Junior
img img Junior img Capítulo 2 MI GRAN DÍA
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Capítulo 6 El amor de mi vida img
Capítulo 7 En búsqueda de María img
Capítulo 8 El muy deseado encuentro img
Capítulo 9 Buenas vibraciones img
Capítulo 10 Te quiero a ti img
Capítulo 11 El plan A cliente VIP img
Capítulo 12 El trato img
Capítulo 13 Doble confusión img
Capítulo 14 El oro atrae más oro y los piojos más piojos img
Capítulo 15 El guaperas de Junior img
Capítulo 16 Felicidad compartida img
Capítulo 17 Los diez millones de la discordia img
Capítulo 18 Un gran día img
Capítulo 19 Una moneda de un euro img
Capítulo 20 La palmera de cuatro hojas img
Capítulo 21 El «sí, quiero» img
Capítulo 22 El talón de Aquiles de Júnior img
Capítulo 23 Allanamiento de morada img
Capítulo 24 Un invitado inesperado img
Capítulo 25 ¿Quién dijo compatibilidad img
Capítulo 26 El día de mi boda img
Capítulo 27 Sí quiero img
Capítulo 28 Vuelta al trabajo img
Capítulo 29 Ni contigo ni sin ti img
Capítulo 30 Una gran revelación img
Capítulo 31 Una decisión difícil img
Capítulo 32 Intuición femenina img
Capítulo 33 El final de la agonía img
Capítulo 34 Una pesadilla sin fin img
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Capítulo 2 MI GRAN DÍA

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Estudios MediaStar, Madrid, seis meses antes

Marcos, mi representante, me hace una seña con la mano invitándome a pasar a una sala iluminada por varios focos y, rodeando mis hombros con camaradería, me suelta entusiasmado un consejo de último minuto:

-Deslúmbralos, Júnior, permite que la gente te conozca tal y cómo eres. Tu padre era bueno; quizás, el mejor, aunque su carácter un tanto peculiar, no lo dejaba conectar con sus fans. Tú tienes el don de la cercanía; a ti te amarán y te respetarán, si les das la oportunidad. -Está efusivo, sus intensos ojos azules brillan con fuerza, cree en lo que dice y lo cree de verdad. Quisiera compartir su optimismo, aunque mi perfil contenido me invita a ser prudente. Parece que lee la gran pregunta que hormiguea en la punta de mi lengua así que se apresura en calmarme mientras me da un abrazo rápido y me guiña el ojo-. Todo lo que tienes que hacer es ser tú mismo.

-No me gusta exponerme. -Gesticulo con las manos para dar más valor a mis inseguridades-. Las entrevistas en directo son un arma de doble filo; aparte, tú me conoces, sabes lo tímido que soy. Mi padre es carismático, divertido y tiene una respuesta ingeniosa para todo; en cambio, yo...

-Es indudable que Cristian es un personaje de diez, pero le falta calidez; su carrera tuvo luces y sombras por haberse mostrado distante y frío con sus seguidores. No tienes por qué ser como él, nadie espera que seas su copia. Hazme caso, muchacho, te conozco desde que eras un embrión, posees un corazón de oro y, eso, es lo que más aprecian las masas.

Lo dice con tanta elocuencia y entusiasmo que termino por creerle. Suspiro lentamente y aguanto paciente la palmadita consoladora que me da en la espalda y, aun cuando sigo teniendo ganas de lamentarme para toda la eternidad, guardo la compostura y asiento.

Marcos es, prácticamente, parte de mi familia, siendo el representante e íntimo confidente de mi padre, Cristian Cros, de toda la vida. Desde que tengo uso de razón ha sido una figura activa en mi vida y, tras convertirme en futbolista, ha tomado el mando de mis asuntos legales. Merece un voto de confianza y pienso dárselo. Si él cree que es bueno hacer una entrevista en directo antes de mi presentación oficial por el Real Madrid, pues así debe de ser. Me conoce bien y sabe que le haré caso.

Al momento, observo cómo una chica joven, vestida con un mono vaquero desgastado y una camiseta sin mangas, llama nuestra atención con un gesto. Nos acercamos a ella; con un apretón de manos se presenta como la ayudante de plató. Acto seguido, nos muestra el camino a seguir. Marcos, el muy cabrón, finaliza su tarea y se despide de mí, guiñándome, por enésima vez hoy, el ojo. No me queda más remedio que seguir los pasos de la joven, que me llevan al escenario televisivo destinado al encuentro.

Nada más llegar, soy recibido por la periodista encargada de entrevistarme. Intercambiamos un par de trivialidades para romper el hielo y conectar. Es una mujer de unos treinta años, bastante atractiva. Tiene una mirada avispada y su voz suena decidida al presentarse: «Ana Cantos, periodista deportiva». Me da la mano con firmeza intentando ganar mi confianza y espera paciente mis primeras palabras. Me siento raro porque intuyo que debe de saber más cosas sobre mí que yo mismo, pero de todos modos cumplo con el formalismo exigido. Mi voz suena algo forzada y tensa, aunque menos de lo que yo pensaba.

-Cristian Cros Júnior, futbolista del Real Madrid.

«A los periodistas hay que mantenerlos lejos de ti -es el gran lema de mi padre que, a lo largo de su carrera futbolística, ha tenido bastantes encontronazos con la prensa-, pero si no hay más remedio, atiéndelos lo mejor que puedas, porque entre una buena imagen y una pésima, hay una línea muy fina, que ellos pueden traspasar con mucha facilidad».

Ana me invita a sentarme en un sillón de cuero situado ante una mesita de cristal, un tanto incómoda, ya que no tiene la altura suficiente para apoyar las manos. Me siento, tratando de parecer relajado, aun cuando todos los nervios de mi cuerpo están en modo on. La anfitriona me sonríe con franqueza, mostrándome con un gesto que, en menos de un minuto, entraremos en directo. Se acaricia su larga melena de color castaño rojizo ofreciendo un talante tranquilo como si estuviera a punto de tomar un café con un amigo y no de iniciar una entrevista, retransmitida en prime time en una importante cadena nacional.

Una luz roja parpadea un par de veces, indicativo de que las cámaras ya están emitiendo la señal. La reportera dobla los papeles que ha estado hojeando y, mirándome de frente, comienza el interrogatorio:

-Buenos días y bienvenido, señor Cros. Me gustaría comenzar esta entrevista agradeciendo su presencia en este plató. Sé que ha hecho un gran esfuerzo para atender a los medios y ofrecernos una cita en directo, a tan solo unas horas de su presentación en el Bernabéu.

Ante ese amable recibimiento, preparo mi perfil bueno, inspiro hondo y la premio con una de mis armas más letales: mi sonrisa.

-El placer es mío, encantado de estar aquí. Soy feliz de haber regresado a mis orígenes, gracias por invitarme.

Ana asiente con energía, complacida ante mi educada respuesta. Se cruza las piernas con gesto pausado y se muerde el labio inferior de forma disimulada, señal de que mi atractivo no le pasa desapercibido. Me molesta su interés personal, ya que doy y exijo profesionalidad en todo lo que hago.

-Su nombre es Cristian Cros Júnior; sin embrago, es conocido como Júnior. ¿Es algo que le molesta o, por el contrario, le hace sentirse único y especial?

Me apoyo sobre el respaldo de la silla en actitud relajada preparándome para contar la historia de mi nombre. No tenía previsto salirme de los cánones futbolísticos, pero la pregunta me agrada y, recordando los consejos de Marcos, decido abrir mi corazón.

-Es de todos sabido que mi nacimiento fue un tanto especial. -La mirada curiosa de la reportera brilla con codicia, sorprendida ante mi predisposición a contar cosas íntimas. Hago una pausa y tomo un sorbo de agua de un vaso que hay sobre la mesa. A continuación, intercambio una corta mirada con ella y continúo-. Hace poco más de veinte años, mi padre recurrió a la ciencia para tener un hijo. Contrató un vientre de alquiler y unos óvulos a la carta y, nueve meses más tarde, nací en una clínica de Kiev, siendo el hijo deseado de mi padre. Él decidió que nos llamásemos igual, aunque en la práctica resultó un tanto complicado, así que para poder diferenciarnos comenzó a llamarme Cristian Júnior y, con el paso del tiempo, me quedé simplemente en «Júnior». De niño, tuve algunos disgustos en el colegio, del tipo «Júnior significa algo pequeño y nunca crecerá», pero la entrada en mi vida de mi madre biológica, hizo que esas tonterías infantiles me afectasen lo menos posible.

Ana me observa asombrada, al parecer, le cuesta creer que el único hijo de una estrella de fútbol mundial haya sufrido acoso y burlas en su infancia. Es visible cómo su lado periodístico quisiera indagar en esa dirección, pero su parte humana se resiste, así que se limita a mirarme sorprendida al tiempo que me obsequia con una sonrisa cálida y comprensiva. Siento que debo añadir alguna chorrada para cerrar ese capítulo familiar, así que opto por seguir la línea de la verdad.

-Respondiendo a tu pregunta, asumo mi nombre con naturalidad, ni me siento único ni me displace. Es... parte de mí. Ser conocido como Júnior me aporta personalidad, permitiéndome separarme del gran mito que fue mi padre. No, definitivamente, Júnior no es tan malo, al fin y al cabo.

Mi timbre de voz suena algo divertido y, el pequeño hoyuelo que se forma en mi mejilla izquierda al sonreír, la deja embelesada. La reportera necesita un par de segundos para reconducir la entrevista; aunque, al ser una periodista experimentada, logra pasar con rapidez a la siguiente fase de su asalto.

-¡Qué tierno y original! Ya que ha mencionado sus interesantes orígenes, permítame hacer un breve resumen sobre ellos para que nuestros telespectadores más jóvenes recuerden su historia.

Acepto, un tanto arrepentido por mi momento de debilidad, aunque es tarde para lamentarme. Ella busca con la mirada la cámara más cercana y, tras localizarla, gira su rostro hacia ella.

-Júnior tiene nacionalidad española, aunque ha vivido desde que era un niño en Inglaterra. Fue concebido por gestación subrogada y criado hasta los cinco años por su padre, el famoso futbolista Cristian Cros, con la ayuda de la madre natural y de su abuela paterna, María. Cuando tuvo edad para comprender las cosas, Júnior comenzó a interesarse por su origen mostrando el deseo de conocer a su madre biológica por lo que su padre movió cielo y tierra para encontrarla. Minerva Martín, resultó ser la afortunada donante de los óvulos utilizados para su concepción, una mujer muy especial, médico pediatra de tan solo veinticinco años.

Me siento cada vez más incómodo al tener que presenciar ese resumen sobre mi familia y mi nacimiento. Mi historia es de dominio público, lo sé, pero mi padre nunca habló abiertamente de ello. Ana percibe mi malestar y decide poner punto y final, no antes de sacar a relucir el final feliz de mis progenitores.

-¡Qué historia más romántica tuvieron sus padres! Se conocieron por ser los padres biológicos del mismo niño y acabaron enamorándose y casándose. -Suspira de forma teatral y lanza una mirada cargada de felicidad a la cámara.

-Así es -freno su entusiasmo con sequedad para abandonar, de una vez por todas, el pantano de mi familia. Cambio mi postura corporal ofreciendo un perfil serio y distante. Mi estrategia funciona, puesto que la reportera consulta su reloj y se dirige al tema de interés futbolístico.

-Dentro de dos horas será presentado de forma oficial ante miles de aficionados como delantero del Real Madrid. ¿Qué siente al saber que formará parte del mismo club que le dio a su padre la gloria y tantos títulos valiosos? Dos generaciones y un mismo destino.

Es una pregunta sencilla y, al mismo tiempo, difícil de contestar. Ordeno con rapidez algunas ideas en mi mente; aunque, finalmente, dejo mis emociones fluir.

-Siento un enorme respeto; ser el hijo de una gran estrella mundial, como lo fue mi padre, me carga de una enorme responsabilidad. -Me vengo arriba poseído por una buena dosis de optimismo. Noto el pulso acelerarse en mis venas y la adrenalina recorrer mi sangre. No pretendo engañar a nadie, ser jugador del Real Madrid es mi sueño desde niño y así deseo trasmitírselo a la gente-. Como es lógico, los aficionados esperan mi mejor versión y no quiero, ni puedo, defraudarlos. Formar parte de la plantilla blanca me llena de felicidad y orgullo; el Real Madrid es el mejor club del mundo, deseo poner mi granito de arena para hacer historia, traer títulos y alegría a nuestros seguidores.

El entusiasmo comienza a bullir en mi interior y decido culminar mi presentación con una nota divertida:

-Y, por supuesto, vender muchas camisetas -añado con una sonrisa de complicidad.

Puedo ver en los ojos chispeantes de la periodista que mi discurso posee los ingredientes necesarios para llegar al corazón de los telespectadores.

Me crezco ante la grandeza del momento, aunque todavía me cueste asimilar el hecho que me encuentre en la cima del deporte rey. Juego al fútbol desde que tengo uso de razón y di mis primeros pasos en un club infantil de Valencia. Poco después, me mudé con mis padres a Londres y me incorporé en el equipo benjamín del Chelsea, uno de los últimos destinos de mi padre. A los dieciséis años, los clubes europeos comenzaron a mostrar interés por mí y acepté la mejor oferta, que vino del Manchester United, donde hice seis buenas temporadas. Antes de finalizar mi contrato, recibí una propuesta inmejorable del Real Madrid. He firmado con ellos por ocho temporadas y, faltan tan solo unas horas para que luzca el número 9 en el dorsal de la camiseta blanca. Me encuentro en mi mejor momento futbolístico y espero afirmarme y consolidarme como una de las promesas del deporte rey actual. Y todos estos sueños se plasmaron antes de que cumplir los 23 años. Estoy orgulloso de mí mismo y, aun cuando hay voces malintencionadas que afirman que me encuentro en la cima por ser el hijo de mi padre, debo decirles que tuve que esforzarme el doble para destacar, porque no se me exigía ser bueno, se me exigía ser el mejor, precisamente por ser hijo de quién era.

Seguimos hablando de fútbol, metas y proyectos. Antes de terminar, los realizadores me dedican un bonito vídeo montaje con mis mejores jugadas y, para qué mentir, ¡me encanta!

Salgo del plató, animado y me dejo conducir al estadio donde seré presentado ante los aficionados blancos, que, según me informan, han llenado las gradas del Bernabéu, a la espera de ver a la nueva estrella.

«Júnior, ¡ese eres tú!», aplaude mi voz interior extasiada.

«Júnior, ¡ese soy yo!», admito cohibido y, por primera vez en mucho tiempo, me concedo el lujo de sentirme orgulloso del hombre en el que me he convertido.

            
            

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