Capítulo 3 Tercera parte

Tragué tres o cuatro pastillas creo, y eso fue suficiente para dormir hasta la hora de almuerzo, momento en que las manos de mi madre sobre hombro me dieron pequeñas sacudidas para despertarme.

-¿Mamá? ―dije al abrir los ojos, antes de girarme y taparme hasta la cabeza con mi cobija.

-Tu padre dice que bajes a almorzar, ya sabes que le gusta que comamos juntos cuando está de descanso. -«padre», fue la palabra que hizo disparar en mi cerebro el recuerdo de la noche anterior, ese pequeño momento en el que hubiera preferido haberme levantado segundos antes para cerrar la puerta de mi cuarto y no tener que presenciar aquella monstruosidad en la que imaginé a mi padre producto de mis alucinaciones.

Poseía la piel roja como un tomate, no sólo era su rostro, era todo su cuerpo, su mano con la que me señaló, estaba igual, con pequeñas rajaduras igual que una piel reseca, con los ojos totalmente negros, ya saben, sin esa parte blanca que nos rodea los ojos, con unas ojeras pronunciadas, y una boca tan grande que hacía ver sus dientes pequeños.

Me perdí en esa pesadilla, recordándolo, una y otra vez en mi mente, tanto que no escuchaba a mi madre decir mi nombre esperando una respuesta, hasta que con fuerza giró mi cuerpo 180°, haciendo que reaccionara.

-Sí mamá, disculpa, creo que me quedé dormida, en seguida bajo. -Tenía miedo, no quería bajar al comedor, sé que fue una alucinación, pero fue tan real, supongo que así son las alucinaciones, nos hacen creer una realidad diferente.

¿Alguna vez les ha pasado que se quedan viendo el techo de su habitación tratando de encontrar la respuesta a alguna pregunta? Pues, así me encontraba yo en ese momento, solo que no tenía una pregunta, simplemente me quede observando el blanco de mi techo por unos minutos.

La gruesa voz de mi padre gritando que bajará me hizo brincar de mi cama, y para cuando me di cuenta, ya estaba bajando los escalones de la escalera con dirección al comedor. Sentí nervios, iguales a cuando voy a dar un examen. Vi la espalda ancha de mi padre, allí, sentado en la mesa, al lado mi madre que me miraba caminar, solo faltaba yo, pero no quería sentarme, o, mejor dicho, no quería verlo a él. Sentía que estaba por orinarme, y fui al baño. Entré, oriné, y al verme en el espejo mientras me lavaba las manos, vi otra vez esa imagen espantosa diciéndome: «Cierra tu puerta y no salgas».

Salí de allí, no podía hacerlo esperar más, sino, podría pasar algo peor que sólo una alucinación. Camine hacia la mesa con la mirada baja, tome los cubiertos, y empecé a comer el estofado de pollo servido sobre la mesa, estaba rico.

-Micahela. -pronunció mi nombre mi padre, y se me erizo la piel. -¿Cómo estás?

-Bien. -le respondí sin mirarlo a la cara.

-Mírame―me dijo, no tuve más remedio, alcé la vista poco a poco, y el miedo que sentía desapareció rápidamente, no tenía nada extraño, era el de siempre. Al final, todo había sido una alucinación-Mañana irás a la escuela.

«Está bien papá.» Le respondí, aún faltaban días para que acabará el descanso médico que me dieron, pero en ese momento me olvidé de ello, me sentía tranquila. Algo que, también me duraría poco...

            
            

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