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No entendía qué tenía que hacer yo junto con él. ¡Oh! Me había olvidado. Claro, yo limpiaba su trasero. Mire mi teléfono, el mensaje había sido de texto, como si estuviéramos en 1940. ¿Por qué no me brinda su WhatsApp?. Observe la ventanilla, era un día caluroso, lo que hacía que mis tacones hiciera doler mis pies y el calor del taxi hacía que mi piel comenzará a sentirse grasosa.
-¿podría ir un poco más de prisa?-
El chofer me observó, como si su mente estuviera hablando. Acto seguido esquivó el auto que se encontraba parado en frente del nuestro y avanzó a más velocidad.
Gracias-
Le agradecí tratando de sonar amable. Observe las notas del libro, hoy tenía que asistir a una junta, al parecer el chico rudo negociaba sobre las partes de autos fabricados, la empresa vendía partes para otras fábricas lo que hacía que le dieran el modelo y ellos cotizaban cuanto cobraban. Sabía que Gabriel tenía el poder de más de la mitad de la empresa, no me esperaba que fuera él mismo quien saliera a vender los accesorios.
Al llegar, observé que el auto ya se encontraba perfectamente estacionado. Baje, observe al chofer, me observaba con cara de "estás jodida".
-¿llegaron hace mucho?-
- 10 minutos-
El hombre, que se veía bastante mayor, tendió una pequeña sonrisa, y yo negué frustrada entrando rápidamente hacia el edificio.
Estábamos en Buny Ben. El presidente de este lugar era conocido, no recordaba su nombre, sin embargo, si lo viera sabría quién era. Corrí rápidamente hacia el ascensor y entre, claro, no sabía a qué piso tenía que ir.
Disculpa, ¿sabes en qué piso se encuentra la sala de juntas?-
la chica me observó, con su rostro de pocos amigos y apretó el botón 5. Yo intenté sonreír, dado que ella no había emitido ninguna palabra y ambas avanzamos hasta el piso 5. Observe mi teléfono, habían pasado 5 minutos desde que había llegado, eso hacía que mi retraso sea de 15 minutos, más los 10 minutos que había bajado tarde, genial.
Al salir, la mujer salió primero, sus caderas se movían como si quisieran irse de su eje. Ese trasero se pasaba horas de estética, no podía decir nada, lo reconocía porque el mío también.
Ella llegó e ingresó, no golpeó la puerta, ni hizo ninguna pausa. Era obvio que yo no podía entrar allí. Vi como cálidamente saludaba a Gabriel, Tendió sus brazos y los pasó por su espalda, su exageración de manoseo era ridícula. Él me vio, parada fuera de la sala, sus ojos se clavaron en mí un momento y acto seguido siguió hablando con las dos personas que se encontraban dentro. El hombre no era el presidente, no sabía quién era, solo se había con su ceño fruncido y Gabriel cambió su rostro totalmente, al parecer no le había gustado la oferta.
No entendía bien mi papel aquí. Yo había dado vuelta el mundo para poder estar y únicamente me encontraba parada, esperando a que saliera. Volví a observar la sala y lo vi anotando, tomaba notas, en ese momento entendí cuál era mi papel ahí, yo tenía que estar allí, tomando esas notas, únicamente que había llegado tarde y él no iba a dejarme pasar.
-¿disculpa?-
Me di vuelta y vi a un muchacho, no muy alto con un aspecto de buen niño y me observaba con descaro. Claro que llamaba la atención, vestía un vestido carísimo que podrías notarlo aún no sabiendo nada de moda y solamente me encontraba parada con un libro viejo en la mano.
¿Si?-
Lo siento, ¿qué hace usted aquí?-
Soy la secretaría de Gabriel Kicklighter. -
Él abrió sus ojos y al momento me tendió su mano, la estrechó junto conmigo y me dedicó una sonrisa que mostraba una dentadura perfecta.
Elian Suan, mucho gusto-
Amparo Coleman, un gusto-
Conocía a chicos como él, intentaban ser los más amables posibles para luego decir, ¿quieres tomar un café?.
Entonces, estás aquí esperando, ¿quieres un café?-
sonreí, una sonrisa de victoria, sabía que iba a suceder, él estaba coqueteando. Mi sonrisa se fue al demonio cuando vi a Gabriel observándonos, su mirada estaba totalmente oscura y escuchaba atentamente lo que el hombre le decía.
Te agradezco, estoy esperando a mi jefe y ya me voy-
Que lastima, eres una buena compañía-
Yo volví a sonreír, esta vez a propósito. Claro que si don regaños. Llegue tarde, me deja afuera, un jodido idiota. Mi piel hervía y esperé pacientemente hasta que los tres mosqueteros salieron de la habitación.
Bien, entonces cuando tengas una oferta mejor, contacta con mi secretaria-
Vamos Gabriel, es una buena oferta, necesito que esos accesorios comiencen a fabricarse en 3 días. -
Entonces tienes 3 días para pensarlo y contactarme, hasta luego. -
Miro a la morena con caderas de mueble y asintió hacía ella.
Magdalena-
Ella le sonrió y acto seguido se fue directo al ascensor.
-¿Puedes darme tu número de teléfono?-
Yo asentí rápidamente y tomé una de mis tarjetas, se la entregué al hombre y él me observo.
Eres La hija de Coleman verdad-
Yo observé al hombre y asentí, era joven, tenía un aspecto de un hombre pulcro.
Un placer conocerte-
Asentí hacia él y fui directo al ascensor, por alguna razón, Gabriel no había bajado. Quizás había querido escuchar la conversación, quién sabe. Entre al ascensor y el pulso el botón que nos llevaba hacía la recepción. Nadie decía nada, solo era silencio.
La próxima vez, tenga un poco más de responsabilidad y llegue a horario, señorita Coleman. No puedo estar tomando notas, escuchando que me dicen y viendo papeles-
Usted no me dejó entrar, para cuando tomo notas yo estaba allí, parada. -
Tienes que aprender que la gente que consigue su empleo, con sacrificio, llega a horario e incluso antes, porque sabe que le costará perderlo y que no tienen a alguien que haga que esté allí. -
Dicho eso, me entregó las notas que había tomado y salió del ascensor. Me quedé allí, perpleja. Él era como todos los demás hombres y mujeres que me etiquetaban como la hija de, que consigue todo por el hecho de haber estado con papá. Mi rabia había subido por 100, estaba completamente enfada y no había nada que lo arregle. No sabía cuánto tiempo había perdido corriendo a este hombre y solo había recibido malos tratos. En el momento que salí de la empresa, vi como una lluvia torrencial caía fuerte. Gabriel subió al auto y cerró la puerta, acto seguido el chofer arrancó y me dejó allí, parada.
Era una humillación terrible, comprendí en ese momento que no íbamos a ser buenos compañeros y que desde ahora sería mi enemigo.