La chica no sabía cómo reaccionar, el miedo la había invadido, su valentía fue excesiva, esa bofetada la había hecho reaccionar, acababa de provocar a un chico que fue capaz de matar a alguien ¿En qué estaba pensando? ¿Qué iba a hacer ahora? Aunque quería, sabía que no podía escapar y, lo que más miedo le provocaba era la mirada de aquel chico, una mirada que dejaba en claro el hecho de que allí, no terminarían las cosas.
– ¿Te doy asco? ¿Eh? ¿Jamás estarías conmigo? ¡¿Eh?! Pues qué crees ¡¡NO TIENES OTRA OPCIÓN!! Vas a venir conmigo y harás lo que yo te diga que hagas, sin quejarte, sin intentar escapar y mucho menos ¡Sin volver a levantarme la voz!... Sabes algo, yo nunca te lastimaría, pero esta vez me provocaste hasta el punto en el que no pude contenerme, si no quieres volver a salir lastimada, será mejor que no vuelvas a provocarme... ¿Sabes que fue tu culpa, verdad? ¡¿Lo sabes?! – Los gritos del chico eran cada vez más fuertes, lo que aumentaba la esperanza de la chica para alguien viniera a ayudarla, pero nadie vino ¿Por qué no vino nadie? Estaba en su casa, en su vecindario ¿Por qué nadie la ayudó? ¿Acaso no tenía más opción que obedecer? (Bystander apathy o Apatía del espectador: No querer involucrarse en un crimen u otra situación grave)
– Si te pregunto algo ¡¡RESPONDES INMEDIATAMENTE!! – Gritó el chico al ver que la chica permanecía callada ignorando sus preguntas
– Si, fue mi culpa, no volverá a pasar – La chica entre sollozos respondió la pregunta del chico que ante su respuesta empezó a calmarse
– Bien, no tenemos mucho tiempo para escapar así que vámonos ahora – El chico dio su orden y la chica obedeció
La chica no tuvo más opción que seguirlo, mientras caminaba pensaba en alguna forma de escapar ¿Quizá armar un alboroto para que alguien viniera a ayudarla? No, eso no serviría, los gritos del chico fueron demasiado altos y aun así nadie salió a ayudar, parece que todos tenían sus propios asuntos de los que hacerse cargo como para tener tiempo de ayudarla, o tal vez no querían involucrarse con el chico que se había vuelto famoso por matar abiertamente a otra persona, sea cual sea la razón, no era una opción, nadie saldría a ayudarla y eso solo enojaría más a su nuevo dueño.
La chica caminaba de forma muy nerviosa haciendo obvia la situación en la que se encontraba, ella no quería ir con él, hacía un gran esfuerzo por contener el llanto mordiendo sus labios y mirando hacia abajo. El chico notó su incomodidad así que la tomó de la mano y caminó a su lado.
– Entiendo que estés nerviosa, yo también lo estoy, nunca he tenido una relación tan seria con alguien como para vivir juntos pero me hace feliz la idea de formar una familia a tu lado – El chico se detuvo un momento para besarla en la frente y mirarla a los ojos con una sonrisa que acompañaba el inmenso amor que sentía y reflejaba en cada facción de su rostro hacia aquella chica que jamás se iría de su lado.
Tras largas horas de viaje en tren, llegaron a su lugar de destino. El chico se encargó de tapar el rostro de la chica con algunas telas y su rostro mismo con una gorra, intentaba pasar desapercibido ya que después de todo, ahora, era un fugitivo de la ley, un animal que huía del cazador y necesitaba camuflaje.
Ambos caminaron muchos kilómetros desde la estación de tren en la que se habían bajado hasta una pequeña cabaña ubicada prácticamente en la nada en medio de un campo con pasto seco a sus alrededores, se podría decir que era la típica cabaña embrujada o la cabaña perfecta para cometer crímenes, como secuestros por ejemplo.