John estaba confundido, no entendía dónde estaba, por qué su madre estaba llorando, ni mucho menos que había pasado, después de un rato se aventuró a preguntar:
- Mamá – Dijo John finalmente – ¿Dónde estamos? – Preguntó sentándose en la cama.
- En el hospital – Respondió limpiándose las lágrimas – ¿No recuerdas nada de lo que pasó? – Preguntó un poco más calmada.
- Lo último que recuerdo fue haber tumbado la puerta de la escuela y luego caerme al suelo, después de eso no recuerdo más nada – Contestó aún confundido.
- Estuviste dormido por 2 meses – Dijo y John la volteo a ver con auténtica sorpresa en su rostro.
- ¿Señora? – Llamó el doctor mientras entraba al cuarto – ¿Acaba de despertar? – Preguntó con bastante interés.
- Si hace unos dos minutos – Respondió Ana
- Ya veo – Dijo mientras comenzaba a anotar en una hoja – Esto no tiene precedentes.
- ¿Qué quiere decir? – Preguntó la madre con preocupación.
- No, no es nada de lo que deba preocuparse señora – Respondió el doctor mientras se volvía a verla – En cualquier caso puede que su hijo deba hacer terapia física por un tiempo.
- ¿Por qué? – Esta vez fue John el que preguntaba, sabía perfectamente porque lo decía, pero no entendía porque se lo decía a él.
- Veras, tu cuerpo estuvo 2 meses y 3 días sin moverse, puede que tus músculos se hayan atrofiado y necesites ciertos ejercicios para volver a moverte como antes – Explicó el doctor, Ana estaba preocupada por su hijo, pero John solo estaba confundido.
- Puedo mover mis piernas con normalidad – Dijo haciendo que su madre y el doctor se volvieran a ver como movía sus piernas de un lado a otro, la sorpresa invadió los rostros tanto de su madre como del doctor.
- Tal vez puedas moverlas mientras estás sentado en la cama, pero no creo que las puedas mover estando de pie – Explicó el doctor – En todo caso es buena señal, eso significa que no es tan grave y no estarás mucho tiempo en terapia – Mientras el doctor explicaba, no se daba cuenta de lo que su paciente estaba haciendo.
John se movió, quedando sentado al borde de la cama y antes de que el doctor o su madre siquiera pudieran decir o hacer algo, él se puso de pie, para sorpresa del doctor y de Ana, John no tenía ninguna parte del cuerpo atrofiada, por el contrario, no parecía que hubiera estado durmiendo por dos meses, parecía que se acabara de levantar por la mañana después de una noche de sueño. El doctor estaba sorprendido, por un lado le alegraba que su paciente no tuviera nada, pero por el otro lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos iba en contra de todo lo que le habían enseñado durante su formación como médico:
- Me alegra que seas capaz de moverte – Dijo con algo de dificultad debido a la sorpresa – Si no tienes nada grave supongo que puedes irte hoy mismo.
- Mi único problema es que tengo mucha hambre – Protesto llevándose la mano al estómago y volviéndose a sentar en la cama.
- Para eso si hay una cura rápida – Respondió el doctor riéndose entre dientes.
- ¡Doctor! – Llamó de pronto una voz femenina joven – Lo necesitan urgentemente en la sala del personal de seguridad – Dijo nada más entrar en el cuarto, se notaba la fatiga en ella por haber corrido, era bastante obvio que era una enfermera y era aún más obvio que algo importante estaba pasando.
- ¿Es por qué todos despertaron ya? – Preguntó el doctor.
- ¿Cómo se enteró? – Preguntó la enfermera confundida y sorprendida.
- Me avisaron mientras venia para acá – Respondió.
- ¿Todos los muchachos despertaron ya? – Preguntó esta vez Ana.
- Si, así es – Le contesto el doctor.
- ¿Me perdí de algo? – Esta vez fue John el que hizo la pregunta, estaba muy confundido por la situación ¿Qué había pasado mientras estaba inconsciente?
- No fuiste el único que estuvo en coma – Comenzó a explicar el doctor – Todos los que estuvieron en tu escuela ese día entraron en coma, estuvieron en ese mismo estado por el mismo tiempo que tú, dos meses, y hoy despertaron.
- ¿Qué causó el coma? – Le preguntó esta vez Ana.
- No lo sabemos, pero lo único que sabemos es que tanto el cuerpo de John como el de los demás muchachos entro en una especie de hibernación.
Era la primera vez que John escuchaba esa explicación, pero la tercera vez que Ana lo escuchaba, no obstante la pregunta seguía en el aire ¿por qué habían entrado en hibernación? Pero no importaba cuantas vueltas se le diera, no había respuesta real para aquella pregunta. Después de aquella conversación, John por fin pudo comer algo sólido después de dos meses, luego del almuerzo le dieron el alta y se fue a casa, Ana estaba feliz de abandonar el hospital, pero se sentía decaída por no despedirse de Gabriela, ella se preguntaba el por qué era tan cobarde ¿por qué no podía aceptar el pasado o a ella misma? Después de una media hora de viaje llegaron, la casa de John y Ana era simple, pero al mismo tiempo moderna, con dos pisos, dos baños, cuatro habitaciones, un gran patio trasero y una cocina que combinaba bastante bien con el exterior de la casa, con unas baldosas que iban en un patrón de marrón turquesa y con un negro grisáceo, las despensas hechas de madera, divididas en varias zonas y con agarraderas de metal en varias puertas y las que no tenían agarraderas eran puertas corredizas, todas estaban llenas de los artículos de cocina más comunes, la vajilla, los cubiertos en los cajones y los alimentos guardados en una gran nevera que, aunque no era de último modelo, tampoco era de principios de siglo.
Al llegar John fue directo a su cuarto y se dejó caer en la cama haciendo que el colchón rechinara, Ana se acercó y se quedó observando a su hijo, varios recuerdos se cruzaron por su mente, recuerdos de cuando John aún no había abierto la boca por primera vez, recuerdos de cómo su esposo Brandon y ella concibieron a John, recuerdos de cuando John había nacido y los recuerdos que más le pesaban, los tres años y medio que ella, John y Brandon convivieron antes de la muerte de este último, esos recuerdos eran los que más le pesaban, le pesaban porque Brandon siempre mantuvo esa sonrisa y alegría, incluso cuando dio su último aliento lo hizo con una sonrisa en el rostro, Ana salió del trance y se volvió a mirar a su hijo quien también la miraba:
- Recordabas a mi padre – Era una afirmación.
- Si – Contestó – ¿Cómo te diste cuenta?
- Eres demasiado obvia.
- Últimamente parece que todos pueden leerme – Dijo mientras se sentaba al lado de su hijo.
- Tal vez es el estrés, deberías tomarte unos días, se te notan demasiado las ojeras – Respondió mientras observaba la parte de abajo de sus ojos – Parecen bolsas de supermercado muy llenas – Sentencio burlonamente.
- Eres el segundo que me dice eso hoy.
- ¿Quién fue el primero? – Pregunto con interés.
- Gabriela – John solo se rio entre dientes.
- ¿Cómo están ella y Luis? – Pregunto para desviar el tema.
- Ella está bien y Luis seguro ya despertó – Respondió cambiando el tono por uno más relajado – Estaban en el mismo hospital que tú.
- ¿No estaban en Massachusetts? – Ahora había más curiosidad en su pregunta.
- Me dijo que iba a dar una clase en la universidad de la ciudad – Respondió mientras John se sentaba – Debes estar cansado por todo lo ocurrido.
- Eso es lo extraño, no me siento cansado para nada.
- Bueno pues quizás dormir por dos meses seguidos te haya dejado lleno de energía, yo estoy exhausta – Sentencio con algo de burla en su voz.
- Quizás estar sentada en la misma posición dos meses seguidos te haya dejado sin energía – Replicó devolviéndole la broma.
- En eso tienes razón y ya se está haciendo tarde – Dijo volviéndose a la gran ventana del cuarto de su hijo – Me voy a la cama, trata de dormir un poco.
- No prometo nada – Respondió burlonamente John – Oye, ya que Gabriela está en la ciudad deberíamos invitarla a comer algo – Propuso mientras Ana se volvía a verlo.
- Me gustaría, pero no creo que pueda costear comida para cuatro – Respondió mientras hacía los cálculos mentalmente.
- No tiene que ser en un restaurante – Comenzó a decir John, la mirada de Ana cambió por una que reflejaba intriga – Podemos invitarlos a comer hamburguesas aquí en la casa, recuerdo que en la nevera estaban casi todos los ingredientes, solo falta el queso y el pan – Explico mientras su madre lo escuchaba con atención.
- Me parece bien y eso si lo puedo costear – Dijo eso último en tono de burla – Solo tendría que comprar el pan y el queso, y puede que para el sábado tenga todo listo.
- Por cierto ¿qué día es? – Pregunto John, con todo lo que había pasado John no se había percatado del detalle de que no sabía que día era y tampoco la fecha.
- Jueves – Respondió Ana.
- Ya veo – Dijo más para sí mismo que para su madre – Descansa mamá.
- Descansa hijo – Respondió y luego le dio un beso en la frente.
Justo como John le había dicho, no conseguía conciliar el sueño y decidió ponerse sus grandes audífonos negros y escuchar música, Ana había bajado a la cocina y se sirvió un vaso de agua, cuando se lo bebió miró por un momento su teléfono, tenía la pantalla encendida con el número de Gabriela listo para marcarle, ni siquiera recordaba cuando había encendido la pantalla, eso no le pasaba desde sus días en la secundaria, por un momento se lo pensó, el haberla visto ese día le hizo revivir viejos recuerdos de su pasado, recuerdos de antes de conocer a Brandon, y algunos eran muy dolorosos para ella, pero por muchas vueltas que le diera, sus opciones siempre eran las mismas, tal vez porque se sentía acorralada o quizás su cerebro estaba bloqueando sus demás opciones y la empujaba a marcar, finalmente pulso la pantalla y colocó el teléfono en su oreja, escucho como sonaba unas cuatro veces hasta que la otra línea finalmente se abrió:
- ¿Buenas noches? – Dijo con un tono de cansancio en su voz.
- Hola Gabriel – Respondió Ana.
- ¿Ana? – Preguntó sorprendida – ¿Todo está bien?
- Si – Respondió al notar la preocupación en la voz de su amiga, quizás debió decirle algo antes de irse del hospital – Es solo que John y yo queríamos invitarte a ti y a Luis a una reunión el sábado aquí en la casa.
- Claro, no hay problema – Contesto inmediatamente – Mándame la dirección y hora y el sábado estaremos ahí – Continuo muy animadamente.
- ¿Te parece bien a las tres? – Pregunto Ana.
- Sí, claro – Respondió con el mismo ánimo en su voz – Será un placer ir.
- La dirección te la enviare por mensaje.
- De acuerdo.
- Ten buena noche, descansa – Dijo despidiéndose.
- Igualmente Ana.
Y la línea se cortó, los recuerdos volvieron a inundar la mente de Ana, esos recuerdos eran de varias fechas, pero los que más se repetían eran de su época en la secundaria, la primaria y todo lo que había hecho con Gabriela, era algo un poco extraño, normalmente no se molestaba en recordar el pasado si no era para algo importante, no porque no quisiera, sino porque le resultaba muy doloroso, pero esta vez parecía que era todo lo contrario, una sonrisa se formó en su cara y sintió como se aligeraba el peso que había sobre su hombros, pero no se había ido, al menos no del todo, pero había una sensación de ligereza en todo su cuerpo que no sentía desde el último año en la secundaria, volvió a subir a su cuarto, se acostó en su cama y se quedó dormida nada más tocar su almohada.