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Los prisioneros de la oscuridad

Tony Gabu-ander
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Capítulo 1 Fragmento: Lamentamos

Con la respiración entrecortada y sintiendo como a cada segundo que pasa se le obstruía la garganta, el movimiento de sus pies se le hacía cada vez más complicado; pero sabía que no podía hacer ningún ruido, o de lo contrario todo acabaría ahí.

Logrando llegar a su objetivo, se hecho sobre una roca vomitando todo lo que se había acumulado en su boca para que le permitiera volver a respirar. Se encontraba agitado, el aire entraba con dificultad por su nariz y su boca mientras sentía todo su cuerpo temblar.

Apenas había recuperado la claridad de su vista y lo primero que notó fue el viscoso líquido oscuro mezclándose con la tierra. Tal vez era por la oscuridad o debido a que tenía los sentidos nublados, pero ese no era el color que debía de tener la sangre.

"Esto está mal", susurro agitado.

Hoy había luz de luna, y aunque afortunadamente una nube la cubría en este momento, no podía confiarse ni relajarse demasiado.

Apoyándose sobre su hombro mientras su otro brazo hacia presión sobre su costado, se arrastró para poder ver hacia afuera. Una pequeña figura se podía divisar caminando allá abajo en la oscuridad.

"Todavía está allí".

A pesar que el dolor lo hacía más difícil, tenía que hacer lo posible para concentrarse en analizar sus opciones.

En estos momentos se encontraba en la entrada de una cueva, unos dos niveles más altos del lugar donde se encontraba esa cosa, justo a la mitad de un camino entre dos pequeñas cadenas de montañas a las que conocían como el "Pasaje de la Cúspide". Si regresaba, se encontraría con un amplio terreno descampado, donde no tendría donde esconderse; y de seguir su camino en la otra dirección llegaría a un bosque oscuro donde los enormes árboles le servirían para ocultarse, lo cual sería su mejor opción.

En cualquiera fuera el caso tendría que pasar por esa cosa repitiendo lo que había pasado hace unos momentos.

-Oye, ya sé que estas por aquí. Vamos, si sales de donde estas y me dices lo que quiero saber, te prometo que esto será muy rápido.

Como un espectro que se movía a través de la escasa luz de la noche, arrastraba una gran espada que no le pertenecía y la cual estaba embarrada en sangre fresca. Tenía una sonrisa sádica mientras llamaba al sujeto que se le había perdido de vista, mostrando cada vez más ansiedad.

Él trataba de evitar perder la conciencia mientras ignoraba aquella exasperante voz. El corte en su abdomen era profundo y el desangrado no paraba por más que lo presionara. El dolor, el miedo y la desesperación lo inundaban.

"¿Es que acaso hubiera cambiado en algo haberlo traído conmigo?"

¿Fue simplemente orgullo, o es que de verdad estaba cumpliendo con su deber? ¿Acaso sus amigos hubieran seguido con vida? ¿Hubiera logrado protegerlos, y cumplir su misión? ¿Hubiera podido hacerle frente a esa cosa?

En cualquier caso ya jamás lo sabría y pensar en ello ahora era solo una pérdida de tiempo. Claro que lamentaba el haberlos arrastrado a esto, pero conocían los riesgos tanto como él.

"Pero es que de verdad, ¿tiene algo que ver esa cosa con el desagradable sentimiento que había sentido hace unos días? "

Perdiendo la movilidad en sus propios brazos ya no podía seguir presionando su herida; aunque de cualquier forma, si fuera a recibir ayuda ahora, era demasiado tarde.

Se tendió en el suelo esperando lo inevitable. Observaba el inmenso cielo de la noche donde no había estrellas, solo el brillo de la luna llena que ya se había despejado por completo. Este era el mismo que veía desde su hogar junto a su amada familia.

-Hijo mío, protégelos. Te espera un largo camino, pero sé que lo lograras... Lamento sí no podre guiarte en él como prometí. De verdad... lo siento...

Un repentino llanto ahogado no lo dejo continuar. Como cualquier persona se había dado cuenta de algo: él no quería morir. Tenía mucho por lo que vivir; una familia que deseaba volver a ver, y le aterraba el hecho de que ya no los vería de nuevo.

...

Habiéndose oscurecido de pronto la luz del firmamento, alguien se sentó sobre la roca en la que había recostado su cabeza. Parecía la silueta de una joven, pero por la falta de luz que esta le tapaba, no la podía distinguirla bien.

Al ver el objeto que sostenía su mano izquierda sintió el miedo recorrer su cuerpo. La gran espada con un diseño particular en su guarda era la que había pertenecido a su amigo; pero ahora goteaba no solo en la sangre de su anterior dueño, sino que también en la suya propia.

Notando la impresión del sujeto al ver el arma en su mano, la joven cambió su inexpresivo rostro por una gran sonrisa y unos afilados ojos.

Centrando todas sus emociones en el moribundo sujeto frente suyo le dijo con una sádica alegría.

-No te puedes ir aún. Todavía tenemos una plática pendiente.

            
            

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