Vivir a base del dinero puede hacerte sentir bien, pero a la vez, sientes un vacío extraño en el corazón. Y eso había sentido desde el verano pasado. Mi novia y yo íbamos a un concierto de Olivia Rodrigo, todo iba bien, hasta que chocamos con un camión, el hombre iba ebrio, yo intenté que no le sucediera nada y todo empeoró, recuerdo la sangre en su frente, en sus labios, recuerdo los morados y como cerraba los ojos con lentitud. Recuerdo que me desesperé e intenté llamar a emergencias, pero fue muy tarde porque sentí mi cuerpo desfallecer. No tengo idea de cuánto tiempo estuvimos ahí, pero yo amaba a esa chica, la manera en la que sonreía y me decía que era un tonto por pararme a las tres de la mañana a comer helado, o esas veces que me gritaba frente a todo el instituto que me amaba. Todas esas cosas me habían llenado por dentro, ella era la indicada o eso creía.
Quedé en coma por un mes, cuando desperté lo primero que hice fue preguntar por ella. Pero mis padres no quisieron hablar del tema hasta que salí del hospital, estaba desesperado, nervioso, ansioso de verla. Hasta que lo supe, ella había perdido la memoria, sus padres se la habían llevado del país y nadie sabía a dónde. Desapareció de las redes, cambio de línea y la perdí. Cada momento que pasamos juntos se borró de su mente, ella fue un huracán, mi propia tormenta. Lloré por semanas, hasta que cumplí veintidós años y empecé a moldear mi vida. Comencé junto con un amigo a crear trajes y a venderlos, crecí, me fui a New York y me volví un empresario exitoso. La sociedad me considera «Un hombre millonario y afortunado de la vida». Yo por otro lado, siento que mi vida está muy alejada de la fortuna. En dinero si que tengo una fortuna, pero en emociones soy inestable, me escabullo en el trabajo para olvidar lo que sucedió el año pasado.
La vida es muy hijo de puta cuando quiere. Eso me lo demostró hace dos días, cuando crucé la puerta de mi restaurante favorito y la miré. La chica que había amado, la chica que se olvidó de mi, tuve la esperanza de que supiera quién era, pero cuando me observó con ojos curiosos y desconocidos, confirmé que jamás pudo acordarse de mí. Era extraño, porque acabamos en la misma ciudad y tomé la decisión de contratarla, para tenerla cerca, para poder sentir que podíamos ser amigos. Y para poder vengarme un poco de todo lo que sucedió. Sé que no fue su culpa, se que no tiene nada que ver. Pero detesto que me haya olvidado, detesto que haya olvidado lo que alguna vez fuimos.
-¿En qué piensas? -me preguntó Ryan.
-En lo que sucedió ayer, nunca pensé que la volvería a ver.
-Es el destino -se metió una goma de mascar a la boca y siguió hablando-. Ambos estaban destinados a volverse a encontrar.
-Lo dudó -murmuré-. No creo en el destino Ryan, ayer cuando la vi acercarse a mí, me sentí indefenso y la traté un poco mal.
-¿Y eso harás ahora? ¿Tratar mal a la persona que te gustaba cuando eras joven?
-Es el plan.
-Suenas como un demente -argumentó.
-Soy un demente dolido Ryan.
-Bien, haz lo que desees. Pero ahora es tu secretaria y deberás verla todos los días. Porque tú mismo te condenaste.
-Solo jugaré un poco con ella, ya sabes, calentarla, molestarla.
-Bien, te dejo con tus ideas de demente, yo me iré a ver a Sasha.
-¿Aún sigues con ella?.
-Me gusta.
-Ya.
¿Por qué no podía ser más como él? Todo esto estaba siendo una pasada, me dolía recordar el rostro de la chica que amé, pero también me dolía saber que estaba cerca de mí y no podía hacer mucho por ella. Si su madre se enterará que he vuelto a su vida, de seguro gritaría. La señora Brown siempre ha sido comprensiva, pero muy sobreprotectora con su única hija.
El proyecto que tenía en mente se basaba en contratar a Hazel y hacer que me conozca mejor, al nuevo yo, a la persona que nació tras un coma, tras la perdida de memoria de su novia y tras todos los cambios que ya vivido. No siempre fui una persona arrogante, pero ahora lo era. Solo un poco.
Salí hasta la terraza para sentir el aire en mi rostro, el sonido de las hojas, la brisa chocando contra mí, los pájaros, los vecinos, todo era un conjunto de arte, de preciosidad y está no era la excepción. Mi línea de ropa consistía en trajes nostálgicos, por lo tanto la mayoría tenían detalles azules o blancos, hacía vestidos largos, vestidos con cortes de sirena y otros cortos con detalles más pequeños y profundos.
¿Qué me estaba pasando?.
Si pudiera expresarlo con palabras, de seguro no estaría aquí. Viendo la ciudad yo solo.
Hazel.
Me preguntó que se sentirá volverla a tocar, volver a oír sus chistes íntimos y escuchar como me cuenta sobre su día. Me preguntó cómo se sentirá que está sobre mí y lama mi rostro como solía hacerlo. ¿Volveré a vivir todo eso? ¿Seré capaz de volver a sentir el amor?.
Negué con la cabeza intentando alejar esos pensamientos de la hostia. Bajé las escaleras para llegar hasta mi oficina, estaba en casa y buscaba apartamentos por internet, le alquilaría uno a Hazel, de todas formas, necesitaba que estuviera disponible y cerca para cuando vayamos a viajar, para organizar todo y para los eventos a los que asistiré. Ella será mi secretaria y acompañante, aún no lo sabe. Pero ya se irá enterando.
Compré el apartamento que quedaba más cerca de mi casa, vivía solo, aunque la mayor parte del tiempo estaba con Ryan, siempre me acompañaba por las tardes, a veces, incluso se quedaba conmigo a pasar la noche y hablar sobre temas del corazón. El era sensible, escribía poesía y lloraba con películas románticas, todo lo contrario a mí, pero justo lo que necesito en mi vida.
La puerta principal se abrió y me acerqué, creí que era mi mayordomo, pero no fue así, era Flor, una de las chicas con la que acosté la semana pasada. Tenía un vestido rojo y los labios pintados del mismo color, había olvidado avisarle que nuestra aventura había acabado allí.
Le sonreí intentando respirar y la invite a pasar.
-Flor, había olvidado que venías.
-Lo supuse, no he recibido un mensaje tuyo desde ayer. ¿Ha sucedido algo? -Dejo su saco sobre el mueble y miró las botellas de vino que estaban en la mesita. Sin preguntar asumió que alguien ya había estado aquí-. Veo que tuviste compañía.
-Ryan vino en la tarde.
-Lo entiendo, guapo.
Sus manos pasaron por mi torso cubierto de ropa, acariciaron mi mejilla, mis labios y bajó hasta mi pantalón. Tener relaciones con Flor siempre me ha gustado, pero la cara de Hazel vino a mi, sus labios vinieron a mi, su cabello, su antiguo olor.
Y me alejé.
-Debemos hablar sobre algo.
-Lo haremos después -Me besó.
No puedo negar lo mucho que me estoy perdiendo, pero así era. La chica empezó a bajar mis pantalones, la tomé del mentón y la besé, una sonrisa juguetona apareció en sus labios, lamió mi cuello y la lancé al sofá. Me permití disfrutar de nuestro adiós, mi última sesión de sexo con Flor.
Le quite la camisa e introduje mis dedos en su vagina, su espalda se arqueaba, se movía y gemía mi nombre, mordí su oreja y le sonreí.
-¿Me deseas?
-Te deseó Masón.
Eso era lo único que necesitaba oír para introducirme dentro de ella. Mis embestidas eran fuertes, masajeaba sus senos y besaba su cuello de vez en cuando. Hasta que terminé por venirme y me levanté para tirar el condón.
-¿Quieres repetirlo?.
-Lo lamento -murmuré abrochando mi pantalón-. He decidido que ya no vamos a vernos más.