-¿Y... no me vas a decir lo que llevas en realidad? -esperaba que me funcionara la misma táctica que hace un momento. Si no, lo iba a tener muy chungo.
-Pues mira, normalmente no tendría problema, pero por lista, no te lo voy a decir. Y ahora hablemos de tu problema con los alucinógenos...
Mierda. No ha colado. Y tengo el dantesco marrón de tener que averiguar ahora mismo la ropa interior que lleva Hanna. ¿Qué puedes hacer, Sarah? Amenazar o forzar no entra dentro de mis planes. No con ella.
-Jo, Hanna... -venga, improvisemos a marchas forzadas- Ahora me ha dado curiosidad por saber qué llevas puesto y no me puedes dejar así... Mira, si quieres te digo lo que llevo yo: llevo unas braguitas blancas y un sujetador verde.
Me estaba poniendo roja según hablaba. Pero en fin, a la mierda el pudor, la vergüenza, y a la mierda todo. Luego rebobino y ya está.
Creo que Hanna estaba flipando más con lo que la estaba contando ahora que con mi adivinación de su veinticinco de septiembre.
-Sarah, estás muy mal. ¿A cuento de qué me vienes con esas?
-¿Es que yo... no te parezco atractiva? -me acerqué peligrosamente a Hanna y la miré fijamente poniéndola ojitos.
-Sarah, esto es muy raro. Y me estás dando miedo... -Hanna trató de echarse hacia atrás, pero tenía el muro a sus espaldas.
Venga, a la piscina de cabeza. Aprovechando que Hanna estaba atrapada entre mí y el muro de la escuela, le planté un beso en la boca.
-¡Sarah...!
Para mi sorpresa, no me rechazó. Eso sí, Hanna estaba visiblemente sorprendida y nerviosa. Mi objetivo era simplemente averiguar lo que llevaba de ropa interior, pero, aprovechando la serenidad que me daba el poder rebobinar después, hice el experimento de usar mi lengua para juguetear con la suya. Lo más sorprendente con diferencia es que... no me era para nada desagradable. Tanto es así que permanecí besándola contra el muro cerca de un minuto mientras la agarraba de la cintura. Cuando me despegué de ella, tenía la cara toda roja y le costaba mirarme a los ojos.
-Sarah, estás como una cabra, pero... esto... me ha gustado.
-¿A que ahora sí me vas a decir la ropa interior que llevas puesta? -dije entre susurros tratando de ser sensual.
-Eh... bueno... quizás te enseñe algo después. Esto es muy raro, Sarah, y tú vas muy rápido...
-Dímelo. Porfi, porfi, porfi... -apoyada en ella, prácticamente la planté la boca en su oreja y continué entre susurros- Me pondría muy cachonda saberlo...
El papel de loba se te da de lujo, Sarah. Preocúpate. En serio.
-Llevo un sujetador negro y un culotte morado. Nada especial. Me está dando mucha vergüenza, Sarah, y mira que yo modosita no soy, pero tú...
Suficiente. A rebobinar se ha dicho. Tengo que admitir que ha sido bastante divertido, aunque pobre Hanna... menudo trago la he hecho pasar...
-Ya sé. Dime la ropa interior que llevo puesta ahora mismo -reanudé el tiempo justo cuando Hanna pronunciaba esta frase.
-Llevas un sujetador negro y un culotte morado.
-No... no tengo palabras, Sarah. Es asombroso. ¿Cómo has podido saberlo?
-Es sencillo: me dijiste lo que llevabas puesto, vuelvo atrás en el tiempo con el dato aprendido, y te respondo correctamente.
-¡La puta hostia! ¡Realmente eres SuperSarah! -Hanna estaba eufórica- Oye, ¿y te dije sin más la ropa interior que llevaba puesta? ¿Así de buenas, sin persuasión?
-Sí. Me lo dijiste, sin más.
-Ah... bueno, me sorprende un poco de mí misma que te lo dijera. Pero puede ser.
Mala, Sarah. Mentir no está bien. Pero debo aprender a separar mi yo real de mis yos paralelos producto de mis desfases temporales. En realidad yo no soy la Sarah cachonda que acaba de seducir a Hanna. O eso creo...3
-¡Qué fuerte, tía! ¡Con ese poder, eres... eres invencible! -Hanna no paraba de hacer aspavientos con las manos y dar pasitos hacia un lado y al otro- ¡Vayamos por ahí a explotar esos poderes! ¡Somos imparables!
-Hanna, para. Ya te he dicho que esto me ocurre desde hace apenas una hora. Desconozco de dónde ha venido, si me durará para siempre, o si tiene algún efecto secundario.
-Venga, Sarah. No puede ser coincidencia que justo tú obtengas ese poder, al poco rato te encuentres conmigo y que encima estemos buscando a la misma persona. Tiene que ser alguna mierda de estas del destino, hasta el más idiota se daría cuenta. ¡Vayamos juntas a buscar a Darius!
-A todo esto... ¿por qué estabas buscando a Darius? ¿Qué os traéis entre manos?
-Venganza -la expresión de Hanna se volvió más seria-. La verdad es que hubiera preferido evitar tener que contárselo a nadie, pero tú eres diferente, Sarah. Ese malnacido me engañó. Me lo encontré en un bar y vi enseguida que era un niño de papá. Traté de sonsacarle algo pero...
-Pero, ¿qué? ¿Qué te ha hecho Darius? -el tono de Hanna se volvió tan solemne que me preocupé.
-Pero fue él el que se aprovechó de mí. Fuimos a su habitación en la residencia de estudiantes y... apenas recuerdo nada. Debió echarme algo en la bebida, o algo así. Tan sólo recuerdo el despertarme tirada en el suelo y a él sonriendo con una cámara en la mano.
Sabía que Dariu sera un tipo al que era mejor evitar, pero desconocía que pudiera llegar a ser tan perturbador. Es un auténtica lástima: al ser compañero suyo de clase conozco su obra, y el chaval tiene talento artístico. El descubrir que ha drogado a Hanna y vete a saber que más habría hecho con ella despertaba mi demonio interior. Estás muerto, Darius. No sabes a quién te estás enfrentando.
-Al despertarme le pegué una patada y pude huir de allí -continuó Hanna-. No tengo ni idea de qué hizo conmigo mientras estaba drogada en el suelo, pero te lo juro que lo averiguaré. Ese cabrón cantará, te lo aseguro. Y como tenga alguna foto mía, se la meto por el culo -parecía que Hanna fuera a hiperventilar de un momento a otro-. Bueno, ¿y quién es esa amiga tuya que buscas y por qué está con Darius?
-Es mi amiga Sofia. Va conmigo a clase de fotografía y congeniamos al poco tiempo de empezar el curso. Antes me envió un mensaje al móvil diciendo que estaba por aquí en la fiesta y poco menos que pidiendo auxilio. Lo único que he averiguado ahí dentro es que es muy posible que Darius esté con ella y no me huelo nada bueno.
-¿Sofia Marsh? La conozco. Es una tía cojonuda. Un poco rancia, pero cojonuda. Haces bien no oliéndote nada bueno, Sarah. Deberíamos buscar a Darius en seguida: no me gustaría que Sofia estuviera pasando por lo mismo que pasé yo. Pero... ¿tienes alguna pista de dónde pueden estar?
-No, pero... lo averiguaré. Ven conmigo.