Capítulo 4 Conexión

André

Estaba perdido en mis pensamientos cuando un sonido al otro lado de la pared me hizo volver en sí.

-¿Estás ahí? -pregunto preocupado.

-Sí, aún sigo viva -responde Eliza soltando un suspiro.-Necesito hablar con alguien, o me voy a volver loca aquí -añade Eliza.

-Ya somos dos -respondo con ironía.

-¿Y tú? -Pregunta Eliza con curiosidad.

-Bueno, la salida no está ahí, te lo aseguro -respondo.

-Ya lo sospechaba -Responde Eliza siguiéndome el juego.

-¿Cómo es que puedes tallar la pared? -pregunto con curiosidad.

-Guardé una pequeña navaja debajo de mi falda. Siendo una mujer extranjera en esta ciudad desconocida, una debe ser cautelosa y ni siquiera eso pudo ser capaz de salvarme de este infierno -responde Eliza con tristeza.

-Tenemos que planificar lo que vamos a hacer después de que termines de tallar la pared o pronto lo descubrirá -respondo.

-¿Tienes alguna idea de quién es el loco que nos encerró? -Pregunta Eliza con curiosidad.

-Al igual que tú, soy extranjero, así que no tengo ni idea de quién es -respondo soltando un suspiro.

-Dudo mucho que conozca a alguien tan fuerte y lleno de rabia como para hacernos esto -responde Eliza mientras sigue raspando la pared.

-Tampoco conozco a nadie así en Canadá -respondo recargándome en la pared.

-¿Eres de Canadá? -pregunta Eliza confundida.

-Así es, ¿por qué? -pregunto confundido.

-Soy de Estados Unidos, esto es raro. ¿Hay un asesino en serie que mata extranjeros? -pregunta Eliza dejando de raspar la pared.

-¿Crees que este loco nos conoce? -pregunto tratando de unir los puntos.

-No sé, piénsalo. Si quisiera matarnos, lo habría hecho como cualquier otro asesino -responde Eliza.

-O tal vez solo está jugando con nosotros, y quiere vernos sufrir.

-Escucha, aunque pudiera abrir un agujero en esta pared desgastada y llena de humedad, nunca podría salir de aquí porque me cortó las piernas. De hecho es raro que no haya notado la navaja -explica Eliza con un nudo en la garganta.

-Te ayudaré, no podría dejarte aquí con ese maníaco. Aunque ahora podemos descartar que es un pervertido, lo que quiere va más allá de eso -respondo decidido.

-Primero, tenemos que saber por qué nos eligió, somos solamente nosotros, y todavía estamos vivos. Aunque en mi caso estoy mutilada, pero hasta ahora no me ha dejado desangrarme -explica Eliza.

-Por ahora, pero todavía no puedo entender. ¿De dónde nos conoces? -pregunto confundido.

-Si no podemos recordar, tendremos que preguntarle directamente. Lo haré, yo porque no tengo mucho que perder -responde Eliza con determinación.

-De ninguna manera, lo haré yo. Si descubre el agujero, estamos perdidos -respondo.

En ese instante se escucharon sollozos, el secuestrador estaba arrastrando a una nueva víctima a otra habitación, lo único bueno de toda esta maldita oscuridad es que nos agudizó el resto de los sentidos. Eliza también lo notó y dejo de raspar la pared, el silencio nos mantenía alerta y en este punto ya no estaba seguro de si era mejor escuchar pasos o no escuchar absolutamente nada, cuando todo se calmó me moví todo lo que pude para imaginarme de cuál lado estaba la otra habitación.

-Oye, ¿estás bien? -Pregunta Eliza.

-Solloza -¿Quién eres...? -pregunta una chica de voz temblorosa.

-Mi nombre es Eliza, llegué hace unos días aquí al igual que tú y cerca de mi habitación está André, ¿Cómo te llamas y de dónde eres? -Pregunta Eliza.

-Mi nombre es Mónica, soy de aquí en Londres, si es que todavía estamos aquí... -responde Mónica confundida.

-¿Llegaste a ver al secuestrador Mónica? -pregunto.

-Acabo de ver su largo cabello negro, pero no pude ver su rostro-responde Mónica asustada.

-¿Y te parece familiar, lo conoces de alguna parte o reconociste su voz? -pregunta Eliza con inquietud.

-No, lo siento -responde Mónica decepcionada.

-Voy a confrontarlo cuando venga a traernos la comida -respondo decidido.

***

Después de un largo rato, llegó el sujeto a traernos comida como de costumbre, entro a mi habitación con la bandeja y lo que parecía ser una trozo de carne, era hora de la verdad.

-¡¿Quién carajo eres?!, eres un puto monstruo psicótico que solo viene a torturarnos, si tienes tantas ganas de matarnos porque no me matas de una, maldita vez por todas -digo furioso.

-No, ahí es donde estás tan equivocado André, el monstruo desalmado eres tú, ¿o has olvidado el pecado que cometiste? -el hombre misterioso me pregunta desafiándome.

-No sé de qué estás hablando -respondo con indiferencia.

-Entonces te recordaré lo que hiciste y, de paso, te expondré ante ellas. Que sirva de ejemplo de porque están aquí -responde el hombre misterioso.

-Levanto la ceja mientras trato de distinguir al hombre misterioso.

-Verán hace cuatro años cuando André era un joven muy perezoso que no estudiaba por ser drogadicto, se subía al metro de Toronto para agredir a los pasajeros, y un día André después de estar varios días en abstinencia, debido a que sus padres lo intentaron desintoxicar porque no podía pararse ni caminar de lo drogado que se la pasaba, llego al metro en donde intento agredir a un joven estudiante, él se asustó demasiado, y logro golpearlo y sacarlo de ese vagón -narra el hombre misterioso.

-El estudiante salió del metro y se fue con los guardias que vigilan el metro, pero André no había conseguido su dinero e intentó agredir a una señora mayor para que pudiera conseguir su dinero, lo que André no sabía era que esa señora estaba sorda y cuando la señora no lo escuchó, descargo toda su furia y la apuñalo incesantemente hasta que sus brazos quedaron desfigurados. Los guardias no llegaron a tiempo y mi madre falleció ese día en ese vagón de tren -explica el secuestrador detalladamente.

-Que... no, puede ser... -digo con un nudo en la garganta.

-El único monstruo eres tú, me quitaste a mi madre, y ahora tienes que pagar por ello -responde el hombre misterioso mientras saca una sierra.

-André, por favor dime que no es cierto -dice Eliza desesperada desde la otra habitación.

-Todo por una simple droga... tu vida no vale nada y tú tampoco -dice el hombre misterioso mientras comienza a cortarle los brazos a André.

-¡No, detente!, por favor detente -grita Mónica desde la otra habitación.

-No te preocupes, sigue tu turno -responde el secuestrador mientras ríe sin parar.

            
            

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