Capítulo 3 Capitulo 3 - Pesadilla.

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Desperté con mi boca totalmente seca, con un horrible dolor de cabeza y sintiendo algunas partes de mi cuerpo totalmente adormecidas, pero cuando abrí los ojos, las cosas simplemente empeoraron.

Me encontraba recostada sobre un colchón viejo y muy sucio que se encontraba sobre el piso, el lugar estaba hecho totalmente de ladrillo, había muchas cosas muy viejas y muchas cajas arrinconadas

Me encontraba recostada sobre un colchón viejo y muy sucio que se encontraba sobre el piso, el lugar estaba hecho totalmente de ladrillo, había muchas cosas muy viejas y muchas cajas arrinconadas. Mis muñecas estaban atadas con una áspera cuerda que apretaba dolorosamente, al igual que mis pies y una mordaza en la boca que cortaba la comisura de mis labios. No había ninguna ventana, lo único que iluminaba el lugar era un pequeño foco en el techo, que le daba al lugar un tono mucho más lúgubre y tenebroso.

Poco a poco me senté mientras recapitulaba todo lo que había pasado, fue entonces cuando recordé a Matt, las lágrimas salieron de mis ojos casi de inmediato, ¿Realmente estaba muerto? No podía dejar de pensar en eso, el dolor en mi pecho amenazaba con detener mi corazón, era demasiado... esta situación, lo ocurrido con Matt, mi estado actual, simplemente era demasiado para mí. Y todo estaba a punto de comenzar.

Pasaron horas y nadie apareció. La soledad me dañaba tanto como el dolor, pues en mi interior crecía la inminente incertidumbre de no tener idea de lo que estaba ocurriendo. La frustración de no poder hacer nada pesaba, pero no tanto como el estado de alerta y la inseguridad que me aquejaba y me mantenía tan asustada que me hacía saltar al más mínimo ruido.

Tenía sed, tenía frio, pero sobre todo, tenía demasiadas dudas. El miedo se apoderó poco a poco de mí y fue la sensación más poderosa que jamás había sentido en mi vida, recordé las palabras de aquel hombre "Las cosas serán diferentes a partir de ahora"

Alguien abrió la puerta de golpe, se trataba de un hombre de avanzada edad, era delgado, con cabello largo y barba canosa, llevaba puesto un chaleco de piel. Sus facciones cansadas combinaban con su andar lento y sigiloso.

-Baño -Dijo con un acento extraño señalando una cubeta.

El hombre avanzó hasta el colchón, se arrodilló y dijo algo en un idioma extraño que no logré entender. Me tomó fuertemente del mentón y me acercó a él, todo intento que hice para tratar de alejarme fue en vano, estaba tan débil que apenas lograba mantenerme sentada. Con la misma mano abrió mi boca, mientras que con la otra metía dos pastillas, seguido de esto tapó mi boca con una mano y con la otra mi nariz. Intenté resistir todo lo que pude pero inevitablemente tuve que tragarlas por la falta de aire, necesitaba respirar.

Finalmente me soltó, volvió a abrir mi boca para asegurarse de que las hubiese tomado y se levantó. Poco a poco soltó mis ataduras, la piel en carne viva me hizo soltar un quejido que pareció no ser escuchado. El hombre caminó hasta una esquina del cuarto en donde se encontraban algunas cajas, de una de ellas sacó una vieja cobija y la sacudió, dejando una nube de polvo por todo el cuarto. Dejó la cobija sobre el colchón y se quedó parado cerca de la puerta viéndome.

Yo tomé la cobija y me envolví en ella, era áspera y polvosa, pero definitivamente era mejor que nada.

Sentí poco a poco como mi cuerpo se iba adormeciendo hasta que ya no sentía nada e inevitablemente me iba quedando dormida. Pero eso no apaciguó mi mente en lo absoluto, pues como si mi cabeza aún siguiera gritándome que me mantuviera alerta, que esta era una situación en extremo riesgosa, reprodujo una y otra vez pesadillas en las que revivía la forma en la que me trajeron aquí. El sonido del arma siendo disparada, el cuerpo de Matt en el suelo.

Aun dormida podía sentir las lágrimas correr por mi rostro y mi cuerpo temblar. La esperanza de que todo se trataba de un mal sueño comenzó a evaporarse al compás de la ilusión de que alguien tendría piedad conmigo.

Desperté poco a poco, mi cuerpo seguía adormecido a tal punto que no podía ni siquiera abrir los ojos. Sentía una presión constante sobre mi cuerpo que empujaba una y otra vez hacia mí, no entendía lo que estaba pasando hasta que finalmente pude abrir los ojos. Estaba recostada sobre el colchón, tenía ambas manos atadas por encima de mi cabeza y la boca amordazada nuevamente. Sobre mí, había un hombre a quien pude reconocer por los tatuajes en el cuello, se trataba de aquel hombre de piel morena que jugaba con su navaja cuando me tenían atada, uno de los que me habían traído aquí.

A pesar de que no sentía nada, sabía lo que estaba haciendo e inevitablemente sentí tanto terror que fue como si mi cuerpo entero se hubiera congelado, mis ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas, intenté gritar, pero...

A pesar de que no sentía nada, sabía lo que estaba haciendo e inevitablemente sentí tanto terror que fue como si mi cuerpo entero se hubiera congelado, mis ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas, intenté gritar, pero de mi garganta solo salió un sonido más parecido a un sollozo, esto hizo que el hombre se diera cuenta de que estaba despierta y se detuviera por un momento.

-Te dije que iba a divertirme contigo -Dijo mientras me miraba a los ojos y esbozaba una cruel sonrisa. Su mirada parecía reflejar una maldad indescriptible, había tanta oscuridad en su interior que era dudoso que tuviera un alma. ¿Cómo un ser humano puede tener tal nivel de maldad en su interior?

Comenzaba a recuperar poco a poco la sensibilidad en mi cuerpo, lo cual lo volvía todo cada vez peor. Continuó empujando su cuerpo, esta vez con más fuerza y empecé a sentir como entraba en mí una y otra vez, sensación que me provocó una profunda desesperación e impotencia por no poder hacer nada. Tal era el asco que no pude evitar girar mi cabeza a un lado y vomitar. Eso lo hizo enojar por lo que comenzó a tirar de mi cabello mientras seguía entrando en mí, podía sentir su respiración agitada sobre mi cuello, su otra mano estrujando uno de mis pechos con fuerza, su cuerpo sudoroso sobre el mío y su miembro entrando y saliendo de mí, cada vez más rápido. Haciendo tanto daño que hubiera preferido morir en ese instante.

-Vas a ser mi puta todos estos días -Dijo él, con la respiración agitada sonando como un completo monstruo.

Los sollozos se hacían cada vez más desesperados, procedentes de una parte muy profunda de mí ser, el llanto se convertía en un mar de lágrimas que iba quedándose en la mordaza de mi boca, dejando un sabor salado. Supe que había recuperado por completo la sensibilidad de mi cuerpo cuando comencé a sentir un dolor agonizante e indescriptible. Su gran mano estrujando mis pechos se hizo más evidente, dejando bastante dolor cada vez que apretaba demasiado. Sentía un ardor incontrolable en mi cuello, me había mordido tan fuerte que había dejado una herida. Comenzó a moverse más rápido y a gemir mientras lo hacía, intenté apartarme pero fue imposible, se corrió dentro de mí y se quedó ahí por un momento, respirando agitado cerca de mi oído.

Los minutos parecían horas, yo lloraba de forma descontrolada, lo único que quería en ese momento era que él se fuera y me dejara en paz.

Finalmente sacó su miembro de mí, al hacerlo sentí mucho ardor y dolor, lo único que hice fue cerrar los ojos con fuerza y apretarlos para aguantar un poco esa sensación mientras ahogaba un grito. Sentí como se levantó del colchón.

-Me ensuciaste - Dijo el tan enojado que abrí los ojos.

Su miembro y parte de sus piernas estaban manchados de sangre, él se agacho y me dio un golpe en la cara tan fuerte que casi quedé noqueada y ojalá hubiese sido así, ya que de ese, siguieron más golpes hasta que me desmallé.

Cuando desperté ya no estaba atada, me encontraba recostada de lado pero estaba tan adolorida que me dio miedo moverme, me quede así por un rato. Había un hilo de sangre cayendo desde mi boca hacia el colchón. Lleve mi mano hacia mi rostro y el simple toque de mis dedos en mi pómulo me hizo soltar un sollozo que recorrió todo el cuarto, mi cara estaba tan hinchada que apenas podía abrir un ojo, intenté abrir la boca pero tenía heridas en las comisuras de los labios debido a la mordaza y heridas dentro de la boca debido a los golpes.

Al intentar mover un poco las piernas me di cuenta de que estaban pegadas debido a la sangre seca, así que no lo seguí intentando por el insoportable dolor que sentía. Entonces mi atención se centró en mis muñecas, estaban aún peor que antes, en carne viva debido a lo apretada que estaba la soga con la que estaba atada y la fuerza que hice por intentar desatarme.

No resistí el dolor, cerré los ojos y volví a dormir para intentar olvidar la situación aunque fuera por un momento.

[...]

La sensación del agua helada chocando contra mi piel me despertó de golpe, de pie a la orilla de la cama se encontraba el hombre de los tatuajes en el cuello con otra cubeta llena de agua, había una risa maliciosa en su rostro, una expresión de burla que más que provocar enojo, me causaba miedo.

Dejó caer el agua de la cubeta sobre mí, mientras yo levantaba la mano para protegerme del agua helada que parecía quemar al entrar en contacto con mi piel Lloraba mientras temblaba sin control, me encontraba sentada en el colchón intentando cubrir mi cuerpo con mis brazos, mi cabello estaba empapado y caían de él pequeñas gotas que se endurecían al terminar de caer al suelo.

El hombre salió y entró una mujer con una cubeta, era la misma que había visto en aquella habitación antes de llegar aquí. Cerré los ojos con miedo a que también me fuera a aventar el agua, pero en lugar de eso, ella se puso en cuclillas a la orilla del colchón, de la cubeta sacó una esponja grande con la que comenzó a limpiar mi cuerpo, cuando terminó, se levantó y salió del cuarto sin decir nada.

Tenía tanto frío que los dedos de mis manos parecían comenzar a ponerse de un tono azulado.

Pasaron aproximadamente 20 minutos hasta que la puerta volvió a abrirse, entró el hombre mayor que antes me había dado la cobija, llevaba con él un botiquín de gran tamaño y una bolsa de plástico, comenzó a revisar y a curar mis heridas, dejando vendajes en mis muñecas y un parche en mi cuello. Temblaba incontrolablemente debido al frío a tal punto que ya no sentía mis manos y pies. Me dio una pastilla pequeña y blanca en la mano.

-Dolor -Dijo mientras señalaba la pastilla.

Entendí que era una pastilla para aliviar el dolor y me la tomé sin protestar. Tomó la bolsa de plástico y de ella sacó otra cobija, la dejó sobre el colchón y la tomé rápidamente envolviéndome en ella. También sacó una botella de agua y un sándwich en una bolsa, los dejó sobre la cama y finalmente salió de la habitación.

Tenía la boca tan seca que apenas lograba tragar saliva, abrí la botella de agua y bebí la mitad prácticamente de un trago, el resto lo guardé por si no volvían a darme más. Entonces mire el sándwich, llevaba demasiado tiempo sin comer, aun así, no fue hasta ese momento que mi estómago comenzó a rugir.

Comencé a llorar mientras comía, no dejaba de pensar, intentando recapitular mi vida entera en la búsqueda de lo que había hecho para merecer todo aquello, preguntándome ¿Por qué yo? ¿Por qué me estaban haciendo todo esto? pero no solo pensaba en mí, también pensaba en cómo estaría mi padre, en sí ya me estaría buscando, en qué pensarían mis amigos cuando sepan que desaparecí, mis maestros, vecino y conocidos... pero sobre todo pensaba en Matt... si no hubiera querido ir a ver esa estúpida película nada de esto hubiera pasado, me culpe una y otra vez, lloré desconsoladamente una vez más hasta que escuché la puerta abrirse.

Al cuarto entró nuevamente la mujer y el hombre de los tatuajes, ella se acercó a mí y comenzó a revisar mis heridas de forma brusca, haciéndome daño en el proceso. Su mano apretaba con fuerza mi mentón mientras me hacía girar la cabeza hacia un lado y hacia el otro mientras con la otra tocaba mis heridas, haciéndome sollozar. Se quedó de pie a la orilla del colchón mirándome fijamente.

-Te vas a meter en un gran problema, Darko - Dijo ella con un acento extraño que la hacía enfatizar las "r".

-No lo creo - Respondió él, recargado en una pared con los brazos cruzados.

-A Alek no le va a gustar que hayas usado algo que le pertenece - Dijo ella refiriéndose a mí.

-¿De verdad crees que va a importarle una basura como ella? Seguramente solo se divertirá con ella un rato y después la desechará al igual que a las otras...además, él me lo debe. -Dijo Darko sin preocupación alguna mientras encendía un cigarrillo.

-¿Que tan seguro estás de eso? - Preguntó alzando una ceja y cruzándose de brazos, viéndolo con incredulidad y al no obtener respuesta simplemente negó con la cabeza - ¿Acaso no has escuchado del trato que Alek hizo con Kronos? Yo no creo que haya hecho algo así por un juguete desechable.

-Me importa una mierda - Respondió mirando hacía otro lado.

-Bien, haz lo que quieras entonces, pero no digas que no te lo advertí

La chica no dijo más y salió del cuarto, dejándonos solos a Darko y a mí.

-Voy a darte un consejo, niña -Dijo él mientras se quitaba la chaqueta. - Hazte a la idea de que ya estás muerta... El hombre que te ha comprado, es un monstruo en todo sentido -su sonrisa maliciosa me demostraba que no mentía y el tema parecía divertirle de sobremanera.

Hablaba mientras se iba quitando la ropa poco a poco y se acercaba cada vez más. Me sentía aterrada por lo que sabía que iba a pasar, pero tenía aún más miedo por lo que estaba diciendo.

-Tú dueño... Es una persona sumamente violenta y peligrosa, no es la primera vez que le entregamos chicas como tú, es una lástima... usualmente quedan tan destrozadas que son irreconocibles. Abusa de ellas de formas inimaginables y tiene una afición a causarles daño a las personas - Él se acercó a mí solo en ropa interior, se puso en cuclillas quedando frente a mi y me miró fijamente - Incluso mató a su esposa y a su propio hermano.

Terminó la frase con una macabra sonrisa que me causó escalofríos, para este momento ya estaba tan asustada que había comenzado a temblar y un par de lágrimas salían de mis ojos.

Intenté retroceder y levantarme, pero él me tomó fuertemente del cabello y estampó mi cara contra el colchón, hice todo lo posible por moverme y apartarme de él, pero fue imposible, era mucho más fuerte que yo y me sometió con facilidad, ahora me encontraba bocabajo en el colchón, su mano aún estaba sobre mi cabeza para evitar que me levantara. Se colocó sobre mí y yo lo único que pude hacer fue suplicar para que me dejara en paz, llorando, gritando.

Intentaba patalear, mover los brazos y levantarme, pero una vez sobre mí, él comenzó a golpearme con el puño en las costillas y la espalda, haciendo que me sofocara y dejara de moverme. Cuando sentí su miembro en mi entrepierna, cerré los ojos dejando caer algunas lágrimas. Sentí como me penetró con tanta fuerza que no pude evitar dar un grito de dolor, no se detuvo, siguió empujando una y otra vez, el dolor era insoportable.

Me jalaba tan fuerte del cabello que sentía como ardía mi cuero cabelludo, entraba y salía de mi cada vez más rápido y con más fuerza, haciéndome sentir dolor por toda la columna. Pegó más su cuerpo al mío y puso su brazo alrededor de mi cuello, haciendo que no pudiera respirar, su boca estaba junto a mi oreja y podía escuchar su respiración fuerte y agitada.

-Tú ya eres mía -Me dijo al oído entre jadeos -Y eso ni él va a poderlo cambiar -

Terminó con un gemido, sentí como me llenaba, pero no se movió, se quedó ahí un momento recostado sobre mí. Pensé que como siempre terminaría y se iría, pero no fue así, comenzó poco a poco a moverse otra vez, penetrando aún más fuerte y esta vez durante más tiempo.

Pasaron horas así, una vez que se cansó y se levantó, yo estaba tan agotada y adolorida que simplemente no podía moverme, no tenía fuerza ni siquiera para llorar.

Se vistió en silencio, prendió otro cigarrillo y caminó hacia la puerta, antes de salir se detuvo y me miró por encima del hombro.

-Si fuera tú, niña... buscaría la forma de morir antes de que venga por ti. Esto es nada comparado con lo que él va a hacerte - Dijo y salió cerrando la puerta detrás suyo.

Una vez que estuve sola, tomé fuerza para ponerme de lado, solo el movimiento que hice para lograrlo me causó un terrible dolor que recorrió mi espalda hasta mi cabeza. No quise moverme más, solo alcancé la cobija con la mano y como pude me cubrí con ella para finalmente quedarme dormida.

El silencio insoportable se vió interrumpido horas después. En ningún momento me moví, simplemente me limité a escuchar. Gritos, golpes, sollozos, llantos... tantos que parecían venir de todas partes. Escuché súplicas llenas de dolor, gritos desgarradores cargados de un rencor que me provocaba escalofríos. Por un momento me pregunté si estaba delirando, si lo que escuchaba era fruto de mi imaginación, pero aquella escalofriante sinfonía de sufrimiento sería mi canción de cuna de cada noche.

Me pregunto... ¿Cuántas personas más estarán encerradas aquí? ¿Cuántos estarán pasando por lo mismo que yo?

            
            

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