¿Te acuerdas de mi elefante azul?
img img ¿Te acuerdas de mi elefante azul? img Capítulo 4 Compañía molesta
4
Capítulo 6 Christina img
Capítulo 7 Mi primer beso img
Capítulo 8 La historia de Nando img
Capítulo 9 Enfrentados img
Capítulo 10 Química img
img
  /  1
img

Capítulo 4 Compañía molesta

El camino a mi despacho se me hace eterno. Presiento que este será el inicio de muchos problemas.

- Siéntese. ¿Desea tomar algo? - su respuesta es negativa - Por favor, dígame todo sin omitir lo más mínimo.

Él se acomoda en la silla. Toma aire y comienza su historia.

- Conocí a Nando cuando estaba en la cárcel - mis ojos se agrandan al escucharlo. ¿Es un exconvicto? - No se asombre, todos tenemos nuestras malas rachas. Mi historia no es importante, lo que debe saber es sobre Fernando.

Sabrás que él no tuvo hijos y durante muchos años los hijos de su esposa fueron considerados sus únicos herederos. Bien, pues Michael y Bruno intentaron quitarle la constructora. Por esta razón él los desheredó.

Cuando nos conocimos en la cárcel, él y yo trabamos una gran amistad y una vez que salimos firmó un documento en el cual una vez muriera me legaba la constructora. Desde entonces yo estuve dirigiendo la empresa y él trabajaba como abogado y todo iba bien hasta que hace unos meses Nando murió en un extraño accidente de auto.

- ¿A qué te refieres con extraño? - digo yo cada vez más estupefacta con lo que cuenta.

- La policía detectó cierto desgaste en los frenos. El auto era nuevo, un regalo de su esposa por su aniversario. Es obvio que fue provocado - sus puños de cierran con fuerza como si quisiera golpear a alguien - Ahora, claro está, Bruno y Michael están intentando quitarme la empresa alegando ser sus únicos herederos.

- Pero eso es sencillo. Solo tienes que mostrar el documento firmado por Nando en el que te dejaba todo.

- ¿Crees que si fuera tan fácil estaría pidiendo ayuda? - me dice exasperado.

Eso me enoja. Aunque claro, tiene toda la razón.

- Tienen un documento firmado por un psicólogo en el que supuestamente se afirma que Nando estaba incapacitado psicológicamente.

Revuelve su cabello con frustración.

- Comprendo. Deme unos días para analizar el caso y luego lo llamo, aún le faltan detalles a su historia.

Él se levanta de su asiento y me tiende la mano a modo de despedida.

- Espero noticias entonces.

Asiento. Él se da vuelta y se marcha.

Noche. Al fin llega. Estoy exhausta luego de un día tan largo y me aturde el hecho de que lo que está por venir será peor.

Necesito un baño, necesito relajarme. Lleno la bañera y agrego esencia de jazmín. Voy a la cocina y me sirvo una copa de vino. Regreso con la copa y una botella de vino al baño.

Tomo mi teléfono y pongo música, bajo la intensidad de la luz y, despacio, meto mi cuerpo en el agua caliente.

Oh, esto es divino. Siento como cada músculo se va relajando. Bebo un sorbo de vino y tarareo la canción "Para tu amor" de Juanes.

"Para tu amor, lo tengo todo

Desde mi sangre hasta la esencia de mi ser

Y para tu amor, que es mi tesoro

Tengo mi vida toda entera a tus pies

...

Y tengo también un corazón

Que se muere por dar amor

Que no conoce el fin

Un corazón que late por vos

...

Para tu amor, no hay despedidas

Para tu amor, yo solo tengo eternidad

Y para tu amor, que me ilumina

Tengo una luna, un arcoíris y un clavel

...

Y tengo también un corazón

Que se muere por dar amor

Y que no conoce el fin

Un corazón que late por vos

...

Por eso, yo te quiero tanto

Que no sé cómo explicar lo que siento

Yo te quiero..."

Me río. "Amor". ¿Acaso existe?

Salgo del agua cuando ya el agua ha comenzado a enfriarse.

Me ha entrado hambre, pero no tengo deseos de cocinar. Pienso si ir a casa de Guille...Mmm, mejor no.

Me pongo unos vaqueros, blusa, chaqueta, zapatillas y me voy al local de comida rápida a dos calles del edificio donde vivo.

Camino con paso lento mientras recojo mi cabello en una cuenta cola alta.

Un grupo de chicos que salen del gimnasio me devoran con la mirada y hasta me dedican uno que otro silvido. Pobres idiotas.

Sigo mi camino. El local está a tope, pero si algo tiene de bueno ser amiga del dueño es que siempre hay sitio disponible para mí.

- Hola Frank. ¿Tienes algún espacio para mí hoy? - saludo alegre a mi buen amigo.

- Para ti preciosa, siempre.

Me conduce hasta una mesa algo apartada al lado de la ventana.

- ¿Qué te apetece hoy?

- ¿No me traes la carta? - pregunto intrigada.

- Ya te la sabes de memoria. Así que dime tú, lo que quieras comer te lo voy a preparar.

- Dejaré que seas tú quien elija. Eso sí, quiero doble ración de patatas fritas.

Conocí a Frank al año de llegar a esta ciudad. En ese entonces estaba por entrar a la universidad. Él trabajaba con su padre en este local. Al transcurrir los años él se hizo cargo del negocio y yo me convertí en cliente habitual.

A los pocos minutos Frank llega con pollo frito, mi doble ración de patatas y una ensalada. Todo eso con mi adorada Coca Cola.

- ¿Ensalada? - estoy sorprendida porque normalmente no ofrecen ensalada en el menú.

- Solo para ti.

Me guiña un ojo y se va a la cocina.

Siempre me ha parecido que Frank está interesado en mí, aunque nunca me ha dicho nada, siempre me ha respetado mucho. De todas formas yo no soy buena para él, le rompería el corazón.

La comida está deliciosa y, todo sea dicho, disfruto de cada bocado.

Mi mesa es repentinamente ocupada. Levanto la mirada y me encuentro con el Sr. Torres frente a mí.

- ¿Se puede saber por qué se sienta a mi mesa sin permiso? - pregunto enojada. No me gusta que invadan mi espacio personal.

- Buenas noches para ti también. Respondiendo a tu pregunta: no habían más mesas disponibles y dado el hecho de que somos vecinos pensé que no lo verías mal - responde.

- Pues pensaste mal - le digo concentrada nuevamente en mi comida.

- Para ser tan bonita tu carácter es bastante agrio.

Lo miro...lo miro...y lo miro. Intento calmarme con mi método favorito. Imagino que él es un pequeño insecto ruidoso al que piso contra el suelo mientras me suplica clemencia. Bien, eso estaría bien. No me puede estresar, es solo un insecto.

- ¿Se te comió la lengua el gato? - me pregunta irónico.

- No quiero gastar mi energía respondiendo a algo tan patético, enfocándome en algo que no sea mi comida. Lo demás es insignificante.

Sonríe. ¿Por qué sonríe?¿Acaso es tonto o masoquista?

- Para tener una estatura tan pequeña tu ego es muy alto.

¿Pequeña? Será atrevido. Mido 1.65.

- Por supuesto. Y yo no lo llamaría ego, más bien, autoestima.

Echa la cabeza atrás y se ríe a carcajadas.

- A pesar de todo eres divertida. - se acerca a mi plato y toma un par de patatas fritas.

- Eso es mío - le digo con mala leche. Si hay algo que no soporto es que se metan con mi comida.

- No seas egoísta. Tú tienes suficiente. Además si comes mucho vas a tener que pasar más tiempo en el gimnasio quemando calorías o pasarás varios días en régimen.

- Yo no voy al gimnasio y no tengo problemas con la comida con demasiadas calorías. Me gusta y mucho. Y no soy de las que hace regímenes. Si algo me gusta me lo como y punto.

- Eres la primera mujer a la que escucho decir eso. Me gusta.

Al final él pide más comida y cenamos juntos. Al terminar decidimos caminar un rato.

- Ese tío del local está interesado en ti.

- ¿Eso crees?

- Lo sé. Tengo ojos.

- ¿Tanto se nota? - asiente - Eso es algo imposible. Para mí él es solo un buen amigo.

- Entonces tu novio es el tipo del ascensor.

- Así es. Javier Rossell.

- Javier Rossell, arquitecto, 32 años, futuro heredero de la constructora Falcon& Rossell. Graduado con honores en el extranjero con un promedio de 5 en el 2010. Trofeos de juventud por jugar baloncesto en 15 eventos diferentes, 12 medallas de oro. Sabe hablar inglés y alemán. Sí, supongo que es un buen partido. Aunque no sabía que eras tú su prometida.

Me quedo quieta, estupefacta. ¿Cómo sabe todo eso?

- Lo sé porque lo leí en internet cuando empecé a dirigir el Grupo

Torres. Hay que conocer a la competencia.

- ¿Detalles tan específicos?

- Tengo memoria fotográfica - se encoge de hombros.

Vaya. Me ha dejado muda. Solo conocí a una persona con esa habilidad. La única persona que no he logrado olvidar por más que intente.

Llegamos a nuestro piso. Nada más salir del ascensor veo a Javier, recostado contra mi puerta esperando. Me despido de Héctor.

- Hasta que al fin llegas - espeta Javier - ¿Se puede saber que hacías con ese tipo?

No tengo deseos de dar explicaciones así que hago lo único que sé que lo distraerá. Lo beso mientras le quito la camisa y, cerrando la puerta, lo arrastro hasta el sofá.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022