me incliné a dejar un beso en la comisura de sus labios-. Perdón, es que no puedo mirar a ese imb...
-Bastian -me interrumpió corrigiéndome y gruñí.
-Bastian. No puedo mirar a Bastian y no pensar en la vez que te comió con la mirada -le besé la mandíbula-. Es decir, no lo culpo del todo -sonreí de lado dejando besos por su mandíbula y cuello-, pero el que lo haya hecho en mi presencia me hace casi explotar de celos.
Mis manos fueron a su cintura acariciando esta pegándola a mi cuerpo. Me hundí en su cuello aspirando el aroma que aún impregnaba de su piel. Dejé un beso ahí sintiendo como esta se estremecía.
-Y pensar que te vio con este vestido me hace enloquecer porque sé que de seguro por su mente pasaron imágenes que solamente deberían de pasar por mi cabeza -me separé mirándola mientras llevaba una de mis manos a su nuca por debajo de sus cabellos-. Me siento celoso porque sé que cualquier chico en su sano juicio enloquecería por ti con tan sólo conocerte.
Esta sonrió apenas. Llevó sus manos detrás de mi cabeza colocándolas en mi nuca.
-Pero yo solamente te quiero a ti -se acercó y dejó un beso en mi barbilla-. Tú eres al único chico que quiero enloquecer y al que me gusta hacerlo perder los estribos.
Sonreí. Sí que me hacía perder los estribos en ocasiones, pero por eso me encantaba. Porque podía hacerme perder la cordura en distintas formas. Siendo terca, siendo provocativa, siendo tan encantadora que a veces tan solo mirarla me hacía que el pecho me ardiera. Cada día a su lado me volvía un poco más loco a tal punto que en algún momento sentiría que explotaría. Pero no era ese tipo de locura a la que las personas temen llegar por miedo a perderse a sí mismos, la cosa era que con ella sentía que ese tipo de locura que me hacía llegar a encontrarme a mí mismo y por eso sentía que el tenerla a mi lado era cada vez más fascinante.
No culpaba el que los demás chicos la adoraran en cuanto la conocían, ¿cómo no hacerlo? Era casi todo lo contrario a mí, pero al mismo tiempo éramos iguales. Ella era la luz de mi lado oscuro, y yo era la luz de su oscuridad. Nos complementábamos en ciertas cosas y en otras coincidíamos, y por eso el tenerla a mi lado me había hecho disfrutar de los últimos meses.
Mi miedo era el pensar que, algún día ella se diera cuenta que yo no fuese la mejor de sus opciones porque por supuesto que no lo era. Había otros chicos que podrían quererla y pretenderla, y me daba miedo el que ella se diera cuenta que quizá alguien más pudiese valer la pena.
Fue entonces ahí cuando me di cuenta que quizá me sentía ciertamente amenazado por Bastian. Quizá estaba equivocado respecto a mis ideas de no confiar en él, quizá todas eran ideas por mis estúpidos celos e inseguridades de que Valet fuese a dejarme algún día. Era preciosa, encantadora e inteligente, ¿cómo no iban a quererla?
Aún así, seguía sin confiar del todo en la idea de esa entrevista. Si no eran tan cercanos, entonces ¿por qué le ofrecería algo así? La respuesta en mi cabeza era clara. Quería quizá impresionarla cumpliendo una parte de sus grandes sueños, porque si había algo que era Valet, es que era soñadora. Siempre soñaba sin parar, con los pies sobre la tierra, pero se atrevía a soñar y ser positiva cuando se ameritaba, y por eso también me encantaba. El pensar que Bastian pudiese estar aprovechándose de esa cualidad de ella, me hacía enojar. Pensar que pudiese estar tomando esa oportunidad para tenerla me hacía volver a casi explotar de celos y coraje.
Justo cuando Valet me acarició la mejilla, mis ojos volvieron a centrarse en ella. Hasta que la oscuridad me lo impidió. La luz se apagó, la música dejó de escucharse por un momento también callándose las voces de todos cantando abajo. Fruncí el ceño, a tientas busqué el interruptor y al encontrarle presioné dos veces para comprobar la idea que vino a mi cabeza ante todos esos acontecimientos.
-Se fue la luz -dije en voz alta sintiendo como Val se había aferrado un poco más a mí-. No es la primera vez que pasa. Lucas llena la casa de luces y de grandes bocinas que ocupan mucha energía hasta botar los switch en los interruptores.
-¿Ya habías venido a una fiesta aquí entonces? -escuché a Val preguntar.
Aunque no pudiese verla del todo sabía que en su rostro había una cara de sorpresa.
-Sí. En los primeros semestres digamos que sí me atrevía a salir de fiesta -sonreí mientras mis ojos se acostumbraban a la oscuridad logrando divisar el rostro de Val-. Pertenecía al grupo de amigos de Lucas.
-¿Y qué pasó? -preguntó con curiosidad.
Sonreí.
-Bueno, decidí que no tenía tiempo para enforcarme en tres cosas -dije acariciando el rostro de Valet inclinándome a dejar un beso en sus labios.
-¿Por el trabajo? -preguntó cuando me separé de su boca.
-En parte. Quise solamente enfocarme entonces en eso y en los estudios -volví a besarla esta vez siendo más largo el beso, en el cual percibí un sabor a cereza. Me separé-. ¿Tomaste algo con saber a cereza?
-Creo -dijo y vi como ladeó la cabeza en su intento de hacer memoria-. Los tragos del juego me sabían a algo dulce como cereza, supongo que fue eso.
Volví a besarla tomándola del mentón volviendo a sentir el sabor en mi boca. Me separé y relamí mis labios después sonriendo.
-Me gusta -dije sonriendo y noté como esta sonrió igual.
-¿Crees que debamos de salir? -preguntó mirando hacia la puerta.
Abajo se escuchaba que vitoreaban, seguro para que la luz volviera. Era tanta gente que aún con la ausencia de la música había ruidos por todas partes.
-Probablemente -me incliné volviendo a hundir mi rostro en la curva de su cuello besando ahí-. O podemos quedarnos aquí y aprovechar el tiempo.
Mi boca humedeció aquella zona con besos lentos y húmedos. Mis manos volvieron a aferrarse a la cintura de Val mientras esta ladeaba su cabeza para darme más acceso a la piel en aquella zona que besaba. Sonreí sobre ahí, después deslicé la punta de mi lengua por todo el largo de su cuello hasta llegar a su lóbulo donde atrapé este entre mis dientes mordiendo suavemente. La escuché jadear.
Mis manos bajaron por sus muslos hasta tomarla y subirla justo a lado del lavamanos. La apoyé ahí y me abrí paso entre sus piernas atrayéndola a mí por los muslos. Sus manos se colocaron en mi pecho y mi boca le besó la piel suave de su mandíbula hasta llegar a su boca. El sabor que había en ella me volvía loco, si antes lo hacía ahora lo hacía más.
Quería saborear más, era algo que me pasaba con ella. Con un simple beso siempre deseaba más, me hacía querer más.
Mi boca comenzó a moverse contra la suya cada vez con más ansiedad y necesidad, sintiendo como esta se dejó llevar. Me encantaba que lo hiciera. Me mataba que podía ser tan sumisa y tan controladora a la vez cuando se lo proponía. Sus manos tocaron la piel de mi pecho que apenas se veía por los botones desabrochados de mi camisa. Una de mis manos se presionó sobre su nuca para poder saborear más de sus labios haciéndome casi jadear por el delicioso sabor de estos. Deslicé mi mano por su cuello acariciando este, después por su clavícula hasta llegar a sus pechos donde no dudé en tomar uno de estos con mi mano comenzando a masajearlo en círculos por encima de la tela.
Jadeó contra mi boca casi apartándose de la mía y sonreí volviendo a atraerla hacia mí.
-Nos van a escuchar -logró susurrar antes de que volviera a presionar mi boca sobre la mía.
-No lo harán -dije mordiéndole el labio mientras mi mano colocaba un poco más de presión sobre uno de sus pechos-. Están muy ocupados haciendo otras cosas.
Sus manos se deslizaron de mi pecho hasta mi abdomen, de ahí la sentí vacilar tocando el borde mi pantalón después yendo directo a mi entrepierna donde presionó su mano ahí casi haciéndome soltar un jadeo sobre su boca. Volví a morder su labio inferior, después atrapándolo entre mis labios succionando de este escuchándola suspirar. Puso más presión entre mi entrepierna mientras yo bajaba mi mano desde su pecho hasta uno de sus muslos deslizando lentamente mi mano por debajo del vestido.
Justo cuando la palma de mi mano se presionó en su entrepierna soltó un pequeño y apenas audible gemido que fue suficiente para encenderme por completo. Me encantaba escucharla así, más si era yo quien le provocaba aquellos gemidos.
-Nate -susurró apartándose con dificultad de mi boca-. Nos pueden escuchar -insistió.
No mentía del todo. Había una probabilidad de que no escucharan, eso no se podía negar, pero también estaba la probabilidad de no ser escuchados. En aquel momento la cordura no estaba en uno de mis principales sentidos.
-Igual no es algo que antes no hayan escuchado -dije sonriendo sobre su boca volviendo a acercarme, esta vez sacando mi mano de su vestido colocándola en su muslo.
La vi sonreír, subió ambas de sus manos a mis mejillas tomándome por el rostro.
-Quizá tengas razón -dijo mirándome mientras sonreía. Se inclinó y sentí su boca rozar mi oreja-. Pero me gustaría que mis gemidos sigan siendo solamente para la persona que los provoca -susurró en mi oído después dejando un beso en mi lóbulo.
En ese momento la luz volvió. Casi cegándome por un momento debido a que me había ya acostumbrado a la oscuridad. Se escucharon gritos de festejo abajo y la música no tardó en sonar. Miré a Val, quien me miraba con una leve sonrisa. Sonreí y tomándola de la nuca la atraje a mí besándola.
-¿Podemos entonces ir a casa para poder escucharlos ahí? -murmuré al alejarme mirándole la boca mientras sonreía-. No quiero que la noche termine sin que yo te haya arrancado ese vestido.
La miré de abajo hacia arriba, aún sentada y apoyada a la par del lavamanos. Sonrió, me acarició la mandíbula y nuca y se inclinó dejando un beso en mi barbilla.
-Solo si antes de irnos vas a la barra a pedirme una Perla Negra -sonrió mirándome coqueta.
Reí y negué rodeando los ojos.
-Trato hecho -dije y la bajé del lavamanos.
A la mañana siguiente desperté cuando la luz del día traspasó los ventanales de la habitación. A veces detestaba aquello y planeaba realmente poner alguna clase de cortinas, pero Valet me había amenazado diciéndome que no lo hiciera pues a ella le gustaban así tal cual. Como no hacerlo si desde ahí a veces se quedaba embobada viendo la noche. Adoraba ver esa imagen.
Miré a mi lado, Valet estaba en un profundo sueño. Boca abajo con el cabello esparcido por toda la almohada. Sus hombros desnudos debido a que la sábana apenas le cubría parte de la espalda. Me encantaba despertar así a su lado. Después de la fiesta, cuando llegamos al apartamento, siquiera pudimos esperar a cruzar del todo la puerta de este cuando ya estábamos besándonos y después en la cama uno encima del otro.
Por eso la razón por la que la tenía a mi lado desnuda, cubierta con las sábanas mientras estaba en un profundo sueño. La observé por unos segundos deslizando mis dedos por su hombro y espalda, acariciando su suave piel. Lucía tan hermosa incluso así. Sus pestañas rizadas al natural, sus mejillas, sus labios ligeramente entreabiertos. No había día en el que no pensara en lo preciosa que era, y en lo afortunado que me sentía de tener a alguien como ella que no solamente era preciosa en físico.
Me acerqué un poco más a ella, dejé un beso en hombro y después me levanté de la cama con cuidado de no hacer mucho movimiento para no despertarle. Fui directo al baño dándome una rápida ducha pues saldría a comprar algunas cosas antes de que Valet despertara. Tenía que ir a comprar algo de comida para preparar el desayuno, y también lo que hubiese en la lista que Valet dejaba en el refrigerador, junto con los billetes que dejaba pero que claramente yo no tomaba, lo que la hacía molestar. Habíamos hablado sobre el tema de dinero tantas veces que cuando comenzaba yo simplemente me hacía el dormido para no tener que explicarle que yo me ocupaba de eso. Por supuesto ella se molestaba y se quejaba de que no dejara que pusiera ni un centavo, aunque en ocasiones la dejaba solamente para que pudiese sentirse satisfecha.
Después de la ducha me vestí, con unos pantalones flojos de deporte y una camisa. Me coloqué los tenis y miré que Valet seguía en su sueño profundo, esta vez se había movido un poco sobre la girando su rostro hacia el otro lado, pero aún boca abajo. Me acerqué, la cubrí mejor y después dejé un beso en su hombro desnudo. Salí de la habitación tomando las llaves del auto y la cartera.
Tampones. Tenía que comprarle tampones a Valet. Justo cuando me encontraba ya cerca de la caja para pagar todo, recordé la lista de Valet, en la cual lo único que me faltaba por tomar y meter en la canasta eran los tampones. Yo mismo me había encargado de que me explicara cuales usaba específicamente para que no tuviese ella que venir cada vez a comprar, mejor lo hacía yo por ella cuando viniese a comprar lo demás. Le ahorraba una salida y tiempo.
No entendía ni mierda del por qué había tantos tipos, tamaños, estilos, ¿qué mierda? ¿No es algo que simplemente debes meterte y ya? Por suerte memoricé la marca y el color de envoltura. Al ver la envoltura morada tomé un paquete echándolo en la canasta. Antes de que volviera a la caja saqué la lista de nuevo sólo para verificar el que no estuviese olvidando nada más, no quería que algo de la lista de Valet faltara.
No faltaba nada.
Justo en el momento en que guardé la lista alcé la vista hacia el otro lado del pasillo. No sé por qué, pero coincidió en que un hombre yacía ahí mirándome fijamente. Pensé en que había sido coincidencia y que desviaría la mirada, pero no lo hizo. Me mantuvo la mirada fija, sin quiera vacilar un poco. Sus facciones siquiera se inmutaron. Fruncí el ceño algo confundido, cualquier otra persona ya hubiese desviado la mirada. Él no lo hizo.
La idea de que quizá se mantenía mirándome fue porque quizá estaba en una sección donde seguramente no se veía a hombres andando por aquí, a menos que hicieses este tipo de compras por tu novia, el cual era mi caso. Decidí no darle importancia girándome hacia el otro lado para caminar fuera del pasillo, pero antes de que pudiese salir por completo de este, volví a mirar hacia atrás esperando que el hombre ya no siguiera ahí.
Pero lo hacía.
Aún con su mirada fija en mí. Iba vestido de un traje azul marino. No era tan mayor. Tez blanca, quizá rubio, ojos claros. Tenía la mandíbula apretada.
Apreté los labios, en espera a que su mirada se desviara esta vez. No lo hizo.
Bueno, ¿qué tanto tenía que mirar? Fruncí el ceño. Ahí fue cuando pareció reaccionar. Sus labios que habían permanecido en una simple línea recta se curvearon hacia un lado, negó y entonces caminó hasta que los estantes me hicieron perderlo de vista.
Era bastante raro.
Volví a caminar hasta la caja, donde pagué todo y me cuatro bolsas en las que todo cupo a la perfección. Agradecí a la mujer que me atendió, le dediqué una leve sonrisa y con una mano me encargué de tomar las cuatro bolsas. Salí de la tienda, fui directo al estacionamiento que era subterráneo y con las llaves en mi mano, oprimí el botón para que los seguros del auto se botaran y la alarma se quitara. Al llegar, abrí la cajuela, subí todas las bolsas de una y después cerré la cajuela.
Mi celular vibró en mi pantalón. Lo saqué mirando que era un mensaje de Valet, a lo que en automático sonreí al leer su ''¿Dónde estás?''. Desbloquee la pantalla, automáticamente yendo a la mensajería a seleccionar el nombre de mi chica.
Pero algo me impidió la vista volviendo mi visión oscura.
-Qué mierda -dije confundido llevando mis manos a mi cabeza para poder ver de qué se trataba aquello.
Antes de que pudiese hacerlo sentí un golpe en mi costado que definitivamente me sacó el aire. Gruñí tambaleándome, sintiendo como mi cuerpo chocaba contra el auto. Mis manos fueron de inmediato a mi rostro apartando lo que sea que me habían puesto en la cabeza. De inmediato saqué la bolsa negra de tela que me había quitado la visión. ¿Qué mierda estaba pasando?
Tres hombres estaban frente a mí, vestidos de negros con caza montañas.
Fruncí el ceño confundido aún adolorido por aquel golpe en mi costado.
-¿Quién carajos...? -empecé a decir pero entonces uno se adelantó viendo como su puño iba directo a mi rostro.
Lo esquivé de inmediato haciéndome a un lado y apartándome del auto. Si me quedaba ahí podrían acorralarme contra este y no sería ninguna ventaja para mí. Los hombres se acercaron amenazantes, uno fue bastante rápido volviendo a darme un puño en una de mis costillas haciéndome gruñir. Otro aprovechó eso como ventaja para empujarme la rodilla haciéndome caer en una sobre el pavimento de aquel lugar. Quisieron patearme, pero rodee sobre el piso después hincándome con una mano sobre mi costado tratando de calmar el dolor ahí.
Mierda.
Uno se acercó, y mientras estaba yo hincado quiso darme un golpe pero rápido me levanté yendo en dirección opuesta a él. Me coloqué detrás y lo empujé después viendo como los otros dos se acercaban a mí. Le di un puñetazo en la garganta sabiendo que aquel era un punto débil. Tosió descontroladamente y esa fue mi señal para ir por el otro notando como este estaba preparado para darme unos golpes. Comenzó a aventar sus puños hacia mí, alcé mis brazos en modo de defensa sintiendo como golpeaba contra mis muñecas. Con mi pierna di una patada en su rodilla haciéndolo tambalear, aproveché esa oportunidad para darle un puñetazo en las costillas y después empujarlo haciéndolo caer.
Pero entonces sentí unos brazos jalarme hasta hacerme caer al piso. Traté de levantarme, pero mi rostro recibió un puño fuerte que me hizo cerrar los ojos con fuerza y gruñir. Alcé mis puños sintiendo como chocaban contra algo fuerte, esta vez no siendo yo el que gruñó. Volví a dar contra la garganta del hombre, pero entonces otro hombre vino en su ayuda comenzando a patear mis costillas haciéndome casi retorcerme del dolor. De pronto no fue sólo una pierna la que impactaba contra mi cuerpo, fueron dos. Y después no fueron dos, fueron tres.
Sabía pelear, pero definitivamente no estaba apto para pelear contra tres hombres. Menos cuando me tenían en el suelo pateándome hasta sacarme el aire. Sabía lo que tenía que hacer en ese momento si me quería proteger. Tuve que hacer ovillo para proteger mi abdomen y costillas si no quería salir más lastimado o con golpes graves.
Pensé en que quizá eran ladrones. Pero, ¿por qué no tomaban mi cartera y ya?
-Ya fue suficiente -escuché una voz y de pronto las patadas cesaron-. Creo que ya le ha quedado claro, y el jefe nos ha pedido no matarlo pues es su arma favorita.
Apenas y pude enderezarme sobre el suelo tosiendo y después escupiendo, sintiendo el sabor metálico que estaba sobre la comisura de mi labio. Alcé la vista hacia el lugar donde la voz provenía. Justo ahí, del otro lado del lugar, estaba el mismo hombre que me había observado en la tienda, el que me había mirado sin desviar la mirada. Sostenía entre sus dedos un cigarrillo.
Fruncí el ceño confundido y extrañado. ¿Qué mierda estaba pasando? ¿A qué carajos se refería? ¿Jefe? ¿Arma favorita?
-He aquí un pequeño mensaje de que una vez que te metes a este mundo, no puedes ya salir -se acercó a mí con una sonrisa mientras me miraba después de dar una calada al cigarro-. Una vez que decides trabajar para el diablo, no te puedes negar a sus peticiones.
Traté de incorporarme sentándome en el pavimento, pero un golpe en el abdomen me hizo gruñir alto volviendo a sentir mi cabeza contra el suelo. El hombre se inclinó para mirarme.
-Sigue negándote a los juegos, y la próxima no serás tú al que golpearán -me miró con una sonrisa burlona, me guiñó un ojo y después se incorporó tirando el cigarrillo al suelo a centímetros de mi rostro. Pisó la colilla para apagarlo y después metió ambas de sus manos en sus bolsillos-. Vámonos.
El hombre se dio la vuelta, detrás de él fueron los otros tres hombres quienes ya se habían quitado los caza montañas, pero no pude verle los rostros pues mi panorama solo podía verles la espalda.
Salieron del estacionamiento mientras yo me incorporaba soltando un fuerte y alto gruñido al sentir un dolor casi insoportable sobre uno de mis costados, justo debajo de la costilla. Mi mano alcanzó a tomarse de la parte trasera de mi auto y vi mi celular tirado en el suelo. Lo tomé. En él vi el mensaje de Val el cual había estado a punto de responder antes de que me atacaran.
De pronto me alarmé, recordando las penúltimas palabras de aquel hombre. Aquello definitivamente no había sido un asalto. Había sido una advertencia. Fue entonces cuando por un momento dejé de sentir el dolor en todo mi cuerpo sintiéndome frío.
Valet.