Aceptamos todo sin saber lo que nos esperaba. La milicia no era un lugar de juegos. Los trabajos eran duros y el entrenamiento era del más duro y desenfrenado. El tío Mu le dijo varias cosas a Nina sobre tener que olvidar muchas cosas. Yo, por mi parte, había terminado con el chico dizque mi novio. Nuestra pérdida nos dejó devastadas, pero teníamos que levantarnos y eso tenía que ser ya.
En la mañana siguiente, tomamos el vuelo y nos llevaron muy lejos, y cuando llegamos al desierto, eso nos asustó al principio. El teniente en jefe nos trató bien desde nuestra llegada. Nos trató como jefa y su superior. No quisimos el mérito porque aún no habíamos logrado nada para obtenerlo. Mi hermana mayor fue la primera en solicitar entrar en entrenamiento.
A las cinco de la mañana, un timbre nos sacó de nuestro sueño, algo que yo ya no conocía. Hace días que no duermo como debería. Cada vez que cierro los ojos, solo veo ametralladoras y balas volando, y mi familia siendo aniquilada.
Eso, de verdad, no me dejaba dormir. Mi hermana pasaba la noche jugando con una pequeña navaja. Me pregunté si ya tenía un enemigo en mente. Nos vestimos con un uniforme caqui y polo del mismo color. Botas militares. Nuestro primer entrenamiento fue correr diez kilómetros, mucho para algunos, pero a nosotros no nos importó. Las demás se quejaban, pero mi hermana ya había partido y tuve que acelerar mis pasos para estar a su altura. Cuando llegué a su lado, solo vi lágrimas en sus ojos. Eso me dolió, verla sufrir a mí me partía el corazón.
Sin embargo, ¿qué se podía hacer? Solamente nos toca ser fuertes y hacer el trabajo que nuestros padres nos encargaron. En los primeros cuatro kilómetros, no pude más, me paré, aunque vi que el equipo estaba muy lejos de nosotras. Ir con ellos no era una mala idea. Sin embargo, Nina seguía sin parar, me pregunté si no se sentía cansada.
La lucha era intensa, pero estábamos decididas a seguir adelante. No podíamos rendirnos, teníamos un objetivo claro y estábamos dispuestas a llegar hasta el final. A pesar del cansancio y el dolor, sabíamos que teníamos que continuar. Nuestro futuro dependía de ello, y no podíamos defraudar a quienes confiaron en nosotras.
Así que nos levantamos, sacudimos el polvo y seguimos adelante. No importaba cuán difícil fuera el camino, estábamos juntas y eso nos daba fuerzas para seguir luchando. No sabíamos qué nos deparaba el destino, pero estábamos listas para enfrentarlo con valentía y determinación. Nada ni nadie nos detendría en nuestro camino hacia la victoria.
El equipo me encontró esperando y arranqué junto a ellos. El chico que era capitán me miró y me preguntó por mi compañera.
_ Ella está en la ruta de los diez kilómetros.
Todos me miraron con asombro, muchos decían que estábamos presumiendo, pero ellos ¿qué sabían?
_ ¿Ella no ha parado de correr porque tú te quedaste en el camino?
_ ¡Debí esperarlos, no!
Al expresar eso, había muchas miradas fijas en mí. Bueno, eso a mí no me importaba. El capitán del equipo me dijo que la ronda de mi hermana no cuenta. Algo que me gustaría decirle que no hiciera, sin embargo, estaba empeñado en que él es el capitán. Uno que se busca una bronca muy temprano con mi hermana.
_ ¡Ella debe respetar las reglas, no importa si ella fue corredora antes, no obstante aquí hay reglas!
Solo lo miré, sin responder a su comentario. Sabía lo que le esperaba, era mucho más mayor el castigo que él quiere imponer a mi hermana. Nina es muy fuerte, así es ella. Partimos todos y cuando llegamos a la meta, Nina ya estaba en otros entrenamientos. Y cuando llegamos al punto, ella acababa de bajar del "rasca muro". Y le llevaba ventaja a todos los que estaban en el entrenamiento.
Los presentes se detuvieron en seco y dirigieron sus miradas hacia ella, algunos con asombro y otros con evidente hostilidad. Para ellos, mi hermana estaba presumiendo, pero para nosotros era simplemente una cuestión de cumplir con nuestra misión, manteniendo en secreto nuestra identidad. Caminé hacia ella y le di una palmada en el hombro. Se apoyó en la pared y en ese momento el capitán se acercó, pronunciando palabras que no debía haber dicho.
"Señorita, eres una novata. Aunque corriste, no lo hiciste en el límite permitido con el equipo, así que eso no cuenta", le espetó.
El rostro de mi hermana cambió radicalmente. Lo miraba fijamente, con una mirada asesina que no pasó desapercibida.
"Nini, podrás correr, ya has entrenado mucho", le dije en un intento por calmar su ira.
Ella no respondió, simplemente se sacudió el polvo y se preparó para correr.
"¡Oye, dices que tengo que correr, capitán, y te quedas tomando sombra!", exclamó antes de partir.
Quise reír ante su valentía. Sabía que ella siempre tenía algo que decir. Ahora dirigí mi mirada hacia el capitán, indeciso sobre si debía correr o no, pero sabía que Nina lo llevaría al límite. Debía ser muy resistente para mantenerse a su ritmo. Cuando estaba enojada, daba seis o siete vueltas al campo de juego, siempre batiendo récords. Quise advertirle al capitán, pero él quería imponer un castigo, algo que ella pagaría en ese momento.
Nina estaba furiosa, y no era para menos. Su mirada intensa dejó a todos pasmados, sus ojos enrojecidos reflejaban la ira que bullía en su interior. El jefe sabía que era momento de intervenir, el capitán debía correr ahora. Su actitud presumida le había jugado en contra y ahora debía enfrentar las consecuencias. Nina, sin titubear, se preparó para la carrera, mientras el capitán intentaba alcanzarla, aunque dudaba mucho de lograrlo. La lluvia estalló de repente, algo que sabía enfurecería aún más a mi hermana, pero no pasaron ni unos minutos cuando ella ya había llegado a la meta, dejando al capitán rezagado. La vergüenza se reflejaba en su rostro al llegar tarde.
Le reproché a Nina su dureza con el capitán, pero ella simplemente me respondió que él se lo había buscado. Aunque en el fondo sabía que ella era implacable cuando se enojaba, esperaba que al menos cuando estuviera lejos de la multitud no lo lastimara. En ese momento, me di cuenta de que Nina era imparable cuando se proponía algo, y su determinación era algo que no se podía subestimar. Aunque su carácter fuerte a veces podía ser desmedido, era precisamente esa determinación la que la llevaba a alcanzar sus metas.
¡Claro que sí!_ exclamé entre risas, sabiendo que seguramente nos odiarían. En ese preciso instante, el capitán en jefe nos llamó, indicándonos que nuestro entrenamiento no había terminado. No importaba cómo nos lo pusieran, debíamos cumplirlo. Cada sesión de entrenamiento era un logro, un paso más hacia la victoria y una puñalada adicional a nuestros enemigos.
Bajo la lluvia, nos ordenaron saltar cubos, y así lo hicimos. Me caí unas cuantas veces, pero Nina me dio la mano y juntas continuamos. Encontramos un ritmo y saltamos los cubos con determinación. Cuando la lluvia cesó, también lo hicimos nosotras. Ahora todos nos miraban. Desde el momento en que entramos, escuchamos los murmullos. Decían que era nuestro castigo por avergonzar al capitán de la carrera. A nosotras nos daba igual, pues estábamos dispuestas a desafiar las normas y enfrentar cualquier consecuencia.
_¡Miren a las recién llegadas! Ya recibieron su castigo por excederse con el capitán.
_ Ellas solo habían entrenado antes, están presumiendo, pero pronto se les acabará el orgullo.
_ Dejen de hablar de ellas, no sabemos quiénes son ni podemos darnos el lujo de subestimarlas, ¡manténganse alejadas! _ dijo un chico, y tenía razón.
En el baño de mujeres, nos esperaba algo que nunca habíamos imaginado. Una de las militares, Huan Yi, nos bloqueó el paso para informarnos que las nuevas debíamos bañarnos al final y teníamos solo diez minutos en el baño.
_ Las nuevas deben cumplir con las normas. Se bañan después de nosotras.
A pesar de las adversidades, estábamos decididas a enfrentar cada obstáculo que se interpusiera en nuestro camino. Nos habíamos ganado el respeto de algunos y la envidia de otros, pero estábamos dispuestas a demostrar que éramos capaces de superar cualquier desafío que se nos presentara. Nuestro espíritu indomable no se dejaría doblegar por las etiquetas ni por las expectativas impuestas. Estábamos listas para demostrar nuestra valía y dejar una huella imborrable en este lugar.
Nina, la observo de reojo, ni siquiera le presté atención, pero en un abrir y cerrar de ojos, Nina ya me había tomado del hombro con firmeza, desviando su mirada. Aquello simplemente me sacó una risa.
_ Tu rudeza es efímera, pensé que serías más insistente y me bloquearías el paso, ¡solo eres una parlanchina! _ sus palabras comenzaban a cansarme.
La astucia de Nina me tomó por sorpresa, su determinación se manifestaba de manera sutil pero contundente. No pude evitar sentir cierta admiración por su habilidad para desarmar mi actitud indiferente. Aunque intenté mantener mi compostura, una sonrisa se asomó en mi rostro ante su audacia.
_ No subestimes mi capacidad para ser persistente, simplemente elijo mis batallas con sabiduría. Y en cuanto a ser solo una que habla, te aseguro que mis palabras pueden ser tan contundentes como mis acciones. _ mi tono se tornó más serio, dejando en claro que no debía subestimarse mi determinación.
Nina asintió con una mirada desafiante, como si estuviera lista para el desafío que se avecinaba. En ese momento, supe que estábamos destinados a enfrentarnos en un juego de voluntades, donde cada palabra y gesto serían armas en un duelo silencioso pero intenso.
Así, entre risas y desafíos, comenzó nuestra danza de voluntades, donde ninguno estaba dispuesto a ceder terreno fácilmente.