Subió hasta su departamento, saludó a Odín, lo tomó en sus brazos y lo acarició, le besó en la cabeza al tiempo que pedía disculpas por dejarlo solo aquella noche. Es una mujer con gusto sencillo, no tiene un gran ropero, su estuche de maquillaje es simple. Su pequeño departamento queda mirando hacia la playa, con una pequeña cocina donde cabe apenas ella, su dormitorio consta de una cama de plaza y media, un ropero y un velador. La simplicidad en la que vive, la han hecho ser una mujer austera, sin mayores exigencias.
-Bueno Odín, me cambiaré, me iré al trabajo y a la tarde te veo-le hablaba al gato mientras se vestía.
Antes de bajar le dejó comida, agua y su arenero limpio a su mascota, le acarició la cabeza, abrió la puerta y procedió a bajar.
-Estoy lista-dijo acomodándose en el asiento al lado de Julián
-¿Y su maleta?,-preguntó Julián y a continuación dijo-Creí que se quedaría en el hotel hasta que todo esté resuelto.
-No podría abusar de esa manera del señor Montecinos, este es un problema mío y yo lo debo resolver, además tengo a mi gato Odín que debo cuidar.
-Entiendo, nos vamos Andrés-ordenó a su chofer
De vuelta al hotel Andrés tomó otra ruta, por orden de Julián, no querían correr riesgo con Gabriel.
-Y bien ¿cuánto tiempo estuvo casada?
-Siete años.
-Un corto tiempo.
-Señor, aquí está la dirección que le envío el de...
-¿Del departamento? -interrumpió a su chofer antes de que este terminara de decir algo comprometedor
-Así es señor-contestó Andrés, frunciendo el ceño con intriga.
-Después del hospital, lo visitaremos.
-Como diga.
Andrés estacionó el auto enfrente del hotel, Julián se apresuró a bajar para abrir la puerta a Catalina.
-Gracias por llevarme y traerme, debo trabajar, dele mis cariños a Seba y dígale que lo quiero, es un buen amigo-mencionó a modo de explicación.
Se había acostumbrado a dar explicaciones para que no hubiera malos entendidos entre ella y Gabriel. Se pasó dos años convenciendo a Gabriel que no le era infiel. Su incomodidad la ahoga cómo aprendió hacerlo con su esposo, para no ser acusada, juzgada y condenada por situaciones inexistente.
Si se atrasaba unos minutos, al abrir la puerta comenzaba a explicar el motivo de su retraso.
Gabriel la abrazaba no por amor, más bien lo hacía buscando otros olores, revisando en busca de una señal o un rastro de infidelidad.
El calvario que vivió por dos años a ella le parecieron demasiado largos.
El destrozo que causó en ella, va hacer imposible reparar, solo un buen hombre, un verdadero amor puede tener el poder para reparar a Catalina por dentro.
Constantemente se cuestiona su debilidad por permitir que le hicieran polvo su corazón y su amor.
Ella es su acusador, su juez y su jurado. La dureza con la que se acusa, inhabilita de cierta forma al juez y al jurado. Se condena cada día por guardar silencio y permitir los insultos. Tanto los golpes como las palabras causan el mismo daño.
Se permitió por unos años soñar con una familia, hijos y esposo amoroso que la respetara y amara sin complicaciones.
-Señorita de Luca, el capitán de la policía necesita hablar con usted-dijo un oficial acercándose al mesón de la recepción, sacándola de sus pensamientos y su trabajo.
-En estos momentos, estoy trabajando, al terminar mi turno iré.
-No, dice que ahora.
-No puedo, que no ve que estoy trabajando- contestó con molestia.
-Tendré que llevarla por las fuerzas-respondió altanero el policía.
-Que sucede, soy el abogado de la señorita de Luca-dijo Roberto, acercándose al mesón, mantenía una mano en el bolsillo y en la otra cargaba un bolso con su computador portátil. Se acercó al policía y erguido se veía imponente. Su cara denotando molestia por el trato del policía hacia Catalina.
-Mi capitán quiere hablar con ella-dijo suavizando su voz.
-Diga a su capitán, que, si no tiene nada en contra de mi clienta, entonces tendrá que esperar.
-Como diga señor-dijo el oficial, luego por dónde entró se fue.
-Gracias por su ayuda.
-Como su abogado, necesito preguntar algunas cosas, quiero que confíe en mí, esto apenas está comenzando, prepararé los papeles de su divorcio, solo si usted así lo quiere.
-Quiero divorciarme, pero tengo miedo.
-Lo haré yo, usted no tiene que verlo, yo la represento.
-De acuerdo.
-Entonces comenzaré con el papeleo y usted me firmara una carta de poder.
Luego caminó a la oficina que ocupaba en el hotel. Una vez sentado detrás del escritorio sonó su teléfono, lo agarro y contestó la llamada.
-Julián, aceptó a qué le ayude con el divorcio ¿Qué han descubierto?
-Que hay una póliza de seguro a nombre de Gabriel en caso de muerte repentina de Catalina, el hijo de puta...la quiere muerta, no la dejará vivir, el seguro es mucho dinero, y él lo necesita-dijo Julián con ira, su voz sonó grave y rabiosa.
-Que harás ¿él fue quien asesinó a tu hermana?
-Si, pero sin prueba, no hay delito. Pondremos en marcha el plan B.
-¿Cómo la vas a convencer que se vaya al Resort que tienes en medio de una montaña?
-Sigo pensando en eso, tal vez su amigo nos pueda ayudar, aquí no la podemos proteger, además la policía no es muy amable con ella, más bien, no le dará la protección que necesita.
-Está como difícil la cosa. Sin la policía cumpliendo como debe, aquel hombre se volverá más osado y peligroso para ella.
-Almorzamos juntos y buscamos la solución, me aseguraré que alguien la siga hasta su departamento. Sin ella, no puedo demostrar que la muerte de mi hermana fue provocada por él.
-No te vayas a interesar en ella más de la cuenta.
-Ya es tarde Roberto, tú advertencia llegó tarde.
-Estas jodido, con todo lo rota que ella está, será difícil que vuelva a confiar siquiera, menos amar.
-Estas noches me las he pasado en vela cuestionando mis sentimientos, tratando de convencerme que no es posible, que yo tengo un pasado que no he superado.
-Es porque eres demasiado duro contigo mismo.
-Aun así, no quiero dañarla más de lo que está.
-Y si es tú amor lo que la puede reparar ¿no lo intentaría?
-¿Cómo tener certeza de que pase? Si tuviera apenas un pequeño porcentaje de seguridad de que eso suceda, claro que lo intentaría.
-Deja que el tiempo haga su parte.
-Te veo para almorzar en el mismo lugar.
-Ahí estaré a la una.
Roberto conocía tan bien a su amigo, que no necesito una confesión. Él pudo ver los sentimientos que nacían en Julián hacia Catalina.
Julián cortó la llamada y subió hasta la azotea del edificio de su propiedad en pleno centro de la ciudad. Desde allí observó hacia el horizonte donde se refleja el sol en las quietas aguas tornándola en plata, a sus espaldas se yergue el imponente volcán el cual en esta época está cubierto por un manto de nieve. Octubre es una época del año en la que Julián visita Etruria, metrópolis ubicada entre el lago y volcán que llevan su nombre, hermosa ciudad que ofrece distracción todo el año. En invierno es la temporada del deporte blanco, termas. En verano, playa y deportes extremos.
Sus grandes hoteles y sus muchos restaurantes la hacen una ciudad rica en lo gastronómico.
A Julián le gusta visitar un local de comida campesina hecha con productos naturales de su propia cosecha.
Él no es un hombre exigente, respetuoso de la vida y de cada cosmovisión de las diferentes etnias que viven en los alrededores de Etruria.
Proviene de una familia con legado y recursos.
Viajó hasta Etruria al descubrir que allí vive el asesino de su hermana. La venganza lo ha estado consumiendo de a poco.
Su única meta desde hace un tiempo, es hacer pagar aquel hombre que destruyó la vida de su hermana y de paso dejó a su madre en depresión por la pérdida de su amada hija.
Almorzó junto a Roberto, su abogado, en busca de solución para Catalina. No permitirá que una mujer muera nuevamente a manos de un enfermo mental.
-Eres el dueño, le puedes ofrecer trabajo en el Resort, así la mantienes a salvo y segura-sugirió Roberto, luego continuo- y si de algo estoy seguro; es que ella no se negará, es más, le aliviará su traslado
-¿Crees que se quiera ir?
-Yo creo que sí, dado que está aterrada, sola y quiere alejarse para que no vuelva Gabriel a dañar a ninguno de sus amigos.
-Le pediré al piloto que lo haga por mí, ella conoce mi voz y la tuya.
Idearon un plan para proteger a Catalina, sin que ella sepa que la cuidan de Gabriel. No le dirán aún que su vida está en peligro, que cualquier paso que de hacía él, es un paso con sentencia de muerte.
Antes de que acabara su turno, Catalina recibió una llamada del señor Montecinos, ofreciendo el traslado hacia su Resort, apartado de la ciudad y de difícil acceso, allí solo se puede llegar en helicóptero o avioneta, no hay camino para vehículo terrestre.
A medida que pasan los días, Seba se ha ido recuperando con gran rapidez, como si en él se estuviese produciendo un milagro.
El momento de partida de Catalina hacia el Resort ha llegado, y con ello un cumulo de sentimientos. Dejar a su amigo le duele, su corazón llora, su soledad comienza a asomarse cómo una ladrona saliendo detrás de bambalinas. Sin embargo, se siente confiada que al menos allí tendrá un descanso, un respiro de las amenazas de Gabriel. Su vida la valora poco, su tristeza la carga dónde quiera que vaya.
-Te extrañaré amigo, tú estarás a salvo y yo estaré más tranquila-dijo Catalina abrazando a Seba al momento que se despedía de él para trasladarse a su nuevo puesto de trabajo.
-Puedo visitarte con el permiso del señor Montecinos.
-No me despedí de Julián, al parecer se fue muy temprano, que lástima, él fue muy amable conmigo.
-Lo verás pronto, él se mueve entre el Resort y los hoteles, es el encargado de la seguridad de las empresas Del Sur- mencionó Sebastián.
-Gracias, adiós, espero verte algún día nuevamente, estoy agradecida por tu amistad-posteriormente abrazó a la madre de Sebastián- agradezco su apoyo, y agradezco más, el que esté dispuesta a cuidar y dar amor a mi Odín.
-Ve tranquila, Odín tendrá cuidado y amor, y tú necesitas nuevos aires, lejos de esta ruidosa ciudad-dijo como despedida la madre de Seba, ella solo sabe la mínima parte de la vida de Catalina, solo sabe que se ha separado y que debe comenzar de nuevo.
-Te quiero-fue todo lo que dijo Seba abrazando a Catalina, nuevamente, le dio un beso en la frente y los buenos deseos, luego ella caminó en dirección a la salida, se subió al auto que la llevaría hasta el edificio donde la espera el helicóptero en la azotea, para trasladarla hacia la montaña junto a tres guardias, los cuales serán los encargados de su protección, pero ella aún no lo sabe. Sebastián se acercó hasta la ventana y desde allí la observó mientras ella se subía al auto y se quedó mirando hasta que el auto desapareció.
La extrañaría, sin embargo, estaba tranquilo por qué ella estaría a salvo, puede que por un tiempo. Ella merecía un poco de tranquilidad, ella merecía ser feliz. Sebastián esperaba que las sombras que cargaba Catalina desaparecieran, que comenzara a disfrutar la vida, a vivir en tranquilidad.