La Cuarta Generación
img img La Cuarta Generación img Capítulo 5 Huye del hombre negro...
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Capítulo 6 Ella ya no existe, ni su cuerpo, ni su alma... img
Capítulo 7 No matarás. img
Capítulo 8 Líbranos del mal. img
Capítulo 9 Quiero regresar a mi mundo. img
Capítulo 10 La falta de oxígeno y la locura... img
Capítulo 11 Una vida feliz... img
Capítulo 12 Quiero ser eterno... img
Capítulo 13 El Refugio Nirvana. img
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Capítulo 5 Huye del hombre negro...

Detesto cuando pasa esto,

Tener un sueño y sentir que fue cierto aún cuando ya estás despierto.

Te veías igual de «ah» por supuesto...

Juro haber sentido el olor de tu cabello en mi pecho...

Que arrecho que lo recuerde después de tanto tiempo.

Es como si en mi cerebro viven esos momentos...

Congelados hasta que sin consentimiento, salen a hacer travesuras, sin mesura, con mis sentimientos...

Su padre mató a su madre a golpes... O eso fue lo que le dijeron de ellos cuando el doctor Azdrubal entró al módulo a revisarlo. No supo que pensar, se quedó sentado en la cama de goma mientras el doctor medía su presión sanguínea y revisaba sus latidos rítmicos; acompasados con su débil cuerpo. Le estaba haciendo preguntas sobre deposiciones e hidratación... Cuando escuchó un golpe metálico en el cubículo junto al suyo.

-¡Apágalo! -Gritó una voz amortiguada por la gruesa pared de quitosano y metal.

Como un susurro en el vacío la voz desapareció, pero quedó grabada en su mente... Repitiéndose una y otra vez como una grabadora descompuesta. El doctor Ezequiel Azdrubal lo hizo desnudarse para examinar el vello creciendo en sus axilas y sus genitales... Lo miró con un hambre voraz y lo palpó de forma dolorosa.

Cuando él hombre de larga bata blanca salió con los brazos cargados de instrumentos... Se sintió fatal, la forma en que lo tocaba el hombre lo espantaba. En su mirada había algo difícil de describir, pero lo entendió... No existía la bondad en su alma.

Aquellas cuatro paredes de hojalata lo enloquecían, se sentaba durante horas esperando sentir la descompresión atmosférica de la compuerta al abrirse. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, ni que ocurría fuera del módulo.

Susana Mendoza le traía las comidas a los moradores aislados, pero cuando Jeremías le preguntaba que ocurría en el refugio, no lo miraban. Las paredes hablaban, le decían cosas horribles... Transportaban gritos como corrientes de aire.

A veces veía por la ventanilla como se paseaba el almirante Gregorio Torrealba arrastrando un pesado saco con olor ferroso. Cuando las luces parpadeaban asustadas las imágenes de su madre siendo molida a golpes por su padre lo arrancaban del sueño profundo... Cada vez que pensaba en ello a su mente acudía una forma diferente; veía como la estrangulaba hasta que sus ojos sangrantes reventaban.

En uno de sus sueños entró en el cubículo sesenta y seis con una de las tuberías descompuestas de refrigeración del reactor de fisión y encontraba a su madre cortándose los dedos con unas tijeras de cabello, repetía que le dolían... En ese momento ella saltaba de la cama y le clavaba la tijera en el pecho, un impulso dentro de él lo atraía a destrozarle la cabeza con la tubería... Se despertaba con un dolor horrible detrás de los ojos.

Los pasos amortiguados resonaban en el suelo de hojalata junto a un goteo incesante. Las luces blancas parpadearon y brillaron con más intensidad... El hombre anciano atravesó la compuerta con el rostro cansado, del resto de su brazo colgaban hilos rojos que goteaban sangre. Jeremías lo miró asustado, pero el espectro ni siquiera lo miraba a él.

-Ven a apagarlo-dijo y se dio media vuelta antes de desaparecer.

Jeremías se levantó con las piernas débiles, el suelo frío derretía las plantas delgadas de sus pies. Abrió la compuerta con una descompresión que le erizó el cabello de la nuca y la cerró con una succión. El hombre sin brazo lo esperaba al fondo del pasillo trece negando con la cabeza, movió los labios formando un susurro en el aire.

-Huye del hombre negro...

Jeremías caminó rápido, con un escalofrío en la espalda baja al escuchar los pasos del almirante Gregorio sosteniendo la pesada barra a la distancia. Pero el almirante no pareció notar su presencia... aunque pasó delante de sus narices. Siguió al hombre mutilado por el pasillo catorce, quince, dieciséis... Las luces sulfatadas brillaban débilmente, parpadeaban y chispeaban cuando se acercaba. Como si necesitara su energía para desplazarse...

Llegaron al pasillo veinte, escuchando débilmente el ronroneo de un motor gigantesco y bajaron por unas escaleras polvorientas. El hombre no parecía caminar, se deslizaba en la oscuridad sin hacer ruido... No tenía sombra.

Los seres oscuros los perseguían y se susurraban secretos... Cuando se volteaba a mirarlos estos desaparecían. Llegaron al laboratorio de carnes cultivadas y lo encontraron desmantelado. Por supuesto... su madre había muerto.

Se sintió triste cuando llegaron al primer reactor en el pasillo treinta. Hacía mucho calor en el gran módulo y el reactor operaba rodeado de mangueras, tuberías y palancas.

El hombre con el uniforme cubierto de sangre seca señaló una palanca en la pared con el brazo que no tenía.

-Apágalo...

Jeremías se confundió, por un momento pensó que aquel hombre no era tal, sino un espectro engañoso... Quería habitar en la oscuridad... Miró atrás y vio a un hombrecillo pintado completamente de negro, cuando descubrió que lo miraba se... diluyó como un gas en la pared.

-Pero... si apago el motor principal, el auxiliar no podrá trabajar de manera inmediata.

Escuchó un chillido parecido a un grito deformado, un ser alargado y negro extendió los brazos y tiró del hombre mutilado... Las sombras saltaron de sus escondites y rodearon al fantasma entre mordidas, golpes y patadas. Se convirtieron en una masa negra de negatividad y...

Jeremías despertó en el suelo del módulo conteniendo la respiración. Sólo fue un sueño... pensó para calmarse. A veces confundía el estar despierto con dormir por el encierro y... La compuerta estaba abierta.

Alguien había entrado o... salido. Se asomó por la compuerta y vio las luces asustadizas encenderse y apagarse intermitentes, al final del pasillo. No había nada allí... Nada. Salvo la sombra, más alta que cualquier persona... Se deslizó por el corredor hasta desaparecer...

Esa noche durmió poco... No dejaba de dar vueltas por el cubículo. Se sentaba y pensaba en lo ocurrido, no creía que fuera posible. Necesitaba respuestas de lo que ocurría.... Así que cuando vino alguien a verlo no dudó...

María entró en su cubículo con una sonrisa radiante. Se lanzó a él con los brazos abiertos y lo abrazó... El joven se separó bruscamente.

-¿Cómo murieron mis padres?

-Te iba a decir que el almirante me dejó salir-recalcó María, reprochante-... Dijo que ya he sufrido demasiado.

-¿Cómo ocurrió?

-¡Ya deja de hablar de ti!

María estaba ofuscada, sus ojos echaban chispas. Jeremías no era de los que gritaban y perdían la razón, pero estaba desesperado por respuestas. Tomó a María de los hombros y la sacudió con fuerza.

-Por favor...

La chica alta de piel pálida apretó los labios y lo miró lastimera... No quería ser portadora de malas noticias...

-Tu padre... mató con una tubería a tu mamá.

-¿Una tubería del reactor?

-Sí... una tubería de enfriamiento del reactor que iba a reparar... Después se clavó unas tijeras en el pecho.

Era obvio que aquello lo destrozaría y María lo sabía, era una equivocación pedir el conocimiento de tal información. Pero necesitaba saberlo...

-No puede ser-Jeremías se desplomó sobre la cama de goma y se echó a llorar con la cara escondido en las manos. María estuvo largo rato a su lado, sin decir nada... Se levantó con el rostro enrojecido y salió del cubículo-... ¿Dónde está Dreyfus?

Cuando salió de su encierro la descompresión se sintió extraña, como si pasarán sus tripas por un tubo de goma. Le costó respirar el aire, pero con cada bocanada el dolor en el pecho fue atenuándose hasta desaparecer...

Caminó en dirección al fondo del pasillo trece y golpeó la ventanilla cubierta del cubículo sesenta y siete. Abrió la compuerta con un silbido y encontró al hombre en el suelo, con la frente ensangrentada y el uniforme cubierto de costras secas. Dreyfus no parecía el mismo, había perdido unos diez kilos con el encierro y la pésima alimentación, sus ojos estaban rojos como los de un alcohólico y su cabello descuidado y grasiento se desprendía.

-¿Ustedes también lo ven?-Señaló una esquina vacía.

-¿Ver qué? -Preguntó María confundida.

-Ellos... vienen a atormentar a los últimos humanos-replicó el hombre-... Quieren nuestras almas... De noche nos succionan la vida por la boca, con sus apéndices tubulares... Son... un recuerdo de lo que le pasó a este planeta.

La compuerta se cerró sellando el módulo. Dreyfus se levantó más delgado y alto que nunca, tenía el rostro deformado por los golpes y la hinchazón. No dejaba de mirar a las esquinas del módulo, como si viviera en un trauma perenne. Se sentó en la cama de goma con la mirada fija en la entidad de la esquina.

Jeremías se inclinó, aquel hombre olía desagradable.

-¿Dreyfus?

Los ojos del hombre se cubrieron de lágrimas. Su rostro completo se desarticuló en una máscara de dolor y rompió a llorar en quejidos trágicos... Tenía recuerdos, visiones... y decía cosas sin sentido.

-Yo no los maté-confesó el hombre afligido con la voz quebrada-... Fue el sol... Debíamos tirarlos del autobús por el peso... o, el sol nos quemaría a todos... ¡Por Dios vi como la piel se les desprendió cuando rayó en alba!

-¿Ha muerto alguien en el primer reactor nuclear de fisión?

El hombre regresó poco a poco a su realidad, miró al joven sorprendido y pensó largo rato. Como si buscará un nombre en un archivero...

-Humberto González-Dreyfus se limpió las lágrimas-... Una de las mangueras de enfriamiento se soltó... y se estaba derramando el nitrógeno sobre el protector... El hombre subió a colocarla en su lugar, pero la escalera se rompió y una turbina le enganchó el brazo. Estuvo largo rato con el brazo congelado con la sustancia bajo cero derramándose por su cuerpo... Lograron apagar momentáneamente el reactor, para sacarlo... sin vida... Su brazo se partió en mil pedazos como un trozo de hielo.

-¿Sabes qué es la forma negra al final del pasillo trece? -Preguntó Jeremías... se aventuró un poco más-... ¿Y por qué está tan interesado en los reactores nucleares?

Dreyfus gritó y se llevó las manos a los oídos como si escuchará un sonido horrible.

-El diablo está entre nosotros... Y es horrible, horrible, horrible, horrible, horrible... Nos espera al final del pasillo trece cuando se apagan las luces... Una persona... Si escuchas su llanto estás maldito. Su chillido... Déjame, déjame, déjame... Has lo que te dice que hagas.

Dreyfus gritó más fuerte y se dio golpes en la cabeza con los puños...

-¡Dreyfus! -Lo controló Jeremías -... ¿Cómo llegó aquí? ¿Cómo lo sacamos del refugio?

-El diablo está en todas partes-dijo el hombre y sus ojos se tornaron negros-... Correrán ríos de sangre...

Dreyfus levantó una mano y María salió proyectada contra la pared, soltó un grito cuando se estrelló con el duro metal. Jeremías levantó los brazos para cubrirse el rostro cuando sus pies se desprendieron del suelo y chocó contra el duro acero.

Escuchó como la compuerta se retorcía y se desprendía... Y la descompresión fue más fuerte que nunca. Su cuerpo sufrió una succión como si pasara por un pequeño agujero de goma, esta vez sus tripas se retorcieron con un dolor atroz y le fue imposible respirar. Intentó mover el brazo derecho y se le entumeció la mitad del cuerpo...

Muchos perros ladraban desenfrenados...

Después de que te fuiste, sabiamente...

Obviamente solo vi, después de herirte torpemente...

Al fin y al cabo ser feliz es lo que debo exigirte...

Y si ya eres feliz sin mí, no puedo contradecirte.

Anoche mientras dormía bajo dios y me dijo que vos, ya te olvidaste de mí y sí...

Gracias a dios que ya ni creo en dios, así que olvidé su voz y me dormí...

Para soñarte aquí...

                         

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