Capítulo 7 || BENDICIÓN ||

-Majestad, ya es hora.

-Hum.

-La están esperando en el carruaje.

-Hum.

-El Príncipe Caius pregunta por usted.

-Hum.

-Majestad, por favor-suplicó al ver que lo ignoraba-. El Príncipe Ascian y el Príncipe Caius esperan por usted, lleva más de 12 horas en esta habitación y todavía no se ha cambiado de ropa.

Respiré profundo el olor metálico que me había acompañado desde que había llegado al palacio hasta había bajado Bastian hace media hora lleno de preocupación.

Miré el objeto metálico y algo pesado entre mis manos, mis músculos estaban entumecidos y adoloridos por el esfuerzo pero había valido la pena. Escuche de nuevo ese ruido bajo que había escuchado toda la noche y suspiré cansada.

-Supongo que por ahora podemos dejar a nuestro invitado descansar-suspiré con falso pesar-, ¿Están mis doncellas en la habitación?

-Si Majestad, la esperan para que se cambie de vestido.

Suspiré como si estuviera haciendo el esfuerzo de mi vida mientras dejaba el afilado objeto de metal en una mesa que contenía otros objetos como el que acababa de soltar.

-Bastian, antes de partir asegurate de dejar bien cerrada la puerta de entrada-miré la tela de la falda completamente húmeda y de color rojo oscuro-, no queremos que alguien indiscreto vea algo que no debe.

Ignoré el murmullo de súplica a mi espalda mientras veía a Bastian completamente blanco como el papel mientras su nariz arrugada demostraba lo poco que disfrutaba de los aromas de la habitación mientras apretaba los labios con fuerza.

-Majestad-dirigió una mirada rápida al fondo de la habitación-, si nadie viene a verlo podría-

-No exageres, Bastian-me burlé tomando la tela de la falda para levantarla con el fin de no dejar un camino que seguir-. Estaremos fuera dos días como máximo, en ese tiempo su sangre coagulará lo suficiente para que no pierda más sangre y no es el tiempo suficiente para que muera de inanición.

-Majestad.

Bastian me pedía que lo reconsiderará pero no lo haría. Le dije que sería muy malo para él que me mintiera y aun así... Aquí estábamos.

Di por sentada la conversación encaminándome a las escaleras con la falda sujeta lo suficiente para que no fuera a dejar manchas en el piso a cada paso que daba.

El palacio en el que habíamos vivido toda la vida, donde la familia real pero sobre todo el soberano de Khelvar elegía vivir, se debía a los diferentes cuartos escondidos entre las paredes, salones y pasillos. Eran usados para diferentes propósitos, de hecho, si tuviera que enumerar las rarezas de esas habitaciones escondidas tendría que empezar con la del sótano.

Salí a un estrecho pasillo en el que solo podía pasar una sola persona, completamente oscuro por la falta de iluminación pero que conocía de memoria. Al final del pasillo había una puerta pequeña por la que había que pasar agachado que era oculta por una mesa decorativa con un florero.

Salí al pasillo sin asegurarme de cerrar la puerta pues, sabía que Bastian estaba a solo unos pasos detrás de mí.

-Iré a avisarle al Rey Deizon que ya se encuentra mejor-informó Bastian.

-¿Cuál es la mentira del día?

-Resfriado común.

No era la primera vez que entraba a esa habitación que había proclamado como mía hacía bastantes años, y siempre me tomaba demasiado tiempo salir de ella así que Bastian inventaba excusas bien argumentadas por mi ausencia. Fiebre, brotes, mareos, vómito, entre otras cosas que justificaban mi ausencia por unas horas o un día.

Llevábamos una hora de retraso y el palacio del Rey Kalias quedaba a un día de camino, en cuanto el sol salió por el horizonte el Rey Deizon junto con mi hermano y el Príncipe Ascian aparecieron para comenzar a organizar el viaje para Aphud.

Yo los ignoré todo lo que pude mientras me encargaba de liberar mi frustración con aquella pobre alma que, ni aun así, deseo cooperar para salvar su propia vida.

Al llegar a la habitación, Dinrya se concentraba en tener todo listo en el tocador mientras que Katrine me apresuró a entrar en la ducha, solo cuando estuve completamente desnuda, sumergida entre el agua tibia de la bañera me di cuenta que la sangre había desaparecido de la tela, seguramente gracias a Bastian.

Saber que habían personas esperándome y que dos de ellas no eran de mi agrado me llevó a tomarme todo el tiempo del mundo en limpiar mi piel con sumo cuidado, aunque los músculos me dolía en menor proporción debido al dolor punzante en mi cabeza, ya no era ni la mitad de lo mal que me sentía ayer.

Al salir de la tina, Dinrya me puso sobre el cuerpo un vestido sencillo de color plata que dejaba mis hombros libres mientras que una delicada transparencia bordada en tonos grises decoraba mi cuello.

Katrine secó mi cabello y lo trenzó en un moño alto con pequeñas perlas que iluminaban la trenza, maquilló mis ojeras por mi falta de descanso en la noche, pintó mis labios de un rojo sutil y potenció mi mirada con sombras a juego con el vestido un delicado delineado en el parpado.

No había necesidad de un collar dado que llevaba el cuello cubierto por el cuello del vestido, así que me pusieron unos pendientes de plata en espiral del que colgaban una lágrima de diamantes blancos en cada uno. Dinrya dejo el obsequio del Príncipe Ascian en mi muñeca izquierda junto al anillo de compromiso.

-Listo, Majestad.

No dije nada ni agradecí que hubieran hecho todo tan rápido, solo me asegure de que los tacones estuvieran bien sujetos antes de levantarme de la silla para salir de la habitación.

El cielo estaba nublado, seguramente llovería y nada me alegró más que ello. Las nubes creando un cielo oscuro me reconfortó dado que sabía que el camino era muy largo, que la cabeza iba a matarme y que el cansancio de mi cuerpo me avisaba que seguramente me dormiría en cuanto terminará de sentarme en el carruaje.

Había tres carruajes perfectamente listos, uno que seguramente usarían los reyes, otro que usarían Bastian, mis doncellas y el consejero del rey, y el último sería ocupado por Caius y el Príncipe Ascian.

Me acerqué a donde los reyes hablaban tranquilamente mientras que Caius miraba a cualquier parte que no fuera al hombre a su lado, con demasiada tensión en el cuerpo para ignorarla.

-Veo que por fin lograste mejorarte-ironizó el rey Deizon con falsa preocupación-, comenzaba a preocuparme.

-¿Se encuentra bien?-preguntó el Rey Kalias con genuina amabilidad-, si no es así podemos posponer la visita a nuestras tierras.

Aunque nada me hubiera alegrado más que encerrarme de nuevo en la habitación con ese traidor, aplazarlo no haría que cambiaran las cosas, tendría que visitar Aphud tarde o temprano y lo mejor sería salir de ello lo más pronto posible.

-Estoy bien Rey Kalias-aseguré con indiferencia-, solo era un ligero malestar.

-Muy bien-intervino el rey Deizon con fingida tranquilidad-, será mejor marchar ya, antes de que otro retraso nos detenga.

Ignoré su comentario y miré hacia el carruaje donde estaba el cochero que había visto el día anterior y me acerqué a él. En el momento en que me vio se inclinó rápidamente antes de abrir la puerta del carruaje para mí.

Entré en el carruaje sentándome en una de las sillas justamente en la mitad para que mis acompañantes entendieran que no estaba dispuesta a compartir la silla. Caius fue el siguiente en abordar con una mirada que recorría mi rostro en busca de señales de que mi mentira fuera real.

El último fue el Príncipe Ascian que se sentó junto a Caius mientras me ofrecía una sonrisa completamente falsa, mientras que sus ojos dorados brillaban con malicia.

-¿Esta segura que se encuentra bien?-preguntó con fingida preocupación-, podemos pasar por algún médico de camino al palacio negro.

Supuse que ese era el nombre del palacio que visitaríamos. Lo miré de arriba abajo, llevaba un traje completamente negro como el día que nos habíamos conocido, con bordados dorados junto a una corona de oro que resaltaba entre su cabello oscuro.

-Estoy bien-aseguré girando la cabeza hacía la ventana del carruaje ahora en movimiento-, pero agradezco su preocupación Príncipe Ascian.

La mirada de mi hermano no se había apartado de mí y sabía que él no se tragaba esa mentira. Caius sabía que yo no me sentía más mal de lo habitual así que algo más debía ocupar mi mente.

-Anoche desapareciste de repente-susurró Caius luego de largos minutos de silencio-, ¿A dónde fuiste?

-Al palacio-solté con obviedad sin apartar la vista de la ventana-, ¿A dónde más podría ir?

-A lo mejor querías hacer una visita a tu montaña favorita.

Respiré profundo mirando fijamente a esos ojos azules que me estudiaban con cuidado. El Príncipe Ascian prestaba silenciosa atención a lo que pasaba, seguramente reuniendo toda la información posible.

-No, la noche no era la adecuada para el recorrido-Caius entendió que en realidad había estado en el palacio porque parecía más confundido-, aunque me enteré de que llegaste al palacio poco después que yo.

El palacio era mío, Caius lo sabía, y por ende no se movía un solo sirviente sin que yo me enterará, en especial cierta morena de caderas prominentes que se las ingeniaba para llegar misteriosamente a la habitación de Caius.

Mi hermano apartó la mirada consciente de que no ganaría la batalla si seguía atacándome con preguntas, así como mi hermano era suficientemente capaz de medirse a golpes con cualquiera yo había desarrollado un increíble talento para las mentiras.

Durante largos minutos nadie dijo nada. Solo se escuchaba los ruidos del exterior, las personas que veían los carruajes pasar y murmuraban y luego los caminos largos y silenciosos donde solo las rocas o las ramas apartaban el silencio.

Yo sabía lo que me esperaba pero no haber descansado y haberme exigido demasiado anoche me pasó factura, sentía que en cualquier momento caería dormida sobre la silla y no podía permitirlo menos frente al Príncipe Ascian.

-Veo que le ha gustado mi regalo-murmuró el Príncipe Ascian.

Respiré profundo para apartar el sueño de mi cuerpo y me llevé la mano que él mencionaba al cuello para masajear un poco mi piel adolorida y entumecida. Vi a Caius girar su cabeza en dirección al Príncipe Ascian que se aclaró elegantemente la garganta.

-Si-respondí al final dejando de nuevo la mano sobre mi regazo-, una joya excepcional sin duda-ironicé.

El accesorio no era el mejor dentro de mi joyero y definitivamente no era tan reluciente como las demás joyas que portaba habitualmente y aunque no quisiera admitirlo, era la simpleza del objeto la que me agradaba en realidad.

-¿Cuándo te la obsequio, hermana?-preguntó Caius en un tono extraño.

-En la tarde de ayer-murmuré sin ganas de seguir esa conversación-, fue su regalo de compromiso.

-No sabía que tu prometido tuviera conocimiento de esa tradición.

La manera extraña en la que enfatizo la alianza que había entre el Príncipe Ascian y yo consiguió que mirará a mi hermano, que miraba el objeto en mi muñeca como si quisiera arrancarlo de mi piel para lanzarlo lejos. El Príncipe Ascian miraba hacia la ventana en la puerta con el cuerpo tenso.

-Yo le informé el día anterior-expliqué a medias-, dado que el Príncipe Ascian deseaba saber un poco más sobre nuestras tradiciones.

Un ambiente extraño se estaba formando alrededor de mi hermano y el Príncipe Ascian. Lo último que recordaba era que mi hermano se había comportado con normalidad al felicitarnos por el compromiso y luego... parecía que se odiaban silenciosamente.

¿Qué había pasado en el momento en que deje el campamento?

-Ya veo-Caius estaba tenso cuando sus ojos del color del cielo se posaron sobre los míos-, ¿Y qué le has dado tu para celebrar su compromiso?

El Príncipe Ascian se tensó de inmediato ante la pregunta, supongo que no quería que le dijera a mi hermano lo que en realidad le había dado esa noche en especial. Sus ojos dorados me miraron con cautela aunque yo no le devolví la mirada.

-Por ahora nada-aseguré-, dado que el anterior no pudo ser entregado no he encontrado el regalo idóneo para el Príncipe Ascian.

Mis palabras lograron que el Príncipe Ascian se relajara un poco, al menos lo suficiente para que volviera la vista a la ventana a su lado mientras que mi hermano giraba la cabeza hacia él como si quisiera lanzarlo del carruaje en ese mismo instante.

La actitud de ambos era completamente extraña, ¿Qué había pasado entre ambos en las cortas horas en las que había estado en el palacio?

Aleje esa inquietud de mi cabeza dado que, tratándose de Caius, lo mejor sería no meterme en ese asunto. Aunque tampoco es que ese problema entre ambos fuera lo más importante en mi vida.

Las horas pasaron y la tarde había entrado hace bastante cuando el carruaje se detuvo. Caius y el Príncipe Ascian fueron los primeros en bajarse del carruaje, podía escuchar la irritante voz del rey Deizon y solo empeoró el dolor en todo mi cuerpo.

Vi una mano masculina que reconocí de inmediato y la tomé para bajarme de una vez por todas del carruaje. Una vez en el suelo vi a Bastian a mi lado, con una sonrisa amable mientras que los demás nos esperaban en a unos cuantos pasos.

-¿Qué tal el viaje?

Su sonrisa trataba de enmascarar en vano la preocupación que le llenaba el cuerpo.

-No tan malo como esperaba-suspire mirando el inmenso restaurante en el que nos habíamos detenido-, ¿Dónde estamos?

-Aldehena-informó Bastian mirando la enorme edificación-, ciudad de Aphud.

A lo mejor lo hubiera intuido mejor si hubiera visto las miradas que las personas que estaban guiando los carruajes a otra parte, me estaban dirigiendo. Miradas recelosas como si supieran lo que era capaz de hacer.

Una risa escandalosa me hizo dirigir la mirada al rey Deizon que sostenía a alguien que reconocí de inmediato y a quien quise asfixiar hasta que la vida abandonará sus ojos.

-Ni siquiera yo tenía conocimiento de que vendría, Majestad-susurró Bastian a modo de disculpa-, la han recogido por el camino.

-Puedo imaginar la molestia del rey Deizon al respecto.

En cuanto esos ojos oscuros me miraron con una sonrisa de superioridad acompañándolos tuve la tentación creciente de seguir descargando mi frustración con ese odioso ser humano.

Vi a alguien cubrirme a esa odiosa mujer con su cuerpo, Caius estaba tenso mientras que me miraba alerta a cualquier reacción de mi parte.

-Ignórala-aconsejó-, lo que quiere es alterarte.

-Y lo está logrando-me enderecé todavía más mucho más molesta de lo que debería-, a lo mejor debería invitarla a un té de sedias.

Caius se rió suavemente para alejar la tensión sobre mi cuerpo y Bastian sonrió aún algo alerta a mis movimientos. Respiré profundo alejando la molestia de mi cuerpo, al final de cuentas, tenía otras armas que usar con la señora Greft.

-Disculpen-su voz regreso la irritación a mi cuerpo-, ¿Les importaría si me llevo a mi prometida?

Mire al Príncipe Ascian que sonreía con fingida amabilidad mientras que me tendía una mano, Caius se tensó mientras lo miraba como si quisiera apartarlo de un manotazo.

-No importa-aseguré tomando de mala gana su mano-, ya habíamos terminado de hablar.

El Príncipe Ascian me guio para alejarnos de los dos hombres que mantenían su mirada fija sobre mi cabeza.

-Veo que ha llegado su íntima amiga-se burló.

-Un alivio ver que no ha perdido la vista-ironicé.

Vi que el rey Deizon hablaba solamente con esa mujer insufrible mientras que el Rey Kalias hablaba con un hombre alto, fornido y que usaba una armadura completamente negra que resaltaba su cabello rojizo.

-Y creer erróneamente que el malestar de esta mañana le había quitado la ironía.

Ignoré su comentario así como me esforzaba por ignorar su piel caliente rodeando mi mano hacían con contraste odioso con la gema sobre mi dedo. Pasamos a un lado de la pareja ruidosa que detestaba acercándonos al Rey Kalias y el misterioso invitado.

-Los dejo para que hablen.

Elegantemente el Rey Kalias se alejó en cuanto vio que el Príncipe Ascian y yo nos acercábamos, dejando solo al hombre de cabello rojizo que se giró a vernos.

-Dixon Morgen, amigo-habló el Príncipe con una sonrisa-, te presento a mi prometida, la Princesa Dayra.

Al hombre frente a mí, con la armadura negra reluciente tenía un gran atractivo innegable. Su rostro masculino completamente definido y rudo, una nariz perfectamente recta, una pequeña cicatriz en el mentón y delicadas pecas por su rostro que no le restaban imponencia.

Los ojos de Dixon, a quien el Príncipe Ascian nombro como su amigo, llenos de un color chocolate recorrieron mi cuerpo entero no de mala manera, sino como si analizara cada parte de mí.

-Un placer conocerla, Princesa Dayra-su voz ronca se escuchó como un susurro agradable al oído-. Los rumores no le hacen justicia.

-¿Qué rumores?-pregunté confundida.

-De este lado de la frontera hemos escuchado la incomparable belleza que se esconde en el palacio-su rostro era serio-, pero definitivamente las palabras no le hacen justicia a su apariencia. Perdone que se lo diga de esta manera, pero es mucho más hermosa de lo que pensaba.

No me consideraba una mujer hermosa, porque la palabra implicaba algo más profundo que solo la imagen, pero si reconocía que resaltaba gracias a las características físicas que había heredado.

-Gracias por el halago, Dixon.

-Él es mi muy querido amigo de la infancia-hablo el Príncipe Ascian para mí con diversión por las palabras de su amigo-, seguramente lo veremos con frecuencia en el palacio dado que se encarga de las fuerzas enviadas a Khelvar.

Miré al hombre que se enderezó con más fuerza al escuchar al Príncipe decir esas palabras, seguramente honrado de la labor que le habían asignado.

-Todo un honor-asintió el hombre con una ligera sonrisa-, el Príncipe Ascian me ha hablado de su maravillosa estrategia.

-Seguro esas fueron las palabras que uso-ironicé por lo bajo ganándome una mirada de confusión de Dixon-. Fue idea del Príncipe Ascian, yo solo la he organizado.

-Humilde además-se burló el Príncipe Ascian tirando de mi mano para soltarla y rodear mi cintura-, una mujer magnifica sin duda.

-No tiene que decirlo, Majestad, eso se ve.

La conversación se vio interrumpida por un chillido exagerado que hizo que todos nos giráramos a ver a la mujer rubia irritante con una gran sonrisa mientras reía de los ancestros sabrán qué.

Aproveché el momento para quitarme la mano del Príncipe de encima, busque a Bastian o Caius pero no vi rastro de ellos en ningún lado.

-Me parece, princesa-susurró el Príncipe en mi oído en cuando retire su mano de mi cuerpo-, que como su prometido puedo tocarla inocentemente.

-Como mi prometido no tiene derecho a nada-aseguré de mala gana en el mismo volumen que él-. No confunda las cosas Príncipe Ascian, porque creo que ya le había dicho que puede tocar todo lo que desee menos a mí.

-Eso ya lo veremos.

Esas palabras sonaron como a un desafío que el Príncipe Ascian estaba dispuesto a asumir. Resople porque no iba a cambiar de opinión antes de alejarme un paso antes de girarme a ver a Dixon, que me ofreció una sonrisa que parecía amable.

-Un placer haberlo conocido, pero me temo que tengo que encontrarme con mi hermano.

-No se preocupe Princesa Dayra-contestó con amabilidad Dixon-, ya tendremos tiempo en el futuro para conocernos mejor.

Asentí en respuesta antes de alejarme sin decir absolutamente nada más hacia el interior del restaurante. Ignoré el hecho de que esa mujer compartiría el mismo aire que yo por un momento mientras que buscaba con la mirada del lujo lugar a Caius, que estaba sentado en compañía del Rey Kalias ya que no había nadie más en el espacioso salón.

Me acerqué a la mesa y me senté al lado de Caius, dado que la mesa estaba en absoluto silencio. Miré a Caius que miraba el lugar con aburrimiento mientras que el Rey Kalias me miraba con atención.

-Un lugar precioso-murmuré halagando falsamente al restaurante.

No era lo más lujoso que había visitado y definitivamente no tan pretencioso, estaba bien pero no lo suficiente para merecer el adjetivo que le había otorgado.

-Concuerdo-asintió distraídamente Caius-, nunca había visto algo igual.

-Uno de los mejores lugares en nuestro reino-afirmó el Rey Kalias con media sonrisa-, espero que la comida sea de su agrado.

Pensar en comida logró que mi estómago se revolviera solo de pensar en comer algo, sabía que lo vomitaría pero no podía pasar más tiempo sin comer nada, después de todo, ayer apenas si había bebido un vaso con agua.

-Si no le molesta-siguió hablando el Rey Kalias al ver que no decía nada-, me gustaría que tuviéramos esa conversación que la otra noche no pudimos continuar.

Sus palabras me confundieron, ¿Qué conversación?

-Claro-aseguré aunque no tenía idea de lo que quería hablar-, no hay problema.

Eso pareció alegrarle porque sonrió amablemente mientras se sentaba mejor como si quisiera darme su absoluta atención.

-¿Qué la llevó a interesarse tanto en las bajas de su pueblo?-preguntó con confusión, Caius a mi lado se tensó un poco-, he visto monarcas a quienes esas vidas perdidas les importa muy poco.

-Pues no es mi caso-aseguré con tranquilidad-, cualquier vida que se pierda por una causa justa merece ser recordada por todos. Las vidas que se pierden defendiendo a mi reino, a las personas dentro de él y los niños que no tienen nada que ver con la guerra, sin vidas que merecen toda mi admiración.

-Wow-susurró Caius casi sin aliento.

-Una razón con bastante peso-asintió el Rey Kalias-, ¿Se sentiría de igual manera por quienes no pertenecen a su reino?

Me tomó un momento entender esa pregunta. Lo que el Rey Kalias quería saber era si me tomaría las mismas molestias por cualquiera de su reino que perdiera la vida en las batallas continuas.

Una pregunta difícil sin lugar a dudas, que también lograba hacerme cuestionar que es lo que haría yo misma en esa situación.

-Si lo que quiere saber es si visitaría a las familias de Aphud que perdieran a alguien en esta guerra, le aseguró que personalmente me encargaría de recorrer su reino entero por ello-la seguridad en mis palabras lo sorprendió-. Cualquier persona, dentro o fuera de Khelvar que se sacrifique por el bien de mi pueblo merece la misma admiración y respeto que cualquier otro ciudadano de Khelvar, si no es que más.

El salón entero se quedó en silencio. El Rey Kalias me miraba como si fuera la primera vez que me veía mientras que Caius miraba a cualquier otra parte con el cuerpo entero tenso.

No tardaron en llegar los demás, para sentarse en la mesa circular que esperaba a por todos para ser llenada de comida de toda clase. El rey Deizon y su perro faldero se sentaron al lado del Rey Kalias y el Príncipe Ascian se sentó a mi lado mientras que Dixon se sentaba en medio de la mujer irritante y el Príncipe Ascian.

Por mi parte tomé una sopa de un nombre extraño que sabía extrañamente deliciosa, los platos de los demás no podían importarme menos. Todos comíamos en una pacífica paz hasta que de nuevo, su voz chillona y llena de hipocresía rompió esa paz.

-¿No se siente nerviosa?-preguntó con una sonrisa hipócrita-, es la primera vez que visitará Aphud, Dayra.

-Princesa-la corregí de inmediato-Dayra, para usted.

Todos nos estaban poniendo mucha atención, Caius golpeó suavemente mi rodilla bajo la mesa para que me comportará.

-Oh-dijo ella con falso arrepentimiento-, lamento mucho la falta de respeto, Princesa Dayra.

-No se preocupe, seguro que no se le olvida de nuevo-la miré fijamente para ver su valentía tambalearse-. Pero para responder a su pregunta, no me siento nerviosa al respecto.

-¿Y por qué no?-pregunto con un tono extraño-, si se puede saber.

No, no puedes saber porque no es de tu incumbencia maldita víbora.

-Porque no me genera nervios conocer el reino de mi futuro esposo-puntualice viendo cómo se tensaba-, además de que ya estamos en el reino aunque entiendo que no lo supiera.

Caius se aclaró la garganta e interrumpió la tensa situación preguntándole algo sin relevancia al Rey Kalias que siguió la conversación algo confuso. El rey Deizon me miraba con todo el odio que sentía mientras que la mujer indeseable solo fingía no estar afectada por la insinuación que había hecho.

-Ya veremos lo que esa lengua afilada es capaz de hacer en la celebración.

[***]

Respiré profundo mientras aguantaba las ganas de arrancarme los oídos a causa de los chillidos que esa odiosa mujer conocía por risa. Habíamos llegado al palacio de Aphud recién caída la noche, no había hablado más con el Príncipe Ascian y mucho menos con mi hermano.

Al llegar nos habían reunido a todos en el salón mientras esperábamos a que todos los invitados de la celebración se reunieran, la odiosa mujer se había cambiado de ropa a un vestido rojo en exceso ajustado que en lugar de resaltar su cuerpo la hacía lucir mal.

Y no contenta con la contaminación visual tenía que chillar a cada chiste que hacía el rey Deizon como si estuviera demente.

Resoplé y aparté la mirada a la ventana que daba a una cortina de seda azul oscura que justo ahora me parecía de lo más interesante. Mientras el rey Deizon seguía deleitándonos con su maravillosa habilidad para contar historias aburridísimas, yo consideraba la opción de matarme para acabar con ese horrible sufrimiento.

-Querida.

Su irritante voz silencio lo que el rey Deizon estaba diciendo, todos miraron al Príncipe Ascian que me ofrecía su mano con una sonrisa bastante insinuante.

-Me parece que es justo que te dé un recorrido por el palacio justo como lo has hecho tú.

Me estaba ofreciendo la oportunidad de negarme y la verdad, la idea de quedarme a escuchar los berridos de esa mujer tan desagradable no era más tentadora que caminar en silencio con el Príncipe Ascian.

Así que puse mi mano sobre la suya mientras me levantaba del sillón en el que llevaba varios minutos sentada. Su mano se sentía suave bajo la mía mientras que su pulgar se puso justamente sobre el anillo de compromiso.

-Sería todo un honor-ironicé sutilmente-que el príncipe de este palacio me diera un recorrido.

Todos nos miraban y estaba segura de que la odiosa mujer se mordía la lengua por la atención que estaba recibiendo, porque sus chillidos no se debían a nada más que una necesidad constante de atención.

-Placer que usted ya me concedió-dejo que nuestras manos cayeran todavía unidas a nuestro lado-. Si nos disculpan.

Dejo la frase flotando en el salón mientras que me guiaba a salir. El palacio era de un hermoso color negro en cada centímetro de pared y suelo, no podía negar que eso le daba encanto.

En cuanto nos alejamos del salón zafé mi mano de su agarré logrando que él soltará una carcajada llena de diversión.

-¿Dejaste que te tocará la mano solamente para salir de ese salón?

-No me parece que también tuviera intenciones de quedarse-ataqué con gracia-, porque no me creo lo del recorrido turístico por sus instalaciones.

-Oh, eso era genuino-se burló-, a lo mejor consigo enseñarle mi habitación de paso.

No entendí a que se debía la actitud del día de hoy, pero, rara vez entendía la intención del Príncipe conmigo, un día se mostraba burlón, otro día un poco más amable, luego se mostraba burlón de nuevo y ahora se comportaba de una manera más coqueta.

-¿Y yo para que querría conocer ese lugar tan vacío como su dueño?

Mi comentario le causó gracia que expresó en una risa baja, cosa que ignoré cuando al cruzar el pasillo me encontré a Bastian caminando de lado a lado con su mano contra su boca con una mueca de profunda preocupación.

-¿Bastian?

Mi voz lo hizo detenerse y mirarme como si yo fuera la solución a todos sus problemas cosas que me confundió todavía más.

-Majestad-casi suspiro aliviado, luego miro a la persona a mi lado-, Príncipe Ascian-realizó una corta reverencia antes de mirarme de nuevo-. Necesito llevarla a su habitación para comenzar a prepararla para la ceremonia.

-¿Ceremonia?

Confundida me giré a ver al hombre a mi lado que miraba a Bastian como si lo estudiará, me recordó a la primera vez que lo vi, con ese rostro odioso y todo.

-En Aphud es tradición que cuando una pareja se compromete la unión sea bendecida por la suma sacerdotisa-explicó de mala gana el Príncipe.

-¿Eso no debería hacerlo el día de la unión?

-No aquí-aseguró mirándome con un brillo extraño en los ojos-, hasta donde tengo entendido la ceremonia de unión se realizará en Khelvar así que nos casaremos con sus tradiciones.

No iba a preguntarle nada que Bastian podía contestar así que solo asentí y me giré a Bastian que de inmediato comenzó a caminar hacia la ubicación desconocida donde dormiría esta noche. Si había algún consuelo era que por el momento no llegaba el momento de hablar con seriedad de todos los aspectos de nuestra unión con el Príncipe Ascian.

En la habitación que era espaciosa y, sorprendentemente blanca, estaban mis doncellas listas para seguir con su trabajo. Me duché rápidamente mientras que ellas preparaban todo sacando las cosas que ellas misma habían empacado de mi habitación.

Una vez de vuelta en la habitación vi el vestido, seguramente confeccionado para la ocasión: Era de un color entre el azul y el verde, jugaba con las transparencias, cadenas y bordados. Tenía toda la intención de parecer un traje de batalla en honor al pueblo que visitaría.

El vestido era un corsé con transparencias y bordados en formas de ramas que unía la apretada prenda con una tela semitransparente que era seguida a una falda interna beige para ocultar mi ropa interior, en la parte superior del escote iba unidas unas cadenas que juntaban el corsé a un cuello que sostenía una capa igual de transparente a la falda y al igual que las mangas, que eran decoradas en los puños por los mismos bordados y perlas del corsé.

Katrine me recogió el cabello en una coleta alta y ordenada mientras dejaba mi cabello completamente lacio y seco. Unos pocos mechones rebeldes enmarcaban mi rostro mientras que Dinrya ponía una tiara de plata con zafiros que era pequeña y delicada. Me aplicaron un maquillaje ligero y sutil manteniendo ocultas mis ojeras.

Al terminar su trabajo se retiraron con una silenciosa reverencia. Bastian que había permanecido en la habitación miraba el lugar como si lo examinara.

-¿A qué maldita ceremonia me arrastro el imbécil de Deizon?

-Es una ceremonia tradicional en Aphud-explicó Bastian sin dejar de recorrer la habitación-. La nobleza se reúne mientras que la suma sacerdotisa bendice la unión más importante del reino mientras pronostica su futuro solamente a los prometidos.

-¿Es una vidente?-pregunté confundida-, creí que en Aphud no vivía nadie que tuviera magia corriendo en sus venas.

-Eso es lo que se dice-susurró Bastian en el tono más bajo que podía pronunciar-. Pero no podemos asegurar nada.

-¿Y luego?

-Luego nada-continuó Bastian-. La ceremonia dura unos pocos minutos, la suma sacerdotisa dice algunas cosas, luego bendice la futura unión y susurra a los prometidos su futuro. Al terminar se reúnen todos a hablar y festejar como se realizó en Khelvar.

Y a mí que me hacía mucha ilusión todo esto.

Miré el anillo de oro negro que reposaba sobre mi dedo junto al regalo de compromiso del Príncipe Ascian. Desde el momento en que acepté casarme con el Príncipe Ascian frente a la nobleza de Khelvar, quedo claro que ya no podía echarme para atrás en ningún momento.

Ese anillo no solo simbolizaba la alianza de guerra entre Khelvar y Aphud, tampoco la alianza entre el Príncipe Ascian y yo. Lo que ese anillo representaba era mi disposición a dejar mi título para convertirme en la consorte del futuro Rey Ascian, gobernante de Khelvar y Aphud.

O eso es lo que él pensaba.

Pero no iba a permitirle ponerse una corona que me pertenecía y sabía exactamente que decir y como decirlo para dejarle en claro que aquí no estaba cediendo nada. Él no sería el Rey Soberano de ambas tierras, tendría el poder que le correspondían por derecho a las suyas, mientras que yo hacía con Khelvar lo que me diera la gana.

Aunque no le gustará a él, o a nadie, yo sería la única Reina Soberana de Khelvar.

-¿Podrías detenerte de una vez?-solté irritada al ver que no dejaba de recorrer la habitación-, ¿Se puede saber que buscas?

-Guardas.

Esa fue su única respuesta mientras más se acercaba a las paredes, los rincones, los muebles y cualquier centímetro de la habitación.

-¿Qué te hace creer que aquí hayan guardas?-pregunte confusa-, ¿O siquiera que aquí sepan lo que eso significa?

-Escuché...

No llegó a decir nada, porque se acercó peligrosamente a la puerta de cristal hacia el balcón, lo miré todavía más confusa cuando se apartó y me lanzó una mirada llena de significado.

-Es correcto que hablemos de eso en el palacio-habló con formalidad enderezándose-, el viento tiene demasiados oídos ansiosos que complacer con información delicada.

Una confusa frase para decir que aquí, hasta las paredes podían escuchar algo que no debería ser de conocimiento público. Asentí una sola vez antes de volver mi mirada al espejo para asegurarme de que no había nada fuera de lugar.

A los pocos minutos Bastian me informó que era momento de partir a la entrada principal, dado que los carruajes estaban listos para llevarnos al salón de la luz, donde, según sus palabras estaban todos reunidos para la tan esperada ceremonia.

-¿Cómo es que sabes dónde está la salida?-pregunte siguiéndolo a las puertas abiertas-, yo apenas si recuerdo el camino al salón.

-Es mi deber conocer de memoria los lugares en los que su majestad planea quedarse-murmuró divertido-, para que no llegue a perderse.

Salimos del palacio y sentí una brisa tibia recorrerme el cuerpo entero, y no es que el vestido fuera muy abrigado que digamos, pero la noche no era especialmente helada como las de Khelvar.

El exterior era iluminado en largos postes negros que dejaban una luz amarillenta por todo el lugar. Los hombres estaban hablando tranquilamente de algo que simplemente no me interesaba escuchar.

-Lo que daría por tener ese cerebrito tuyo, Bastian-suspire ruidosamente-, me resolvería la vida.

Bastian sonrió entre agradecido por el halago y divertido por el comentario, ofreció una corta reverencia a los demás que se habían girado al escuchar los tacones repiquetear contra la piedra.

-Se ve maravillosa, Princesa Dayra-comentó con amabilidad el Rey Kalias.

-Concuerdo con usted, Rey Kalias-Caius me sonrió dulcemente-, mi hermana siempre ha sido dueña de una incomparable belleza.

-Una magnifica creación del costurero del palacio en honor a su reino, Rey Kalias-expliqué con suavidad-, todos los halagos se los merece él solamente.

Escuché esa chillona risa que estaba por acabar con mi paciencia, ella me miraba de arriba abajo con burla, como si el atuendo fuera especialmente ridículo.

-Cuanta humildad, Princesa Dayra-sonrió con esa hipocresía suya-, cualquier otra mujer en su posición alardearía al recibir tales comentarios.

Sentí todas las miradas sobre mí a la espera de una respuesta, miré con aburrimiento a la mujer antes de hablar con toda la formalidad que podía reunir para ese odioso ser humano.

-Supongo, aunque considero que solo una mujer en extremo insegura espera que los comentarios de otras personas eleven la forma en la que se mira en el espejo-ella se tensó-. Pero claro, eso es solo lo que creo yo.

El rey al darse cuenta de que su perro faldero estaba considerando la idea de comenzar un enfrentamiento conmigo, tomó la mano de la mujer antes de hablar con suma cortesía.

-Lo mejor será partir de inmediato, ya deben estar esperándonos.

La mujer me dedico una última mirada furibunda antes de dejarse guiar por el rey al que en este momento esperaba le cayera algo encima. El Rey Kalias partió en otro carruaje en compañía de mi hermano dejándome de nuevo en un carruaje con el Príncipe Ascian.

En el momento en que el carruaje comenzó a moverse me di cuenta que no veía la hora en que volvería al palacio del Rey Kalias para descansar. Estaba exhausta y el cuerpo me dolía punzantemente a cada movimiento, incluso hablar me resultaba doloroso para la cabeza.

Durante todo el trayecto, el Príncipe Ascian no dijo una sola palabra, de hecho estaba demasiado tenso mirando por la ventana como para no darme cuenta que algo debió haberle pasado. Pero eso no podía importarme menos.

El salón de la luz era una enorme edificación de piedra en forma circular que, por fuera no tenía mayor atractivo. El carruaje se detuvo y en el momento en que esperé que alguien abriera la puerta, nada paso.

-Somos los últimos en entrar-informó el Príncipe tenso-. Es para darle más dramatismo a la ceremonia.

-Imagino lo mucho que se opuso a la idea-ironicé.

No dijo nada, pero soltó una especie de risa que sonó más a un gruñido extrañamente tenso. Esperé a que alguien abriera la puerta pero lo único que paso fue sentir la mirada helada del Príncipe sobre mi cabeza.

Que no dijera nada, que me estuviera mirando fijamente y la falta de espacio de la estrecha cabina estaban comenzando a irritarme. No quería hablar con él, no quería que me mirará y mucho menos quería seguir en este estúpido carruaje.

Pasaron cinco minutos antes de que alguien abriera esa maldita puerta, me pasé por el suelo el protocolo y me baje de inmediato. En Khelvar, una reina no podía descender del carruaje antes que las demás personas dentro, pero no iba a quedarme en esa cabina por más tiempo.

Acomode la capa del vestido antes de ver al Príncipe Ascian a mi lado, con un traje negro lleno de extrañas medallas que seguro significaban algo que no me molestaría en preguntar.

-¿Me permite tomarla del brazo, princesa?-se burló-, sería extraño que entrará sin mi prometida del brazo.

Respiré profundo alzando la mirada, a pesar de los tacones, el Príncipe Ascian era más alto que yo y me obligaba a alzar la cabeza cada vez que buscaba ver esos ojos dorados.

-Dicho así parece que no tengo otra opción-bufé al ver una sonrisa victoriosa en sus labios-, será solo por esta ocasión, Príncipe Ascian.

Rodeé el brazo que me ofrecía, acercándome de mala gana a él. Su aroma me golpeó de golpe y arrugue la nariz ante la fuerza de la fragancia que se había aplicado momentos antes.

-¿Le da miedo que si me permite tocarla luego un día me pida que no deje de hacerlo?

El tono de insinuación me hizo bufar.

Anda, ¿Qué clase de ser humano se vino a creer este?, era un Príncipe pero eso no lo convertía inmediatamente en alguien irresistible. Alguien debía darle una pequeña dosis de realidad al Príncipe Ascian.

-¿Quién le hizo creer que debía verse a usted tan alto?-tiré de su brazo para que comenzará a caminar al interior del salón-. Lamento decepcionarlo, Príncipe Ascian, pero no es nada personal. No disfruto de que nadie me toque de ninguna manera y nadie, mucho menos usted, va a conseguir que eso cambie.

-¿Acaso es un desafío?-propuso divertido-, porque si hay algo a lo que no puedo negarme es a un buen desafío.

-No es un desafío-puntualicé-. Y me parece que ya habíamos dejado muy en claro el tipo de relación que existiría entre usted y yo, no veo porque se empeña en hablar del tema.

Él soltó una sonora carcajada que me importo poco en el momento en que vi el interior del lugar. El salón de la luz hacía honor a su nombre, dado que el interior no era de piedra, como había creído en un principio, estaba adornado totalmente por piedras luz de estrella.

Era una piedra extraña y transparente que brillaba únicamente en noches de luna llena, como hoy. No era una luz potente que resultará abrumadora por la cantidad de piedras que había en este lugar, era una luz suave, casi inexistente que solo en conjunto podía apreciarse como hoy.

Las personas estaban divididas en dos grupos que creaban un camino hacia un altar de piedra, donde había una mujer mayor, de cabello castaño, mirada imponente y una túnica completamente blanca que cubría su cuerpo.

Nos acercamos al altar y ella nos ofreció una sonrisa antes de comenzar a hablar con voz firme y potente.

-Queridos ciudadanos de Aphud, estamos aquí reunidos para celebrar la futura unión entre el Príncipe Ascian, futuro soberanos de las tierras oscuras-otra vez ese título tan largo-, y la Princesa Dayra, futura reina de las tierras de la luz.

Ah, hasta el momento no sabía que a Khelvar se referían como la tierra de la luz. Vaya, cuanta consideración nos tenían.

Ella respiró profundo y cerró los ojos con la cabeza levantada en dirección al techo como si buscará algo. Luego soltó todo el aíre y nos miró a nosotros con una gran sonrisa.

-Los ancestros bendicen la unión entre ambas tierras y esperan años de prosperidad en su matrimonio y gobierno-todos aplaudieron-. Yo, como conducto entre ellos y nosotros, vengo a ofreceros todos los buenos deseos de los dioses y a darles su profunda bendición.

Puso sus manos sobre la cabeza de cada uno con los ojos cerrados. El Príncipe Ascian estaba muy tenso, como si lo que viniera fuera algo que le preocupará demasiado, podía sentirlo por su brazo alrededor del mío.

-Los días que se vienen serán oscuros-susurró la sacerdotisa solo para que nosotros la escucháramos-. Mucha sangre será derramada-su mano sobre mi cabeza tembló mientras ella soltaba un jadeo de preocupación-, tan sangre y dolor que solo acarrearan más muerte y destrucción. Cuidado con las sombras que esperan la división del imperio para atacar. Cuidado con los secretos que esperan el peor momento para explotar. Cuidado con el enemigo que se esconde tras los amigos.

No estaba entendiendo nada de lo que estaba diciendo. ¿Era una profecía?, ¿Una visión del futuro?, ¿Una amenaza?

Giré un poco la cabeza, apenas para ver al Príncipe Ascian mirar a la mujer como si esperara algo más específico, casi tan perdido como yo. ¿Quién demonios es esa mujer?

-¿Y de nosotros?-preguntó en un susurro sin devolverme la mirada-, ¿Qué puede pronosticar?

-Su camino es oscuro, peligroso y lleno de obstáculos que deberán superar-murmuró la mujer con la voz temblando-. Los secretos serán su peor enemigo y solo cuando logren exhumarlos de sus vidas podrán encontrar el camino correcto a recorrer.

Apartó la mirada y su sonrisa tembló, como si lo que hubiera dicho le hubiera causado un terror incomparable. No me miró pero parecía extrañamente nerviosa al hecho de que la mirará.

-Los ancestros bendicen esta unión y pronostican una vida larga y plena-una mentira que contradecía sus palabras anteriores-. Larga vida al futuro Rey Ascian y la futura Reina Dayra.

-¡Larga vida a los futuros reyes! ¡Al Rey Ascian y la Reina Dayra!-gritaron todos.

La mujer no nos ofreció otra mirada antes de girarse y alejarse del altar. Me giré para ver al Príncipe Ascian completamente confundido, como si no supiera que demonios había salido de la boca de esa mujer.

-¿Y eso que significa?-pregunté confundida.

Sus ojos dorados estaban cargados de confusión, su ceño estaba ligeramente fruncido y sus labios estaban aplastados en una fina línea.

-No sé-murmuró tan bajo que me costó escucharlo-. No sé qué significa.

Pero su voz se escuchaba extraña, como... un tono más agudo. ¿Estaba mintiéndome?, ¿Qué es lo que ocultaba?

La extraña sacerdotisa había dicho que debíamos tener cuidado con los secretos que esperaban para explotar y que nuestro camino estaba lleno de secretos que debíamos exhumar. ¿Qué secretos cargaba el Príncipe Ascian?

No me dejo pensar en eso porque, con su agarré todavía en mi brazo me llevó a bajar del altar de piedra mientras que las personas comenzaban a bailar y a beber. El rey claro que estaba más que feliz con esa última parte.

El Príncipe estuvo en completo silencio y cada vez que trataba de soltar con sutileza mi brazo él no me lo permitía, cosa que comenzaba a irritarme. Al menos hasta que una cabellera rojiza con, ahora un traje negro lleno de otras medallas como las que portaba el Príncipe Ascian.

-Princesa Dayra-me miró casi como si lo hubiera abofeteado-. Se ve usted esplendida.

-Es usted muy amable-murmuré algo incomoda porque el Príncipe volvía a tensarse-. Muchas gracias, Dixon.

Él abrió la boca como si quisiera decir algo, pero la voz que salió del Príncipe Ascian fue como si un animal salvaje y altamente agresivo lo hubiera poseído.

-En este lugar todos tienen conocimiento de la inconmensurable belleza de la que mi prometida puede hacer alarde-espetó casi molesto-, no es necesario que lo repita cada vez que la ve, Dixon.

El rostro del hombre igualó al color de su cabello. Respiré profundo porque definitivamente no tenía idea de que lo había llevado a comportarse de esa manera, más con su "preciado amigo".

No estaba para aguantar su carácter cambiante a cada maldita hora.

-Dixon Morgen-hablé con toda la amabilidad que podía reunir, él me miró avergonzado por las palabras de su príncipe-, la canción que están tocando es hermosa, ¿Le importaría acompañarme?

Él miró primero al hombre a mi lado antes de verme a mí con desconcierto.

-¿Quiere que baile con usted?

-Si.

-¿Yo?-seguía confundido.

-No le he preguntado a alguien más-obvie-, ¿Me acompaña o no?

Él miró de nuevo al Príncipe que no dijo nada, antes de asentir una sola vez para ofrecerme su mano. Zafé con firmeza mi brazo de la del Príncipe y sentí su mirada clavada sobre mi cabeza desde el momento en que me aleje de él para bailar.

No quería estar ni un solo minuto más estática en el mismo lugar mientras que el Príncipe decidía darle vueltas a lo que esa mujer con aparentes problemas acababa de anunciar.

Era hora de que supiera que sus problemas no podían importarme menos.

Durante todo el baile, Dixon estuvo tenso y era incomodo pero no podía importarme menos. Le permití que bailará casi como si fuera un muñeco de piedras y luego me alejé hacía donde se encontraba mi hermano.

Él, que estaba siendo rodeado por un montón de chicas de Aphud que no pudieron importarle menos cuando me vio.

-¿Quieres volver al palacio?-preguntó preocupado

En ese momento me importaba muy poco el rey, el Rey Kalias, el Príncipe Ascian y toda la nobleza aquí reunida. No quería pasar un solo minuto más en este lugar.

-Por favor-pedí.

Caius no necesito nada más para escoltarme afuera y ayudarme a subir al carruaje. Aunque el cuerpo me dolía y la cabeza me picaba, deje que el cansancio me golpeará, después de todo era mi hermano y podía confiar en él.

Las consecuencias por haberme desaparecido en ese momento, no me interesaban. Ya vería que inventarme mañana.

            
            

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