Año 567 de la Utopía de Magnus, día 55.
He decidido escribir esto para no olvidarlo, aunque Cinco insiste que escribir es peligroso porque nos pueden encontrar y cuando lo hagan van a leer estas páginas y tendrán conocimiento de todo lo que hemos logrado avanzar o tal vez no, en mi opinión a veces, Cinco, es un poco paranoica, pero sé que lo hace porque me protege, teme que en cualquier momento me meta en problemas, pero no lo haré, puedo cuidar de mí y sobre todo puedo cuidarla a ella.
Me gustaría que lo viera, que sintiera que puedo ser un buen compañero de aventura, uno responsable; como sea, hemos descubierto que tenemos telepatía, y por hemos me refiero a Cinco, puede hablar en mi mente, hacer que una idea suya sea completamente mía, lo mismo puedo hacer yo, pero me cuesta más que a ella, he aprendido a diferenciar cuando es una idea de ella y una mía.
No sabemos aún a cuánta distancia funciona la telepatía, pero sospechamos que se puede a más kilómetros de los que estamos dispuestos a alejarnos.
Aún no tenemos idea si se puede con personas externas, pero me gusta creer que esto es algo que solo ella y yo tenemos, una especie de conexión privada.
Una conexión.
Una conexión con Cinco.
Cuando Cinco está en mi cabeza los sonidos del exterior se apagan, debo ser cuidadoso y extremadamente atento si quiero escucharlos y escucharla a ella.
Por otro lado, cuando Cinco me escucha en su cabeza, según ella y la cito "puedo escuchar perfectamente el exterior, solo debo entrecerrar los ojos un poco, y si lo hago, te veo a ti hablándome y veo el mundo"
No entiendo cómo puede hacer algo así.
Pero si entiendo una cosa, tener a Cinco en mi cabeza está bien.
Cinco logra que todo esté bien y que nada salte hacia el cielo para desaparecer, y por nada me refiero a mí.
Tenerla en mi cabeza me da paz.
Tenerla conmigo luchando por un nuevo día lejos del dolor es lo único que me logra impulsar.
Cinco cerró el diario y se limpió las lágrimas.
–Te salvaré, Cuatro –dijo para ella misma mientras veía el cuerpo de su compañero conectado a aquellos tubos, se tapaba la cara con el antebrazo, cuando lo rescatara le diría que tenía una nueva entrada para su diario, podía escuchar a distancia, le daría una explicación detallada de cómo había pasado, pero por ahora se conformaba con verlo a salvo.
Tomó la daga gemela entre las manos y sonrió.
–Siempre las mismas dagas –susurró antes de guardarla en su bota mientras se dejaba caer a un hoyo en la tierra que la engulló y se cerró una vez que desapareció dentro.