Quedó alucinada con el lugar; no por su construcción tan rústica y elegante a la vez.
Salió al balcón, respiró con profundidad, sus pulmones se llenaron del nuevo aire, limpio y puro de aquel lugar.
Se miró al espejo antes de bajar.
Tomó el ascensor, bajó junto a unos huéspedes, le habían asignado una habitación a mitad del pasillo.
Se sentía tranquila por estar en aquel lugar.
Recordó su vida feliz, hasta que el problema comenzó. Tenía un esposo introvertido, pero amoroso. Juzgó su vida como un sueño hecho realidad. Luego su sueño se convirtió en pesadilla y sus días en una lucha fútil. Perdió la necia fe que tenía en Gabriel.
Batalló por mantener a flote su matrimonio. Todo se derrumbó cuando él en un arranque de irá la golpeó haciéndola caer al piso de una sola cachetada. Pensando que aquello era lo peor que le podía pasar, pero él, en un acto de cobardía insensata, probó que estaba equivocada al encontrarse sujeta con la enorme mano de Gabriel por el cuello en un intento de querer estrangular. La violencia asesina de su esposo, le gritaba el peligro de seguir al lado de un desequilibrado, aquello fue demasiado para ella. Con sus sueños rotos, reunió valor para alejarse. Vagó durante días en sus recuerdos. Cansada, lastimada y agobiada por sentimientos de culpa, se sumió en el pozo oscuro de su pena.
Al salir del ascensor se encontró con Julián.
-Se debe estar preguntando por qué me encuentro aquí-dijo al descubrir la mirada confusa de Catalina. Mientras examina el presente, solo se anticipó a una interrogación-presto seguridad a todas las propiedades Del Sur.
Lo que no sabe Catalina es que el despliegue de los mejores hombres en seguridad, son para darle protección a ella. Julián necesita reunir pruebas para hacer justicia por su hermana, Alejandra. Esta es la primera vez que está cerca de lograr su cometido.
-Nos veremos un par de días, estaré una semana por acá-confesó Julián.
Luego extendió su mano como despedida. A Catalina le agradó el contacto, la tibieza de la mano fuerte sobre la suya. En ese instante se dio cuenta que podía confiar en aquel enigmático hombre.
Catalina no puede permitirse ni la más mínima debilidad, tiene miedo a terminar por derrumbarse.
Caminó hasta su puesto de trabajo, allí le espera el administrador del lugar para presentarla ante sus compañeros.
La mirada de ellos fue inquisidora, y en sus rostros había interrogación.
-Hola, soy Catalina-se presentó.
Todos respondieron al saludo alzando tan solo una de sus manos. Sin dar mayor importancia a la mujer.
Su incomodidad la ahogó con una sonrisa.
Se ató su cabello de color negro que caía en bucle hasta los hombros, su mirada se posó en el grupo de recepcionista que al parecer por lo que se veía en sus rostros; se negaban a dar una bienvenida.
Cada uno se introdujo en su trabajo.
El día pasó sin gran movimiento. Caminó hacia el comedor por su cena, luego de cenar, salió a la terraza con vista al horizonte, miró al cielo y sorprendida por el color rojizo que dejaba ver, abrió sus enormes ojos azules y respiró con profundidad llenando sus pulmones de aquel aire puro que con generosidad les regalaba la gran montaña.
Absorta, con la mirada clavada en el cielo de color rojizo. No se percató de la figura masculina que se acercaba de forma silente. El viento llevó hasta ella un aroma que le parecía conocida. Giró su cabeza para mirar de quién se trataba. Gracias a la seguridad de la penumbra que invadía el lugar; al retirarse la luz natural para dejar a la luna llena cubrir el lugar con su luz. Julián no notaría que lo recorrió con su mirada.
Al verlo de pie cerca de ella, lo observó con detenimiento. Desde su cabello castaño claro, hasta sus pies, incluida su estatura de un metro setenta y ocho, era un hombre espléndido.
Al mirar Julián a Catalina en la penumbra, sus ojos parecían más oscuros aumentando el penetrante azul de las pupilas, y con su rostro menudo adquiría un color amarillento de una antigua fotografía, con aquel cuerpo menudo, apenas tocado por las sombras.
Continuó Catalina observando a Julián. Su mandíbula firme mostraba una barbilla partida. Cuando él le sonrió, el brillo de sus dientes contrastó con el bronce de su piel. Era guapísimo. El color negro de su vestimenta le prestaba un aura de misterio y una sensualidad melancólica más fascinante que la belleza física. En otro tiempo y en otra vida, lo hubiera juzgado mucho más atractivo hasta se hubiera permitido soñar junto a él.
-Bella noche, cálida y luminosa-dijo él rompiendo el incómodo silencio que los invadía.
-Relajante lugar que llena de energía-respondió Catalina.
-¿Había visto alguna vez el cielo tan rojo, mientras ve el nacimiento de la luna sobre el poniente? -la impulsiva pregunta de Julián era retórica.
-No, estoy deslumbrada con este paisaje que rodea el Resort-respondió Catalina con relajo.
-Es un increíble lugar, más allá hay un establo, del otro lado del cerro un lago que en invierno forma una pequeña capa de hielo sobre sus aguas, se puede visitar con guía y mucha precaución. Allí se puede apreciar una cantera de dónde se extrajo gran parte del mármol que se utilizó en el Resort.
-Me encantaría conocerla, no sé cuánto tiempo estaré por aquí-y su voz sonó triste.
Julián comprendió su conflicto. Había previsto esa confusión, esperó paciente a qué la mujer comenzara a desentrañar su pasado y así poder introducirse en su vida para poder dar protección, y atrapar al asesino que iba en busca de su próxima víctima.
La compadecía a pesar de que descarta esa extraña carga de culpabilidad. Catalina no se sentiría en paz. Catalina no había perjudicado a Gabriel. Dudaba que pudiera perjudicar a alguien, pero esa creencia no importaba en el momento. Solo Catalina importaba y ella se sentía responsable de un modo terrible de muchas formas y de muchos conflictos.
Algún día él descubrirá esa transgresión secreta para liberarla de los sentimientos destructivos que la carcomía por dentro. En esos momentos le hubiera gustado tomarla en sus brazos para tranquilizarla como haría con un amigo o con un niño que llora. Pero Catalina no era una criatura, sino una hermosa y sensual mujer que tenía enfrente y que había empezado a pensarla cada día desde que la vio en las fotos de un informe que tenía en su escritorio bajo llave.
Fue en busca de Gabriel y sin querer, sin buscarlo había visto y ahora empezaba a conocer de una manera más cercana a Catalina y se negaba a admitir lo que comenzó a sentir por ella.
Aquella maravillosa mujer, era una mezcla de valor y fragilidad. En las fotos le pareció hermosa, pero ahora parada ante el barandal con los rayos lunares cayendo a su alrededor, le pareció mucho más hermosa.
Simulando un camafeo perfecto, con sus facciones a contra luz, su cabello suelto formando rizos. Su barbilla un poco fuerte, la curva de su sonrisa podía endulzar su expresión. Era pequeña y delicada a pesar de su metro sesenta. Su ropa sin ser ceñida, delinea las delgadas curvas femeninas. Una mujer en todo el sentido de la palabra.
Julián quiso abrazarla más que nunca, reforzar su valor con el suyo. Quizá con el tiempo, si ella le da la oportunidad, lo hará.
-Buenas noches, que descanse -se despidió Catalina al comenzar a retirarse.
-Buenas noches-responde Julián, mientras la sigue con la mirada.
Apoyó sus antebrazos en el barandal y quedó mirando al horizonte sin mirar, sus ojos estaban fijos en un punto, pero su pensamiento y su cuerpo estaba fijo en la pequeña figura que acaba de desaparecer en la puerta de entrada.
"¿Qué pasa Julián?, prometiste que no te ibas a enamorar de ninguna mujer, ¿has roto tu promesa?".
Miró hacia el cielo para observar las estrellas, luego se dirigió hacia el establo
-¿Cómo está don José? -preguntó
-Bien, don Julián ¿va aprovechar la hermosa noche para montar?
-Si, me prepara a Mariposa por favor-pidió con gentileza
-Con gusto don Julián.
-Luego se va a descansar, yo me encargo de guardar a Mariposa.
José asintió con la cabeza, preparó a la yegua y se retiró a descansar.
Con excepción de los demás trabajadores, José tenía una casa en la parte sur del terreno donde vivía con su familia.
Los empleados de aquel Resort ocupan un piso, allí cada uno tiene su habitación. Lo único que deben hacer es mantener en orden y limpio el lugar.
Cabalgó hacia la colina que se encuentra entre el Resort y la montaña.
Una vez allí comenzó a dejar que Mariposa se echara a correr, primero al trote y luego a gran velocidad. Pretendiendo que con aquella actividad pudiera quitar de sus pensamientos a Catalina. Que le estaba sucediendo con aquella mujer, tal vez solo era compasión la que sentía hacia ella y quizás era eso la que lo mantenía al pendiente y que hace que la piense todos los días. Hizo que Mariposa corriera contra del viento para azotar su cara con el.
Tenía que alejarse de ella o sino la promesa que se había hecho quedaría invalidada por el deseo que estaba sintiendo por ella.
Antes de meterse en la cama Catalina salió al balcón para llenar de aire puro sus pulmones antes de dormir.
Vio a lo lejos un hombre que cabalga, aquella silueta le pareció familiar, fijó sus pupilas en los movimientos del jinete, se quedó allí por unos minutos observando. Luego entró cerró la puerta de vidrio que une la habitación con el balcón. Se metió en la cama, apagó la luz para llamar así a Morfeo, pero no le fue posible, comenzó a dar vueltas en la cama, lo último en su mente es la sonrisa de Julián. Después de un buen rato por fin se durmió.
A la mañana siguiente Catalina pasó temprano por el comedor, tomó su desayuno, luego se fue a cumplir con su turno, contestó las llamadas y se sintió alegre de escuchar la voz de su amigo.
-Hola guapa, ¿cómo has estado? Yo estoy en casa y vino la policía por más pregunta.
-¡Seba! -exclamó al saludo de él-te extraño, y extraño a mi Odín. Gracias por cuidar de él.
-Odín es un gato lleno de amor, duerme junto a mi madre, también te extraño. Lamento decir esto, pero el canalla de tu ex esposo por alguna razón te quiere culpar y la policía lo está apoyando.
-Lo sé, estoy alejada de la ciudad, y el abogado que puso el señor Montecinos, está llevando mi caso y mi divorcio, estoy bien y tranquila de momento ¿cómo está tu operación a la clavícula?
-Estoy recuperándome rápido, pronto estaré listo para volver al trabajo.
-¡Que bien! Perdón amigo por todo lo sucedido, recibiste lo que iba dirigido a mí, no sabes cómo lo siento.
-Deja de cargar culpas que no son tuyas, aquí el único culpable es el psicópata de Gabriel. No te quiero sentir triste, te quiero, cuídate, en algún momento nos veremos, pero por mientras disfruta la tranquilidad que te brinda ese lugar.
-Lo haré, cuídate, te quiero amigo.
Ambos colgaron y ella continuó anotando las reservas.
-Buen día, Catalina-le era familiar aquella voz, por lo que no levantó la vista hasta haber terminado de anotar un número en el computador.
-Julián, buenos días ¿te marchas hoy?
-Solo iré por unos días, pero estaré de vuelta pronto, tengo que aumentar las guardias.
-¿Por qué tanto despliegue de guardias? - Fue una interrogante estúpida
-Nos contaron que es para proteger a uno de los huésped, es por eso que verás, tres guardias en primera línea, tres en la segunda y tres en el interior.
-Debe ser importante.
-No te imaginas cuánto. Órdenes del señor Montecinos.
En la sonrisa de Julián había melancolía, como si lamenta tener que abandonar el lugar.
-Que tengas buen viaje.
-Gracias, te cuidas y no te alejes, es fácil perderse en este lugar sin un guía-aconsejó, su preocupación no era que saliera o se perdiera, su preocupación era que viniera el psicópata de Gabriel por ella.
Gabriel no se daría por vencido tan fácil, no si su monedita de oro lo abandonaba, ella para él valía más muerta que viva, y a él le urgía el dinero.