Luis Manuel.
Era una mañana como cualquier otra de invierno, con las nubes negras y pequeñas gotas bajando sin parar por toda la ciudad, haciendo que el clima fuera más frío de lo normal.
Me levanto temprano a realizar mi rutina de ejercicios en mi propio hogar. Después de varios minutos mi cuerpo se empieza a calentar, la respiración se acelera y el sudor empieza a bajar por mi frente y espalda.
Ya cansado del movimiento constante y repetitivo decido descansar. Ingresó al baño a darme una ducha rápida y refrescante, al salir elijo un traje azul rey y una camisa lisa blanca. Ya todo listo salgo de casa en menos de veinte minutos.
Conduzco con las ventanas cerradas, sincronizo el radio para escuchar las noticias; las calles están congestionadas de autos haciendo que me moleste un poco, toco la bocina por varios segundos, provocando que los demás realicen la misma acción, pero ni así, los vehículos avanzan.
Después de media hora de atraso, cruzó la puerta del edificio, para adentrarme en el ascensor.
Llegó al quinto piso donde me espera Sofía con el café caliente en el escritorio de mi oficina.
_ Buenos días, Luis Manuel, _lo saludo entusiasmada esperando a que me mire.
_ Buenos días... _ contesta de prisa sin voltearme a ver _ ¿Ya llegó Samuel?
_ No, señor
_ Me avisa cuando llegue, por favor.
_ Sí, señor
Al ver que él sigue sin prestarme atención decido acercarme a su escritorio. Hoy me había esperado en traer una enagua corta color negro y una blusa blanca con botones al frente, pero ni asi logro que él lo notara. Me molesta su indiferencia; por lo que resentida y un poco enojada regreso a mi sitio cubículo, sonando los tacones de punta y moviendo las caderas de un lado a otro.
El ruido de sus zapatos llamó mi atención, levanto la vista para verla de reojo, sus suaves movimientos y su porte de dama hace que muerda mi labio inferior, pero se que no puedo ceder antes sus encantos, volverdo a sumergirme en el trabajo.
_Tío _reconozco la voz de Samuel al otro lado.
_ Pasé _ digo levantando la vista.
El joven abre la puerta, se acerca despacio y se senta en la silla del frente del escritorio.
_ ¿Qué es lo que te hace tan feliz? _me pregunta estudiando mi cara
_¿Porque lo dices?
_ Te ves muy contento. Eso significa dos cosas, que ganaste la lotería o la mas creíble que la mujer con la que estuviste anoche, hizo bien su trabajo.
Su ocurrencia provoca que me lanze para atrás en una carcajada, negandolo con la cabeza.
_ Sea lo que sea, agradezco al todo poderoso, que hoy no tengamos que soportar tu mal humor.
_ En realidad, estoy contento porque e adquirido una casa...ya sabes donde... _me lo contó con tono alegré.
_ ¿Compraste la mansión de los Foster? _grita, abriendo los ojos como platos.
_ Mañana mismo voy donde el abogado para firmar el traspaso.
Por unos minutos la oficina se queda en silencio. La cara de Samuel de asombro se mantiene en todo ese tiempo.
_ ¿Quiero darte esto?_ estirando la mano para darle un sobre sellado.
_ ¿Qué es? _ contesta con curiosidad, observando el nombre de Sara en el borde
_ Quiero que le entregues esto...
_ ¿Acaso es...?
_ Si Samuel, por fin decidí divorciarme de ella.
_ Disculpa que te diga esto, pero es lo mejor que puedes hacer, ella te dejó hace años por otro y tú tienes que comenzar de nuevo.
_ Sí, lo sé
Me levanté de mi asiento y observó por la ventana la gran ciudad. Aunque el día estaba nublado, mantenía aún su encanto. Respiro profundo y recuerdo a Selena con su ropa mojada y sus risas alocadas. Tomo un sorbo de café y vuelvo mi mirada a la oficina perfectamente arreglada, con una sonrisa en el rostro.
_ ¿Conocistes a alguien? ¿Verdad?
_ Tal Vez
_ ¡Pícaro! _ le Interrumpo _ ¿Cómo se llama? ¿Donde vive? ¿Cómo es ella? _ Tenía tantas preguntas en mi cabeza que no sabía ni que preguntar primero.
_ ¡Suave, suave! _interrumpe
_ Estoy tan emocionado que le brinco felicidad. Después de años de luto, sufriendo por una mujer que ni valía la pena decide dejarla y ni hablar de la mansión, por fin dejarás ese departamento pequeño y temeroso._ me levanto del asiento y camino por la oficina _ Te juro que hasta fiesta hago en honor a esa mujer.
_ ¡Cállate! Te va a escuchar Sofía y todo el edificio
_ ¡No me importa! Mi tío ha regresado a la vida _ vocifero.
_ No seas payaso y vuelva a su sitio _
Dice con autoridad.
_ ¿Ahora si me acompañarás a fiestas y bailes nocturnos? _ pregunto mientras regreso a mi sitio.
_ Yo ya no estoy para eso , con 50 años encima pareceré el padre de todos ustedes.
_ Tampoco estás tan viejo -me digo, levantando una ceja.
_ Pero tampoco tengo tu edad, sobrino.
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Después de una larga jornada laboral, salgo de la oficina y me detengo en uno de los supermercados que quedaban de camino a mi departamento. Odiaba llegar sin nada que cenar, así que si quería comer, debía comprar.
Cogí una pequeña cesta en la entrada, para empezar a comprar lo que necesitaba; dado a que no sabía cocinar, escogí lo que fuera más rápido y fácil de hacer.
Mis exigencias en la comida no son superiores a las de cualquier otra persona; sin embargo, tenía debilidad por los dulces, el pan y todo aquello que contuviera exageradas calorías.
Como la casa de Selena me queda de camino, hago otra parada, estaciono el auto en la acera del frente, las luces encendidas iluminan el interior de la inmensa propiedad.
De lo lejos se puede ver como los niños juegan por toda la casa, mientras ella ve el teléfono celular. Su aspecto es desarreglado pero había algo en ella que me llamaba la atención.
Parto a mi departamento donde solo tomo de la refrigeradora algunas frutas para después acostarme en el sofá a comer.
Enciendo la televisión, acarició al perro y doy gracias a Dios por un día más.