Capítulo 4 CAZADORA

La sangre salía por su boca impidiendo que emitiera algún sonido, salvo ese intento de grito ahogado por el propio fluido.

Mi cuchillo abriendo su garganta se sentía endemoniadamente placentero. Quitar una vida solo era comparable con follar. Y me encantaba follar.

Era la única razón por la cual visitaba alguna que otra aldea cercana y raptaba algún que otro hombre que cumpliera los requisitos. A veces la cacería de uno no era suficiente y tenía que cazar otro más para suplir las carencias del primero. Dos en una sola noche! Y se decían el sexo fuerte.

Habito en estos bosques desde que tengo uso de razón. Conozco los caminos de los animales; cada marca en los árboles es una guía, una señal. Los propios animales pueden conversar conmigo o alertarme de algún peligro. Los ciervos me sirven de transporte. Las aves vigilan.

Tan fuerte son mis lazos que, hasta el mismo aire del bosque me advierte de algún cambio dentro de este. Por desgracia eso mismo ocurrió. Parece que mis deseos despertaron sed de venganza en los aldeanos y habían salido a cazarme. Al fin un poco de diversión.

Todo comienza cuando entran a mis dominios. Permito que hagan un poco de daño a mi hogar. Cortan árboles, matan algún que otro animal para saciar su hambre por las noches. Los llevo más profundo cada día, intento que se acerquen más a mi guarida. No puedo negarlo; me gusta jugar con la comida.

Por desgracia, pero para ellos yo también necesito alimentarme. Uno de ellos me sirve para al menos dos días. Capturarlos es muy sencillo.

Hombres! Y se dicen el sexo fuerte.

Cada noche dejo huellas que siguen cegados por la furia de haber perdido algún compañero. Padres, hermanos, hijos. Para mí; todos son solo comida. Comida que puedo guiar a mi guarida y que llega por voluntad propia, cegados por la ira de perder cada vez a alguien querido. Tan fáciles de engañar. Hombres! Aprendían por las malas cual es el sexo verdaderamente fuerte.

A veces dejaba alguna que otra parte del cuerpo a la vista. Un brazo, una pierna, la cabeza. Después de haber separado la porción que necesitaba antes de que se echase a perder. Entonces dejaba también el cuerpo mutilado a la vista de todos.

Noches de disfrutar viendo desde la rama de un árbol como la voluntad del grupo comenzaba a quebrarse. Ya no eran tantos como al principio y estaban perdidos en mi hogar. Los primeros en caer fueron los exploradores.

Aún recuerdo la lucha del último de ellos intentando escapar. Aun recuerdo mi arma clavada en su cuello, mi mano tapando su boca evitando que gritara. La cálida sangre saliendo de su cuerpo mojando el suelo y las hojas de los arbustos cercanos. Aun recuerdo la vida escapándose de su mirada. Y así; cada vez quedaban menos.

Uno cayó completamente atravesado por las estacas de una trampa que había puesto; otro cometió el error de separarse del grupo. El veneno de un habitante del bosque me ayudó a terminar con un tercero.

De noche casi no dormían. En ocasiones dejaba caer algún madero cerca de ellos y se despertaban totalmente asustados. El cansancio comenzó a hacer mella cada vez más profundamente.

Gritaban desesperados, intentaron incendiar el bosque, a veces peleaban entre ellos. Maravilloso espectáculo que se desarrollaba delante de mis propios ojos. Cada vez eran menos y estaban cerca de mi guarida. Me volví más atrevida y cazaba dentro de ellos mismos, y a plena luz del día. Así de cansados estaban.

De noche continuaba sin dejarlos dormir. El bosque es mi hogar desde que tengo uso de razón. Ellos llegaron un buen día de ningún lugar; destruyendo todo, matando todo. Pero cometieron el error de dejarme viva.

Uno más cayó bajo mi sombra esta noche. De veras me gusta matar; y matar en silencio. Cometió el error de separarse del pequeño grupo que quedaba para vaciar su cuerpo. Fue muy sencillo apagar su vida. La lanza clavada en la base del cráneo y se desplomaba como dormido. Al amanecer, solo un charco de sangre.

El viento sopla agitado, los pájaros aletean violentamente. Me avisan. Otro grupo con armas entró sin permiso a mí hogar.

Desde la rama de este árbol observo el grupo de tres que he estado torturando . Están débiles y listos para ser devorados de una u otra forma. Ya no representan un reto. Sonrío; hago una marca en el árbol, voy en busca de más presas que devorar

            
            

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