-Tú también te miras mas pecosa de lo normal - respondí, me encontraba un poco cabreada. Me repugnaba el hecho de que se burlara de alguna de mis características físicas.
-Tranquila, ya no sigo.
-Ocupo el dinero que me pagarás mañana.
Alejandra se levantó y la silla cayó al piso.
-¿Para qué?, todavía falta un día para que recibas tu pago.
Dispuesta a ayudar a Nicolas, le dije:
-¿Acaso no puedes adelantarlo?, es una emergencia.
-¿De qué hablas? Hemos pagado todo a tiempo.
A pesar de los grandes valores inculcados por mis padres, cedí ante la necesidad de ayudar a Nicolas; así que mi única opción era mentir, pues no podía decirle que mis altas preocupaciones se debían a un chico.
-Debo pagar unas facturas de la universidad -dije sin titubear. Mis dotes como mentirosa me sorprendieron.
La mirada tierna de Alejandra parecía estarme analizando y, por un corto tiempo, pensé en la posibilidad de que ella hubiese notado algo extraño en mi comportamiento. Una gota de sudor resbaló por mi frente.
-¡Ah!, entiendo. Puedes ir a la caja y tomar tu pago. No te preocupes, sabes muy bien que lo principal son tus estudios; pero te pido que no me des estos sustos.
Mi gran intuición no me había fallado, supe desde el inicio que la gran bondad de mi hermana mayor no iba a resistir a hacer un acto noble para con su hermanita menor.
Ale se acercó hasta mí y con una tenue felicidad, como siempre se había mostrado en temas relacionados a los estudios, sacó dinero de su desaliñado delantal. Estiró sus manos en un claro gesto de humildad y me entregó un rollo de billetes.
-No es necesario que gastes el dinero de tu semana, toma - me ordenó al ver que no gesticulaba palabra, así como la inexistente intención de mover mis manos.
-Gracias. -Más que sorpresa y alegría, un fuerte sentimiento de vergüenza me invadió.
-No tienes que agradecerme, siempre y cuando el dinero sea destinado para tus estudios, yo estaré muy feliz. Yo no pude seguir, pero sí quiero que tu seas alguien en la vida.
Las afables y dulces palabras de Alejandra acorralaron mi acelerado corazón que no paraba de palpitar. Mis grandes sentimientos de culpa estaban a punto de hacerme fallar y revelar mis verdaderas intenciones.
-No necesitas un título para darte a conocer. Te basta con ser Alejandra, la mejor hermana que cualquiera quisiera tener.
Mis brazos se negaron a abrazarla, no porque no hubiese hecho un gran mérito con su noble gesto; sino porque mi propio cuerpo se negó a obedecerme ante mi acto de ingratitud. Una clara forma de castigarme.
Me marché en busca de Nicolás. Llegué hasta donde él y con la más grande vergüenza le entregué el dinero. Al inicio él titubeó un poco, pero tras una gran muestra de oratoria por mi parte, el terminó correspondiendo a mi regalo.
-No tenías porqué preocuparte. No he querido causar molestias.
Traté de sonreír con sinceridad, pero mi sentimiento de culpa era más grande que mi propia alegría. Por lo que, con un claro esfuerzo, sonreí forzadamente.
-No te preocupes, estamos para ayudarnos. Tómalo y págalo cuando puedas, tu madre... - mencioné con voz apagada -ella es muy importante para ti.
Su rostro denotaba cierta tristeza que una falsa sonrisa, al igual que la mía, era incapaz de ocultar.
-Es momento de que te vayas, ve donde ella -lo animé a seguir su camino.
A pesar de que mis intenciones no eran malas, ya que quería otorgarle un poco de esperanzas a Nicolás, mis repudiables acciones me impedían sentir el gozo por haberlo ayudado.
Con su tan característica sonrisa, Nicolás se acercó a mí y me abrazó. Sus bien proporcionados brazos, que ya parecían enfermizos debido al tono tan blanquecino de su piel, me envolvieron. Su cuerpo, en ese instante tan gélido para mí, se convirtió en mi mejor amigo.
-Te quiero y estoy seguro de que mi madre que te querrá. Muchas gracias.
Sentí un escaso calor en las mejillas. Mi cuerpo reaccionó a sus cálidas atenciones.
A pesar de las tan esperanzadoras palabras de Nicolás, al mencionar que su madre llegaría a quererme, de sus labios nunca se pronunció palabra alguna sobre una futura relación y nuestras citas esporádicas no hacían más que confundirme en cuanto a nuestra relación y sus sentimientos hacia mí.