Capítulo 3 Roxanne.

Capítulo 3: Roxanne.

Una vez terminada la extenuante consulta Stephen se dirigió al colegio para recoger a Daniela, pues ya estaba a punto de terminar las clases y no quería hacerla esperar, desde la muerte de Roxanne había decidido dar todo de sí para ser el mejor padre que su hija pudiera tener. – Roxanne. – Dijo en voz baja mientras pensaba para sí mismo.

− ¿No habré sido demasiado duro con Albert? al fin y al cabo solo el solo intenta ayudarme. – Mientras pensaba sobre el modo en que trato a aquel que le brindo su ayuda cuando más necesitado estaba, observaba en el espejo del retrovisor como se iba alejando cada vez más de la consulta.

− Soy un maldito idiota, por una vez debo tragarme mi estúpido orgullo y pedirle perdón, es lo menos que puedo hacer, él supo ver mejor que nadie lo difícil de mi situación e incluso acepto verme a diario con tal de ayudarme. Dios en serio me comporte como un puto imbécil.

Su mente se fue aclarando poco a poco mientras el auto se iba acercando a la escuela, y desde lo lejos podía vislumbrar la sonrisa de aquel dulce angelito, que ya desde la lejanía movía los brazos frenéticamente llena de alegría al ver a su padre. Era una suerte para el que sus citas con Albert no lo llevaran muy lejos de la escuela, de ese modo podía fácilmente verlo de camino al colegio y al finalizar la consulta ir a recoger a Daniela aun en tiempo.

− Como está el angelito de papá. – Dice saliendo del auto mientras su hija se abalanza sobre él. – Te divertiste en clase.

− ¡Si hoy jugué mucho con mis amigos! dibujamos, corrimos, saltamos por tooooodos lados y me convertí en la reina de la clase hasta me dieron una capa ¡como una súper heroína! – Le contaba Daniela con mucha alegría casi sin siquiera parar para respirar.

− Jajajajaja entonces ahora eres la reina de las súper heroínas.

− Si voy a ser la más fuerte de todas y voy a luchar contra todos los malos que me encuentre ya verán los castigare a todos por portarse mal. – Dijo alegremente mientras lanzaba puñetazos hacia todos lados.

Mientras la veía sonriente y con la charla con Albert aun dando vueltas en su cabeza Stephen no pudo evitar pensar en su mujer, cosa que no es de extrañar la hija que tanto adoraba era la viva imagen de su madre, tanto así que en ocasiones le costaba trabajo no derrumbarse con solo ver a la niña, y mientras esta seguía jugueteando en el asiento trasero del auto este no pudo evitar pensar en aquel fatídico día cuatro años atrás, día que cambiaría su vida para siempre.

Aquella mañana todo aconteció como en cualquier otra, nadie pensaría jamás que algo tan horrible podría llegar a suceder. Roxanne estuvo todo el día en la casa cuidando de Daniela, quien en ese momento solo tenía un año de edad y Stephen trabajaba haciendo horas extras en el viejo taller familiar, un legado de su padre quien le enseñara todo lo que sabe sobre autos, siendo los dos como diría su madre unos fanáticos perdidos de dichas maquinas. Verlo llegar a casa cubierto de la grasa y mugre del taller era algo a lo que Roxanne ya estaba acostumbrada, por lo que verlo atravesar la puerta de ese modo no le sorprendió en lo absoluto.

− Al fin llega mi sucio trabajador de su extenuante jornada. – le dice sonriente mientras se dirige a la entrada.

− Ni tan sucio, no ves cómo está el tiempo haya afuera, llueve tanto que creo que me he bañado solo por correr desde la entrada hasta aquí. – Responde mientras se pasa las manos por la cara para quitarse el agua que corría desde sus cabellos hasta parar en sus ojos.

− Anda quita, que te estas embarrando aún más la cara, ten toma esta toalla para que te seques como se debe. – Le dice lanzándole la toalla a la cara riendo y alejándose poco a poco de él.

− ¡Conque esas tenemos no! Veamos que tienes para decir cuando te agarre y termines tan sucia como yo.

De repente Stephen comienza a correr tras ella y empiezan una persecución por toda la sala hasta la cocina y de regreso, quien los viera pensaría que son una pareja de adolescentes y no un matrimonio con seis años de casados. Corrían y reían lanzándose cosas unos a otros hasta que al fin Roxanne estuvo acorralada.

− Ya no tienes escapatoria. – Dijon Stephen con una voz siniestra, como de villano en una película de mala calidad, tratando de disimular la agitación.

− Me rindo, puede hacer lo que quiera conmigo. – Roxanne le respondió entre risas, mientras él se acercaba hacia ella con los brazos completamente abiertos haciendo un gesto exagerado con las piernas al caminar.

Stephen la beso con mucho cuidado de no terminar cubriéndola de grasa a ella también, y una vez terminada la pequeña persecución Roxanne se dispuso a recoger el desastre que dejaron tras de sí, mientras Stephen se limpiaba la manos con la toalla para ayudarla a recoger.

− Como esta nuestro pequeño angelito ¿No te dio muchos problemas? – Le dice mientras le pasa los cojines para colocarlos en el sofá.

− Esta arriba durmiendo; será un angelito pero duerme como un tronco. – Responde dejando escapar una pequeña risita mientras terminan de acomodar el sofá.

− ¡Oh! de eso no tengo dudas; ni siquiera debe haberse despertado con todo el alboroto que formamos. Pero por si acaso iré a revisar antes de ir al baño.

− Que cabeza la mía casi olvido lo más importante, mientras tú te bañas voy a ir un momento al súper a comprar pañales para la niña, que ya nos quedan pocos. – Mientras le dice eso ella agarra una Chaqueta color café que estaba en la entrada y se dirige a la puerta.

− ¿Pero qué haces? – Le dice Stephen agarrándola del brazo. – ¿No ves cómo está todo haya afuera? Llueve a cantaros, a duras penas se puede distinguir el auto desde aquí y está a solo seis metros de la puerta, eso sin contar lo obscuro que esta el camino. No puedo dejarte salir con este clima, es muy peligroso.

− Relájate, cuando tu venias ya estaba así no.

− Si pero.

− Pero nada, mírate aquí entero y luciendo como un enorme pollo mojado. Ve, termina de secarte y date un baño, yo estaré aquí en menos de una hora.

Aunque no se encontraba del todo conforme, la dejo ir mientras la despedía desde la puerta. Cuando ya se había alejado lo suficiente subió e hizo lo que ella le había dicho. Luego de una hora, sin que ella regresara empezó a preocuparse.

− Se habrá entretenido; o quizás solo este esperando a que la lluvia amaine un poco. – Pensó mientras el reloj corría. Las horas pasaban mientras él se desvelaba lleno de preocupación, hasta el momento en que el teléfono sonó.

El timbre de este hacía eco en su cabeza martillándola, el teléfono sonaba y sonaba mientras él se acercaba con miedo a responder. En su interior crecía esa extraña sensación que le hacía creer que algo muy malo había sucedido, pero aun así albergaba la esperanza de que solo fueran imaginaciones suyas. Levanto el teléfono tembloroso mientras que su corazón latía con tanta fuerza que podía escucharlo retumbar en su cabeza.

− ¿Señor Enslin?

− S-S-Sí. – Respondió tartamudeando, casi forzando las palabras a salir de su boca.

− Le habla el Sheriff Harris Sterling; Lamento mucho informarle que su mujer ha fallecido en un accidente de tráfico... − ¡Papi! ¡Papi! nos pasamos la casa.

− ¡Oh! lo siento cariño, papi estaba distraído. – Dijo forzando una sonrisa para no preocupar a Daniela quien se veía algo seria, mientras detenía el auto al ver que ya se había pasado un par de casas.

Aparco el auto, se preparó para salir de este, y en el momento que coloco un pie en el asfalto, la reina súper heroína salió disparada como una bala, correteando por el jardín, peleando contra villanos que solo ella podía ver.

− ¡Apúrate papi no podemos dejar que nos ganen! – Grita muy alegremente la niña.

− Señor Enslin; que fácil es notar que ha llegado a casa. – Stephen hecho la cabeza hacia atrás, lanzando un profundo suspirando al escuchar esa desagradable voz que venía siempre acompañada de un intenso ladrerío.

− No la había visto señora Blossom. – Le responde mientras intentaba disimular con todas sus fuerzas la mueca de desagrado que la "Agradable señora y su lindo cachorrito" siempre le provocaban. – La madre que la pario es como un puto sabueso ¿Acaso se pasa el santo día pegada en la ventana esperando a que llegue para darme la lata o qué? – Pensó mientras se acercaba a la insoportable vecina, que siempre llevaba cargado cual accesorio de moda a su muy molesto perro. En lo personal Stephen creía que a todos les tocaba en algún momento de la vida tener de vecino a alguien así, pero a esta ni el mismo Diablo la quisiera a su lado.

− Acaso le parece bien que una niña se comporte de esa manera; mírela; parece un animal salvaje. – Le dice con aires de grandeza, mientras señala a Daniela que daba volteretas en el césped.

− Bueno, cuando usted tenga sus propios hijos entonces podrá criarlos como quiera, pero por el momento quien decide que está bien y que está mal en el comportamiento de "Mi hija" soy yo. − ¡Dios! Es como si su único propósito en la vida fuera ser insoportable. Apuesto a que es un androide enviado del futuro a reventarme las pelotas. – Pensó mientras a su mente venia la imagen de esa rubia cuarentona llena de votox diciendo la famosa frase de terminator ¡I'll be back!

− ¡Hmpf! – Refunfuño la señora, intentando mostrar alguna expresión en su rostro, paralizado por los inútiles tratamientos que pretenden detener el paso del tiempo. – Por cierto cuando piensa hacer algo respecto a su jardín.

− Aquí vamos de nuevo. – Pensó reviviendo la misma charla que ya tantas veces habían tenido en el pasado.

− Como bien sabe soy la presidenta del vecindario; y es mi deber requerir a aquellos que incumplen con las normas del mismo; y su jardín tan descuidado y feo degrada la buena apariencia de este magnífico Vecindario.

− Siiiiiii, usted tiene la razón, toooda la razón mañana sin falta empiezo a trabajar en embellecer el jardín y le aseguro que toooooodo el vecindario, estará orgullosa de lo bello que este será. – Le respondió mientras se alejaba lentamente de ella haciéndole señas disimuladamente a Daniela para que entrara a la casa, quien no perdió el tiempo y hecho a correr en lo que su padre llegaba y cerraba la puerta.

− Señor Enslin aún no he terminado de hablar con usted ¡señor Enslin! – Se quedó vociferando Katherine en su lado de la cerca, mientras Stephen y Daniela la observaban entre risas escondidos desde una ventana hasta que la señora Blossom al notar que la ignoraban decide marcharse.

− Vámonos Señor huesitos; esta chusma no merece nuestro tiempo. – La cuarentona sumamente ofendida apretujo a su perro y se marchó a casa, llevándose consigo su incesante ladrerío.

Una vez acabada la diversión cada quien fue a lo suyo, Daniela se preparó para darse una ducha y Stephen alisto todo para comenzar a preparar la cena. Luego de eso todo continúa con normalidad durante la cena, a pesar de que su situación actual, tanto social como económica se ha visto afectada por los resientes sucesos, Stephen siempre mantenía la normalidad en frente de su hija esperando que ella no notara cambio alguno.

Acabada la cena la mando a la habitación a hacer las tareas, mientras él se queda a lavar los platos pensando en la charla que tuvo con Albert.

− Tal vez él tenga razón, quizás todo esto es debido a que me niego a dejar ir el pasado. – Pensó en lo que fregaba los platos. De repente empezó a sentir mucha fatiga, tanta que apenas se lograba mantenerse de pie. – ¿Que está pasando? ¿Porque de repente me siento tan débil? − Intentaba mantenerse en pie, pero las fuerzas rápidamente abandonaban su cuerpo en lo que intentaba desesperadamente no perder el conocimiento, pero inevitablemente sucumbió mientras caía hacia el suelo.

En un parpadeo se encontraba flotando en un mar de obscuridad que parecía no tener fin. Mientras Intentaba encontrarle algún sentido a todo eso, escucho la voz de un hombre en la lejanía.

− ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí? – Grito esperando obtener alguna respuesta, pero apenas podía entender lo que este le decía. Desesperado intento avanzar hacia la voz, pero todo intento era en vano, sin importar cuanto se moviera no lograba avanzar. De la nada, tras de sí surgieron docenas de manos esqueléticas que intentaban aferrarse a él, intento forcejar para liberarse de su agarre pero era inútil, mientras más luchaba más manos surgían, agarrándolo con aun más fuerza, encajando sus huesudos dedos en su piel. Pronto se vio superado por ellas, que lo inmovilizaron por completo forzando cada una de sus extremidades hasta el límite, como si intentaran desgarrar su cuerpo. Dos de las manos agarraron su rostro manteniéndolo inmóvil, arrastraron sus dedos hasta sus parpados empujándolos con fuerza, forzándolo a mantener sus ojos abiertos.

Mientras luchaba con el dolor vio surgir frente a él una sombría figura, su cuerpo era inmenso y musculoso como nada que hubiera visto jamás, su rostro estaba cubierto por una gran máscara de metal sin aberturas, que terminaba en su pecho con unos enormes pernos encajados en su cuerpo que la mantenían en su lugar, su piel rajada y cubierta de surcos tenía un tono gris obscuro, como el de un cadáver en un avanzado estado de descomposición. La criatura comenzó a caminar hacia a él, seguida por un chirrido metálico, producido por un gigantesco martillo que arrastraba por el suelo mientras caminaba, alzo su otra mano mostrando una barra de metal cuya punta, de un color amarillo brillante irradiaba un intenso calor. Abalanzo su brazo hacia el pegando la punta de la barra al rojo vivo en su antebrazo, Stephen soltó un desgarrador grito de dolor mientras la criatura empujaba con fuerza la barra candente en su antebrazo, incluso en su agonizante dolor podía escuchar el sonido de su carne rostizándose mientras luchaba por liberarse. Después de un rato la criatura retiro la barra, se acercó a él y le dijo:

− Tu, que has sido elegido por la diosa, enfrentaras el sufrimiento y la desdicha de ser su adalid, su palabra será tu voluntad y sus deseos tu razón de ser. Con esta marca, abandonaras tu humanidad para convertirte en un avatar de la destrucción, sembraras el caos por donde vayas y la muerte seguirá cada uno de tus pasos. Ahora levántate; no como un simple mortal, sino como un imparable Berzerker, listo para cumplir la voluntad de tu ama.

Una vez la criatura término de hablar se desvaneció tan súbitamente como había aparecido, de la nada, una luz apareció en la distancia, seguida por una voz a lo lejos que reía burlonamente, repentinamente la luz empezó a avanzar hacia él. Una sensación de pánico lo inundo por completo, mientras intentaba desesperadamente liberarse. La luz lo envolvió todo y un estruendo ensordecedor inundo sus oídos, todo seguido de un fuerte impacto.

Adolorido y atontado abrió lentamente los ojos mientras se llevaba las manos a los oídos intentando sofocar terrible el zumbido en su cabeza.

− ¿Qué... dónde estoy? – Dijo mirando a su alrededor mientras su visión se aclaraba, cuando al fin pudo ver bien quedo completamente conmocionado, no daba crédito a lo que le mostraban sus ojos. Se encontraba tirado en el basurero de algún callejón quien sabe a cuanta distancia de su casa. Su pulso se aceleró salvajemente, se llevó la mano al pecho y apretó con fuerza su camisa mientras intentaba desesperadamente recuperar el aliento. Al hacerlo noto un fuerte ardor bajo su muñeca, agarro rápidamente el lugar de donde provenía el dolor, quedando en un estado casi catatónico al ver que esos tres malditos triángulos brillaban de un rojo intenso bajo su piel.

            
            

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