Los amores de Rebeca
img img Los amores de Rebeca img Capítulo 3 Su situación
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Capítulo 6 La enfermedad img
Capítulo 7 El robo img
Capítulo 8 El inicio de las consecuencias img
Capítulo 9 Consecuencias img
Capítulo 10 Propuesta de cita img
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Capítulo 3 Su situación

Con una sutileza, que ni yo misma sabía que poseía, me levanté de la silla. Y con una disimulada mirada, me percaté de que Nicolás observaba mis pechos que más que pechos parecían unos pequeños limones.

Con suma vergüenza, me aferré al libro para intentar cubrir mis pechos Al darse cuenta de mi gesto, Nicolás desvió su mirada hacia el bote con agua que tenía en sus manos y empezó a apretarlo de forma nerviosa.

-Debo seguir atendiendo. -Me di media vuelta y, cuando estuve cerca de dar mi primer paso, el chico me tomó entre sus brazos y por poco caigo encima de su cuerpo.

-¿Por qué siempre te tienes que ir? - Nicolás tomó mi cabellera negra que, entre sus blanquecinas manos, se veía más oscura.

-Siempre hay mucho trabajo que hacer. Es de nunca acabar.

Un picor recorrió cada célula de mi cuerpo y moví el cuello como si me estuviera intentando quitarme el estrés. Poco a poca retiré sus manos de mi cintura para que no se sintiera rechazado.

-Comprendo, Rebeca. -Nicolás escondió sus manos atrás de su espalda. Al ver que habíamos llamado la atención de la mayor parte de clientes, sus mejillas se enrojecieron.

Nuevamente, fingí un picor en mi garganta para acabar con el momento incomodo y, de inmediato, lo clientes se enfocaron en lo suyo.

-Ahora si debo irme -dije para escabullirme de aquella incómoda situación.

-¿Me puede traer un café?; si esa es la única forma de estar un tiempo más contigo, podrías traer veinte más.

Una ilusa sonrisa se formó en mi rostro, ¡vaya que para poeta no se ganaría ni un tan solo euro!

-Está bien, te traeré veinte tazas de café; pero cada una en diferente día, para que así me visites a diario.

Le guiñé un ojo y salí rumbo a la cocina. Aunque, normalmente, mis hermanas eran las encargadas de la preparación del producto; no tenía la mínima intención de que prepararan el café de Nicolás, ya que estaba dispuesta a prepararlo yo misma.

En lugar de abrir la puerta como toda una persona civilizada, guiada por las emociones de una chica ilusionada, decidí tirarla e hice que se estrellara contra la pared. Mis hermanas se exaltaron y por poco tiran la jarra de café al suelo.

-¡Dios mío!, ¡qué te pasa? - Patricia tocó el pecho de Alejandra-. Vas a matarla de un susto...

Patricia cerró la boca como si le hubiesen cortado el aire y yo le reproché con la mirada. La menor de las gemelas sabía muy bien el porqué de mi molestia, pues ambas estuvimos presentes cuando un fuerte dolor se apoderó del pecho de Alejandra y no eran más que señales de un infarto. Desde ese día, era un tema intocable.

-No te preocupes, Paty, estoy más que bien - expresó Alejandra. Nos regaló una sonrisa a ambas.

Agradecí al cielo porque las dos salieron de la cocina y así no les explique por qué mi efusivo comportamiento. A mi manera, preparé el café pedido por Nicolás y me dirigí en busca de la mesa en la que el se encontraba.

-Aquí esta tu café. - Coloqué la taza en la mesa y me senté justo enfrente de él. Observé como sus labios le dieron un pequeñito sorbo al café, sus mejillas se sonrojaron debido al calor.

-Está demasiado caliente, pero me gusta. - Ese "me gusta" salió un poco forzado.

Fruncí el ceño y le dije:

-Yo misma lo preparé, así que debe gustarte -ordené y Nicolás empezó a tomar el café como si se tratara de agua. Aunque mantuve mi expresión seria, muy en el fondo estaba disfrutando verlo como un niño regañado.

-Ya te dije que estuvo muy bueno. - Nicolás empujó el platito, en el cual estaba el café, hacia mis manos-. Gracias por sentarte conmigo un momento más.

Cuando Nicolás estaba a punto de levantarse, arrastré la factura por la superficie de toda la mesa y se la entregué.

-Es el costo del café. Ya sabes, en los negocios no existen amigos ni familiares.

Nicolás tomó el papel y sus azulados ojos se expandieron. Enrolló la factura y la guardó en el bolsillo de su pantalón.

-Rebeca... - dijo con voz apagada y yo me preocupé por él. Me levanté de la silla para auxiliarlo; su rostro palideció. Me alteré tanto que con mi cadera fui capaz de mover la pequeña mesa y por poco caen los platos que había en ella.

-¿Qué pasa?, ¿estas bien? -pronuncié en un susurro, no quería que nadie escuchara nuestra conversación.

-Por poco lo olvido, no puedo pagarte el café -dijo avergonzado, yo respiré profundo y me relajé. Cerré mis oscuros ojos y los abrí lentamente en señal de alivio -. Mi madre no está muy bien de salud y he gastado todo el dinero de estos días.

-Nicolás... - llevé una mano hasta mi pecho y respiré. Miré a todos lados y, por suerte, no llamamos la atención de nadie, lo que me daba plena seguridad de que nuestras palabras quedaron entre nosotros -, ¿todavía tienes dinero para pasar estos días?

Él se encogió de hombros y tocó los bolsillos de su pantalón

-No, Rebeca.

-¿Por qué no me lo has dicho antes?

-Hasta ahora que vi mi billetera lo recordé. - El chico agarró su cabellera rubia con desesperación.

-¡Dios mío! - Intenté bajar el tono de voz - ¿Tu mamá necesita algo?

-No lo sé, el doctor no me ha dicho nada. No sé si tendré que comprar algo.

-Bueno, no te preocupes. Por favor, espera aquí; en unos minutos regreso.

            
            

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