Capítulo 4 Narra Adriana:

Estaba nerviosa, ansiosa y deseosa de que eso pasara aunque reconozco que quise salir corriendo cuando vi como se acercaba a besarme, pero toda mi emoción se fue por el retrete cuando esa mujer hizo acto de presencia interrumpiendo aquello que deseaba que pasara.

Vi como el cuerpo de Armando se puso rígido cuando ella se acercó e hizo los mismos gesto que cuando ella se presenta la primera vez y ahora con más razón, puedo pensar que hubo algo entre ellos.

-Te estuve buscando -le dice, ignorando por completo mi presencia. Armando la mira enojado, tiene las cejas fruncidas y los puños apretados.

-¿Para qué? -escupe la pregunta con un total desagrado. Ella me mira y puedo ver odio en sus ojos.

-¿Podemos hablar en otro lado más privado? -su pregunta esta llena de insinuaciones por la manera en la que se muerde los labios.

--Tú y yo no tenemos nada de que hablar -le dice. Armando toma mi mano y empieza a caminar conmigo siguiendo sus pasos. Sus hombros están tenso y aprieta con fuerza su quijada. Cuando estamos a unos metros de distancia, su voz hace detenerlo.

-Es sobre Alejandro -el cuerpo de Armando se detiene tan abruptamente que termino chocando con su espalda.

-¿Qué hasta dicho? -pregunta aún dándole la espalda.

-Alejandro te ha enviado un recado -Armando da la vuelta y a pasos veloz se acerca a ella tomándola del brazo y saliendo con ella de la pista, dejándome parada como una estúpida en medio de todos.

Salgo de la pista y camino hacia la mesa. Sabía de sobra que aceptar venir con él solo sería un trago amargo. Debí negarme, pero por hacerle caso a Maritza, aquí estoy sola y como una idiota. Tomo una copa de la bandeja que lleva el mesero al pasar por mi lado y me la tomo de un solo trago, quizás un par de copas me suban el ánimo.

Le hago señas a lo lejos a uno de los encargados del brindis, quien se acerca con una bandeja con 5 copas en ella. Tomo dos y me la tomo de un tiro. El mesero pone cara de sorprendido y yo solo le sonrío.

-¿Puedes traerme una botella de vino? -le pregunto al ver su intención de marcharse.

-Sí, señorita -dice y su marcha. Me quedo mirando a mi alrededor, las personas están muy animadas. Unas bailan, otras están charlando mientras se toman una copa de vino, y yo, yo aquí como un animal solitario porque quien decidió traerme, me ha dejado sola para irse con otra mujer.

El mesero llega con la botella de vino, la tomo antes de que intente servirme. Tomo una copa de la que había vaciado, la lleno, me la tomo de un sorbo y vuelvo a llenarla. El chico me observa como si me hubiera salido otra cabeza.

-¿Está bien, señorita? -pregunta preocupado al ver la forma en la que estoy tomando.

-Estoy de maravilla -respondo riendo, ya sintiendo el efecto del alcohol. El mesero toma todas las copas vacuas de encima de la mesa, la coloca en la bandeja y se marcha no sin ante darme una mirada de reproche. ¿Este quién se cree para mirarme así? Hago un gesto de disgusto y sigo tomándome el vino. Sandra llega a la mesa y se detiene sorprendida. Al parecer se cansa de bailar con su esposo.

-Niña, ¿qué estás haciendo? -pregunta sentándose frente a mí.

-Tomando, no es obvio -respondo mientras tomo unos tragos pegado a la botella.

-¿Por qué toma de esa manera? Eso no te hace bien -dice intentando quitarme la botella. Una risa estruendosa escapa de mí al escucharla.

-Esto me ayudará a menguar mi enojo -le confieso arrastrando las palabras.

-Enojo porque -dice.

-¡Por el capullo de Armando! -exclamo riendo a carcajada- Se fue con esa y me dejó como una imbécil.

-Eso no es motivo para tomar así, todos te están mirando -al decir eso no puede evitar mirar a todos lados y en efecto, todos tenían la vista en mí mientras se cuchicheaban uno con otros. Y esto en vez de darme vergüenza solo hizo que riera a carcajadas. Me tomo varios sorbos más y me levanto eufórica al escuchar la música y salgo a la pista decidida a ir a bailar llevando conmigo la botella de vino. Puedo escuchar la voz de la señora Sandra llamarme, pero no le hago caso.

Al llegar a la pista, empiezo a moverme al ritmo del merengue que está sonando a todo dar. No soy una experta bailando, pero las copas que tengo encima me facilitan la tarea. Comienzo a brincar, a reír y a cantar a la par del artista, mientras uso la botella como micrófono. Las personas Empiezan a señalarme y aún con la música a todo volumen puedo escuchar algunos comentarios despectivos hacia mí.

-¿Qué tanto miran? ¿Se le perdió algo? -pregunto riendo en voz alta. Una figura se me para al frente y mirarle la cara, siento como si una daga me atravesara el corazón.

Armando me observa avergonzado, sus ojos lucen apagado y la decepción baila en ellos.

-¿Qué has hecho? -pregunta y si no tuviera tan borracha podría decir que su semblante luce triste, como si estuviera roto.

-Disfrutando la noche, ¿qué más podría hacer? -le respondo sarcásticamente- ¿Quieres? -le pregunto levantando la botella. Él mueve la cabeza en negación y respira ruidosamente. Al ver su gesto, me encojo de hombre y me doy un trago.

Un señor se acerca a él y le dice algo al oído, Armando afirma con la cabeza y el señor se retira.

Armando se acerca a mí y me extiende su mano.

-Ven, vámonos -me dice, en espera que tome su mano. Yo al contrario me coloco en medio de la pista y me pongo a bailar nuevamente. Él se acerca y me toma de brazo intentando sacarme de allí, pero me suelto bruscamente y lo enfrento.

-Quieres dejarme tranquila.

-Estás muy borracha. Te llevaré a casa -dice y al escucharlo siento como una especie de fuego sube por mi garganta.

-¡Oh! ¡Quieres llevarme a casa para volver a irte con esa perra! -exclamo y puedo ir varias exclamaciones de sorpresa y es entonces cuando me doy cuenta de que la música se ha detenido y que todos nos observan.

-No sabes ni lo que dices, Adriana -menciona mi nombre con tal desagrado que es como un golpe en el estómago para mí-. Ya te pusiste y me pusiste a mí en ridículo, ¿qué más quieres hacer ahora? ¿Armar algún show por algo que no es de tu incumbencia? -sus palabras se clavan como puñal en mi pecho y caigo en cuenta, de que él tiene razón. No es de mi incumbencia si se va o no con otra y tampoco tenía motivo para armar todo este teatro. Agacho la cabeza sin saber que hacer, siento como uno de sus brazos me rodea la cintura y también siento como la botella de vino desaparece de mi mano.

Me dejo guiar por él hasta donde sea que me lleve, un aire frío choca con mi rostro y al levantar la cabeza veo que estamos fuera del hotel. Su coche ya está estacionado frente a el. Y el valet parking le entrega las llaves, me ayuda a acomodarme el asiento del copiloto, me ayuda a colocarme el cinturón, ya que soy incapaz de hacerlo. Cuando cierra la puerta me apoyo en la ventanilla debido al mareo que siento. Todo me da vuelta y me obligo a cerrar los ojos.

Siento cuando el coche se pone en marcha y permanezco en silencio aunque mi mente empieza a reprocharme cosas y las ganas de llorar se hacen presente.

Abro los ojos y miro a Armando. Su semblante luce preocupado y tomando la última gota de valentía le hablo.

-Armando, yo lo sien...

-¡Cállate! -exclamá si dejarme terminar de hablar- No digas nada, no te atrevas -me encojo en el asiento y permanezco en silencio.

Varios minutos después llegamos a mi apartamento. Se baja del coche y da la vuelta para ayudarme a salir. Me sostiene en brazo y me lleva hasta la puerta de entrada. Abre la puerta y camina hasta el ascensor, ingresa aún conmigo en brazo y marca el número de mi pieza. Me deja de pies en una esquina del ascensor, me sostengo de la pared incapaz de permanecer de pies y no puedo estar más avergonzada. El ascensor se detiene, pero esta vez me sostiene por mi antebrazo y me ayuda a salir del ascensor.

-¿Tienes llave? -pregunta al estar frente a la puerta.

-N-no -digo tartamudeando. Toca la puerta, ya que no llevé ninguna llave conmigo y una soñolienta y desaliñada Maritza abre la puerta, quien al vernos se sorprende.

Armando no dice ni una palabra y solo se da la vuelta para irse-. Lo siento, en verdad lo siento -le digo. Se da la vuelta y me mira, en sus ojos no hay nada, no esta ese brillo que siempre veía en ello. Él no dice nada y solo se va y yo me quedo con la sensación de haber perdido algo muy valioso.

            
            

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