Rasgando el Tiempo
img img Rasgando el Tiempo img Capítulo 3 Vieja Amiga
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Capítulo 6 Al Rescate img
Capítulo 7 Adrenalina al Tope img
Capítulo 8 Segundos Cuentan img
Capítulo 9 El Cuarto Oscuro img
Capítulo 10 La Moral img
Capítulo 11 Pervertida img
Capítulo 12 Experimentando Limites img
Capítulo 13 Cabos Sueltos img
Capítulo 14 Quien es ella img
Capítulo 15 Mi Remplazo img
Capítulo 16 Conociendo Alguien Nuevo img
Capítulo 17 Policia img
Capítulo 18 Reflexion img
Capítulo 19 Que Locura img
Capítulo 20 Reunion Peculiar img
Capítulo 21 El Juego del la Arcada img
Capítulo 22 Adiccion img
Capítulo 23 Salud Delicada img
Capítulo 24 Un Momento de Paz img
Capítulo 25 Las Hormonas img
Capítulo 26 Rompiendo el Limite img
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Capítulo 3 Vieja Amiga

Antes de salir de la sala en la cual me convertí en una asesina en un plano temporal paralelo, me tomé unos minutos para coger aire y relajarme. También aproveché para sacar de mi bolso mi cámara instantánea y quitarme mi mono de selfies. Conlleve algo bueno o malo, debes recordar este día, Sarah. Puede que tu vida cambie para siempre a partir de hoy.

Cuando me vi preparada, me levanté y me dispuse a abandonar la sala para dar comienzo a mi misión: tengo que averiguar dónde está Darius, el cabecilla del Club Olimpo, como sea. No tengo un plan concreto, pero estoy segura de que con mi nueva y flamante capacidad de manipular el tiempo algo podré hacer. Improvisaré.

Abrí la puerta muy despacio y volvió a retumbar en mis tímpanos aquella música a un insufrible volumen. Eché un vistazo alrededor y el panorama no era demasiado halagüeño: ninguna de las personas que se encontraban en ese momento en la sala VIP son amiguitos del alma precisamente. La niña adinerada de Victoria, que esa noche llevaba puesto lo que parecía ser el último grito en París, es poco menos que mi archienemiga. Por ahí andaban también los minions de Victoria: Taylor y Courtney, con las que no me llevo mucho mejor. El resto eran los miembros restantes de la plantilla de los Bigfoots o bien completos desconocidos. Logan por suerte ya se encontraba a una distancia generosa de mí, ignorando completamente mi presencia.

Apenas deambulé por la sala VIP unos segundos con sensación de ser un pulpo en un garaje, cuando noté una mano sobre mi hombro. Me giré.

-Perdona, ¿me puedes decir...? ¿¡Sarah!?

-¿¡Hanna!?

De todas las personas que remotamente pudiera imaginar encontrarme en una fiesta del Club Olimpo, ella era, de lejos, la que menos me esperaba.

Qué puedo decir sobre Hanna Miller... lo fue todo para mí durante mi infancia. Bueno, para empezar, debo confesar que aquello de que yo era una recién llegada a Portland es en parte mentira. Yo nací y crecí aquí, pero a los trece años mi familia y yo nos mudamos a Seattle y estuve viviendo allí hasta hace escasas semanas que regresé. Durante mi infancia aquí en Portland, Hanna fue mi mejor amiga. De hecho, éramos inseparables. Sería muy bonito decir que el motivo por el cual he vuelto es Hanna, pero mentiría: el motivo real de mi regreso es que la academia Molthon tiene un reconocido prestigio en los estudios artísticos, especialmente en fotografía; las clases nos las imparte mi admirado Mark Jefferson, famoso fotógrafo a nivel nacional con una trayectoria impecable, quien tiene un trato exquisito con los alumnos y además, está muy bueno. Tuve la potra de que aceptaron mi solicitud de acceso, así que aquí estoy de vuelta a mis orígenes... con una beca, convirtiéndome en una artista profesional y viviendo en una residencia de estudiantes. Sé que debí haberme puesto en contacto con Hanna antes. Me siento mal conmigo misma por no hacerlo, y ni siquiera puedo poner una excusa convincente. Supongo que me daban miedo sus posibles reproches por haberla "abandonado". O quizás temía el que hubieran cambiado demasiado las cosas en tantos años y nada volviera a ser lo mismo. Viendo las pintas que me traía, puede que no anduviera demasiado desencaminada.

Creo que reconocí a mi amiga de la infancia porque la pude mirar directamente a la cara, pero seguramente si la hubiera visto de lejos pensaría que es una punk del pueblo con la que yo no tengo nada que ver. Tenía el pelo completamente teñido de azul, llevaba gorro y chaqueta color negro, vaqueros rotos, colgantes, pulseras... Menudas pintas, colega. ¿Cuándo empezó a cambiar tanto? Aunque bueno, tampoco es que pueda decir que yo soy la misma que cuando tenía trece años...

-¡La hostia! Pero, ¿qué demonios estás haciendo aquí, Sarah? -su expresión no era precisamente de alegría. Puso una cara mezcla de sorpresa e incredulidad mientras sacudía los brazos. Me sentí pequeña. De las dos, ella siempre había sido la más alta, pero había pegado un buen estirón.

-Hola, Hanna. Yo... es una larga historia. Lo cierto es que me pillas en un momento un poco extraño ahora mismo... y debo encontrar a alguien urgentemente.

-Veo que sigues huyendo de mí... igual que los últimos cinco años. Ni una llamada, ni un jodido mensaje de texto. Genial, Sarah.

No sabía qué decir. Es lo que tiene cuando realmente no tienes ninguna excusa. Y este no era el mejor momento para inventarme una.

-No me pongas esa cara de cordero degollado, anda -Hanna continuó sin darme tiempo a hablar-. Al menos finge que te alegras de verme.

-De verdad me alegro de verte, Hanna. Y mis padres no decidieron mudarse a Seattle por joderte a ti. Yo... pensaba decirte algo en cuanto me asentara un poco. Acabo de llegar a Portland, como quien dice. Y hoy es posiblemente el día más extraño de mi vida. Supongo que el reencontrarnos ya es la guinda del pastel.

-Al menos no eres la única que está teniendo un día peculiar -Hanna desvió la mirada con media sonrisa-. Y bien, ¿qué estás haciendo en esta fiesta de niños de papá?

-Estoy buscando a una amiga. Y creo que puede estar en problemas. Debo encontrarla pronto.

-No me extrañaría. La gente que dirige este cotarro no es trigo limpio, Sarah. Deberías alejarte de ellos. En realidad, yo también estoy buscando a alguien. Si no fuera por eso, no pisaría esta mierda de club ni fumada.

-Y... ¿a quién estás buscando tú?

-A DariusMarson -levanté las cejas al escuchar a Hanna-. Tengo, llamémoslo así, unos asuntos pendientes con él.

¿Hanna también busca a Darius? ¿En qué clase de líos se estará metiendo? Es por todos conocido que si tienes "asuntos pendientes" con Darius, significa drogas, armas o dinero de por medio. Me preocupé.

-Le conozco, por desgracia. Va a mi clase. Y yo también le busco, creo que es él quien está con mi amiga... y sí: efectivamente, Darius es la perfecta definición de persona a quien evitar.

Hanna puso cara de preocupación. Probablemente pensó de mí lo mismo que pensé yo de ella cuando mencionó a Darius. Era bueno saber que a pesar del paso de los años, seguía pudiendo leer los gestos de mi amiga.

-Has cambiado mucho, Sarah. Espero que no te estés metiendo en problemas...

-Quién fue a hablar. Si tú pareces salida del camerino de un concierto de los Sex Pistols.

Nos reímos. Afortunadamente, superado el tenso momento inicial, mi reencuentro con Hanna parece que ha acabado siendo algo positivo. Ya es casualidad habernos topado en un lugar así, y encima ambas estamos buscando a la misma persona...

-Bienvenida a casa, Sarah-dijo Hanna cuando paró de reír-. Salgamos afuera. Tienes mucho que contarme.

-Sí que tengo, sí...

No lo sabes tú bien, Hanna.

Caminamos juntas hacia la salida que daba al patio de la academia. Nos recibió la noche ya bastante cerrada con una luna creciente en el cielo. Hanna, iluminada por una farola que se encontraba a unos tres metros a su derecha, se apoyó contra el muro y se encendió un cigarrillo.

-Tía, al menos pásate al cigarrillo electrónico -puse cara de asco.

-Espero que no me sueltes el sermón por cada cosa de mí que veas, Sarah. Sí, he cambiado. La gente cambia. Y no me siento orgullosa de todo lo que he hecho últimamente.

Lo cierto es que le pegaba a Hanna el haberse vuelto una rebelde. Poco antes de mi mudanza a Seattle, su padre murió. Supongo que no es fácil de encajar que dos pilares de tu vida como son la figura paterna y la mejor amiga desaparezcan de tu vida de repente y casi a la vez. No la culpo. Y me sentí bastante mal por ello.

-Bueno, no es que yo pueda decir mucho de los demás. Esta misma noche he descubierto... que no soy precisamente una santa.

-¿Tú...? Mira que me cuesta imaginarte haciendo cualquier cosa malvada. La imagen que me queda de ti es de nosotras jugando inocentemente a que el sofá de casa es un barco pirata. Pero como decía, la gente cambia. Te escucho, Sarah.

Dudé por un momento si debía contarle mi historia a Hanna o no. Al fin y al cabo me acababa de encontrar con ella después de cinco años y en parte sentía que hablaba con una extraña. Pero finalmente, decidí abrirme. No sé qué habrá pasado con Hanna, pero sé que su interior es el de mi mejor amiga de toda la vida, y eso no cambiará nunca. Además, creo que en mi delicada situación actual me conviene tener una aliada cerca.

-Pues verás... vas a pensar que estoy loca, pero... hace apenas una hora allí dentro en la fiesta el Club Olimpo... me di cuenta de que puedo volver atrás en el tiempo.

Hanna levanto una ceja.

-Vale. Entonces en realidad estás buscando a Darius para que te rule alguna mierda. A ver, ¿qué te metes, Sarah? ¿Meta, éxtasis, farla...?

-Para el carro, Hanna. Sé que suena muy raro, pero es cierto. Supongo que la única forma de hacer que me creas es demostrándotelo.

-Ya -la cara de incredulidad de Hanna era épica-. ¿Y cómo vas a demostrarme que puedes volver atrás en el tiempo, Super Sarah?

-Pues veamos... -me quedé pensativa por un rato- Puedo decirte algo que sólo sepas tú y nadie más.

-Lo dudo. A ver, dime lo que estaba haciendo el veinticinco de septiembre por la mañana -Hanna seguía pegando caladas al pitillo con toda la tranquilidad del mundo.

-Pues... estabas haciendo pellas y quedaste con tus amigos para tomar unas birras -dije lo primero que se me pasó por la cabeza. No importaba lo que dijera yo, si no lo que me respondiera ella.

-Fatal, Sarah. Ni siquiera voy a clase: me expulsaron de Milthon. Para tu información, y considérate privilegiada por contártelo, el veinticinco de septiembre por la mañana estaba tirándome a Justin en la cama de sus padres. Menuda decepción, Sarah. Darius te pasa cosas raras y tienes delirios de drogata. No me esperaba esto de ti.

-¿Justin? ¿Justin, el fumeta de Milthon? -puse cara de verdulera cotilla. No me importó la lógica reacción negativa de Hanna. Ahora mismo la demostraré que llevo razón.

-Sí, ese. Sé que no es algo de lo que sentirse demasiado orgullosa, pero tú lo llevas bastante peor con lo tuyo, ¿eh, maja?

Vale. Suficiente información. Recemos para que el rebobinado me siguiera funcionando. Con mi gesto echando la mano derecha hacia adelante, me dispuse a ello. Era gracioso ver como Hanna fumaba marcha atrás a toda leche y su cigarrillo se regeneraba en vez de consumirse. Reanudé el tiempo en el momento que Hanna me retó:

-Lo dudo. A ver, dime lo que estaba haciendo el veinticinco de septiembre por la mañana.

-Te tiraste a Justin, el segundo fumeta de Milthon, en la cama de sus padres. Él debía de estar haciendo pellas ese día. Tú no porque estás expulsada de la academia.

Hanna dejó caer el cigarrillo al suelo y se quedó ojiplática.

-Es... imposible que tú puedas saber eso. La hostia... Pero no, no puede ser. Será que el mamón de Justin se ha ido de la lengua y te lo habrá contado -Hanna se llevó la mano a la barbilla y se quedó con cara de rayada-. A ver, necesito algo más convincente. Algo que sea completamente imposible que tú puedas adivinar... Ya sé. Dime la ropa interior que llevo puesta ahora mismo.

            
            

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