La Cuarta Generación
img img La Cuarta Generación img Capítulo 3 Prohibido amar. Prohibido matar... Prohibido vivir.
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Capítulo 6 Ella ya no existe, ni su cuerpo, ni su alma... img
Capítulo 7 No matarás. img
Capítulo 8 Líbranos del mal. img
Capítulo 9 Quiero regresar a mi mundo. img
Capítulo 10 La falta de oxígeno y la locura... img
Capítulo 11 Una vida feliz... img
Capítulo 12 Quiero ser eterno... img
Capítulo 13 El Refugio Nirvana. img
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Capítulo 3 Prohibido amar. Prohibido matar... Prohibido vivir.

Hemos jurado amarnos hasta la muerte.

Y si los muertos aman, después de muertos amarnos más...

Lo que Dreyfus más extrañaba de la Tierra era la radio, el sonido de la lluvia y los rayos retumbando a lo lejos... Solía divagar sentado en el escritorio junto a la computadora que controlaba la electricidad de los reactores.

Veía escenas sangrientas en una cárcel de árboles altos y robustos matorrales de la selva espesa... Olía a moho, tierra, tabaco y fósforo. Había perdido el libro, sabía que estaba prohibido fumar y los libros del «otro mundo», durante el experimento de la Cuarta Generación; pero aquel libro lo calmaba de sus temores acarreados en la guerrilla...

Recordaba los cuerpos mutilados del batallón cuarenta y ocho esparcidos en un círculo... A veces caminaba chueco, como si aún llevase el pesado fusil y los cargadores. Y los disparos... Necesitaba hojear aquel libro para olvidar los gritos y los explosivos.

Durante años, se ahogó en pilas de cigarrillos baratos, pero... Lo único que podía salvarlo estaba oculto en su despacho. O estaba... Porque había desaparecido. Las personas de piel carbonizada vagaban por las calles con los sesos fritos... lloraban sangre.

¡Dreyfus rompió la regla más importante de su estadía en el planeta rojo! El experimento de la Inocencia, iba a cultivar a jóvenes libres de la maldad de la humanidad... Libros, videos, música y entretenimiento limitado mientras crecían... dóciles y obedientes. ¿Qué sentido tenía la vida sin música y libros? Estaban prohibidas las drogas. Prohibido el alcohol. Prohibido amar. Prohibido matar... Prohibido vivir.

Que vidas tan simples llevaban los nacidos en Marte. Dreyfus conoció bien a los cobardes del batallón, que huían durante su primer permiso o morían al no poder jalar el gatillo y cerrar los ojos. Todos los nacidos tenían esa mirada asustadiza. Y la Tierra no estaba mucho mejor...

El eje del planeta se inclinó por el peso de las ciudades causando un cambio climático escalofriante. Los únicos terrenos que permanecieron abundantes fueron las tierras latinoamericanas... Las guerras por recursos y territorios desataron la cólera, durante muchos años una desestabilización llevó a las personas a cruentas trifulcas... Y luego la humanidad manchada de sangre sufrió la catástrofe más grande que ni siquiera pudo prever... La magnetosfera que protegía el planeta se invirtió dejándonos desprotegidos... Toda aquella radiación solar bombardeo la civilización.

Desde el cataclismo mucha de la tecnología se perdió, satélites, celulares, electricidad... pero la humanidad tuvo que unirse con una alarmante reducción de su población. La sociedad fue un caos durante una década hasta que las personas se adaptaron a la supervivencia bajo tierra y logró restablecer la comunicación con la civilización en Marte.

Miró el diagrama computarizado del reactor nuclear de fisión. Para mantener activas las instalaciones en el refugio Nirvana, era necesario generar energía mediante una batería nuclear-un generador termoeléctrico de radioisótopos-que convierta el calor en electricidad. Protegido con un escudo antirradiación, el segundo reactor subterráneo está ubicado en el último pasillo de la caverna, con paneles extendidos para disipar el exceso de calor, y está conectado a la base mediante un cable que suministra energía en cualquier momento del día y bajo cualquier circunstancia atmosférica. Toda una proeza científica que tomó menos de diez años en construirse en la Tierra.

El prototipo del sistema de energía utiliza un núcleo de reactor sólido de uranio 235 fundido, aproximadamente del tamaño de un rollo de papel toalla. Los tubos de calor de sodio pasivos transfieren el calor del reactor a motores Stirling de alta eficiencia, que convierten el calor en electricidad. Tenían un sistema de enfriamiento remoto en caso de sobrecalentarse.

Es un sistema de energía liviano capaz de producir diez KW de energía eléctrica, suficiente para hacer funcionar varios hogares promedio de forma continua por alrededor de diez años. El primer reactor era bastante antiguo y el segundo recientemente instalado servía como soporte en caso de una falla por el envejecimiento...

Existían un par de fallas que debía vigilar en el primer reactor. Por supuesto, la base también usaba energía eólica de los vientos marcianos y un generador eléctrico adicional de emergencia que aprovecha los desechos de los habitantes.

Dreyfus pensaba en ello con demasiada frecuencia... La Tierra seguiría siendo un infierno por quinientos años mientras el campo magnético se estabilizaba... ¿Por qué había ido al refugio? Era uno de los últimos ingenieros nucleares del mundo. No tenía familia... Nada que perder, que no haya perdido ya. Era el perdedor perfecto que necesitaban los marcianos para coexistir en el refugio Nirvana.

Y ahora la muerte lo perseguía en el otro mundo. El asesino había matado a la doctora Esperanza, que viajó con ellos en el trasto de hojalata durante seis meses... Y asesinó de nuevo, esta vez a Eduardo Benedetti, el supervisor del segundo reactor de fisión nuclear. Su hija María no paraba de llorar con el uniforme blanco cubierto de sangre.

-No sé lo que paso-confesó la joven con el rostro pálido-. Mi papá vino a... hablar conmigo y entró esta figura negra y alta y le clavó el cuchillo hasta que se durmió.

La joven ni siquiera podía mirarlo a los ojos... a Dreyfus le incomodaba que su historia sonaba ficticia, aunque era sólo una niña asustada. Ella simplemente no sabía que estaba pasando, pertenecía a la Generación de la Inocencia.

Interrogó a la esposa de Eduardo, pero la mujer llorando a mares no podía articular palabra, estaba tan asustada que tuvieron que aislarla junto a su hija.

Dreyfus dejó caer los hombros y se desperezó en la silla. No quería creer que fuera real... quizás fuera un sueño y aún estaba en uno de los túneles de Ciudad Bolívar, bajo el Casco Histórico... escuchando como los ratones le comían los zapatos. Cerró los ojos intentando despertar, cuando escuchó la descompresión de la compuerta con un escalofrío... y un rostro sin ojos le gritó que corriera en medio de una lluvia de disparos.

-¿Extrañas nuestro hogar? -La voz sutil de Ana lo trajo de vuelta.

Dreyfus se reclinó aún más en la silla.

-Cada segundo-recalcó. La mujer estaba bastante pálida, aunque las luces blancas proporcionaban vitamina D... No eran lo suficientemente intensa como para tostar su rostro con naturalidad-... Extraño la lluvia y su olor curioso.

Ana se pasó una mano por el intrincado cabello negro, tenía ojos oscuros y vivaces. Se podría decir que era la única hembra digna de admiración, porque las marcianas eran flacuchas y altas, en cambio Ana; ella sí era una mujer en toda la expresión de la palabra.

-El día antes de partir bebí café tantas veces que olvidé su sabor-dijo la mujer con tristeza, se tocó los labios-. Las manos me temblaban y los ojos me daban vueltas... El buen café es lo que le da sabor a la vida. Pero ese día lo perdí...

Dreyfus estiró la mano hasta tocar la de Ana al otro lado del escritorio. La miró con conspiración.

-¿Quieres darle sabor a tu vida? -Preguntó con una sonrisa.

La mujer disimuló la sonrisa con los labios apretados. Su juego era hacerse la difícil, pero aceptaba con la primera proposición... sólo debías ser paciente. Dreyfus la entendía, y ella... también lo entendía a él. ¿Cuál era la probabilidad?

-No es el momento... ni el lugar, Dreyfus de Jesús.

El hombre se llevó las manos a la cabeza.

-La única que me llamaba así era mi madrecita-recordó con nostalgia-... La última vez que fuimos a la playa, yo me quedé en la orilla construyendo un gran castillo con la arena mojada. Mi madre creyó que estaba nadando y partió a buscarme, se metió en el agua mientras yo me escondía en la arena y me reía...

»¡Dreyfus de Jesús, Dreyfus de Jesús! Gritó desesperada con el agua hasta el cuello. Quizás, si hubiese sabido... que ella no sabía nadar... Me hubiera lanzado al agua a buscarla... Pero esa fue la última vez que escuché a mi madre.

Ana lo miró con el ceño fruncido.

-Te odio, ojalá nunca me hubieses contado eso.

Dreyfus sonrió mirando el suelo de metal, el módulo estaba impregnado con el aroma ferroso de la sangre coagulada. No lo dejaban salir del módulo de control, si el almirante Torrealba lo conseguía en los pasillos lo aislarían hasta encontrar al asesino o peor...

No quería pensar en eso. Prefería seguir los lineamientos y llevar un control de los reactores a través de las computadoras. Las visitas de Ana eran un regalo de Dios.

En el módulo tenía un baño conectado al generador de material orgánico y una brisa fresca del calefactor, cuando era la hora de dormir. El almirante venía de vez en cuando con el ceño fruncido y lo miraba hosco, no tenía pinta de conversador y parece que tampoco tenía ápices de detective. Le iba terrible en su investigación...

Las compuertas no tenían seguros, así que Anna lo visitaba por las noches cuando apagaban las luces y hacían el amor hasta una o dos veces en la placentera oscuridad. Al menos eso lo ayudaba a conciliar el sueño, sus noches estaban llenas de disparos y gritos. Aún temblaba escuchando la piel derretida desprenderse de los brazos y la cara de sus familiares...

La bella mujer de largo cabello rizado le traía las comidas y algún otro aperitivo del jardín hidropónico. Era una excelente química y muy buena con las manos. Solían compartir el almuerzo y la cena; algunas veces verduras, carnes sintéticas, compresas de insectos y otras veces una pasta marrón oscuro sin sabor. Dreyfus no se esforzaba por averiguar el origen de la última, pero si le gustaban las pequeñas y cuidadas manos de la mujer a su lado. Quizás en otra vida se hubieran amado tanto... Que ase reencontraron a lo largo del tiempo en el vasto universo abstracto.

Las luces parpadeantes lo asustaban, pero sólo era la actividad sísmica del planeta muerto. Cuando su cama dejó de estremecerse y el peso de Ana reposó sobre su pecho en el dulce lecho, cerró los ojos esperando el dulce letargo del sueño... Una porción del descanso eterno. Pero las luces se agitaron otra vez con un millar de pisadas y gritos.

El túnel obscuro olía a culo, sudor y pega para zapatos. Las personas se apretujaban y le daban codazos en los hombros, el pecho y el estómago... Dreyfus se encogió asustado, seguía siendo joven pesé a sobrevivir las quince misiones de servicio obligatorio e ir terminando el último semestre de ingeniería nuclear. El portón de hierro se estremeció y las últimas personas entraron... Los niños lloraban y los adultos rezaban.

La gruesa puerta de metal era custodiada por una docena de flacuchentos guardias vestidos de verde oscuro con grandes fusiles. Afuera del túnel las personas golpeaban el metal ardiente pidiendo entrar a gritos. El asfalto silbaba cuando el sol abrasador lo derretía... Cuando los llevaron corriendo al refugio, vio como las tiras de piel quemada colgaban flojas de los rostros de las personas. El calor era espantoso.

-¡Son ellos o nosotros! -Gritó el sargento con el fusil colgando de su hombro.

Nunca olvidaría aquellas palabras. El Cataclismo fue el infierno en la Tierra para la humanidad. El campo magnético se invirtió desprotegiendo el planeta de la radiación solar; muertes, extinciones masivas, cambio climático... Dios arrojó el incienso sobre el mundo. Ruega por nosotros pecadores... Las luces del túnel parpadearon y reventaron en un millar de fragmentos de vidrio sulfatado... Dreyfus se levantó en la oscuridad, se despertó antes del amanecer marciano. Ana ya se había marchado... Las luces brillaban rojas...

¿Rojas? Las sombras se alargaban desprovistas de tinieblas y los muebles del módulo estaban volcados. El hombre se levantó de la cama escuchando la ventilación del oxígeno aspirar el dióxido de carbono de su respiración acelerada.

El corazón le daba vueltas; tenía mareos, gases, náuseas y debilidad. Era como estar enamorado o con el corazón roto, aunque quizás fuera más como estar sufriendo la abstinencia... La compuerta se abrió con un silbido y la atmósfera hermética se descomprimió... Los pasos resonaban húmedos junto a una gotera.

-¿Jesús?-Clamó una voz de mujer.

Dreyfus se incorporó nervioso. Tenía el uniforme blanco pegado al cuerpo por el sudor empalagoso. Las luces rojas parpadearon... silbaban sulfatadas desprendiendo el olor a cable quemado. La mujer desnuda cubierta de algas cojeaba con una pierna llena de gusanos, fue dejando huellas negras al caminar. El rostro le colgaba blancuzco, los peces le comieron los ojos y tiras de piel...

-¿Eres tú, Jesús? -Extendió los brazos marchitos ante las luces parpadeantes, cambiaba de expresión con cada parpadeo-... ¡¿Por qué te escondiste, maldito niño?! ¡Por tu culpa me ahogué! ¡Es tu culpa que muriera!

Dreyfus sintió el peso del fusil en el costado, como solía recordar a veces... tomó el arma con las dos manos en dirección al cadáver. Quitó el seguro con lágrimas en los ojos...

-Perdóname, perdóname...

-¡Ojalá te hubieras muerto tú aquel día!

La mujer soltó un grito desde la boca negra y echo a correr con los brazos extendidos. Dreyfus cerró los ojos y apretó el gatillo como un autómata, el arma le golpeó la barriga con el retroceso y lo dejó sin aire. Quedó en penumbra cuando las luces se sulfataron y silbaron desprendiendo un insípido olor a quemado. Escuchó un estallido húmedo seguido de un crujido y un gemido. El disparo lo aturdió, los oídos le zumbaron cuando un cuerpo pesado cayó al suelo... a sus pies.

No se escuchaba ni un alma. Su corazón latía desenfrenado... Cuando las luces blancas se encendieron como si nada hubiera pasado... no tenía el arma en las manos, pero sentía su peso. Ana yacía en el suelo de hojalata, la mitad de su cabeza era una masa de pelo, sangre y sesos. Uno de sus ojos colgaba de un hilo rosado...

Dreyfus soltó un gemido cuando Gregorio Torrealba, el doctor Ezequiel Azdrubal y Victoria Carvajal entraron por la compuerta abierta con los ojos desenfocados. Un grito general recorrió la estancia...

El almirante miró el cuerpo de Ana con las manos en los bolsillos y las muelas apretadas. Asintió con la cabeza y miró el uniforme salpicado de sangre y sesos de Dreyfus.

            
            

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