No dejaba en claro, si estaba furioso, dolido,irritado, o simplemente le daba igual. Lo único que podía asegurar, es que sus ojos no dejaban de mirar los de su hermano y en pocas ocasiones miraban las manos de ambos entrelazadas, que por otro lado tenía un sentimiento extraño con Adrian agarrando mi mano. Podía asegurar que me sentía incluso cómoda con él. Aunque no quería hacerlo. Adam en alguna ocasión me había dicho que pasara lo que pasara confiara en él, y quería hacerlo, se lo debía pero es que sus palabras habían sido demasiado duras. Demasiado indolentes teniendo en cuenta que se trataba de un bebé, nuestro bebé. Y si era sincera, a pesar de lo que me había dicho, lo que más me hacía confiar en él, era la promesa absurda de aquella zorra que juraba que su supuesto embarazo, a pesar de que barriga tenía, era con mi marido como padre.
-Entrégale el bebé -exigió Adrian y el calvo malencarado me dió al niño.
Soltar la mano de aquel gemelo, me supo extraño, no podría explicarlo pero había sentido cosas cuando me había tocado, y ahora, soltarlo, me trasmitió algo que no quería sentir. Yo pertenecía a Adam y aunque él me había lastimado,debía darle una nueva oportunidad. En su día él, me la dió a mí.
-Adrian, no deberías...
-Cierra la puta boca -se dirigió al señor del que aún no sabía su identidad con rabia -es mi mujer, la dueña de tres cuartas partes de esto a mi lado y si quiere un bebé lo tendrá. Del cliente me encargo yo.
Casi lo beso. Pero no podía llegar tan lejos. Sabía que dentro de mí, mi esposo era el otro y toda aquella locura se acabaría en algún momento y no muy lejano. Simplemente me había sentido por un instante, demasiado cómoda en las manos de Adrian y esa confusión se la debía a toda la locura que me rodeaba.
-Déjala Hugo, que haga lo que quiera. Será un estorbo menos -la zorra de Melina se metió en medio de la conversación, justo en el instante en que iba a tomar al niño y me detuve a último minuto para girarme hasta ella.
Ya conocía el nombre de aquel señor. Ahora me faltaba saber quien demonios era, pero antes...
-Si vuelvo a oírte solo una vez más dirigirte a mí, de manera despectiva -le aseguré a la mujer que tomaba la mano de lo que fue de mi Adam, parándome con actitud soberbia delante de ella y cruzando los brazos sobre mis senos -vas a animar con tu propio culo la siguiente fiesta de la dimensión -ella me regaló una sonrisa disimulada, pero se veía sorprendida, sus ojos la delataban -y me encargaré de que te folles al más repugnante de los clientes.
-No puedes hablarle así a mi mujer ni decidir algo como eso sola -argumentó Adam obligandome a mirar el vacío en sus ojos -es mi mujer y yo soy parte de la élite.
-Pero resulta que mi esposo y yo, tenemos más votos que tú -le dije con la intención de herirlo y solo conseguí borrar la sonrisa de la boca de Melina, pero él se mantuvo impasible -así que es una pena -recrudecí mis palabras haciendo un puchero de suficiencia subiendo y bajando la cabeza sin dejar de mirar aquellos ojos que no me decían nada -pero dile a tu queridísima... mmm, amiguita, que no me toque las narices o la pondré a cuatro patas con el coño en la boca de algún pervertido y tendrás que verlo con tus propios ojos, o le diremos a los clientes que por desavenencias entre los dueños la puta isla se va a tomar por culo.
Y dejando a todos con la boca abierta, escuchando por detrás de mí un "te lo advertí ",del viejo de la cicatriz, tomé al bebé en brazos y dictaminé...
-Lleva los niños a una habitación alejada y que nadie les toque un pelo. Que no salgan de ahí, y ven a verme en dos horas para saber los detalles del cliente.
El calvo miró a Adrian por encima de mí como buscando su intervención, y le chasqueé los dedos en la cara para que volviera a mirarme y pregunté:
-Aparte de tuerto, ¿Eres sordo?.
No me iba a andar con rodeos ni sentimentalismos aquí,puesto que nadie lo merecía y tenía poco tiempo para hacerme con el control y acabar con aquella puta mierda.
-Como mande señora.
Asentí y abracé al bebé que comenzó a gimotear en mis brazos, y miré a su hermana para darle un guiño tranquilizador y llevarme al niño conmigo.
Caminado por la playa, de regreso a la habitación pensaba en lo extraño que me había hecho sentir Adrian y en lo absurdo de toda aquella situación.
Había tomado decisiones sin pensarlo y ahora tenía un bebé que no sabía ni como alimentar, pero si algo tenía claro era que no iba a dejarlo allí, para que traficaran con él. Eso, definitivamente no pasaría.
Yendo de regreso a la habitación, me tropecé de frente con alguien, pues venía mirando la dulce carita de aquel niño tierno, que no podía entender como alguien siquiera se planteaba, el lastimarlo.
-Oh, Eiza, por fin -me vi de pronto dentro de los brazos de Vicki y a pesar del asombro de verme con un bebé, ella no se demoró nada en hacerse con mi abrazo.
-Joder tía, que bueno que estás aquí ahora. Siento que esta puta isla me va a devorar.
-¿Y ese bebé?...
La llevé hasta mi habitación y cerrando la puerta detrás de las dos. Le dí al niño y me desplomé a llorar contra la madera. Estaba muy triste. Mis piernas se flexionaron como por inercia y fui resbalando hasta sentarme en el suelo y entre sollozos le conté a Victoria Carter lo que había pasado. Todo. Con pelos y señales.
Ella sugirió que confiara en su primo, dijo que lo conocía demasiado bien para saber que todo aquella tenia una explicación lógica y que debía dejarle el niño a ella, que yo no tenía el tiempo de cuidarlo y estando embarazada de mellizos no era una buena idea hacerme cargo de otro bebé.
Se lo dejé llevar por un rato, porque tenía que prepararme para la reunión con los demás, también tenía que ver al maldito tuerto y hacer una cita con el cliente y por otro lado, tenía una cena con el desconocido de los ojos azules, que aún no identificaba y con tanto compromiso, al menos ese día, no podía cuidar bien de un bebé. Todo eso sin contar que esa misma noche, en la madrugada, tendría una llamada de mi suegro, dándome detalles de su siguiente movimiento y esperando noticias de sus hijos.
En resumen era un día complicado, y me decidí a darme una ducha. Traté de relajarme allí dentro, de abstraerme de todo el horror y el dolor que me había provocado Adam en aquella playa, y puse música para crear ambiente.
Acariciaba mi panza, poco hecha aún, y enjuagaba mi cabello bajo los chorros de agua, cuando sucedió lo último que esperé que pasara...
Unas manos se aferraban a mi vientre con cariño, lentamente y podía ver, que eran las manos de Adam.
Lo sentía dentro de mí, sabía que era su piel la que rozaba la mía, lo conocía demasiado como para equivocarme y así como en la playa sus ojos no me decían nada, aquí en la ducha sus manos me lo decían todo.
Me dejé recostar sobre su pecho y le dí el permiso de abrazar a sus hijos, a pesar de todo lo que me había dicho, pero yo creía en él y esperaba no equivocarme.
Sin embargo resultó, que me acarició los muslos por delante, rozando mi monte de venus con un solo dedo y me volví loca de deseo, quise verlo, besar sus labios y volver a mirar en aquellos ojos azules, tratando de encontrar lo que no me mostraban en la playa.
Pero cuando me dí la vuelta, su sonrisa perfecta me hizo sonreír hasta que ví en su cuello la marca y miré sus ojos y eran los de Amaia... estaba en la ducha, desnuda, excitada y entregada a Adrian.
-Sal de aquí por favor.¿Cómo ha podido pasar esto?... sal, Dios, ¿como no me di cuenta?... vete por favor.
Y entonces, dejándome todavía más perdida, dijo la única palabra que nadie más que Adam y yo sabíamos qué significaba para nosotros, y no supe que hacer...
-¡Oblígame!...