Capítulo 2 CAMPANITA

-Ahí está la salida, apresúrate por lo que más quieras- dijo entre jadeos Neother.

La larga carrera le impedía hablar con fluidez.

De los tres que habían entrado a la cueva solo ellos dos habían logrado casi llegar a la entrada. Habían encontrado el tesoro, y junto con el tesoro algo más que había acabado con la vida de uno de sus compañeros.

-Tenías que tocar la maldita campanita- le reclamó también entre jadeos Siegfried pasando a su lado

Ahora solo quedaba un tramo de la cueva para poder salir al bosque y estar casi a salvo, pero la entrada era pendiente. Varias columnas sostenían el techo de esta evitando así que el paso de los años cerrara dicha cueva.

Decidieron descansar un momento antes de seguir la huida. Sabían que habían tomado ventaja de aquello que los perseguía. Debían recuperar fuerzas para el último tramo que salvaría sus vidas.

Cada uno se ocultó detrás de una columna.

Una vez recuperado un poco el aliento continuó Siegfried

-¿Cuántas veces te lo he dicho?. Miles. Si dentro del tesoro hay algo que destaca por sobre lo demás, no lo toques- volvió a reclama Entonces en este último que teníamos para el resto de nuestras vidas, tenías que tocar la campanita.

-Jamás imaginé que fuese una trampa- trató de justificar Neother, igualmente recuperando el aliento - ¿Pero quién se imaginaría que despertaba lo único que protegía ese tesoro?

Shhhhh- mando a callar Siegfried.

Ambos agudizaron sus sentidos. Hechando mano sobre la empuñadura de sus espadas, se preparaban para una posible pelea. Cosa que no sucedió, permitiendo que volvieran a relajar sus cuerpos.

Estaban en "La Guarida de las Hadas". Llamada así por los destellos que en ocasiones los viajeros veían por las noches. Nadie se había atrevido a entrar nunca ya que también era el lugar donde; desde hacía muchas generaciones, se hacían ofrendas a seres supuestamente demoníacos.

Se lanzaba por la entraba de dicha cueva una cierta cantidad de oro o joyas y se pedía un deseo. Era la costumbre de los habitantes de la aldea más cercana. A la mañana siguiente; si dicha ofrenda no estaba en el lugar de la cueva dónde había caído la noche anterior, era clara señal de que su deseo sería concedido.

Si se encontraba de nuevo a la entrada de la cueva, el deseo no era posible de realizar. Así el secreto se convirtió en mito. El mito en leyenda. Y la leyenda en la perdición de aquellos que entraban a robar.

Pues dentro de cada ofrenda realizada debían poner una campanita para avisar a los seres del interior que estaban siendo convocados. Solo con ese sonido despertaban.

Esa noche habían entrado dos buscadores de tesoros. Habían escuchado las historias de dicha cueva y decidieron investigar. ¿Cuál sería la sorpresa que se llevaron al descubrir la inmensa cantidad de oro, plata y joyas que había dentro de esa cueva?

Al estar a la mitad de las montañas no era de fácil acceso, pero aún así lo habían logrado y guardaron el secreto. A los dos días posteriores, después de haber preparado las condiciones necesarias para poder trasladar dicho tesoro, volvieron una vez más.

Ya estando dentro de la cueva habían comenzado a llenar las bolsas que traían consigo cuando Neother vió, en el centro de dicho tesoro un altar con una campanita de oro macizo, piedras de esmeralda incrustada y un cintillo de plata.

Ante la vista de semejante pieza no dudó un segundo en tomarla como parte de su botín y fué entonces, justo entonces cuando Siegfried y el tercer acompañante que habían contratado intentaron detenerlo.

Pero fué muy tarde. Neother había hecho sonar la campana al lanzarla dentro de su bolsa.

Primero se escuchó el sonido de una roca moviéndose más allá de donde estaban. Un lugar de la cueva que no habían explorado antes. Después el chillido de un animal y el zumbido de alas batiéndose en el aire.

Después en grito del acompañante mientras desaparecía arrastrado hacia la parte más profunda y oscura. Neother y Siegfried intentaron en vano alcanzarlo con antorchas encendidas. Siguieron los gritos y un camino donde cada momento podían distinguir un charco de sangre.

De repente los gritos cesaron. Los sobrevivientes se miraron a los ojos y sin decir nada, se habían dicho todo. La decisión fue tomada en el momento en que vieron un brazo ensangrentado en la tierra y después; justo al lado de ellos, cayó otra parte del cuerpo que tenía ojos, más no tenía piel.

Echaron a correr lo más rápido que podían hacia la entrada, dejando todo detrás. Sentían a sus espaldas el revoleteo de no solo uno, sino varios seres. Antorchas en mano y espadas en la otra en un momento tuvieron la sensación de ser alcanzados por algo.

Cuando Siegfried lanzó su antorcha hacia detrás, desapareció en la oscuridad y escucharon de nuevo el sonido de una campanita.

Apresuraron aún más la carrera. Una vez más sintieron el sonido de la campanita detrás de ellos y Neother lanzó la antorcha que les quedaba. Ya la luz de la entrada podía verse. Todo parecía indicar que aquellos seres le tenían miedo a la luz.

Ya una vez más recuperados

-Creo que podemos largarnos de aquí- comentó Siegfried- hay bastante luz y por lo que pudimos ver, le temen

Respirando hondo, Neother afirmó.

Se pusieron de pie y guardaron sus espadas para comenzar a ascender. Se detuvieron con los ojos muy abiertos, cuando escucharon varias risas pícaras; y el sonido de decenas de campanitas justo encima de ellos.

            
            

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