Atravieso la ventana y caigo en el césped que aún conserva algunas gotas de rocío. Corro, corro libre hacia el lago.
Allá, a lo lejos distingo su silueta recostada contra un árbol.
Arreglo mi cabello y aliso mi vestido. Bien.
Acerco mis manos a su rostro y cubro sus ojos.
- Adivina quien soy
Sonríe
- Una pequeña ardilla escurridiza que se cuela por ventanas.
Me río.
- ¿Cómo lo sabes?
- Dime si hay algo que no conozca de ti - me dice presuntuoso tomando mi barbilla y levantándola.
- Se me ocurren un par de cosas. - digo coqueta.
- Oh no cariño, esas cosas solo las estoy reservando para conocerlas mejor en un futuro próximo, pero compenso la espera con imaginación.
Me ruborizo. Él me repasa con la mirada. Toma mi mano y tira de ella hasta que mi cuerpo se pega completamente al suyo. Acerca su rostro al mío. Me embeleso contemplando sus facciones. Sus labios tan cerca que prácticamente siento su sabor.
Acaricia mi cuello, y sus manos se enredan en mi cabello. Suspira y yo soy puros nervios. Me separo un poco de él. Me mira con ojos ardientes y sonríe.
- Algún día... algún día - dice mientras repasa mis labios con su pulgar.
Me desenredo de su abrazo y tomando su mano camino por el campo.
El sol del mediodía nos abraza la piel. ¡Qué calor! Nos acostamos en la hierba y contemplamos el cielo.
- Mira, esa nube parece una ardilla, como tú - señala.
- Ja, muy gracioso. Y esa de allá parece un elefante, como tú - le digo.
- ¿Un elefante? Pero si yo no soy tan grande ni peso tanto ni tengo la nariz enorme.
- Cierto, pero eres fuerte, protector, inteligente y tienes esa memoria tuya tan insoportable.
- ¿No prefieres que sea tu príncipe? Ellos también son así.
- No, tu eres mi elefante. Mi elefante azul, azul como los príncipes - me río.
Horas después dormitamos uno junto al otro bajo el árbol junto al lago. Despierto con sus brazos en mi cintura.
- Oye, despierta. - lo sacudo. Poco a poco va abriendo sus ojos.
- Eres la visión más bonita en el despertar. Si cada vez que despierte tú estás allí, seré el hombre más feliz de la tierra.
Gira sobre mí tendiendo su cuerpo encima del mío.
- ¿Hasta cuando me vas a tener así? - pregunta susurrando en mi oído. Erizando mi piel.- ¿No ves que me vuelve loco tenerte tan cerca y tan lejos a la vez?
- Aún no. Si me quieres tendrás que esperar.
- Esperaré, esperaré todo lo que quieras, pero no me prives de tus labios, del placer de besarte. Nos casaremos cuando tengamos los 18. Respetaré tu desición, pero dame un respiro. Déjame besarte.
- Solo nos faltan dos años. En dos años podrás tenerme completa - digo tratando de calmar sus ansias y las mías.
- Si me cuesta verte a diario y no devorar tus labios, ¿Cómo pretendes que pueda aguantar otros dos años? Eres mía y yo tuyo, lo sabemos desde niños, desde el primer aliento. ¿ No crees que 16 años es mucho?
Respiro, respiro hondo. Le acaricio las mejillas. Acerco mis labios a los suyos y lo beso. Es apenas un ligero roce, una leve caricia, que lejos de calmarnos nos enciende más.
Me levanto con rapidez, me quito el vestido y me meto en el agua. Él, desde la orilla me observa mordiendo sus labios, calmándose.
Lo miro y con la mano salpico en el agua para mojarlo. Él se quita la camisa y los vaqueros y se mete en el agua tras de mí. Me toma por la cintura y me alza. Yo chillo.
En momentos como estos es cuando me doy cuenta de que la felicidad existe. Estar a su lado, en cualquier circunstancia es el mejor sentimiento del mundo.
- ¿Qué quieres hacer cuando seas adulta?
- Mmh... Viajar por el mundo. Conocer lugares de belleza indescriptible. Ser una gran escritora y escribir muchos libros inspiradores. ¿Y tú?
- Yo me casaré con una chica preciosa que me tiene loco. Tendremos cinco hijos y seré el hombre más afortunado del mundo.
Su respuesta me llena de alegría. Realmente piensa casarse conmigo. Me abrazo mentalmente. Él es mío, todo mío.
- Y esa chica te dirá que sí - aseguro.
- ¿Me dirás que sí? - pregunta esperanzado.
- Te lo prometo.