Capítulo 4 CAPITULO III

La recepción de la Biblioteca Nacional es un Largo pasillo de granito flanqueado por un enorme mostrador de madera, allí una muy amable recepcionista da la bienvenida a las mentes sedientas de conocimiento, al fondo tras unas enormes puertas de cristal está el Centro de Documentación e Información Bibliotecológica, donde un grupo de bibliotecarios y eruditos debaten sobre la relevancia y vigencia de los autores románticos en la historia de Venezuela, el susurro de sus argumentacionesy el lejano olor a café recién hecho, le daba a la recepción un ambiente como el de los antiguos cafés londinens

es. A la derecha junto a la recepción se abría una extensa fila de estantes, perteneciente a la Colección Bibliográfica General, allí los temas más actuales y diversos podía ser consultados por los investigadores.

Luego de saludar a Luisa la recepcionista y dejarle el diario, como en cada una de sus visitas, se dirigía a la izquierda donde un amplio pasillo llevaba a los baños y finalmente a los asesores, su destino como siempre se encontraba en el AP2 un piso entero dedicado a la Colección Documental Antigua, si los datos que necesitaba no estaban allí, entonces podría asegurarse que no existía registro histórico de ellos.

El AP2 adorna sus pasillos con la más impresionante exposición de Andrés Bello que pueda verse, impresiones de cuadros del Escritor, fragmentos de sus obras, oleos de momentos de la vía del más grande escritor venezolano. Al fondo las paredes de cristal abovedado con la inscripción "Sala de Documentos Antiguos"

Al entrar las enormes puertas de vidrio rotuladas, parecen el acceso a una dimensión diferente, el investigador visitante es recibido por vitrinas exhibiendo manuscritos de Bartolomé de las Casas, más allá un enorme mostrador de madera pulida soporta un único computador, frente a él dos sillas de madera forradas en fieltro y el letrero que da título al joven sentado allí: REFERENCIONISTA.

A la izquierda se extiende un amplio espacio con mesas de trabajo flanqueados con una serie de cubículos diseñados para aquellos que desean un poco más de privacidad. En la Colección de Documentos Antiguos Alejandro era el orgulloso arrendatario de uno de aquellos cubículos privados, allí podría escudriñar en detalle cada uno de los mapas y manuscritos que investigaba. Al fondo de la sala podía verse

un soldado de madera tallado, ataviado con la vestimenta característica de los llaneros pertenecientes a los Húsares de Páez, lanza en mano, el soldado de madera parece custodiar fielmente aquella sala silenciosa. En la pared del fondo sobre una hermosa mesa de madera, un enorme cuadro con marco de madera contenía un retrato de Don Andrés Bello cuyo autor se desconoce.

Tras bromear con Juan José Mora, el joven de 28 años y que desde hacía ya dos era el referencionista de aquella ala de la Biblioteca Nacional, Alejandro se cruzó el espacio de las mesas de investigación y suprimió sus deseos de sentarse a leer Original de VIAJE PINTORESCO A LAS DOS AMERICAS, de AlcideD'Orbigny, de 1842. Se dirigió al escaparate de madera de Pino, creado en 1860, especialmente ornamentado y creado para aquella biblioteca, entregado por el entonces presidente de la Republica Manuel Tovar, en él se guardaban las más exquisitas piezas de historia de la sala. Solo unos pocos tenían el privilegio de abrir sus puertas y posar sus ojos sobre aquellas páginas desgastadas. Alejandro Palacios era uno de aquellos privilegiados que podían hacerlo, y en su caso, su interés aún en contra de su voluntad, se centraba en un único ejemplar, el libro Titulado Tierra Firme, realizada

por Julio Salas y que muestra las características y la influencia etnológica e histórica de los Viajes colonizadores en Venezuela y Colombia.

La tesis que estaba realizando Alejandro no era un tema cualquiera, intentaba demostrar que las rutas seguidas por Cristóbal Colon no fueron frutos del azar, sino que el navegante italiano había utilizado cartas de navegación realizadas por marinos años antes y por ende, buscaba demostrar que los europeos habían llegado a territorio sudamericano, mucho tiempo antes que Colon. Solo debía hallar algún indicio de que la existencia de aquellas cartas de navegación eran reales, sabía que encontrar alguna era imposible, o al menos en suelo americano, se cree que estas cartas habían sido desde siempre de propiedad masónica y de ser cierto, jamás lo hallaría en los estantes de una biblioteca. Aunque no existía nada oficial, se rumoraba en los círculos de eruditos del país que Salas era miembro de alto grado de la Gran Logia Masónica de Venezuela, de modo que si algún autor podría dar referencias de la existencia de aquellas cartas, sin duda seria Julio Cesar Salas.

            
            

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