El Pilar del Universo LOS DOCE CLANES
img img El Pilar del Universo LOS DOCE CLANES img Capítulo 2 Reencuentro con el pasado.
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Capítulo 6 El ataque a Marte. Parte 1 img
Capítulo 7 El ataque a Marte. Parte 2 img
Capítulo 8 La odisea interestelar. img
Capítulo 9 Viviendo con normalidad. img
Capítulo 10 La venganza. img
Capítulo 11 Respuestas. img
Capítulo 12 El día de la noche sin Luna. img
Capítulo 13 La carta y los gemelos. img
Capítulo 14 Asalto a las Guardias. Parte 1 img
Capítulo 15 Asalto a las Guardias. Parte 2 img
Capítulo 16 El dios del Espacio y el Tiempo. img
Capítulo 17 Acto de sucesión. img
Capítulo 18 El guerrero más fuerte. img
Capítulo 19 El arte de la estrategia. img
Capítulo 20 Aguas peligrosas. img
Capítulo 21 Voluntad Divina. img
Capítulo 22 Ángel Oscuro. img
Capítulo 23 La reina del fuego. img
Capítulo 24 El amo y señor de la oscuridad. img
Capítulo 25 Vientos de desesperanza. img
Capítulo 26 La serpiente marina. img
Capítulo 27 Aires polares. img
Capítulo 28 Fuego contra fuego. img
Capítulo 29 Ritual Corrompido. img
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Capítulo 2 Reencuentro con el pasado.

El paso del tiempo puede resultar abrumador. La simple monotonía del ser humano puede parecer absurda, aún así, llevar una vida tranquila puede ser la mejor manera de terminar nuestros días. Las complicaciones existen, sin embargo, muchas pueden escapar de nuestra imaginación.

Mientras todos viven sus vidas con completa normalidad, hay unos pocos que velan por su bienestar. Este relato cuenta la verdad del Universo, datos que escasas personas conocen y esa fracción privilegiada sabe callar...

Nuestro hombre en particular se llama Matías Nahuel Lauro. Él había llevado una vida tranquila los últimos diez años. Con treinta y un años de edad vivía sin extrañas preocupaciones en una casa que compró con el sacrificio de su trabajo. Era un abogado de bajo perfil, pero esto no le impidió darse las comodidades primarias. Su familia estaba constituida por esposa Paola y sus dos hijos, Gastón y Brisa. El tipo perfecto para formar la propia comunidad. Paola, su mujer, era profesora de la asignatura biología. Daba clases en la escuela media donde justamente Matías, se graduó con honores. Gastón, su hijo mayor, cursaba el cuarto año en la misma escuela. Y Brisa, la hija menor, se encontraba terminando el séptimo grado primario. Todo su grupo familiar llevaba una vida normal sin demasiados lujos, pero esto no era impedimento para que fueran felices.

No obstante, el pasado del padre de familia era muy singular, algo que no se veía todos los días. Un pasado donde las peleas por designio del destino, eran todo para él. Muchas civilizaciones dependían del resultado de esas feroces batallas y pocos tenían conocimiento de que se estaban llevando a cabo. Probablemente por esa razón haya dejado todo atrás, no por cobardía o por no querer cargar con la responsabilidad. Simplemente pensó que ya era demasiado, librar esas peleas que el mundo desconocía desgastaba su existencia, inclusive en algunas ocasiones, se sentía obligado a terminar con la vida de seres vivientes, algo que al principio iba en contra de su ideología y moralidad. Él creyó que ya había sido suficiente.

Los rivales potenciales ya no existían, Matías había enfrentado a distintos guerreros del Universo con la intención de mantener las cosas en orden. Sin embargo, en ocasiones surgían otros enemigos menores, estos lo obligaron a pelear innecesariamente, lo cual resultaba molesto, confuso. Esto generaba malestar en su persona y en todo su entorno. La paz que tanto había anhelado cuando estaba al frente del Equilibro, era un hecho y fue próspero por los últimos diez años. Así mismo el tiempo era algo crucial, mientras seguía corriendo complicaba al señor de los Lauro. La sangre heredada era un problema, ocultar los caprichos del destino podría no ser bueno.

Era 3 de Octubre del 2006 D.C.(cronología terrícola), una hermosa tarde de primavera, el color de las flores presentaba el mayor de sus contrastes. Matías permaneció en aquel enorme prado del parque Indoamericano, aguardaba a su amigo y compañero de toda la vida. Ese que unas cuantas veces se jugó la vida junto a él, Daniel Vera.

Matías escuchó pasos a sus espaldas. -¿Cómo has estado compañero?- Daniel conocía perfectamente a su compadre. El día que Matías supo de la existencia de su hija, eligió a su mejor amigo como el padrino de ella. Nada podría ocultarle a él, que supo al instante que la pregunta de su compañero de vida, albergaba más de un significado.

-Me encuentro muy bien.- enfatizó para luego ir al grano. -Pero dime en verdad a qué te refieres. Nos vemos bastante seguido últimamente ¿Qué es lo que te preocupa?- Daniel hacía un esfuerzo por liberar la carga de su amigo.

-Ya hace mucho tiempo que no mencionaba esto. Pero sé que tarde o temprano tendré que ceder mi trono, cada vez que pienso en ello odio el hecho de haber nacido bajo este pésame.- mientras hablaba Matías observaba las nubes, tratando de imaginar el posible escenario lamentable.

-Entiendo cómo te sientes, ten por seguro nadie elige cómo venir al mundo. Es como tú dices, una herencia de sangre, recuerda el miedo que me invadió el día que pensé que mi hijo podría ser mi sucesor. Siempre es mejor pensar en la vida tranquila que llevamos, pero nuestro pasado pesa, pesa mucho.- las palabras de Daniel fueron pronunciadas con mucha nostalgia de su parte.

-Nunca dejé de tener esas pesadillas que tuve desde un principio. Y tampoco dejé de sentir esa nostalgia de saber que tarde o temprano, sería una de las personas más queridas por mí, la que estaría en juego. Pero ten por seguro algo Daniel, cuando llegue ese día, estaré listo.- hasta el momento permaneció dándole la espalda. Luego de ese comentario se colocó justo frente a él.

Daniel lo escuchó atentamente, como solía hacerlo desde que eran pequeños. -Lo sé amigo, lo sé...- expresó, para que su amigo supiese que lo acompañaba en sentimiento.

Había llegado el momento crucial, Gastón debía conocer su verdadero destino, ya no era una opción seguir ocultándolo. Por su parte, Daniel debería hacer lo mismo con su hija Alma. A pesar de no ser una elegida directa, ella merecía saber la verdad con respecto a su padre. La personalidad de esta muchacha superaba la tranquilidad que caracterizaba a Daniel. Es que más bien, ella era extrovertida y bastante entrometida. Más de una vez complicaba la templanza de su padre. El carácter y la madurez prematura de Alma, hacían para el compadre de Matías, ardua la tarea de educarla. Lamentablemente ella creció en ausencia de una madre. Rosa, la única mujer que este pudo amar, falleció al momento del parto. Después de eso Daniel jamás volvió a sentir nada más serio por otra mujer, toda aquella que se le acercaba sólo contaba como una más en su gran lista de conquistas. Ya con treinta y cuatro años de edad, Daniel sabía lo que debía hacer. Ese amargo momento que le tocó vivir lo marcó para siempre.

Matías estaba en un momento de reflexión absoluta, comenzó a recordar a todos sus compañeros, aquellos que lo acompañaron para convertirse en lo que hoy era. Algunos estaban ausentes y una persona en especial había marcado su alma, dejándolo con un problema que trascendía las barreras temporales de la psiquis humana.

Por otro lado, Gastón llevaba la vida normal de un chico de dieciséis años de edad. Su preocupación más importante era su viaje de egresados del año entrante. El gran desvelo de Matías era su hija menor. Brisa estaba muy atenta a los movimientos de su padre. Trataba de escuchar las conversaciones telefónicas que tenía con su padrino y a su vez, le llamó poderosamente la atención la llamada de un tal César. La persecución lo fastidiaba y su hija comenzaba a sospechar lo insospechable. Paola, su mujer, trataba de calmar sus nervios. Las cosas debía seguir su curso, si con ello la verdad salía a la luz, tendría que pasar y ya. Ella jamás aceptó las responsabilidades ajenas a su familia, aún así, Matías se las había arreglado para mantenerla al margen y que no supiese toda la verdad.

Así marchaba todo, Matías creyó conveniente reunirse con aquellos que alguna vez defendieron el Universo. Después de aquel suceso desafortunado donde tres de su grupo murieron, juraron vivir en paz para honrar sus memorias. Sin embargo, si algo le había quedado claro después de la charla con Daniel, era que esa paz tenía un final próximo. Posiblemente los otros miembros de los clanes tenían el mismo presentimiento.

Los años habían pasado, pero las comunicaciones galácticas seguían siendo el método más seguro cuando se trataba de tener una conversación que no quería ser rastreada. Los citó en el lugar de siempre, el castillo perteneciente a su clan. El castillo Lauro, uno de los Doce Castillos. Desde la antigüedad en el corazón del Universo existe una montaña, donde cada uno de los clanes posee un castillo. Siendo así, los únicos que sabían de la ubicación del punto de reunión serían ellos y nadie más.

Hace millones y millones de años los Doce Clanes tienen como misión de vida proteger al Universo de las distintas amenazas que pudieran surgir y mantener el equilibrio universal. Cada clan era poseedor de un castillo en aquel planeta escondido en el centro del Universo, allí todos los miembros se instruyen de manera permanente para que los conocimientos milenarios no se pierdan. Al cabo de cinco mil años, nacen seres especiales, facultados para llevar esa importante misión. Son llamados, elegidos. Los clanes tienen un líder, también nombrados Cabeza de Clan, por eso mismo cada cinco mil años cuando nace el elegido, se trata de un ser superior. Por lo tanto cuando los Doce Elegidos están completando su tarea, el líder del clan Lauro es su referencia mayor. Aunque desde la antigüedad se cree que el Pilar del Universo no está completo sin la totalidad de sus miembros. Sin embargo, por preferencia, siempre se lo llamó Pilar al elegido del clan Lauro. Sin restar importancia a los demás clanes Vera, Cacace, Morales, Cazaban, Jara, Strelczuk, Fernández, Horrach, Ocaranza, Salvini y Heredia.

Con respecto a la contabilización del tiempo, el Planeta Central del Universo, los días tenían las mismas horas, minutos y segundos de duración que la Tierra. Pero no era así con el paso de los años. Cada año contaba con trescientos sesenta días, contaban con doce meses de treinta días de duración, cada uno era llamado igual que cada clan. Siendo así, había un mes Morales, otro Vera, etc. Al cabo de cinco mil años un extraño suceso se presentaba, el mes Lauro pasaba de tener treinta a treinta y un días. Ese día en cuestión tenía la singularidad de no mostrar una Luna en el cielo. Por esta razón este día era nombrado como "El día de la Noche sin Luna", era el momento en el que los doce elegidos nacían mostrando su símbolo elemental en la espalda. Una era terminaba y otra daba inicio, el año 0 comenzaba a correr. La situación de nuestro presente se nombraría como el año 5016 D.M. (cronología centraliana) lo cual indicaba que nuevos elegidos estaban llevando una adolescencia en algún lugar.

La historia de Matías es muy particular, lamentablemente se podría decir que la tradición se quebró en algún punto. Su antecesor llamado Radamis había sido instruido desde que tuvo uso de consciencia, así era de padre a hijo por generaciones, hasta la llegada del nuevo Pilar. La vida de los seres mortales era limitada, no obstante, los elegidos que nacían cada cinco mil años eran inmortales. Seres que podían vivir por milenios sin envejecer, su apariencia se congelaba a los treinta años de edad. Estos seres inmortales encontraban el fin de su inmortalidad de una sola manera. Cuando su sucesor está listo para ocupar su lugar se lleva a cabo el Ritual de Sucesión. Dando como resultante dos métodos. Voluntariedad, el Pilar actual cede su lugar al nuevo dejándose ejecutar por su sucesor. El otro método, no menos sanguinario era el de Superioridad, en este caso ambos Pilares se batían a duelo donde uno de ellos debía morir. Esto se repetía en todos los clanes. Ambos métodos obligan un análisis moral. Se supone que después de llevar una vida eterna, llena de amarguras como la pérdida de seres queridos mortales, tirar la toalla sería lo más noble y humano. Sin embargo, había quienes preferían seguir viviendo de los vicios sin descuidar sus responsabilidades. Pero en el caso de que el Pilar actual eligiera Superioridad, era casi un hecho que la experiencia se sobre pondría contra la falta de la misma. De esta manera ganaría otros cinco mil años a la espera de un nuevo sucesor, pudiendo repetir la decisión anterior. Existen casos que utilizaron esta opción, incluso hubo otras complicaciones al respecto.

Hace más de veinte mil años existió un Pilar llamado Baltasar, conociendo más secretos sobre la inmortalidad de los elegidos, concluyó en asesinar a sus propios compañeros. Y luego le dio muerte a toda la descendencia de los Doce Clanes, inclusive a los recién nacidos, los nuevos elegidos. Sin embargo, el destino fue próspero y al cabo de diez mil años de angustias, un nuevo Pilar nació. Afortunadamente los antepasados de Radamis y sus compañeros pudieron escapar de la tiranía de Baltasar. Fue entonces, cuando con veintitrés años de edad Radamis y compañía en una batalla muy reñida vencieron a Baltasar.

Pasaron cinco mil años más, estaba anunciada la llegada de nuevos elegidos, fue cuando la generación de Matías Nahuel Lauro nació. Lejos, en un planeta apartado llamado Zalek, los nuevos elegidos llegaron al Universo. Radamis, ya había determinado que cuando ese momento llegase, los pequeños bebés serían enviados a Central rápidamente. No sin antes ser incubados en cámaras criogénicas. Fue así que con pocas horas de vida, Matías y compañía fueron incubados y enviados a Central donde Radamis los aguardaba. El destino de ellos no estaba del todo claro, pero se caía de maduro que el Pilar del Universo actual tenía intenciones de seguir en su lugar. Evitando de alguna manera el derramamiento de sangre, cargaría con toda la responsabilidad de la misma manera formidable que lo había hecho hasta el momento.

Careciendo de detalles exactos en el año 9982 D.R. (ó 4982 D.M.) una de las incubadoras desapareció. La que contenía a Daniel Vera en su interior ya no estaba. Radamis buscó por cielo y tierra intentando dar con la incubadora desaparecida sin suerte. Un año más tarde, la incubadora de Gabriel Cacace también desapareció. Este fenómeno preocupó aún más al Pilar del Universo. No obstantes al cabo de un año y con meses de diferencia, las incubadoras de Christian Ocaranza, Jonathan Cazaban, Matías Lauro, Jennifer Jara, Celeste Horrach y Juan Manuel Fernández también desaparecieron. Con un Radamis totalmente desquiciado y carente de sensibilidad, los habitantes de aquella época tuvieron que lidiar con la desconfianza y el destierro de muchos nativos centralianos. Sin embargo al cabo de unos meses más la incubadora que contenía a Giselle Salvini también desaparece. Sin que Radamis pueda impedirlo, lo que alteró más al líder del clan Lauro. Esto lo dejaba con un total de tres incubadoras, totalmente fuera de sí y sin entender cómo las cosas se escapaban de su control, observó entonces las incubadoras. Tomó dos de ellas, las que contenían a Guadalupe Heredia y María José Morales, se elevó por encima de la montaña Pilaf. Dejó de respirar al salir de la atmósfera y lanzó las incubadoras en direcciones opuestas, esperando que el destino haga el resto. Cuando descendió miró nuevamente a sus pies, allí estaba la última incubadora y en su interior se encontraba Cristina Strelczuk. Radamis tomó una decisión sorpresiva al liberar de su sueño a la pequeña, esto último ocurrió en el año 9987 D.R. (ó 4987 D.M.).

La determinación del Pilar se completó, en Central, sólo los miembros importantes sabían del destino de Cristina Strelczuk. Radamis la criaba como si se tratara de su propia hija, con el objetivo latente de ir por los desaparecidos algún día. El entrenamiento de manos del mísmisimo Pilar del Universo, era un privilegio que sólo la generación descendiente a este tenía la fortuna de recibir. Sin embargo, este caso único, mostraba a un inmortal instruyendo a otro. Esa extraña relación padre e hija, o tutor discípula duraría el tiempo necesario. Cuando por fin estuvo completo su entrenamiento, las palabras de Radamis para ella fueron...

-Yo te he traído al mundo, soy tu Dios todopoderoso. Te he creado con un fin específico, el que conocerás una vez terminado tu entrenamiento.- dulces palabras para una criatura que apenas entendía el dialecto cotidiano.

Sin embargo, Radamis era así de soberbio, una característica poco común en las personas desde temprana edad. Teniendo en cuenta el atenuante de vivir por más de miles de años, puede generar en la mayoría de los casos, personalidades altaneras y soberbias. Eso también iba acompañado de gustos excéntricos y frívolos. Su apariencia era un ejemplo de esto. Llevaba consigo una armadura en escala de grises, de unas dimensiones carentes de sentido, poco podría moverse un hombre normal con algo así. No obstante la muestra de imponencia era de considerar gracias a una lúcida capa blanca que colgaba de sus hombreras con encajes de amatista.

Cuando Cristina cumplió los diez años de edad su entrenamiento había llegado a una de las etapas más avanzadas. Debía entregarle un arma para que la acompañara por el resto de su existencia. La pequeña había mostrado gran entusiasmo por llevar una espada semejante a la de su tutor. Algo que escapaba un poco de la coherencia. Radamis tuvo un entrenamiento igual de intensivo al que le brindó a la muchacha Strelczuk. Sin embargo, el líder del clan Lauro, mostró grandes cualidades y el sacrificio propio lo llevó a portar Black Hole, una espada de doble filo con una hoja de más de metro y medio de largo, y treinta centímetros de ancho. Medida que decaía de manera progresiva hasta llegar a la punta de misma. Basándose en análisis de resultados, Radamis estimó que una espada de esas proporciones, le tomaría más de diez años poder dominarla para luego adiestrarla. Era mucho tiempo muerto para el propósito que él tenía.

Dudó mucho al respecto, hasta que finalmente tomó su decisión. Cumpliendo parte del capricho de la niña, le otorgó una espada, no cualquier espada. Se trataba de un arma ancestral. En la antigüedad era común que los Pilares además de ser diestros en el combate con armas, también lo eran para crearlas. Muchos elegidos eran habilidosos orfebres y forjadores. De esta manera fue que una espada al estilo samurai, llamada también katana, terminó en las manos de la joven Cristina. Siendo estas una de las maravillas creadas por un Pilar en la antigüedad, su nombre era Dragón Negro. Se trataba de la espada gemela, teniendo a su hermana Dragón Blanco, extraviada años atrás en el pasado. Radamis pensó en ese momento que las armas ancestrales habían perdido el valor que antes se les daba. Si bien eran instrumentos de altísima calidad, con el paso de los años para muchos resultaban ser cacharros sobrevalorados.

La esgrima que Radamis le enseñó a su tutelada, era la misma que él usaba. No pudo enseñarle técnicas elementales debido a la incompatibilidad de sus elementos. Sin embargo no se privó de dotarla de las mejores artes de la espada para su cometido. Con catorce años de edad, Radamis creyó conveniente terminar con el entrenamiento para comenzar con la misión.

-Cristina tu entrenamiento ha finalizado, ya te enseñado todo lo que sé. Tienes el valor y las fuerzas necesarias para llevar a cabo esta misión. Cruza el Universo hazte de aliados si es necesario. En el Universo existen seres que por muy poco venden sus almas al servicio de quien sea más poderoso que ellos. Poco es lo que puedo decirte en cuanto a la ubicación de nuestros forajidos, pero sin lugar a dudas por la última información recibida. Nos orienta en dirección a las galaxias del sur, busca ahí seguramente pronto tendrás datos más certeros.- el Pilar del Universo tenía sus informantes, desplegando todos sus contactos logró dar con información bastante acertada.

-No te preocupes por nada mi señor, juró encontrar a los traidores y hacerles pagar, para que usted esté satisfecho de mi persona.- palabras de una pobre criatura que vivió presa de su propia existencia.

Todo esto fue el inicio. Matías sintió la nostalgia de haberse encontrado con su fiel compañero. Gracias a la hazaña de un grupo de rebeldes, ellos corrieron con mejor suerte que Cristina. y eso era algo que con el paso del tiempo no pudo remediar. Seguía lamentando la suerte de alguno de sus amigos. No obstante, los que quedaban tenían el deber de honrar la memoria de los que ya no.

            
            

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