Predestinados
img img Predestinados img Capítulo 3 LA FIESTA DE GRADUACIÓN
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Capítulo 6 INFINITE TALENT ACADEMY img
Capítulo 7 LA ACADEMIA img
Capítulo 8 PRIMERA MISION... ¡ES HORA DE CONOCER LAS REGLAS! img
Capítulo 9 LOS PROFESORES img
Capítulo 10 EL TÉTRICO ÁNGEL img
Capítulo 11 ALUMNA MODELO img
Capítulo 12 EL HILO NEGRO img
Capítulo 13 PLAN DE ESCAPE img
Capítulo 14 UN FALSO INCENDIO img
Capítulo 15 VÍCTIMA img
Capítulo 16 UN PACTO CON EL ÁNGEL DE LA MUERTE (EL HILO MORADO) img
Capítulo 17 EN PELIGRO img
Capítulo 18 LA PAREJA NÚMERO UNO img
Capítulo 19 LAS CONDICIONES DE LA PAREJA img
Capítulo 20 AMOR UNILATERAL img
Capítulo 21 FALTA DE PASIÓN img
Capítulo 22 UN VÍNCULO ROTO img
Capítulo 23 PAREJAS img
Capítulo 24 ¡UNA FORMIDABLE MENTIROSA! img
Capítulo 25 NOTAS img
Capítulo 26 DESHACERSE DEL ANCLA img
Capítulo 27 REBELIÓN img
Capítulo 28 THE ROYAL GRUP img
Capítulo 29 COMO EL SOL Y LA LUNA img
Capítulo 30 ¿QUIERES BAILAR CONMIGO img
Capítulo 31 UNA CITA EN EL MUSEO img
Capítulo 32 EL ALIADO Y EL GATO img
Capítulo 33 ¡ABUELA, QUERIDA! img
Capítulo 34 PRIMERA CONDICIÓN: ELLA ES INTOCABLE img
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Capítulo 3 LA FIESTA DE GRADUACIÓN

Se llegó la noche y María José, era incapaz de conciliar el sueño. Después de llegar del centro comercial, corrió de inmediato a su habitación y trató de quitarse aquella pulsera, pero por más esfuerzo que hizo, esta no cedió.

El recuerdo de lo ocurrido aquel día rondó toda la noche la mente de la chica, ahuyentando todo rastro de sueño e impidiendo que su subconsciente pudiera descansar. Para cuando sus ojos, por fin pudieron cerrarse, el reloj marcaba las cinco de la mañana, lo cual solo la dejó con una deprimente hora de descanso, dado que Carlota acostumbraba a hacerla despertar desde las seis de la mañana.

Una mucama, entró sigilosamente en la habitación de chica y con cuidado quitó la sabana que le cubría el rostro.

──Señorita, es hora de levantarse ──le dijo con voz queda. La chica solo gruñó de mala gana y jaló las sábanas volviendo a cubrirse con estas──. Señorita, por favor, su tía la espera abajo. Recuerde que hoy es su ceremonia de graduación.

La chica despertó de mala gana y se recostó sobre la cama, viendo con profundo rencor a la pobre mucama que no hacía más que cumplir con su trabajo.

──La única razón por la que no te despido, es solo porque ni siquiera sé tú maldito nombre y además que tu patético rostro es tan común y corriente, que bien podría confundirlo con el de alguna otra de ustedes ──le dijo con desprecio. Apenas terminó de hablar, aquella extraña pulsera que aún permanecía en su brazo, le apretó con un poco más de fuerza la muñeca. Era como si la reprimiera por semejante acto por parte suya── ¡lárgate de aquí! ──ordenó a la mucama quien salió cohibida del lugar, mientras hacia una pronunciada reverencia a la chica──. No es mi culpa, yo solo quería dormir un poco ──le dijo a la pulsera, cómo sí esta pudiera escucharla. Giró un poco la cabeza y vio el hermoso vestido que aquella anciana le había obsequiado. Torció la boca con algo de burla y se puso de pie hacia el baño. Se dio una ducha y al salir se encontró con su querida tía Rosalinda, sentada a la orilla de la cama.

──Veo que adoptaste la costumbre de Carlota ──le dijo con amargura──. Menospreciar a las personas solo por el trabajo que poseen, no es algo que a tus padres les gustaría verte hacer.

María José bajó la mirada y se llevó las manos a la espalda, un poco avergonzada.

──Lo siento ──dijo──, es solo que he estado algo estresada.

──¿Estresada? ──expresó la mujer mientras se ponía de pie y se acercaba a su sobrina── puedo comprenderlo, después de todo hoy es el día de tu graduación.

La chica levantó el rostro, un poco azorada. Con todo lo que había ocurrido, olvidó por completo su fiesta de graduación. Volteó y vio de nuevo aquel hermoso vestido que colgaba a un costado. Tragó saliva y vio de reojo la pulsera que aún permanecía en su muñeca. Se llevó la mano sobre esta y levantó el rostro, tratando de volver a su acostumbrada actitud de siempre.

──Elegiste un hermoso vestido ──comentó Rosalinda, mientras volvía a sentarse a la orilla de la cama. Marijo sonrío forzadamente y se sentó junto a ella.

──Ayer dijiste que tenías una sorpresa para mí, ¿de qué se trata? ──Rosalinda sonrío y la tomó de las manos.

──Dime, querida, ¿aun tienes deseos de convertirte en una bailarina, igual que mi hermana? ──le preguntó entusiasmada. La chica abrió los ojos de golpe y sonrío ampliamente.

──¡Claro que sí! ──expresó, momentos antes de entrar en razón y darse cuenta de que ese sueño, era prácticamente inalcanzable──, pero bien sabes que eso no pasará ──dijo mientras soltaba a la mujer y volteaba cabizbaja.

──Eso es lo que tú crees, pero tu querida tía va a cambiar eso ──dijo la mujer con una sonrisa cómplice, la cual, contagio a su pequeña sobrina.

──¿Es verdad lo que me dices, tía?, ¿no estás jugando conmigo?

──Por supuesto que no, yo jamás jugaría contigo mi niña ──respondió la mujer mientras le frotaba la cabeza como si fuera una niña pequeña──. Tendrás más detalles después de la fiesta, por lo pronto debes cambiarte y ponerte aún más hermosa que de costumbre. Te esperaremos abajo.

La mujer salió de la habitación dejando sola a la chica. Esta se vistió y arregló su largo y ondulado cabello. Dudó un poco en sí debería o no, haber puesto un poco de maquillaje en su rostro, pues su tía Carlota podría molestarse por ello y no quería darle motivos para que arruinara su tan anhelado día. Terminó por usar un poco de brillo labial y rimen.

Bajó las escaleras, despacio pues tenía la impresión de que abajo la esperaría su temida tía y la reprimiría usando cualquier excusa. Su sorpresa fue grande al ver que no solo a sus tías, sino también a todos los empleados de aquella enorme mansión, quienes esperaban abajo con grandes carteles con distintas frases de felicitación, aplaudiendo y lanzando serpentinas al aire. Carlota permanecía seria, con ambas manos sobre un finísimo bastón de plata que, en ocasiones acostumbraba a llevar solo como un accesorio más. Vestía un elegante vestido negro, cuyas mangas llegaban hasta sus codos y tenía gruesos y elegantes encajes como en la era victoriana. A menudo acostumbraba a usar esa clase de vestimenta, la cual, según ella, era una de las más bellas en la historia de la moda.

La chica llegó al final de las escaleras y se posó frente a las mujeres con la cabeza baja, a la espera de alguna clase de reprenda por parte de Carlota, quien solo entregó a su sobrina un ramillete con flores rojas.

──Póntelo, se hace tarde ──ordenó secamente mientras daba la vuelta y salía de ahí. Rosalinda le sonrió e imitó a la mujer. María José giró hacia los empleados quienes le sonreían, vio a la mucama que había entrado a su habitación aquella mañana y le sonrió, acercándose a ella. Era consciente de que la forma como le había hablado hace un momento, no era la correcta y debía disculparse por ello.

──Lamento haberte gritado ──le dijo con una sonrisa──, gracias por esto, a todos ─agregó justo antes de dar la vuelta y abandonar aquella enorme vivienda. Apenas puso un pie fuera de la casa, sintió como aquella extraña pulsera dejaba de ejercer presión sobre su muñeca. Por lo que se llevó una mano sobre esta──. Espero que estés contenta ──le dijo a la pulsera, como si esta pudiera escucharla.

Subió al coche y en cuestión de minutos lograron llegar al colegio. Afuera, la madre superior esperaba junto a dos monjas que Marijo solo conocía de vista. Entraron al lugar. Sus tías se quedaron conversando con algunas de las monjas que estaban cerca, mientras la chica se acercaba a una mesa en la que un par de chicas le entregaron una máscara con algunas plumas. Cada uno de los jóvenes usaba una máscara distinta, salvo por algunos adultos y las monjas, quienes obviamente no llevaban más que sus hábitos.

María José avanzó hasta el centro de la pista, dándose cuenta de que sus demás compañeras habían invitado algunos chicos quienes bailaban con ellas. Se sintió tonta, pues ella no tenía a nadie a quien invitar. Aquel era un colegio pura y exclusivamente para mujeres, por lo qué, el hecho de que sus amigas pudieran conseguir pareja para un evento como aquel y ella no hubiera sido capaz de ello, le molestaba sobre manera.

──¿Marijo? ──escuchó que alguien la llamó. Giró y se encontró con un grupo de chicas que venían acompañadas por sus parejas. No podía verles la cara, pero conocía muy bien aquella voz, así que sonrió forzadamente.

──¿Josefina? ──preguntó, fingiendo no conocerla. Aquella chica compartía el dormitorio con Marijo desde que comenzaron en aquel colegio. Desde niñas siempre se llevaron mal. Eran las clásicas rivales que peleaban por todo. Sin embargo, sin importar cuanto se esforzará, Josefina, nunca pudo superar a Marijo, prácticamente en nada.

──¿Cómo supiste que era yo, querida? ──preguntó la chica llevándose una mano al pecho. Marijo sonrió con maldad, pues no era una persona que dejara ir la oportunidad de burlarse de alguien más.

──Fue fácil, querida, no cualquiera se atrevería a usar un vestido barato del tianguis ──dicho esto, dio la vuelta, dispuesta a alejarse de ahí, lo más pronto posible. Le bastaba con saber que había logrado enfurecer a aquella chica, pues a pesar de no poder verle el rostro, la conocía lo suficiente, como para saber que se había puesto roja de coraje. A penas dio la vuelta, sintió nuevamente la presión sobre su muñeca y se llevó la mano sobre esta── ¡déjame en paz, ella se lo buscó! ──dijo casi entre dientes, de tal manera que solo pudo escucharlo ella.

──Al menos no tengo que venir sola. Dime, querida, ¿con quién has venido? ──Marijo se detuvo en seco. Sin querer, le había dado armas a su enemiga. Giró hacia aquel grupo y levantó la cabeza, tratando de demostrar que no tenía miedo. En ese instante alguien le rodeó de los hombros y la acerco hacia sí.

──Ella viene conmigo ──dijo Diego, quien no traía ninguna mascara y llevaba un traje algo raído, junto con unos zapatos viejos. Era evidente que había usado la mejor ropa que tenía para aquel evento, pero aquellas personas no eran capaces de verlo de esa manera. El grupo de chicos se echó a reír escandalosamente, mientras Marijo cerraba los puños con fuerza, lanzando la mirada más envenenada que pudo al chico. Dio la vuelta y salió de ahí con Diego pisándole los talones.

Salió por la puerta trasera y llegó a una especie de capilla abandonada, la cual estaba sucia y olvidada. Las alumnas tenían prohibido entrar ahí, pero obviamente, a María José, eso no le importaba. Se sentó en una de las butacas, sin afectarle que su hermoso vestido blanco se ensuciara, y resistió lo más que pudo por echarse a llorar. Diego llegó y se sentó a su lado, pero al hacerlo la chica se puso de pie, indignada.

──¿Cómo fue qué se te ocurrió hacer semejante estupidez? ──le reclamó con los ojos al borde el llanto. El chico la observaba confundido, sin saber cuál era la causa de su enfado.

──No entiendo, ¿qué fue lo que hice mal?, yo solo trataba de ayudarte.

──¿Ayudarme? ¡acabas de hacerme quedar en ridículo ──expresó la joven más que molesta── ¡ahora todos creerán que salgo con el hijo de un maldito jardinero! ──la pulsera apretó más de lo necesario la muñeca de la chica, pero no le importó. Se llevó una mano a la boca, arrepentida por lo que acababa de decir, pero ya era tarde. Diego la vio con una mirada que Marijo no le conocía. Se mordió el labio y tragó saliva con un poco más de dificultad de la requerida.

──Lamento no ser un niño rico como tú y tus amiguitos. Pero no te preocupes, que no volveré a preocuparme por ti ──le dijo mientras daba la vuelta y abandonaba el lugar. La chica trató de detenerlo, pero tropezó y cayó de rodillas en el suelo, viendo como su amigo se marchaba. Se quedó en esa posición por un rato, tratando de reaccionar y entrar en razón. Sabía que no pasaría mucho tiempo para que sus tías salieran a buscarla y sí no lograban encontrarla, harían un escándalo masivo y lo que menos quería en esos momentos era llamar la atención.

Salió de aquel lugar, mientras trataba de quitarse aquella pulsera que continuaba lastimándole la muñeca.

──Lo siento, lo siento mucho ──le decía con la voz rota, evitando lo más que podía que las lágrimas le ensuciaran el rostro. Era demasiado bueno que llevara puesta aquella mascara, pues de esa manera, nadie se daría cuenta de sus lágrimas. Su vestido se había ensuciado, pero no le importaba. Planeaba llegar a la fiesta y decir a sus tías que se sentía mal. Carlota ordenaría de inmediato que regresaran y eso era lo único que deseaba──. Le pediré que cierre este maldito lugar, y todos se arrepentirán de haberme tratado de esta manera ──decía para sí, consciente que al hacerlo aquella pulsera apretaba aún más su ya de por sí, lastimada muñeca.

──¿Marijo? ──volvieron a llamarla. Estaba harta y fatigada, pero sintió la necesidad de esperar un poco más. Volteó y volvió a encontrarse con aquel grupo de nuevo. Josefina sostenía una especie de copa, la cual le ofreció. Marijo la vio con desconfianza, mientras la chica se quitaba la máscara y le sonreía──. Solo trató de hacer las paces contigo. Es nuestro último día aquí, y nunca fuimos capaces de llevarnos bien ──María José no confiaba en sus palabras, pero estaba deseosa de irse de una buena vez. Tomó la copa y bebió del líquido que esta llevaba, esperando que eso fuera suficiente para poder alejarse de ahí lo más rápido posible. Sintió un extraño sabor, pero como no estaba acostumbrada a beber esa clase de cosas, no le dio importancia. Lo bebió de un solo trago, mientras los demás reían por lo bajo.

Sin saber porque, comenzó a sentirse demasiado mareada y desorientada. La vista comenzó a borrársele y todo comenzó a darle vueltas. Aún era consciente y podía escuchar, pero los sonidos se escuchaban tan distantes, que no era capaz de identificarlos del todo.

──Alexis, sáquenla de aquí y llévenla al frente, vamos a hacer que todos vean la clase de perra que de verdad es ──escuchó a Josefina. Su acompañante se quitó la máscara y la arrojó al suelo acercándosele y tendiéndola en sus brazos. Marijo, trató de defenderse, pero no pudo.

Se sentía demasiado débil y su cuerpo no le respondía. Alexis, acompañado por un par de chicos, la llevaron a la entrada del colegio, dejándola junto a una de las bancas y con el vestido roto y sucio. La ocultaron detrás de unos arbustos, como esperando que solo las personas que salieran del colegio pudieran verla. Sonrieron maliciosamente y salieron corriendo en busca de los demás. La chica se sentía demasiado mareada, pero sabía que corría peligro si se quedaba en ese sitio, así que, con un poco de dificultad, trató de ponerse de pie, apoyándose en la banca que estaba junto a ella. Tropezó varias veces hasta que tuvo éxito. Como pudo bajó por aquellos pequeños escalones, que en esta ocasión le parecieron inmensos e intentó correr por las calles sin dirección alguna. Quiso pedir ayuda, pero su lengua estaba adormecida y no era capaz de emitir palabra. Arrastraba los pies mientras se apoyaba con las paredes de las casas que había sobre la acera. Tropezó varias veces y de nuevo se puso de pie, tratando de huir de algo que no conocía. Las calles parecían desiertas, salvo por algunos perros callejeros que le ladraban a su paso. Llegó a un callejón lleno de basura, donde volvió a tropezar enterrándose un vidrio roto en la pierna. No sintió dolor alguno pero el pánico la invadió al ver como la sangre salía de su cuerpo.

──¡Ayuda! ──imaginó que dijo, pero la verdad es que de su boca no salían más que quejidos y balbuceos. Se acurrucó sobre un montón de basura mientras ponía su mano sobre la herida, a la espera de que la sangre se detuviera.

Un par de sujetos, escucharon los quejidos de la chica y se acercaron al ver la sangre. Su vista estaba completamente nublada. Uno de los sujetos se acercó y la vio con burla mientras le apartaba el cabello del rostro.

──¿Pero qué tenemos aquí? ──dijo con malicia──, si es la misma chiquilla que se atrevió a golpearnos ayer ──dijo mientras levantaba ligeramente la máscara de la joven.

──Y tal parece que esta sólita ──expresó su compañero──, tal vez podamos jugar un poco con ella ──dijo mientras levantaba un poco el vestido de la chica y sobaba la pierna sana de esta. Marijo sintió el contacto de aquel hombre y trató de huir, pero su cuerpo no le respondió. Quiso gritar, pero uno de los sujetos estampó sus labios contra los suyos dándole un beso que casi la hace vomitar. Con la poca fuerza que aún le quedaba, alcanzó a darle un gran mordisco al hombre, quien furioso le dio una fuerte bofetada mandándola al suelo y haciendo que su cabeza golpeara contra el pavimento. Entreabrió los ojos y alcanzó a ver los pies de dos personas. No podía escuchar con claridad, pero se dio cuenta de que peleaban. Sintió algo pesado y caliente cayéndole por la mejilla y se dio cuenta de que sangraba. Volvió a tratar de ponerse de pie, pero su cuerpo se negaba a cooperar. Sus parpados estaban comenzando a sentirse pesados, lo cual hacía que parpadeara cada vez más lento. Alcanzó a ver como uno de los sujetos que la habían atacado caía al suelo, mientras alguien a quien no alcanzaba a distinguir, lo golpeaba con fuerza dejándolo herido. Ambos hombres se pusieron en pie, uno de ellos cojeaba mientras el otro lo ayudaba a andar. De pronto, una mano estaba extendida frente a la chica que aún continuaba tirada en el suelo.

──¿Estás bien? ──escuchó una voz lejana. Levantó un poco la vista y vio un extraño hilo rojo brillar entre la mano de aquella persona. La máscara aún permanecía ocultando su rostro. Con ayuda de aquel desconocido, logró recostarse un poco. No era capaz de distinguir nada más que sombras── ¿Estás bien? ──volvió a escuchar, pero esta vez, sus parpados estaban demasiado pesados y se cerraron antes de que pudiera responder.

            
            

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