Capítulo 2 Afraid

Seis horas más tarde el cuerpo de Adrien se encuentra tirado en el suelo, sigue con vida. Estuvo inconsciente toda la noche, hasta que llegó la primera luz del día. Una sombra de un hombre se hace presente tapándole el rostro del muchacho, se arrodilló para agitarlo.

-¡He! ¡Despierta! -pronuncia mientras agita al joven con fuerza. -¡Otra vez dormiste afuera! -pronuncia con una voz agitada, luego de suspirar.

El hombre se pone de pie sujetándose de sus rodillas, con movimientos leves para no intensificar su cansancio. Adrien poco a poco va despertando. La luz del sol ilumina el rostro del muchacho, este se cubre para evitar la molestia.

-¡Pa-pá! -susurra intentando entrar en sus cabales.

Adrien se pone de pie muy despacio. Se observa su hombro herido por las cortadas producto del impacto con la puerta. Mira a sus alrededores, pedazos de madera están esparcidos. Da un paso, siente un dolor punzante en su pie. El ardor en su mano hace que se lo revise, y denota que tiene una cortada en su mano derecha.

-¡Pá! -entre lágrimas lo aclama. -¡ha vuelto a pasar! -susurra con pesar.

-¡Ya lo creo! -responde a susurro.

El padre observa con detenimiento la destrucción que yacía en su hogar. La mesa del comedor estaba boca abajo, sin una de las patas. La biblioteca estaba tirada en el suelo, impidiendo el paso a los mismos. El hombre empuja los restos y se abre paso. Se acerca a la cocina, observa los cuchillos y tenedores clavados en la pared. Las alacenas estaban destruidas, colgando de un ínfimo clavo. Adrien intenta ponerse firme y avanzar en dirección a su padre. Tropieza ni bien ingresa.

-¿Quieres quedarte quieto? -reclama el padre suavemente.

-¡No quiero dejarte solo! -responde el muchacho tomando valor para resistir el dolor.

El padre regresa a Adrien, lo toma del brazo y lo ayuda a sentarse. El hombre revisa la venda y lo limpia. El muchacho se limpia con otro trapo la herida de su pie. Se miran.

-Y... ¿Esta vez quién fue? -preguntó el padre a su muchacho mientras de su maletín sacó un pequeño envase de alcohol y un vendaje.

-Era... Era mamá... -respondió con un nudo en la garganta. -¡Mamá y Sol! -añadió mientras se le escapan las lágrimas. -¡Papá! ¡Era mamá y Sole! -finalizó exaltado.

-Mmm... Eva y Sol... -susurró el hombre. -¿Todo esto lo hicieron ellas?

-¡No! ¡Ellas lloraban y gritaban! Había... -contaba intentando recordar con exactitud las secuencias. -¡Había alguien más!

-¿Quién era? -preguntó su padre mientras ajustaba el vendaje limpio a su hijo.

-¡No lo sé! ¡Era un desconocido!

El padre termina de amarrar la venda con fuerza. Se levanta y prosigue a ordenar el desorden. Adrien se levanta con las pocas fuerzas que le quedan, se dirige al baño y se asea para limpiar sus heridas. Ambos finalizan sus tareas. El hombre se sienta en una de las sillas que trasladó del comedor a la cocina, mientras prepara un café. Adrien se dirigió a su cuarto, para dormir nuevamente.

-¡Oye! Necesito que seas más leve con tus acciones. ¡No quiero vivir en las calles por tu culpa! -exclama el padre dirigiéndose a la nada misma.

-¡Déjame en paz, repetía! -Se escuchó una voz grave que respondía al hombre. -¡Es igual a ti, un cobarde! -finalizó el desconocido.

-¡Lo sé! Creí que tendría el valor para enfrentarte, pero sigue siendo un inútil.

El hombre le da un último sorbo a su café. Se pone de pie, camina en dirección hacia el cuarto de Adrien. Toca el hombro del muchacho, este entre abre sus ojos negros. Jakman se dispone a conversar con su hijo.

-¡Padre! ¿Por qué sigues aquí? -pregunta Adrien dolido mientras su cabeza se agacha. -¿Por qué continuas regresando al mismo lugar de siempre?

-¡Porque quiero que descansen en paz! -responde Jakman, -¡Tendrás que seguir aguantando, hasta que finalmente pueda superarte! -finalizó cubriéndolo con una sábana blanca, invitándolo a que vuelva a descansar.

El Doctor Jakman se pone de pie, acaricia la frente de su hijo. Se acerca a la puerta la cual vuelve a rechinar, toca el interruptor cortando la luz del cuarto. Se dirige al suyo, cierra la puerta con llave y recita una serie de palabras.

-¡Llévame! ¡Llévame otra vez! -dijo mientras su voz se iba silenciando poco a poco.

Apenas finalizó, el cuarto se cubrió de una oscuridad más fría que la de Antártida. La casa comienza a incendiarse, Adrien ya no está. El doctor desapareció.

            
            

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