Ahmad miraba su ordenador con fastidio. Llevaba más de dos años sin poder tomarse vacaciones, dedicando su vida por completo a sus negocios, trabajando como animal al mismo tiempo que buscaba la ubicación de su padre.
Diario recibía multitud de mensajes de sus investigadores pidiendo más dinero pero ninguno era capaz de encontrarlo. Se había mudado a ese país, a esa ciudad en específico, luego de recibir la información de que había sido su último lugar de residencia.
Veintiocho años habían pasado desde su último encuentro y con ello el dolor y la ira solo había aumentado. Estaba ansioso por estar con él para demostrarle todo lo que ahora sentía.
Nadie podía culparlo de nada puesto que solo era el producto de aquello en lo que lo habían convertido. Aún tenía las marcas físicas de su abandono, las pesadillas de su ausencia y el coraje de haber pagado las consecuencias de su abandono.
Con el paso de los años, se convirtió en uno de los hombres más poderosos del mundo. Su trabajo le costó, había sudado sangre por todo ese dinero, llorado lágrimas de odio para conseguirlo y magullado cada parte de su cuerpo para estar en donde estaba. Sacrificios en lo que sus manos se mancharon de sangre y si aún tenía algo de conciencia, esta había sido aniquilada para conseguir sus propósitos.
Poseía uno de las cadenas hoteleras más grandes y expansivas del mundo, así como una editorial prestigiosa en la cual su mejor amigo estaba al frente, mientras él se hacía cargo de los hoteles.
Esa mañana estaba sentado mirando los avances de la editorial para la que también escribía bajo un seudónimo para no ser descubierto. Sin embargo, jamás imaginó los alcances de uno de sus libros, era top ventas y cada vez su público exigía más y más contenido, pero Ahmad sentía que eso no era lo suyo, la realidad es que solo había escrito aquello como un mero contratiempo.
Revisó los comentarios en su blog y en todas y cada una de las entradas exigían una nueva historia, querían más sexo -según sus propias palabras-, más acción entre los protagonistas, más escenas de cama, más engaño, más drama, etcétera., pero ninguna hablaba de la realidad o trasfondo de las novelas, todas tocaban temas superfluos en una clara muestra de que no se interesaban por la trama sino por las escenas de cama.
Cerró la página y abrió los archivos guardados en la máquina.
Ahí estaba esa novela que llevaba escrita casi diez años y que nunca vería la luz. La historia de sus más oscuros instintos, esos que solo unas cuantas conocían pero que jamás se atreverían a confesar, esos que por más que tratara de esconder nunca desaparecerían.
Pulsó la opción de borrar pero algo en su interior le decía que no lo hiciera. Esa fuerza superior a él que tanto lo dominaba, la misma que subyugaba sus sentidos cada vez.
No podía negar que su realidad era precisamente pelear una batalla cada día por esconder su verdadera personalidad.
Dejó el archivo nuevamente y se puso de pie tratando de concentrarse en algo.
La gente empezaba a presionar exigiendo un nuevo proyecto, preguntaban a cada instante cuándo habría una nueva historia y él, él no era capaz de enfocar una nueva trama desde hacía mucho.
Tenía más de cuarenta textos que no pasaban de dos o tres capítulos simplemente porque las ideas se habían ido.
Tras el éxito de su anterior libro se la pasaba preguntando si lo que le daba paz era esto, si escribir era lo suyo o si solo trataba de darle gusto a la gente. A esa gente que solo le gustaba leer erotismo.
Pensó en que tal vez nadie lo entendiera, pero a él no le atraía el romance erótico. Los gustos peculiares de Ahmad iban más allá de lo comprensible y pocas mujeres habían sabido satisfacerlo en ese sentido.
Se puso de pie y caminó hasta la ventana para ver afuera. Su amigo Adrien era quien además de ser escritor y administrador de la editorial, era también el rostro que representaba el seudónimo de Ahmad. Él era el hombre que fingía escribir lo que Ahmad hacía.
-¿En qué piensas tanto? -dijo una voz desde la entrada-. Deberías ponerte a escribir que todas tus fanáticas van a enloquecer pronto si no hay un nuevo libro porno que leer o al menos deberías estar haciendo dinero administrando la cadena de hoteles. El dinero no llegará solo.
-No es porno. -Se defendió con un gesto de desagrado al ver a su mejor amigo cruzar la puerta-. Guárdate tus comentarios estúpidos para tus aburridas y remilgadas lectoras de novela juvenil.
La risa de su amigo resonó por toda la oficina mientras Ahmad caminaba despacio de nuevo hasta su escritorio para sentarse frente a su ordenador.
-Deberías relajarte un poco -continuó su amigo-. En fin haz lo que quieras, solo venía a preguntarte si vas a asistir a la feria del libro. Seguro tus perverlectoras querrán conocer tu nuevo proyecto y al menos debo tener algo que decir.
Ahmad se recostó de nuevo en su ejecutiva silla y observó a su amigo.
-Yo no voy a ferias a oír el parloteo de cientos de mujeres que no entendieron un ápice de la trama y solo han leído porque alguien más dijo que el personaje está bueno y porque hay sexo -puntualizó con fastidio y de forma despectiva-. Tú por ejemplo eres un pésimo lector, si eres buen escritor pues eso lo juzgan cientos de adolescentes que cuando sean adultas se preguntarán por qué mierda leyeron un libro tuyo. Pero volviendo al tema no tengo la menor intención de ir y aguantar las turradas de nadie, tal vez vaya solo para ver qué carajos vas a decir en mi nombre.
Su amigo como siempre se divertía del ácido sentido del humor de Ahmad pero más allá de eso él sabía, aunque no se lo contara que sin duda había algo más en todo eso. No recordaba alguna vez verlo reír de otra forma que no fuera burlándose de algo.
-Terry Garden estará -prosiguió Adrien obteniendo la atención de Ahmad-. Ha confirmado a los organizadores. Yo estaría feliz de verte ahí y seguramente él estaría escupiendo sangre de verte, no es estúpido, sabe que tú eres el escritor pero admitirlo sería delatarse.
Ahmad observó a su amigo, era consciente de que estaba tratando de manipularlo, solo que le enfadaba que lo tomara por un pelele que no podía decidir sin un incentivo.
Terry Garden era uno de los escritores más conocidos y más renombrados dado que su primer libro había vendido innumerables copias por todo el mundo y lo había catapultado a la fama. Y es que a Ahmad le hubiera importado muy poco si Garden hubiera ganado el premio nobel; sin embargo, le importaba su trayectoria dado que la obra que la gente tanto aclamaba, era suya. Una historia que Garden le había robado al no tenerla registrada.
-Bueno ya sabes que a él le gusta la atención -dijo Ahmad en medio de la bruma de odio-. Lo que sea que pase con él no me incumbe.
-¡Vamos! No finjas que no te importa y demuestra que puedes arrasar con él en la feria -dijo su amigo incitándolo-. No mientas, a cualquier escritor le duele el orgullo que le plagien.
Ahmad asintió y esbozó una media sonrisa.
-De acuerdo -dijo finalmente-. Tienes razón, al menos que le dé vergüenza verme ahí.
Su amigo le dio dos palmadas en la espalda y salió victorioso del despacho de su colega y mejor amigo.
Ahmad se quedó observando la puerta, sabía que Adrien era incondicional y aunque aún se seguía preguntando el porqué si eran tan diferentes y opuestos, eran amigos. Sabía perfectamente que era el único verdadero que tenía y una excelente compañía cuando se sentía solo demasiado abrumado por sus demonios.
Observó de nuevo la pantalla del ordenador sin saber exactamente cómo empezar a redactar. No tenía ideas desde hace mucho y tampoco pretendía forzar nada.
Tras el último episodio que había vivido parecía que sus ideas se habían escapado para siempre y en su lugar había quedado un simple vacío que no lograba sellar con nada.
Cansado de pelear consigo mismo se puso de pie y salió para hablar con su asistente.
-¿Ha llamado alguien por el puesto, señora Wilson? -inquirió a la mujer mayor que apenas lo vio sonrió.
-Tiene cuatro jovencitas llenas de energía que entrevistar esta tarde.
Ahmad se colocó las gafas de sol con verdadera pesadez antes de asentir y hacer una mueca de asco de solo pensar en lo que le esperaba con esas cuatro mujeres.
-¿Está segura que no puede quedarse conmigo? -preguntó con un aire pesado-. Puedo subir su sueldo.
-Aunque me gustaría sabes que no -dijo la anciana con una sonrisa-. Mis hijos han querido llevarme con ellos.
Ahmad estaba seguro que lo mejor era que se fuera y por fin descansara pero se rehusaba a dejar ir a su primera y única asistente hasta el momento.
Mary Wilson había sido su asistente desde hacía nueve años y cada vez era más lenta y olvidadiza pero a él no le importaba, se sentía cómodo con ella. Sin embargo, había enviudado unos cuantos meses atrás y sus hijos creían que lo mejor era tenerla con ellos, por lo que había renunciado y solo estaba esperando que consiguiera una para que pudiera retirarse al fin.
Salió de la pequeña oficina y caminó algunas cuadras para comprar unos panecillos y un café.
Apenas lo hizo volvió y se metió de nuevo a su oficina para recostarse sobre el sillón e intentar concentrarse en otra cosa que lo fueran los recuerdos.
Pensó que tenía muchos pendientes, entre contratar una nueva asistente, el nuevo hotel que inauguraría, la editorial y miles de pendientes más, le era imposible hacer nada más con su vida. Ni siquiera había podido ir a desestresarse con alguien en algunas semanas.
*********
El resto de los días se pasaron con rapidez y menos fastidio para él, tan así que ya estaba llegando a la tan afamada y esperada feria del libro del lugar.
Se bajó del auto y caminó hacia donde se encontraba el stand de la editorial. Su amigo Adrien era accionista y nadie sabía que él también lo era, así que para el público, él estaba ahí para apoyar a su amigo.
Observó la entrada que aún no había sido abierta pero que pintaba para estar poblada de gente.
Había cientos de mujeres afuera esperando entrar para tener algún acercamiento con su escritor favorito.
Observó a su amigo ser tan esperado que las chicas gritaban desde la entrada.
El gesto de desagrado en su rostro fue inmediato, detestaba que las mujeres fueran así y le fastidiaba que acosaran tanto. Era por eso que él no asistía a ese tipo de eventos y la razón principal para ser anónimo, para que no supieran nada de él que no les importara.
Se sentó en la silla que le correspondía, a un lado de su amigo, y suspiró antes de tomar aire sabiendo que sería un día difícil.
La algarabía de la entrada lo distrajo viendo a Terry Garden cruzar la puerta en medio de gritos y silbidos.
Sus miradas se cruzaron y las muestras de desprecio y odio no fueron menos; sin embargo, como la serpiente que Garden era le sonrió como si fueran amigos y pasó frente a él para colocarse en el stand que le correspondía.
Estuvo sentado unos minutos antes de que las puertas se abrieran dejando pasar al tumulto de personas que rápidamente se esparcieron por todos los anaqueles buscando sus libros favoritos y checando las ofertas.
Algunas personas se acercaron al stand para preguntar algo pero la mayoría fueron a los anaqueles. Y mesas de exhibición.
Una mujer que cargaba un bebé se acercó con ojos brillantes de emoción pero él no prestó atención hasta que sintió el codo de su amigo incrustarse en su costado.
-Podrías mostrar al menos un poco de entusiasmo -dijo un divertido Adrien.
Ahmad levantó la cabeza para ver la expresión lépera de la mujer puesta sobre su amigo.
-Vi en la página de la editorial que el escritor de «Pasiones encendidas» estaría aquí y no dudé en venir -dijo la mujer entusiasmada-. El personaje es tan caliente.
A Ahmad se le revolvió el estómago al oír el tono de la mujer y más aún cuando la risa de su amigo se escuchó.
Puso un libro frente a él y pidió una dedicatoria y firma que Adrien se apresuró a dar con tal de ya no verla frente a sí y apresurar el paso.
La mujer no contenta con eso pidió una foto y sin esperar otorgó el celular a Ahmad que fastidiado y ofendido de que lo trataran como a un sirviente miró a la mujer y después a su amigo, quien no tardó en ponerse de pie y sugerir que la tomara. Era claro que Adrien se estaba divirtiendo a su costa.
Ahmad se prometió matar a su amigo después de que acabara el evento. Vio a su amigo pasar el brazo por los hombros de la mujer y sonreír a la cámara mientras Ahmad tomaba la foto -de mala gana- al mismo tiempo que la mujer se apretaba al cuerpo de Adrien para salir muy, muy cerca de él.
-¿Eres igual de caliente que Robert tu personaje? -susurró la mujer de forma sugestiva a un divertido Adrien-. Si es así debes ser un tigre.
Las náuseas invadieron a Ahmad, quien pensó que aquello era repugnante viniera de una mujer o un hombre y se prometió a sí mismo nunca volver a escribir. Miró a la mujer y apenas vio el flash surgir y tomar la foto se apresuró a devolver el celular como si fuera un contenedor que portara la lepra.
Volvió a su asiento furioso con el mismo por ser tan imbécil y aceptar asistir a ese evento tan tumultuoso.
Pronto se vio rodeado de mujeres ansiosas por tomarse una foto con Adrien y en el que él fue el fotógrafo a todas horas, otras curiosas por saber quién era el escritor y mucha otras para pedir que les fuera firmado el libro.
Si creyó que lo había visto todo de las mujeres estaba muy equivocado, en multitud eran peor de lo que imaginaba, se envalentonaban y decían incluso más palabrotas que una horda de hombres ebrios, sacaban las frustraciones sexuales y hasta ventilaban las carencias amatorias de sus parejas.
Fastidiado de escuchar frases como: ojalá hubiera un Robert en mi vida, ojalá yo fuera Silvy, lo que daría por estar en la cama de un hombre así, si así fuera mi esposo, ni modo me quedo con lo que hay, etcétera. Se puso de pie para caminar por el lugar y comprar quizás algún libro que le pareciera importante.
La figura de una chica parada leyendo la contraportada de su libro atrajo su atención por completo.
Se acercó a ella con sigilo y la vio sonreír.
-¿Le parece una obra cómica? -inquirió con interés-. ¿O cree que lo mejor del libro o lo que le divierte es la imagen de la portada?
-En realidad -dijo la joven sin girarse-. Me divierte que haya miles de mujeres que fantaseen con un hombre cuyo único atributo parece ser el sexual.
-Bueno, eso es cierto -respondió interesado-, pero es lo que importa. Lo demás son falacias.
-A mí me importa que disfrute en la cama conmigo -respondió la joven-. No que lo haga como un dios pero solo dé placer porque sí y le dé igual quien esté debajo de él. Un hombre así es solo una máquina de sexo y ya. Pasé la novela entera esperando el momento en que Robert sintiera y eso nunca pasó, la que gritaba y disfrutaba el sexo era ella, porque evidentemente él era bueno en la tarea pero la realidad es que era insensible, quizás un psicópata. ¡Qué miedo! -Se sacudió al decir aquello-. No siente, eso es aterrador. Él jamás sintió la conexión sexual pero decía amarla. ¿No le parece la falacia más grande del mundo?
Ahmad observó a la jovencita que parecía ser varios años menor que él; sin embargo, parecía ser la única lectora hasta ahora que había comprendido la novela en su totalidad y por primera vez en mucho tiempo se vio tentado a preguntar más.
-Entonces si no le parece un libro justo, ¿por qué va a comprarlo? -preguntó con mucho más interés que antes-. Creo que se contradice un poco.
-No he dicho que no sea justo, he dicho que no cubrió mis expectativas, pero parece que sí su fin, de hecho no soy fan del escritor pero sería divertido conocerlo y saber si está igual de enfermo que su personaje -dijo con una sonrisa de burla-. Indirectamente me hizo su fiel lectora por el mero gusto de estudio. Aunque no puedo creer que las mujeres quieran máquinas sexuales. Por mi parte quiero un protagonista que pueda sentir y hacerme sentir. Creo que lo divertido de esto sería ver cuánto de la psique del autor hay en Robert. Buen día señor...
-Ahmad -respondió-. ¿Y usted es?
La chica sonrió amable antes de responder.
-Hollie. Hollie Moore -dijo antes de darse la vuelta y caminar rumbo a la caja de cobro pero se detuvo al escuchar al hombre hablar.
-¿Moore? -preguntó Ahmad al escuchar el apellido de su padre, ese mismo que él había dejado atrás muchos años atrás por el asco que le generaba.
-Sí, Moore, ¿sucede algo? -inquirió Hollie.
-Nada -dijo Ahmad y la dejó ir.
Se sintió estúpido de haberla detenido, después de todo pensó en ¿qué iba a decirle? ¿Que él se había cambiado el nombre y apellido años atrás porque el apellido Moore le daba asco al saber que lo llevaba el hombre que lo engendró?