Ahmad soltó a la chica y solo le dio una sonrisa fingida mientras ella se alejaba un poco confusa por su comportamiento. Al verla partir, observó su paso ligero, dudoso y sonrió, parecía una jovencita tímida y bastante tranquila, era precavida, tocaba todo a su paso, como si su andar fuera una inspección y no un movimiento seguro. Su caminar era sin duda el de una mujer que no se sentía a gusto consigo misma o con su entorno.
La observó hasta que se perdió de vista, solo entonces se giró para ver a su amigo, quién se divertía sonriendo y dando besos a sus lectoras. Ahmad rodó los ojos para después caminar decidido hacia él y sentarse a su lado, pero antes de que transcurrieran cinco minutos se puso de pie fastidiado por el constante asedio y anunció su retiro del sitio.
De lejos vio a Garden sentado sin mucho público y quiso burlarse de él. Ningún libro había tenido el éxito del primero, lo que probaba su falta de talento y que claramente era el plagio que años antes Garden hizo del texto de Ahmad, ese mismo que él nunca pudo probar.
Caminó a su auto y recordó a la chica que se había encontrado y sonrió. Era por mucho la cosa más interesante que le había pasado en la semana, conocer a la chica le hizo recordar su propósito. Pensó en que debía enfocarse en la búsqueda de su padre, de la familia de este. Se dijo que tal vez encontrándolo, vengándose, obteniendo respuestas a todas las preguntas que le habían aquejado por años, lograría que la rabia que bullía en su interior mermara un poco más, quizás si podía vaciar su coraje, alcanzaría un poco de paz en su alma.
Sacudió sus pensamientos y se enfocó en abordar el auto para partir.
Tras recordar el verdadero suplicio que significó entrevistar a cuatro mujeres que nada sabían ni entendían de sus funciones pero sí le lanzaron miradas sugerentes que solo lo pusieron tenso y de mal humor.
Condujo a su oficina sabiendo que tenía varios pendientes antes de volver a entrevistar a otro grupo de candidatas y que estaba convencido sería el mismo circo de la vez anterior.
Entró a su despacho con el mismo humor de cada día y apenas se detuvo para saludar a su asistente que acostumbrada a sus cambios de humor simplemente lo ignoró.
Se sentó frente a su ordenador tratando de escribir algo pero simplemente no salía nada y frustrado creyó que lo mejor sería anunciar un retiro temporal o quizás el definitivo. En ese momento tenía el dinero suficiente para retirarse y vivir bien por el resto de su vida. Pensó que si dejaba sus funciones en la editorial, en la escritura, en los negocios que había construido, podría enfocarse en lo que buscaba y en su venganza.
El sonido de la puerta lo sacó de sus pensamientos y lo hizo mirar al frente donde su vieja asistente entró para decirle que el señor Pattaki estaba ahí para verlo. Le pidió que lo dejara pasar y se puso de pie para recibirlo.
Lo saludó y lo invitó a sentarse con él para escucharlo.
-¿Tiene algo? -inquirió Ahmad-. Lleva mucho tiempo y no me ha dado ningún resultado.
-Esta vez no es así -dijo el hombre-. Traigo lo que hemos buscado.
Ahmad se puso de pie durante unos segundos y miró al hombre entre furioso y emocionado, así que esperó hasta que el señor Pattaki le entregó un folder.
De inmediato lo abrió y se encontró con que su padre estaba postrado en una silla de ruedas tras años luchando con una enfermedad, su esposa Corina y su hijastra Hollie no eran más que las encargadas de cuidar de él.
-Está enfermo -dijo Ahmad.
-Y ha buscado a su hijo por años -respondió Pattaki haciendo que Ahmad levantara la vista-. No ha escatimado en gastos, señor. Ahora sé que usted es ese hijo.
-¡Nunca vuelvas a repetir eso! Yo soy Ahmad Ben Torad -declaró furioso-. No tengo padre y no deseo tenerlo.
-Señor Torad, si me lo permite...
-No le permito nada -interrumpió-. No me interesa saber qué quiere ese hombre, todo lo que deseo es saber ya lo tengo aquí. Ahora salga de mi oficina y le hágame llegar el coste de sus honorarios para liquidarlos a la brevedad.
El investigador solo se levantó y salió de ahí para irse, mientras tanto, Ahmad miró el folder y buscó las fotografías.
Tras muchos años miró a su padre nuevamente -al menos en una fotografía-, sonriente, feliz; con la felicidad que él no tuvo y en cuanto vio la foto de la hijastra a la que sí le dio el apellido Moore sintió que le hervía la sangre. Hollie Moore sonreía encantada de recibir un abrazo del hombre mientras Ahmad recibió palizas, maltratos y desgracias de la mujer que debía protegerlo. Por primera vez volvió a ser Byron Wilde ese chiquillo que se preguntaba por qué su madre no lo quería, por qué si su padre se apellidaba Moore, él solo llevaba el apellido de su progenitora. Ahmad se preguntó por qué a él su papá no lo quiso siendo un hijo de su sangre y decidió darle amor a una chica que ni siquiera era suya.
Se recompuso de inmediato y sonrió al ver la dirección y la oportunidad de cobrar por fin el precio de todas las deudas de su padre.
Se levantó y fue directamente hasta su escritorio donde se mantuvo sentado durante algunos minutos. Encendió su ordenador y se dijo que debía planear una estrategia para vengarse, aunque de momento ya tenía lo que necesitaba.
Se quedó observando la pantalla por un buen rato sin saber exactamente qué hacer hasta que el sonido de la puerta lo sacó de sus pensamientos.
Su asistente entró con paso lento dejando sobre su escritorio las carpetas con el currículum de las aspirantes de esa tarde.
Suspiró con cansancio antes de hojear ligeramente y sin interés los primeros cuatro currículos. Guardó la carpeta con la información que le dio el investigador y suspiró haciendo una seña a la mujer para que comenzara a enviarle a las candidatas.
-Tienes que escoger a una, muchacho -habló la mujer con los brazos en jarra-. Estoy segura que una de ella es muy capaz.
-Estoy seguro que voy a arrepentirme de esto -respondió en tono bajo-. ¿Alguna tiene experiencia?
-Solo una -contestó con los ojos brillantes-. Estoy segura que está lista para el reto; sin embargo, hay una chica que es estudiante de letras, creo que ella no estará viendo tu entrepierna.
Levantó la vista y sonrió sabiendo que definitivamente no encontraría a su asistente entre, una horda de lo que él suponía eran golfas educadas y menos la hallaría en un ratón de biblioteca pero tendría que hacerlo, al fin y al cabo había prometido esforzarse.
-¿Cuánto tiempo tengo? -respondió con fastidio-. Voy a tomarme un café o tomarme un té para soportar.
La mujer sonrió y negó con la cabeza.
-Ahora te lo traigo -aseguró la mujer refiriéndose al café-. Las carpetas están en el orden en que irán pasando a menos que alguna se retrase.
-Si se retrasa entonces le dices que ya no será atendida -dijo sin el menor remordimiento-. No voy a esperarlas.
La mujer asintió y salió de la oficina rogando a Dios que por fin el joven se decidiera y escogiera una asistente. Esta vez, la mujer, tenía la esperanza de que alguna lo conquistara y obtuviera el contrato.
Se apresuró a preparar y llevar el café a su jefe justo cuando la primera chica llegó para ser entrevistada.
Entró para entregarle a Ahmad el café y avisó que había llegado la primera aspirante.
El hombre suspiró profundo antes de mirarla con ojos de cordero degollado esperando que le dijera algo que lo incentivara.
-Parece seria -dijo la mujer como si aquello fuera relevante-. Si sirve de algo no parece una acosadora y ha llegado muy puntual, primero que todas, así que no veo por qué no pasarla.
Ahmad esbozó una media sonrisa ante el intento de relajar las cosas y asintió indicando que la dejara pasar.
Se dijo que cuanto antes acabara con aquello más rápido podría irse a su casa y descansar.
Se sentía completamente abrumado y aburrido de todo lo que había pasado en el día.
Hubo unos toquecitos antes de que la puerta se abriera dejando ver a una mujer más o menos de su edad con la mirada arrogante.
Ahmad quiso sonreír ante la ironía de que llegaba con un aire de diva cuando al final era ella quien necesitaba.
Basto verla para descartarla y tardó exactamente diez minutos en echarla tras escucharle decir como primera frase que no trabajaba horas extras y tampoco hacía nada que no fueran sus funciones.
Ni siquiera se molestó en abrir su currículum solo la escuchó y al final dijo la típica frase «nosotros le llamaremos»
La segunda en llegar fue atendida y corrió con la misma suerte. Tras recitar que tenía dos hijos, que el desobligado de su padre no aportaba un solo centavo a la manutención de los críos y se lamentó tanto que Ahmad terminó despachándola sin siquiera mostrarse cortés.
La tercera parecía ser una mujer profesional, tanto que se sintió un poco cómodo con ella y la entrevista comenzó a fluir hasta que él comentó que no le gustaba ser molestado y cuando exigía privacidad fuera respetada, entonces la mujer se soltó con la charla de que el patriarcado en el mundo era un cáncer y que las mujeres deberían tener los mismos derechos.
Ahmad se quedó unos minutos pensando en sus anteriores palabras buscando qué pudo haber desatado aquello, se dijo que nada y al final la mujer solo quería la oportunidad de sacar a flote su charla feminista, que en cualquier otro momento habría estado dispuesto a debatir, pero en ese momento simplemente tenía flojera.
Dejó que hablara antes de que la despidiera de forma cortés y se sentara de nuevo con un suspiro derrotado. Se masajeó las sienes y pensó que no contrataría a nadie.
Había pasado unos minutos cuando la puerta se abrió para dar paso a su asistente que lo miró con ojos misericordiosos.
-Dije que si llegaba tarde no -decretó antes de que la mujer dijera algo-. Mándala a su casa.
-La chica viene corriendo por un problema de tráfico -dijo la mujer con tono conciliador-. No puedes ser tan cruel, ha cruzado media ciudad para que le digas que no.
Ahmad se puso de pie e irguió en toda su estatura antes de responder.
-He dicho que no y es no -respondió con los dientes apretados-. No salgas con sentimentalismos que me voy a enfadar.
-Pues ya te puedes ir enfadando porque eres un hombre injusto y déspota -respondió con brío-. Si no la entrevistas te quedas sin asistente ahora mismo.
Ahmad pareció pensarlo sabiendo que la mujer era capaz de cumplirle la amenaza por lo que solo respiró y asintió.
La anciana sonrió victoriosa y salió para hacer pasar a la siguiente aspirante.
La puerta se abrió pero Ahmad no la miró hasta que escuchó el saludo de la mujer.
Levantó la vista y abrió los ojos con sorpresa al encontrarse con nada más y nada menos que la chica de la feria del libro, con Hollie Moore. Era como si el destino confabulara a su favor y le entregara al objeto de su venganza en bandeja de plata.
Tenía las mejillas rojas seguramente por el esfuerzo de correr además del cabello enmarañado y los zapatos un tanto sucios.
La chica abrió los ojos cuando le vio pero no dijo nada sino que solo se sentó al momento en que él señaló la silla.
Ahmad fingió buscar la carpeta de la joven e inmediatamente se puso a leer algún dato importante o que le diera una pauta.
-Señorita Moore. -Hizo una pausa-. Creo que por mucho que quisiera darle la información sobre el trabajo debo decirle que es estudiante y necesito alguien que ocupe las mañanas y una parte de la tarde.
-Estudio solo en día domingo. -Se apresuró a decir Hollie-. No tengo problemas con los horarios. Vivo solo con una compañera y soy totalmente independiente. Mis padres viven cerca y bueno buscó un ingresó para apoyarlos en gastos.
El hombre observó a la joven y no le quedó más que continuar fingiendo que la evaluaba pero era claro que ya estaba decidido. La tenía en sus manos y no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad.
Le dio una vaga explicación hasta que llegó el momento de hablar sobre las exigencias a las que sería sometida, el estrés, sin contar el acoso de mujeres llamando por nada.
Le explicó por igual que era el escritor del libro que había criticado esa mañana y Hollie se sonrojó ante lo que él interpretó como vergüenza.
Decir que no se había sentido atraído al ver las mejillas de la chica colorearse sería la cosa más absurda, pero no pensaba desviarse de su objetivo. Él había encontrado por fin la manera de infligir dolor a su padre y no descansaría hasta verlo suplicar, aún si eso significaba que debía despedazar a Hollie y borrarle la sonrisa para siempre.
-Voy a exigirle muchísimo -dijo observando el rostro de la joven a detalle-. Soy bastante perfeccionista y me gustan las cosas con prontitud y que se acaten mis indicaciones sin demora.
-No se preocupe por eso -respondió la chica-. Soy muy obediente.
Escucharla decir la palabra le pareció tan oportuno y a la vez lo más provocativo que había escuchado en el día, aunado a que la chica parecía tan dulce que despertaba ese lado monstruoso que se esforzaba por esconder al resto del mundo.
-¿Qué tan obediente es? -Se vio preguntando sin querer atrayendo la mirada confusa de la joven-. Me refiero al trabajo por supuesto.
Trató de corregir su frase y al parecer lo logró al ver a la chica sonreír con timidez y sin duda alguna se sintió excitado.
Hollie tenía algo que no había podido ver en ninguna otra. Quizás fuera que era demasiado menuda o que hablaba tan bajito y tan dulce que le provocaba arrancarle la ropa y mostrarle el sufrimiento y el dolor. Se dijo que quizás solo era el deseo de ver a su padre pedir piedad lo que hacía a Hollie tan apetecible para él.
Hollie observó al hombre frente a ella y no pudo esconder su nerviosismo, era bien sabido por todos aquellos que la conocían que ella era una persona tímida y bastante cohibida pero verle a él con ese porte decidido, seguro y sobre todo con esos ojos capaz de traspasar el alma de cualquiera solía inquietarla como nunca antes. Ella no era más que una chica de suburbios tratando de sobrevivir en una ciudad monstruosa, junto a su familia. Buscando ser útil para sus padres después de todo lo bueno que le habían dado.
Pensó que sin duda jamás había visto un hombre más guapo que Ahmad y se imaginó que aunque su opinión no fuera universal seguramente habrían muchísimas totalmente de acuerdo con ella.
Lo observó detenidamente, era un hombre alto y evidentemente musculoso, además de guapo y con los ojos más bellos que había visto jamás. Tan azules que parecían irreales, con una mirada tan fuerte que intimidaba y con un rostro tan perfecto que dolía. Ahmad era casi perfecto físicamente en opinión de Hollie.
Quiso reírse de sí misma de solo pensar en un hombre así. Ella nunca podría tener un novio tal cual y lo sabía pero bueno se dijo que fantasear era sin duda una bendición que nadie debería menospreciar.
Ahmad observó a la jovencita sabiendo que estaba escudriñándolo. Sus ojos recorrían descaradamente su rostro y lo que era posible apreciar y se dijo que siempre era el mismo efecto en las mujeres pero definitivamente era la primera vez que sentía ganas de hacer algo en ese mismo instante.
Sacudió la cabeza tratando de mantenerse en calma y enfocó sus pensamientos en otro tipo de cosas que no fuera la chica que tenía enfrente y completamente a su disposición.
Se sintió tan excitado que la entrepierna le dolió de solo imaginar su cuerpo desnudo, sus ojos llorosos y su rostro agonizante.
Volvió a reprenderse por imaginar el cuerpo de la chica y carraspeó para poder continuar con la entrevista.
Si pensaba que las cosas iban a ser más fáciles estaba muy equivocado dado que la jovencita que tenía enfrente hablaba tan bajo que parecían susurros que solo despertaban aún más su lívido y azotaba con fuera su miembro ante la lujuria.
Finalmente más por librarse que por otra cosa decidió dejar de jugar con ella y decirle que el puesto era suyo. Le indicó que podía comenzar al día siguiente.
La chica sonrió nerviosa y se puso de pie para extender la mano en señal de agradecimiento y como despido a su entrevista. Tomó su mano y le pareció la cosa más suave que había tocado en toda su vida.
Hollie se dio la vuelta y caminó con la postura más erguida que pudo conseguir y con la dignidad que le fue posible reunir tras verse desaliñada en la entrevista de trabajo.
-La señora Wilson será quien le diga los horarios y le auxilie con su trabajo -dijo mientras la veía ponerse aún más nerviosa-. Ponga mucha atención que ella se irá pronto y entonces será usted quien se quede a cargo totalmente.
-No se preocupe -aseguró la joven poniendo su mejor sonrisa-. Voy a dar lo mejor de mí.
Hollie agachó la mirada al verlo clavar sus ojos sobre los de ella con una ferocidad que la intimidó. El hombre tenía el poder de hacerla sentir nerviosa y hasta le sudaban las manos cuando estaba a su lado.
Se despidió con un asentimiento de cabeza y comenzó a caminar hacia la salida.
Ahmad la miró irse y la observó detenidamente. No era su tipo, al menos no en toda la regla, no era alta y estilizada como siempre le habían gustado, al contrario era pequeña y menuda, castaña y con una mirada llena de dulzura y quizás fuese eso lo que le llamaba la atención, tal vez lo que le hacía mirarla era sentirla tan inocente y tan dócil, tanto que su monstruo interior deseaba salir y regocijarse cuanto antes al destruirla.
Sonrió al imaginar la cara de su padre y se vio deseando restregarle en la cara al viejo todo lo que haría con ella, la imaginó desnuda, llorosa y destrozada; con su enrojecido trasero a causa de los azotes tan duros que le daría y con las ganas de no vivir más cuando acabara con su estima.
La vio irse mientras él luchaba por controlar su cuerpo y peleando internamente contra la reacción de su pene, que indiscutiblemente deseaba colarse dentro de la joven.
Tomó su teléfono y llamó a la única persona que podía resolver eso de inmediato.